Por distintas coincidencias, el barrio Egipto ha estado vinculado a varios incidentes cruciales del conflicto armado colombiano.
Aunque el caudillo lberal Jorge Eliécer Gaitán, cuyo asesinato fue detreminante de la época de La Violencia, nación en el barrio de las Cruces, cerca de Egipto, “debido a la precaria situación económica, la familia Gaitán Ayala se vio obligada a trasladarse al barrio Egipto, donde creció Jorge Eliécer, el mayor de los seis hijos de la familia” . Allí vivió de niño, en una de los barrios "más pobres de la capital. Esa vivencia le sirvió para experimentar en carne propia las desigualdades de una sociedad como la colombiana" . Sin duda fue esa una de las razones para que fuera tan amigo de “Papá Fidel”, primer gran capo colombiano que definió el accionar de las bandas del barrio: robar a otros para ayudar a su gente .
El supuesto asesino de Gaitán, Juan Roa Sierra "vino al mundo en el barrio Egipto, a media cuadra de la humilde residencia en la que una placa señala que nació el caudillo. Esa es una de las coincidencias que el escritor y dramaturgo Miguel Torres relata en su libro El crimen del siglo" .
También en las inmediaciones del Cerro de Guadalupe pasó su niñez Luis Otero , uno de los comandantes del M-19 que participó en la toma del Palacio de Justicia en Noviembre de 1985, ataque que se planeó muy cerca del mismo barrio. Otero fue un activo miembro de este grupo guerrillero desde que se hizo público con el robo de la espada de Bolívar de muy cerca del barrio Egipto , en donde alguna gente señala que hubo vecinos que colaboraron con esa acción
A mediados de 2016, la Guardia Civil española detuvo a una banda de “activos y perfeccionistas” burglars dirigida por un emigrante colombiano que una vez instalado en Madrid, mandó venir desde Colombia a tres colaboradores que “controlaban los movimientos de los residentes de los chalés, comprobaban si eran estrictos en sus rutinas, anotaban las horas de entrada y de salida, los vehículos que tenían, si la casa contaba con alarma o no, si había elementos que demostraran que podía haber cosas de valor en el interior del inmueble” .
Sería apresurado pensar que este minucioso entrenamiento se logra ejerciendo el oficio ilegal en el exterior. Buena parte del know how de estas bandas de los llamados “internacionales” se se transmiten entre generaciones de bandidos que han ampliado el territorio del bosque de Robin Hood más allá de las fornteras nacionales.
El mismo esquema se ha extendido a otro países. También en España actúan los “lanzas internacionales” provenientes de Chile. Según una abogada que acabó especializada en defender miembros de estas redes, los de la primera generación “venían de familias con antecedentes, se conocían entre ellos y querían asentarse en Cataluña” .
Más allá del Barrio Egipto, por la vía que conduce a Choachí, se llega a una zona montañosa que por muchos años fue refugio de las FARC y a donde llevaban y mantenían rehenes mientras negociaban su rescate. Guillermo La Chiva Cortés, por ejemplo, fue sacado a la fuerza de su finca El Zancudo, vereda Río Blanco, en ese municipio del oriente de Cundinamarca para permanecer cautivo por más de 200 días . Años antes el industrial Carlos Nader Simmonds fue secuestrado en el centro de Bogotá y a pesar de que lo vendaron pudo que lo sacaban de la ciudad por la carretera a Choachí. “Me llevaron a un páramo, estábamos en unos cambuches, había cuatro y uno para la cocina. Me dijeron que era delincuencia común, pero sabía que eran guerrilleros porque ellos rigurosamente se cepillaban los dientes a las 5 de la mañana, tenían la misma manera de doblar las cobijas y de limpiar las armas” . A los pocos días, luego de un sobrevuelo de helicópteros del ejército decidieron cambiarlo de campamento, él simuló que se había tronchado el pie, lo montaron en un caballo y logró escapar, llegando muy pronto a la carretera entre Choachí y Cáqueza.
A finales del 2001, el ejército encontró dos campamentos de las Farc cerca de Choachí, uno de los cuales podía albergar hasta 10 combatientes. “Los militares hallaron otro escondite, arrestaron a dos personas y se incautaron de 200 kilos de explosivos, durante una operación desarrollada en una aldea del municipio de Venecia (30 km al oeste de Bogotá)” . Un documento oficial difundido por esos mismos días indicaba que la presencia tanto de la guerrilla como de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) se habían incrementado considerablemente en esos pueblos aledaños a la capital. En el mismo estudio se indicaba indica que “los rebeldes se han ido acercando a Bogotá por el sureste y suroeste de la ciudad con la ayuda de milicias urbanas, en un hecho que ha ido acompañado de un alto índice de asesinatos selectivos” .
Según relatan los pandilleros del barrio Egipto, desde que se inició el cerco a la capital a mediados de los años noventa, las Farc trataron de convencerlos de que les “hicieran algunos trabajos”. Aunque sin duda hubiera sido una decisión provechosa, los líderes de la pandilla rechazaron involucrarse en el conflicto por la certeza que eso ponía bajo riesgo la seguridad de todas las famiias del barrio. Como ocurrió en muchos municipios colombianos, colaborar con la guerrilla podía significar una sentencia de muerte por parte de los grupos paramilitares.
El secuestro del periodista Cortés muestra que para esa época ya se habían agotado las víctimas verdaderamente pudientes y el secuestro se había extendido para afectar a todas las capas de la población. "Ya no quedan suficientes ricos", anotó entonces el director de un periódico . Fue por esos años que las cifras de secuestro se dispararon y se introdujo la modalidad de la “pesca milagrosa”, como se denominaron incidentes masivos sin ninguna averiguación previa de la capacidad de pago de los rehenes. Las “retenciones”, como las denominaba la guerrilla, se hacían un poco al azar en las carreteras, incluso a vehículos de transporte público intermunicipal, sin saber quien podría caer. Aumentaron los secuestros no sólo a gente de bajos recursos sino a menores y personas de la tercera edad. Esas prácticas generaron un fuerte rechazo de una población que no entendía cómo en nombre del pueblo se le cobraba rescate a esas víctimas tan vulnerables y sin ningún patrimonio considerable y contribuyeron al fortalecimiento de los grupos paramiltares que combatían a la guerrilla .
Así, se derrumbaba no sólo la imagen romántica de los rebeldes sino la de unas burocracias ilegales altamente tecnificadas, perfectamente informadas y que para plagiar actuaban casi con conocimiento de las declaraciones de renta de las víctimas. Quedaron al desnudo unas organizaciones con serios problemas de información y de formación. Un camarero español secuestrado en un retén, al ser liberado, describió a sus captores como “unos críos analfabetos, que no saben lo que están haciendo” . Thomas Hargrove, científico agrícola y periodista también secuestrado en un retén por las Farc relata impresionado el descuido de sus captores para manejar las armas tanto durante la operación como a lo largo de su cautiverio.