Las
facilidades y garantías a los clientes incluyen
la posibilidad de hacer comentarios de manera anónima. Basta imaginar la
calidad del debate en una universidad gratuita en la que a la entrada hubiera
un amigable letrero “escoge tu máscara para participar en las discusiones”.
Me parece arriesgado comparar una voz
anónima con otra que no lo es. Un economista diría que si los costos marginales
de opinar son cercanos a cero –eso permite el anonimato- los beneficios
marginales estarán por ese entorno. O más abajo. Los seudónimos no sólo violan
el principio de simetría de derechos entre el bloguero y los comentaristas sino
que atentan contra la calidad del debate.
La
prehistoria de este blog son un par de blogs personales, con el mismo nombre de
los actuales, pero firmados con un seudónimo, Ovidio M Calderón. La razón del
anonimato era que para esos blogs había recopilado testimonios íntimos de
personas cercanas que se sintieron más seguras cuando les garanticé que ni
siquiera se podría establecer un vínculo a través mío. En la primera ronda de
charlas con Juanita para salir en la Silla, su condición fue tajante e
inapelable: con firma o nada. Como yo había prometido a las personas
entrevistadas que no aparecería mi nombre, dejamos así y seguí escribiendo como
Ovidio. Sólo cuando abandoné el seudónimo Juanita me dio el visto bueno para el
blog.
No logro entender la lógica de rechazar un bloguero anónimo y permitir
comentaristas que sí lo sean. He intercambiado con Juanita algunas inquietudes
sobre este tema y ella ofrece el siguiente argumento a favor. El seudónimo
ofrece protección a quien “no quiere que sus comentarios de una época de la vida
lo persigan para siempre. Porque uno va cambiando y lo que piensa hoy quizá es
muy diferente de lo que pensará en dos años y no quiere tener esa huella tan
larga” (en google). Mi contraargumento es simple: entonces el bloguero debería
tener el mismo derecho. Yo ya quedé marcado con mi defensa del piropo. Y es
posible que parte de la actitud de algunos lectores hacia mí dependa de mis
escritos anteriores. Una implicación es que el no tener seudónimo exige mayor
cautela con lo que se escribe, algo que le ayudaría a este foro. Ovidio M
Calderón era aún más impertinente que Mauricio Rubio.
Parece
de Perogrullo, pero es bueno ponerlo en blanco y negro: no puede haber un
debate serio con una de las partes enmascarada. Los encapuchados en las
universidades están en menesteres diferentes al debate. Sabotear o
someter el debate a presiones indebidas es un riesgo con los anónimos en el
foro. Para algunas personas sólo interesadas en debatir el seudónimo resulta
cómodo, pero estoy seguro que no indispensable. El riesgo de deterioro que facilita el anonimato es
más que un temor infundado. Para mostrarlo tengo una evidencia. Es una sola,
pero ilustrativa.