(De nuevo lo siento, pero mi oficio me ha dejado la tara de siempre terminar un informe haciendo algunas recomendaciones)
1) El límite de los 1000 caracteres debe hacerse respetar a toda costa y hacer imposible incumplirlo auto respondiéndose. Son agotadores para el bloguero y los lectores los discursos interminables. 1000 sobran para hacer preguntas o hacer una crítica puntual. Más ya es ruido equivalente a los abusivos que en los seminarios aprovechan el micrófono para tener el auditorio cautivo que jamás lograrían por mérito propio. Vale la pena pensar en la teoría de las "ventanas rotas" ("broken windows"): el efecto devastador que produce sobre la gente la sensación de que las normas leves de convivencia se pueden violar. La lógica es, más o menos, "si no nos controlan esto tan simple, déle que todo vale"
2) Reitero la propuesta que le hice a Juanita durante la campaña de Superamigos en el sentido que sólo ellos, los donantes, deberían poder hacer comentarios. La he masticado y cada vez estoy más convencido. Expongo dos argumentos:
- Lo gratuito no simplemente pasivo tiende al deterioro. La gente no aprecia lo que no le ha costado nada, por el contrario, siente que merece siempre más. El "free-rider" que además es cliente exigente así lo ilustra
- hay un enorme volumen de literatura económica que demuestra cómo pagos pequeños, casi infinitesimales tienen un enorme poder para reducir numéricamente la demanda. Y eso le convendría al foro: bajar la cantidad, para que el bloguero pueda atenderla, subir la calidad y que realmente haya debate. El esquema como está no es viable, o es un espejismo. No hice el ejercicio pero valdría la pena averiguar qué porcentaje de los comentarios responden los blogueros. Tal como está el foro es una ilusión que además puede resultar costosa. Lo digo con pleno conocimiento. Por echarme la responsabilidad de responderle a todos, a mí me agotó. No sólo en tiempo sino en energía y tranquilidad mental
3) Para filtrar los insultos, los ataques y las impertinencias de los comentarios lo único viable es delegar esa función en los mismos blogueros. Nadie más tiene suficiente incentivo y criterio para hacerlo. Me imagino la reacción: eso huele a censura. Pero si LSV confía en alguien para que diga con total independencia lo que quiera en público se puede confiar en esa misma persona la limpieza de su espacio. Además, puede haber un mecanismo intermedio que podría resultar atractivo. Sería algo así: el bloguero lee sus comentarios, encuentra uno que decide que debe estar en su sitio. No lo borra directamente, sino que lo manda a una especie de papelera provisional (por ejemplo durante un mes) en donde quedará explícito que el bloguero lo mandó allá, por tal razón. Así tanto el bloguero como el autor del comentario quedan expuestos al escrutinio público y, además, el comentarista afectado puede eventualmente pedir revisión. Allí ya podría intervenir LSV pero para manejar un número mucho menor de casos. El comentarista que insulta va aprendiendo que hacerlo tiene costos
El otro motivo por el que sería que el bloguero limpie su espacio es que a veces uno se embarca en interminables intercambios que en la práctica son privados. Esos cruces hacen para otras personas casi imposible leer los comentarios. Si una de las razones para mandar algo a la papelera es "conversación terminada" nadie se ofende y el espacio queda depurado de ruido.
4) El tema de los anónimos es leonino para el bloguero. Es una muestra de asimetría de derechos con el comentarista. Se podría pensar en dejar el espacio actual de los blogueros plenamente identificados para que allí sólo participen los comentaristas ibidem (la idea de que sean sólo Superamigos además garantiza que allá no se cuelen anónimos como Fulano de Tal). Es razonable prever que la calidad de ese foro, con menor cantidad, con posibilidad de hacer limpieza (que podría ya ser redundante) aumentará notoriamente. Simultáneamente, y para la igualdad de derechos, se podría pensar en una sección de blogs con máscara en dónde tanto bloguero como comentaristas puedan usar seudónimo