INTRODUCCIÓN


¡Hágale, hermano!
Secuestro, narcotráfico y otras alegres audacias del M-19



“Tienen el deber moral de contar lo que realmente pasó. No lo harán.” [1]

El informe de la Comisión de la Verdad sobre el Palacio de Justicia y las declaraciones del ex magistrado José Roberto Herrera al hacerlo público, según las cuales allí “hubo pago al M-19 para acabar con la extradición” [2]  han puesto sobre el tapete un tema que, de manera recurrente, pasa de agache en el análisis del conflicto colombiano, pero que sigue siendo pertinente para entender su evolución a mediados de los ochenta, y es el de las relaciones de ese grupo subversivo con el tráfico de drogas antes de su desmovilización.

En este ensayo se analizan con algún detalle tales relaciones, cuya relevancia se hace evidente ante la simple pregunta de cómo fue que esa agrupación armada pudo, sin recurrir en forma masiva al secuestro, financiar su activa participación en el conflicto durante la primera gran intensificación, y el inicio de la guerra sucia, a mediados de los años ochenta. El trabajo está dividido en cinco secciones. En la primera se describe el impresionante incremento que se observa en el secuestro a mediados de los ochenta. En la segunda se analizan algunos de los factores que pudieron contribuir a ese verdadero boom en esa actividad. En la tercera sección se plantea como hipótesis que el M-19, a pesar de su claro liderazgo en los inicios de la industria del secuestro en Colombia, pudo mantenerse al margen de su posterior consolidación en el país gracias a sus tempranas alianzas con los narcotraficantes, a sus contactos internacionales e, incluso, a unos insólitos y reconocidos vínculos con grupos paramilitares. También se ofrece alguna evidencia para sustentar este planteamiento. La cuarta sección está dedicada al análisis de un cambio en el procedimiento penal que se dio a principios de 1987 y que, se argumenta, contribuye a la explicación del despegue definitivo del secuestro en Colombia. A nivel de conjetura  se plantea la posibilidad del papel que pudo jugar Pablo Escobar, por ese entonces importante aliado del M-19, en el aprovechamiento y difusión de ese desafortunado cambio legislativo. En la quinta sección se hacen algunas reflexiones sobre por qué no se le ha dado a este debate la importancia que merece y sobre la conveniencia de reabrirlo.

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[1] Antonio Elorza, El País, Sep 23 de 2008
[2] El Tiempo, Octubre 6 de 2007