El indiscutible poder de una mujer fatal

Publicado en El Espectador, Junio 11 de 2015

Seducir -"engañar con arte y maña”, “cautivar el ánimo” o “atraer físicamente a alguien” para el sexo- es una destreza femenina vetada.

De una mujer moderna se espera que establezca con los hombres acuerdos explícitos y detallados, como de oficina. Pero la seducción femenina existe, y para saber que funciona basta haber presenciado, o sentido en carne propia, la influencia de una mujer cuando sabe administrar sus encantos y escoger pretendientes a su antojo, como hicieron algunas maestras de ese arte, acumulando un poder fenomenal basado en el cariño y el sexo. Supuestas mujeres objeto sometieron hombres poderosos, los cautivaron y fueron amadas incondicionalmente.

Acaba de lanzar su candidatura presidencial quien, en caso de ganar, consolidaría el matrimonio más poderoso del mundo. Si detrás de cada hombre importante hay una gran mujer, tras la pareja de William Jefferson y Hillary Clinton hubo otra, Pamela Digny, una de las últimas grandes cortesanas, que los escogió a dedo para ponerlos en la cumbre. 

Nacida en 1920, de aristocracia rural inglesa, la  madrina de los Clinton fue educada como lady, pero ese ambiente le quedó pequeño. En una noche concretó al hijo de Winston Churchill con quien tuvo un hijo. Luego se dedicó a seducir norteamericanos importantes residentes en Inglaterra, incluyendo al embajador. Después se internacionalizó para conquistar magnates y aristócratas. En 1955 la vieja Europa le pareció insuficiente y se instaló en Nueva York.

Más por neutralizarla que por hacerse su amiga, una influyente dama la introdujo en los círculos que tocaba y la alojó un tiempo en su mansión sin sospechar que había seducido a su esposo en Londres. Allí conoció Pamela al productor de moda en Broadway, que cayó a sus pies: al poco tiempo estaban casados. Al morir el cónyuge en 1971, el grueso de la fortuna la heredó ella y no los hijos del difunto. En el mismo funeral apareció el siguiente romance, Averell Harriman, político importante y millonario que acababa de enviudar.

En 1980, tras el triunfo de Ronald Reagan, Pamela y Averell crearon un comité de acción política. Él murió poco después, y para detener la reelección de Bush ella se empeñó en replicar la victoria de John F. Kennedy. Se requería un líder demócrata joven, apuesto y con ese carisma. Su equipo lo buscó hasta encontrar a Bill Clinton cuya carrera, a los 46 años, apenas llegaba a la gobernación de Arkansas. 



Hillary encajaba en el recuerdo de Jacqueline, con un perfil más autónomo y moderno: era tan preparada como el esposo. Pamela le apostó toda su energía, y algo de su fortuna, a los Clinton. Como retribución, y a pesar de la furia de los burócratas del Departamento de Estado, en 1993 fue nombrada embajadora en Francia por su elegido. Gracias a sus encantos, la improvisada diplomática logró un período fructífero de relaciones bilaterales. Murió nadando en la piscina del lujoso Hotel Ritz.

A pesar de semejante dominio sobre los hombres, de haber escogido personalmente uno y tal vez dos presidentes de los EEUU, algunas mentes doctrinarias despreciarían el capital erótico y el poder efectivo de Pamela Digny. Tal vez la considerarían otra víctima de la sociedad patriarcal, obligada a ardides degradantes por falta de acceso a los canales regulares de la política. Actualmente la seductora es, por definición, un mito o un fracaso. Camille Paglia, feminista pragmática y darwinista, discrepa: “la mujer fatal es uno de los personajes sexuales más fascinantes. No es una ficción sino la extrapolación de las realidades biológicas de mujeres que no dejaron de serlo… Su vampirismo no es una aberración social sino una sofisticación de su función maternal, para la cual la naturaleza la equipó con precisión… La insoportable dicotomía feminista entre sexo y poder debería desaparecer”.


Aunque muchas jóvenes lo han intentado, en Colombia buscar poder a punta de amor y sexo ha sido una empresa de alto riesgo y escaso retorno. Los cacaos o políticos son cómodos y clasistas: prefieren la diversidad y las tinieblas. Las que se aventuraron con los ilegales, como la hembra del Alacrán, arriesgaron su libertad, o su vida, arrepentidas de no haber estudiado. Cuando Pamela escogió a Hillary como socia de Bill sabía que para las mujeres los tiempos habían cambiado y que “ser pila paga”, pero su historia y la visión iconoclasta de Camille Paglia recuerdan que no sobra sumarle cariño y picante a la buena educación.


REFERENCIAS

Prioleau, Betsy (2003). Seductress. Women Who Ravished the World and Their Lost Art of Love. Penguin

Tournier, Paul (2003). Las cortesanas. Barcelona: Manontropo

Semana (1997). "La última cortesana", Marzo 10
(Agradezco a "Germinación", comentarista de la columna, por la referencia, que no conocía)