Gaviotas, acosadas, decididas y trepadoras

Publicado en El Espectador, Febrero 11 de 2016

Hablar con unas cuantas mujeres basta para calibrar la manipulación y el fariseísmo del escándalo de la Defensoría, que encima tiene tufo clasista.

No todas las colombianas pueden trancar, como Gaviota de la telenovela Café, los abusos a la primera insinuación. Hay mucho acoso sexual laboral bastante menos confuso que el sufrido por Astrid Cristancho. No hay que olvidar que el fenómeno fue silenciado por las feministas durante décadas: el peligro estaba en el hogar, no en el trabajo. En oficinas y fábricas abundan mujeres que deciden tener sexo con sus jefes, pero también existen trepadoras, como sabe cualquiera que haya asistido a una celebración laboral coronada con algunos motelazos insospechados.

A raíz del suceso Otálora recogí informalmente algunos testimonios, que no pretendo sean representativos. Simplemente ilustran la variedad de mujeres y sexualidades que no encajan en la dramática caricatura del activismo. Cualquiera puede hacer lo mismo en su entorno. Una Gaviota, migrante campesina, trabajó como operaria fabril. Soltera pero empeñada en no quedarse sola, tuvo un hijo con un hombre al que no quería pero creía muy inteligente. Nunca vivió con él, que hubiera podido ser su jefe. Bonita, charladora y alegre, atrajo la atención del papá de uno de los socios de la empresa. Con diversas disculpas, el señor visitaba la fábrica para conversar con ella, con flirteos velados que la dejaban más despistada que ofendida o atemorizada. Cuando le propuso alquilarle un apartamento le contestó sin titubeos, “vea don, si usted me sigue molestando yo hablo con su hijo”.

Otra Gaviota, administradora, trabaja en finca raíz. Su primer buen negocio fue con un constructor, conocido de su familia. Concluída la transacción, el otoñal seductor le dijo:
-       Quiero que salgas conmigo, si lo haces puedes tener lo que quieras en la vida
-       Te agradezco mucho la propuesta, pero yo te quiero como a un padre
-       Haz de cuenta que no hemos tenido esta conversación
-       Por supuesto, eso fue lo que pensé

La acosada es una profesional que trabajaba como consultora en una entidad estatal involucrada en la defensa de la mujer. Un colega, vecino de escritorio, también consultor, cuya esposa ocupaba un cargo directivo en la institución, le pedía casi a diario una foto, mejor desnuda. Tratándose de un compañero, no un superior, ella no creyó pertinente quejarse. Tras un accidente doméstico con unos días de incapacidad, él se ofreció para acompañarla y cuidarla, siempre que le “mandara la fotico”. Al reintegrarse, ella decidió acudir a la “Oficina de Género” de la entidad, cuya responsable le precisó que ante lo ocurrido no se podía hacer mucho. Era factible un traslado de oficina, pero de ella. Así se hizo y al nuevo puesto de trabajo siguieron llegando mensajes y visitas. Al año siguiente, el contrato de consultoría se lo renovaron al acosador pero no a la acosada.

Aventuras consensuales de jefe con subordinada hay tantas, por tan variados motivos, que ninguna es destacable. Ahí caben hasta Gaviotas. Se requiere fanatismo o mucha hipocresía para desconocer que así es la vida. Colombia no es Yale University. Supe de una trepadora del sistema judicial. “Llegó de provincia a la facultad de derecho con su objetivo claro. Como sus capacidades intelectuales y su interés académico eran precarios, la estrategia no sería destacarse en los estudios, sino conseguir un buen partido. Ninguno de los profesores le puso atención. Aprovechó un golpe de suerte: la hija de un profesor ya entrado en años -poco atractivo, “viejo verde” y socio de una prestigiosa firma de abogados- era compañera de curso. Optó por convertirse en su mejor amiga, meterse en la intimidad de ese hogar, sacrificarse seduciendo al viejo, lograr su separación, vivir y tener una hija con él, asegurando las comodidades y el dinero que siempre quiso. Ahora labora en un alto tribunal, al que se vinculó por los contactos de su amado. Se mantiene en el cargo gracias a él y a sus habilidades sociales”.

¿Será misoginia sugerir que fuera de linchar al Defensor también era pertinente saber sobre su secretaria y cómo fue esa relación? ¿Me creerían que, salvo las dogmáticas que consideran machista esa inquietud, a las mujeres con las que hablé les parece patética Astrid, con su queja amarillista y su militancia oportunista? Para combatir eficazmente el acoso sexual laboral ¿no sería prudente documentarlo, diagnosticarlo, destacar más a las Gaviotas, despreocuparse de las aventuras voluntarias, centrarse en las víctimas indudablemente acosadas y no blindar a las trepadoras que, así sean pocas, excepcionales, hacen daño a muchas mujeres por competencia desleal y deterioro del ambiente laboral?








REFERENCIAS

ET (2016) "Solo uno de cada 10 procesos por acoso sexual llega a condena" El TiempoEnero 31



Rubio, Mauricio (2011). "El acoso sexual en el trabajo". La Silla Vacía, Agosto 16