Publicado en El Espectador, Octubre 5 de 2017
Gómez Juan Alberto (2012). "Entre tarde y noche". Historias de Asfalto
Una
vertiente de la historia del conflicto estableció que los paramilitares eran esencialmente
depredadores de tierras, enmascarando su naturaleza retaliadora.
La venganza
también dio origen a algunos grupos guerrilleros. El caso más emblemático es el
frente Carlos Alirio Buitrago del ELN. Parte de su historia empieza por la
época de la anterior visita papal. En el templete eucarístico, el sacerdote
Bernardo López recibió en persona la bendición de Paulo VI. Abogado, López se enroló
en el seminario de vocaciones tardías de la Ceja. Asimiló el mensaje del
Concilio Vaticano II, reforzado por la Teología de la Liberación: acercar la Iglesia
a los pobres y oprimidos. Siguió de cerca el recorrido de Camilo Torres y se
vinculó a Golconda, un grupo de sacerdotes revolucionarios.
En la vereda
Santa Rita de Cocorná vivían Manuel Buitrago, Herlinda Martínez y sus diez
hijos. Hacían parte de una comunidad cristiana de base, solidaria entre vecinos
que practicaban la ayuda mutua. Estudiaban la Biblia en grupo y lo hacían
“desde la mirada del pobre”; consideradan pecado incumplir el mandato de amor
al prójimo. Mercaban al por mayor con fondos de la cooperativa. El párroco
Bernardo López coordinaba acciones ayudado por tres misioneras españolas.
Tras cuatro
años en Cocorná, la arquidiócesis de Barrancabermeja le ordenó a López salir de
la zona por razones de seguridad. Así como atrajo fervientes feligreses,
acumuló enconados enemigos: comerciantes, terratenientos y ganaderos que veían
en él un “comunista ensotanado”. La comunidad sabía que nada sería lo mismo sin
López. Al desconcierto se sumaban rumores sobre ganaderos molestos con el
trabajo comunitario en las veredas; también se mencionaban grupos armados
impulsados desde Puerto Boyacá para limpiar la región de comunistas.
Entre los
opositores al padre López estaban cuatro Masetos –herederos de los vengadores
del MAS- que llegaron una tarde a la finca de Manuel Buitrago preguntando por él.
Lo esperaron, tomaron limonada, pero como “labores así deben ejecutarse rápido
para evitar el riesgo de ablandarse” le pidieron a los tres mayores y a dos
amigos que salieran para hablarles y le ordenaron a los niños quedarse. A los
pocos minutos estalló el traqueteo.
Cuando
Manuel volvió “los vimos a todos en filita, conforme venían,
así los rafaguiaron y así cayeron; eso quedaron el uno con la cabecita en los pies del otro, en
pura filita". Herlinda estaba “acurrucada con cinco hijos en la oscuridad
de un cafetal sintiendo que en cualquier momento le iban a disparar”. Manuel ni
siquiera pudo llorar. La gente de la vereda empezó a llegar a la mañana
siguiente. “No todos se
entregaron a una congoja
resignada y fatalista, también hubo quienes
expresaron una honda conmoción
de rabia”. Las autoridades
vinieron, trataron de no hacer demasiadas preguntas, llenaron los formularios
de rigor y autorizaron llevarse los cadáveres. La velación parecía un mercado
nocturno, con cientos de personas.
Bernardo
López volvió para celebrar la “eucaristía exequial”. Un arzobisbo calificó la
matanza de acto villano y oró para que “se restablezca la paz en la región”. Al
salir del cementerio, Herlinda pidió papel y lápiz para contarle a la comunidad
“cómo fue la muerte de mis hijos,
de mi hermanito… cómo se los llevaron para la raíz de un
árbol donde los prendieron a tiros y los dejaron
tirados por el suelo". Emigró con su familia a Barrancabermeja.
Cuando
Gustavo Buitrago, su hermano Rigoberto, y cuatro hombres más volvieron a Santa
Rita con fusiles terciados “traían a cinco mártires entre sus motivos para
tomar las armas”. Fue fácil reclutar jóvenes convencidos de la lucha de clases,
la liberación del pueblo -las enseñanzas del cura López- pero, sobre todo,
furiosos por la masacre. Hábilmente, el ELN los acogió fundándoles su propio
frente en la región, para combatir a los
Masetos.
Hace unos
años, un reinsertado de las Farc señalaba que “antes lo teníamos claro, la
gente luchaba por un pueblo, en contra de la pobreza, por lo que fuera. Ta ta
ta, por miles de razones. Pero ahora no tenemos claridad de por qué sucede esta
guerra. La guerra ahora solo va de venganza en venganza, así funciona esta
guerra”.
La visita de
un papa sencillo hizo tambalear el piso ideológico de mentes progres y laicas.
Valdría la pena aclarar si contra las venganzas lo que se espera es perdón
cristiano, y si algo tan íntimo y personal se puede volver colectivo con una
organización tan poco arrepentida y provocadora que homenajea a su más
sanguinario comandante. La gente sólo aguanta la falta de justicia estatal
cuando espera una alternativa divina, un vacío que definitivamente no llenará la
JEP, tan idealista e improvisada. Ese audaz experimento, para muchos un esperpento,
plagado de incógnitas, en medio de semejante crispación política, hasta podría
revivir ánimos de venganza ya aplacados.
Gómez Juan Alberto (2012). "Entre tarde y noche". Historias de Asfalto
Theidon, Kimberly (2015). “De las armas a Dios: Movilización del cristianismo evangélico en Urabá, Colombia”. Bogotá: Fundación Ideas para la Paz, Working Paper Nº 14
Zuluaga Ceballos, Guillermo (2008) “Enemigos íntimos”. Verdad Abierta, Nov 4