EL BOOM DEL SECUESTRO EN LA SEGUNDA MITAD DE LOS 80


¡Hágale, hermano!
Secuestro, narcotráfico y otras alegres audacias del M-19

El año 1986 marca un primer quiebre ascendente y significativo en la tendencia del secuestro. Aunque desde principios de esa década la actividad mostraba signos de consolidación en todo el país, es a partir del mencionado año que se observa un incremento que no es exagerado calificar de descomunal: para el período 1986-1991, la tasa de crecimiento anual del total nacional de secuestros, que hasta entonces se había situado alrededor del 3%, alcanza un impresionante 46%. Este ritmo de aumento equivale a duplicar los niveles en menos de tres años y a multiplicarlos por diez en   siete. Tal incremento no sólo es particularmente vigoroso sino que se observa de manera generalizada a lo largo y ancho del país. En efecto, en todos los departamentos se dan tasas de crecimiento importantes. En ocho de ellos –Antioquia, Boyacá, Cauca, Córdoba, Huila, Magdalena, Nariño y Risaralda- el aumento para el mencionado período supera el 50% anual, y en sólo uno de ellos, Caquetá, la tasa es inferior al 20% anual, pero aún está lejos de ser despreciable (17%). 

Simultáneamente, en tan sólo un quinquenio, cambió de manera sustancial la distribución regional del secuestro. Por una parte, se consolidó el papel del departamento de Antioquia como líder en la materia: pasó de una participación en la actividad similar a la de su población en el total nacional (13%) a cerca del 25% del total de plagios cometidos. Para el resto del país, por el contrario, el boom implicó una desconcentración geográfica del secuestro. En Bogotá, por ejemplo, con cerca del 15% de la población, hasta 1980 se cometieron más de la tercera parte de los plagios y tan sólo siete departamentos –Santander, Huila, Valle, Meta, Caquetá, Cauca y Tolima- con un poco más de la cuarta parte de los habitantes del país, daban cuenta, junto con la capital, del 75% de los secuestros. Para el período 80-86 su participación se situó en el 60%. Después del mencionado boom esta empezó a ser inferior a su contribución demográfica (38%).

¿Cuales fueron las razones que contribuyeron al súbito incremento del secuestro? Por un lado, vale la pena señalar que este importante quiebre aparece poco relacionado con la dinámica de las actividades económicas legales, para las cuales el período a partir del año 86 está lejos de poder considerarse atípico.
Una asociación más estrecha se observa con algunos de los indicadores disponibles de actividades ilegales, y en particular del conflicto armado . En efecto, el incremento en las tasas de secuestro se vio precedido, por un par de años, de aumentos importantes en dos de los parámetros básicos de intensidad de la confrontación: la tasa de homicidios y el número de miembros efectivos de la guerrilla.
Más estrecha aún se percibe la asociación entre el secuestro y un indicador de lo que posteriormente se vendría a reconocer como uno de los carburantes de la confrontación armada: el narcotráfico. En particular, se observa una relación bastante estrecha entre el número de secuestros per cápita y el área cultivada de coca.
Las complejas relaciones entre el secuestro y el mundo de la droga se dan tanto por el lado del número potencial de víctimas, aspecto sobre el cual no se hará énfasis en este trabajo [1], como por el lado de la capacidad para llevar a cabo tal tipo de acciones.

Un primer punto que vale la pena destacar es que la asociación observada entre secuestro y el área cultivada de coca a lo largo del tiempo no tiene una correspondencia directa en la dimensión geográfica o de corte transversal. De hecho, uno de los departamentos en donde para el primer boom del secuestro se presenta un menor incremento en tal actividad es precisamente el Caquetá, lugar donde, por aquel entonces, empezaba una importante expansión de las siembras de coca. En los informes seccionales de un foro de ganaderos y agricultores reunidos en Bogotá a finales de 1984, y en el cual la mayor parte de los delegados se quejan de importantes incrementos en secuestros y extorsiones, el de Caquetá, por el contrario, señala que “aquí los secuestros han disminuido. En la región actúan tres grupos: M-19, EPL, FARC … Existe una alianza efectiva entre el narcotráfico y la guerrilla”  [2].

Es claro que, a principios de los años ochenta, los distintos grupos armados que operaban en el país tomaron la decisión estratégica de intensificar el conflicto. El mayor reclutamiento de efectivos y el armamento necesarios para alcanzar este objetivo requerían nuevas formas de financiación. Tanto la transformación de la industria de la cocaína como el cambio de escala en la del secuestro facilitaron llevar a cabo ese propósito. A su vez, la mayor incidencia del secuestro serviría de detonante para la conformación de grupos paramilitares que no sólo profundizarían el enfrentamiento armado sino que también se volcarían hacia las actividades de narcotráfico. Se entraba así en una complejísima etapa de efectos cruzados de escalamiento y retroalimentación del conflicto colombiano que vale la pena analizar con algún detalle. 

[1] Ver al respecto Rubio (2005)
[2] Álape (1985) p. 558