Un nuevo Papá Noel

Publicado en El Espectador, Diciembre 20 de 2018


En familia y sonriente, una adolescente norteamericana abre apresuradamente varios paquetes. Ahora, Navidad puede ser cualquier día, al alcance de un clic. ¡Gracias Amazon!

Un documental sobre el “irresistible ascenso” del nuevo peso pesado global, empieza con un conductor que descarga de noche una caja, escanea el rótulo, la deja en la entrada de una casa y musita: “Listo, otro cliente satisfecho”. A pesar de que lleva puesto un chaleco amarillo, símbolo de la protesta antisistema, a este repartidor jamás se le ocurriría clamar “Jeff Bezos, ¡renuncie!”. Del patrón de Amazon dependen sus ingresos a destajo. Por una insolencia así quedaría cesante, sin trámites ni indemnizaciones.

Alrededor del mundo, medio millón de trabajadores como este laboran en horarios extendidos, compitiendo entre sí, con ingresos precarios para que nuestros deseos se vuelvan realidad. Fungen de Rudolph, el reno de Papá Noel, pero 24h/24, 7d/7. Amazon, “imponiendo sus propias reglas sobre el comercio, la logística y el empleo, transforma la sociedad de manera profunda e incontrolable”. Es un árbol de navidad permanente.

Cualquier pedido desde un computador, tableta o celular, se empieza a despachar en 15 minutos. Ninguna otra empresa en la red puede mostrar un desempeño similar. No tiene competencia y cada vez son más los sectores en los que participa el titán del comercio en el siglo XXI. “Además de minorista, es plataforma de marketing, red de distribución y logística, servicio de pago, prestamista, casa de subastas, importante editorial de libros, productor de televisión y películas, diseñador de modas, fabricante de hardware, programador de software y servidor líder en la nube”. Este inventario de actividades no menciona la última aventura de Bezos: las naves espaciales.

Lo que sea, donde sea, a cualquier hora, al mejor precio. Un paquete irresistible para personas de cualquier ideología. Los chalecos amarillos modelo “2018 La Justicia Ganará” se venden a 0,01€ con IVA. Proveedores hasta hace poco sin vitrina disponen ahora de una para llegar al consumidor global: pagan felices cualquier peaje de la autopista virtual para que la temporada navideña se extienda y sea non stop.

Amazon es insuperable en el rol de Papá Noel: sin restricción de calendario, no necesita carticas para saber lo que queremos, ni le importa cómo nos hemos portado. Recibe devoluciones sin gastos de envío. Con el historial de compras conoce nuestros gustos. Intelectuales y progres critican ese Gran Hermano por tener demasiada información sobre nosotros. El detalle que silencian es que a ese monstruo lo alimentamos voluntariamente; nada que ver con las cámaras de seguridad o las chuzadas telefónicas que soportamos pasivamente. No es una sutileza: quien cuenta sus cuitas o manda fotos a gente chismosa después no debe quejarse porque se entrometan en su vida íntima como si se tratara de un paparazzi.

La información sobre hábitos de consumo la guarda y analiza este voraz vendedor para ampliar su negocio y tentarnos a consumir más. Eso hizo siempre la publicidad de manera tal vez más artística pero menos sistemática e individualizada.

Amazon Web Services (AWS) es la dependencia que guarda en su propia nube y rumia los datos que continua y desprevenidamente le entregamos. Es la instancia que administra el servicio de información del Reino Unido. Sus clientes van desde la CIA hasta empresas infiltradas en muchos hogares, como Netflix o Spotify, que también aportan datos sobre nuestros gustos para refinar el perfil que permite ofrecernos siempre lo que más nos tienta.

AWS es la principal fuente de ingresos y la base de la creciente influencia, económica y política, de Amazon. Es el departamento más rentable y de mayor crecimiento. La idea de diversificarse desde el comercio electrónico hacia el Big Data no fue una conspiración: surgió casualmente cuando Amazon tuvo problemas con sus servidores. Necesitaban una plataforma modular, con componentes adaptables y flexibles. Desarrollaron el sistema para ellos y cuando funcionó lo ofrecieron a terceros. Con AWS, Amazon también decide en qué empresas invierte para expandirse y ganar más. Ese flujo continuo de recursos le permite vender una cantidad colosal de productos con un margen exiguo y así ganar adeptos. En el comercio electrónico tradicional los costos de mano de obra para bodegaje, empaque o distribución ya son irreductibles: la explotación opera a tope. El desarrollo de AWS está gestionado por inteligencia artificial y es infinitamente más rentable. Así se subsidian otras actividades de la empresa para sacar a los competidores. Estos cruces internos le permiten ser el líder absoluto en logística.

Una de las empresas en la que los consumidores del mundo tienen mayor confianza es Amazon. Satisface sus deseos no una vez al año, como Papá Noel, sino a toda hora, a precios imbatibles y también a domicilio. Parafraseando a un comerciante colombiano bastante menos talentoso: “compradores del mundo, ¡bienvenidos al futuro!”.

Aunque suene caduco, felices fiestas.





Carr-Brown, David (2018). “L'irrésistible ascension d'Amazon”. Arte TVDic 11 y 14

Grangeray, Emilie (2018). “« L’Irrésistible Ascension d’Amazon » : un géant toujours pas rassasié”. Le Monde, Dec 11

Khan, Lina M (2016) “Amazon's Antitrust Paradox”. Yale Law JournalVol 126, Nº 3



Limón, Raúl (2018). “Amazon aspira a ser omnipresente”. El PaísOct 6