Por
supuesto que no. Dije textualmente: “si un columnista cualquiera hubiese
recibido el tratamiento que sufrí de
la editora de la Silla en un medio reconocido como de derecha, o
pro-establecimiento, la denuncia de “¡censura!” no se hubiese hecho esperar … (OL)
logró aburrir a quien escribe … y
ahora habrá una editora disgustada, enervada y dispuesta a armar un
destemplado tierrero”. En ningún momento dije que me cambiaron o impidieron
colgar un artículo, o que lo harían, algo que es técnicamente imposible pues
cada bloguero cuelga directamente lo que escribe sin que en LSV se sepa lo que
uno publica antes de que salga en la página. Cuando Olga Lucía o Juanita llegan a la oficina mi entrada
normalmente ya ha sido vista por los muy trasnochadores y los lectores
europeos.
En
la discusión que siguió a la columna de la discordia, la palabra censura no
aparece ni una sóla vez. Si tal hubiese sido el motivo de mi renuncia habría hecho la acusación en caliente. Y
Olga Lucía se habría defendido, pero ese tema no se tocó.
En
el foro que sigue a la renuncia, por el contrario, fuera de mi hipotética
¡censura! de un medio de derecha, el término aparece ya veinte veces. Un solo forista dice que sí hubo
censura y el resto o bien me acusan de haberme sentido censurado, o bien
discuten el alcance del término o bien aclaran que en la Silla no hay
censura. En el foro se deformó un
poco lo que realmente pasó.