Diferentes respuestas al terrorismo

Publicado en El Espectador, Febrero 7 de 2019


Muchos países han sufrido ataques terroristas y los han enfrentado de manera dispar pero convergente hacia la mano firme. Colombia es excepcional en negociar aún con delincuentes políticos.

El chantaje con rehenes se volvió problema acuciante para los gobiernos a finales de los sesenta por dos razones: el Frente de Liberación Palestina y la insurgencia latinoamericana. Tras el fracaso de las tácticas de guerrilla rural, en especial la del Che Guevara en Bolivia, hubo un viraje hacia el secuestro de diplomáticos y grandes empresarios citadinos.

En agosto de 1968, el embajador norteamericano en Guatemala cayó abatido en un intento de secuestro. Dos años después, el mismo grupo guerrillero capturó a Karl von Spretti, embajador alemán, exigiendo la liberación de 17 prisioneros y 700 mil dólares. A pesar de las presiones del gobierno germano, las demandas fueron rechazadas y el cadáver de Spretti apareció “cerca de unos matorrales”. El repudio internacional al homicidio fue generalizado y al cambiar el gobierno los secuestradores fueron aniquilados.

En 1969, las autoridades brasileñas liberaron quince presos para salvarle la vida al embajador norteamericano. En marzo de 1970 soltaron otros cinco a cambio del cónsul de Japón en Sao Paulo, en Junio cuarenta más por la liberación del representante norteamericano en Porto Alegre y en Enero del 71 se alcanzó el pico con el intercambio del embajador suizo por otros setenta prisioneros. Ese mismo año comenzó la reacción: una campaña de exterminio de los terroristas. Ese país dejó dejó de sufrir ese tipo de amenazas con un costo considerable para las libertades civiles y políticas.

Por la misma época, los Tupamaros secuestraron en Uruguay a varios diplomáticos y mataron a un asesor norteamericano. La indignación pública contribuyó a la llegada de un régimen militar que arrasó con esa guerrilla y, de paso, con la democracia.  A través del M-19, la filosofía y técnicas tupamaras alteraron definitivamente el conflicto colombiano. Antes, en 1970, el Frente de Liberación del Quebec, inspirado por ese mismo grupo, secuestró a un diplomático británico y a un político canadiense. El gobierno introdujo el War Measures Act con apoyo ciudadano. Se acusó luego al primer ministro Pierre Trudeau por su exagerada reacción, pero el terrorismo fue controlado.

También en 1970, comandos palestinos retuvieron tres aviones norteamericanos con unos cuatrocientos pasajeros. Algunos eran alemanes y siete prisioneros fueron liberados a cambio, tres de ellos de cárceles germanas. La debilidad ante el chantaje implicó que Alemania sufriera nuevos ataques. En febrero de 1972 el vuelo 649 de Lufthansa fue desviado hacia Yemen y el gobierno alemán pagó cinco millones de dólares de rescate. En los juegos olímpicos de Munich, ocho militantes de Septiembre Negro secuestraron a once atletas israelíes. Pedían la liberación de 200 prisioneros palestinos. Un desastroso intento de rescate acabó con la vida de los rehenes y de cinco terroristas. Los tres restantes fueron capturados. Mes y medio después, los palestinos desviaron otro avión alemán hacia Zagreb, a donde fueron enviados los terroristas detenidos en Munich para ser luego liberados en Trípoli. Solo en 1975 el canciller Helmut Schmidt, conocido por “su frialdad, realismo e impaciencia con la retórica socialista” revirtió la tendencia actuando con firmeza frente al terrorismo.

Durante esos años sombríos hubo un marcado contraste entre la dureza de los países anglosajones –cuyas instituciones admiran los analistas del desarrollo- con la inclinación a ceder de alemanes y japoneses. “La explicación más probable es que ambos países trataron de corregir la impresión causada en el mundo por sus años de gobiernos totalitarios, poco preocupados por la vida humana” plantea Richard Clutterbuck director de Control Risk en aquella época.

Una conjetura similar se podría proponer para Colombia: una secuela de La Violencia política habría sido la mala conciencia de ambos partidos, liberal y conservador, por sus excesos. Esta actitud, junto con una criminología deplorable, manipuladas por la izquierda partidaria de la vía armada, habrían deslegitimado el recurso a la mano dura de sucesivos gobiernos, o exagerado las repercusiones negativas de cualquier reacción decidida de las autoridades ante los ataques, achacándoles la iniciativa para perpetuar un régimen represor.

La célebre frase del Coronel Alfonso Plazas en la chapuza para retomar el Palacio de Justicia -“aquí, defendiendo la democracia maestro”- ha generado burlas, resentimiento e indignación sin un debate serio sobre cuáles hubieran sido las repercusiones de ceder al chantaje del M-19 y transar la liberación de magistrados. En el contexto mundial, según Clutterbuck, la captura de rehenes “más espectacular y exitosa” fue la toma de la Embajada de República Dominicana en Bogotá, erigida en modelo de negociación correcta en Colombia: claudicar ante los atacantes. Aquí se olvida que los terroristas de cualquier ideología responden a incentivos elementales: la zanahoria invita a reincidir, el garrote disuade. Esa escueta realidad ya la asimilaron prácticamente todas las democracias.




Cluttterbuck, Richard (1993). "Negotiating with terrorists" en Schmid & Crelinsten, pp. 263 a 287

Davy, Richard (2015). “Helmut Schmidt: Politician who guided West Germany through tough economic times, terrorism and the Cold War”. The IndependentNov 10

PL (1970). "Encuentran asesinado al embajador alemán". Prensa Libre, Abril 6

Ray, Michael (2017). “Munich massacre”. Encyclopaedia BritannicaMarch 13

Rodríguez Larreta, Aureliano (1984). "De Robin Hood a la guerrilla urbana": El País, Ago 5 

Schmid, Alex & Ronld Crelinsten (1993). Western Responses to Terrorism. Frank Cass Publishers 

Taylor Gerard (2018). “Mullah Krekar is notified of new charges”. NorwayTodayAug 27