Publicado en El Espectador, Octubre 6 de 2016
Grant, Will (2015). "Las FARC no tienen dinero". Entrevista a Iván Márquez. BBC, Dic 17
Rueda, María Isabel (2016). “El enigmático Tribunal”. El Tiempo, Sep 25
Asimilar el No a la caverna dificulta
salir del impasse. La soberbia del Sí pasó factura. Arrogancia, opacidad,
doctrinas arcaicas y total desconocimiento de la oposición contribuyeron a la
derrota.
Como había anunciado el secretariado y
negado el gobierno, siguió la tregua tras el No. Dos cabecillas se vuelan con
una millonada, las FARC aceptan que sí tienen recursos para reparar víctimas y
De la Calle anota que los acuerdos se están cumpliendo, cuando precisamente
habían eludido la riqueza ilegal. La renegociación podría empezar formalizando esa oferta de última hora,
que desbarata la ilusión del “mejor acuerdo posible”. Para avanzar, lo primero
es reconocer qué falló.
Avalar en bloque un mamotreto hizo
imposible la discusión y la redujo a paz o guerra. Preguntas separadas sobre
los preacuerdos hubieran aclarado las grandes desavenencias. Las fortunas
gastadas en propaganda han podido dedicarse a conocer el electorado, para
convertirlo en insumo de la negociación, sin dar por descontado que el único
vocero del No era Uribe. Evangélicos y votantes no idealistas, entre otros,
siguen siendo invisibles.
Asimilar lo acordado con las FARC al
inicio del posconflicto sin el ELN afectó el resultado. Se requería fe ciega para
creer que algo tan cojo era la paz. Así se alargue, la negociación debe ser con
ambas guerrillas. Las inquietudes de Herbin Hoyos sobre secuestrados liquidados
durante los diálogos no fueron atendidas, lunar inadmisible luego de los
desaparecidos de Palacio. No se ha hecho énfasis en la distinción crítica entre
guerrilleros post acuerdo y los miles de reinsertados anteriores, desertores
cuya vida peligra por ser traidores y testigos incómodos. Heroínas de la paz,
como La Niña, son convidadas de piedra y potenciales víctimas.
Menospreciar la impunidad fue el error
garrafal. La igualdad ante la ley penal es el legado fundamental de la
Ilustración, cimiento de las democracias, vacuna contra la dictadura. El delito
político es un concepto debatido, arbitrario y maleable que pierde relevancia
en el mundo occidental. En Colombia reverdeció para guerreros de izquierda; la
cárcel queda para la derecha y los pobres, bien separados. La comparación con
la justicia transicional de países saliendo de guerra civil es insuficiente,
también se debe observar el tratamiento de los rebeldes armados en las
democracias consolidadas, a donde quisiéramos llegar.
Iván Orozco, experto en la
diferenciación entre delito politico y común en Colombia, habló de su
influencia en los acuerdos y desprevenidamente llamó la atención sobre parte
esencial de los mismos: son el ambicioso proyecto de ingeniería social de una
élite intelectual progresista, con escaso respaldo en las urnas, que trató de
sacarlo adelante con una alianza entre la extrema izquierda armada y,
monumental ironía, el más rancio representante de la oligarquía bogotana.
Resulta estrambótico que con una Constitución tan generosa en democracia
participativa necesitemos a las FARC para orientar la inversión pública o
emprender reformas. Ese sapo definió mucho voto.
No recibió suficiente atención la
impopularidad de las ayudas por dejar las armas en un entorno de rebusque,
informalidad y corrupción. Aún más indignación produjo el eventual perdón a
criminales duros donde abundan raponeros y mulas hacinados en la cárcel. Toca
ser jurista académico para proponer que la ideología de quien delinque o
asesina determine el castigo que recibe.
Quienes ponen el grito en el cielo ante
cualquier segregación a la entrada de un bar condenaron tranquilamente por
omisión, con sofisticada retórica jurídica, a la pequeña delincuencia por falta
de oportunidades. Minorías marginadas, encarceladas o evadiendo a la autoridad,
fueron cruelmente discriminadas con los acuerdos; esa flagrante injusticia, que
afecta a familias, amistades y vecinos, también contribuyó al no. Desde el
Olimpo académico nunca explicaron por qué la arbitraria división entre
delincuentes políticos -curtidos, engreídos, ricos y poderosos- versus comunes
-jóvenes, indefensos y apolíticos- contribuye a la paz “estable y duradera” en
un país clasista y excluyente. En los barrios que sufrieron más confrontaciones
de pandillas con la policía que de guerrilla con el ejército, donde nadie vota
y hace rato se embarcaron en la paz añorando a un bandido benefactor, las
disertaciones sobre penas alternativas para delitos conexos hubieran recibido
rechiflas. Parte del fracaso de los acuerdos fue reducir un conflicto complejo
a la lucha por la tierra.
El misterioso Tribunal para la Paz,
facultado para revivir casos juzgados, por encima de cualquier Corte, produjo
pánico. Las acusaciones de
Santrich al Fiscal por vínculos con paramilitares confirmaron por donde iba el
agua al molino. Jugar con candela adoptando el esperpento de un abogado comunista
español fue una irresponsabilidad mayor que provocó oposición, y no sólo del
uribismo.
Después del No ha habido buenas
noticias, opacadas por fanáticos del Sí que no dan tregua. El acuerdo rechazado
en las urnas sí es mejorable: era un mapa aéreo vetusto para un camino bien
culebrero; toca hablar más desprevenidamente con la gente que lo transita.
“El anuncio de las Farc de presentar un inventario de valores monetarios y no monetarios para reparar a las víctimas es una gran noticia, en especial para las víctimas”
Botero Fernández, Leonardo (2016). “Los abstencionistas de la paz”. El Espectador, Sep 29
Grant, Will (2015). "Las FARC no tienen dinero". Entrevista a Iván Márquez. BBC, Dic 17
Orozco, Pablo et. al. (2016). “Los que tras bambalinas dieron vida al Acuerdo de Paz”. La Silla Vacía, Sep 24 Iván Orozco a partir 2:58
Rubio, Mauricio (1998) “Rebeldes y criminales - Una crítica a la tradicional distinción entre el delito político y el delito común”. en Las Violencias: inclusión creciente, Jaime Arocha, Fernando Cubides y Myriam Jimeno Editores. Bogotá: Universidad Nacional, Colección CES. Versión digital
Rueda, María Isabel (2016). “El enigmático Tribunal”. El Tiempo, Sep 25