Publicado en El Espectador, Junio 16 de 2016
Blinder, Alan, Jack Healy and Richard a. Oppel (2016) “Omar Mateen: From Early Promise to F.B.I. Surveillance”. The New York Times, Jun 12
Cauterucci, Christina (2016). “How Queers Are Using Joy to Heal After Orlando”. Slate, June 13
LM (2016). "Obama et le FBI convaincus que le tueur d’Orlando a été « radicalisé » sur Internet". Le Monde, Juin 13
Prévôt, Olivier (2016). "Attentat d’Orlando: Omar les a tués. Une brève histoire moderne de l’homosexualité". Causeur, Juin 15
En las manifestaciones tras la masacre
de Orlando, añoré el contundente y multitudinario “Je Suis Charlie” que surgió
después del asesinato de los caricaturistas.
Son desconcertantes las alusiones a una
supuesta continuidad entre la represión de los disturbios en Stonewall y lo
ocurrido en el Club Pulse. Cualquier persona desprevenida reconoce el vuelco en
la actitud norteamericana hacia las minorías sexuales, pero persisten en las redes
sociales opiniones contraevidentes y reaccionarias, como si nada hubiera
cambiado. También circula una teoría difusa –del tipo “todos somos Omar Mateen
en potencia”- que pretende asimilarnos a seguidores del islamismo radical.
Aparentemente, deberíamos identificarnos con un asesino que “tiene más en común
con nosotros de lo que queremos aceptar”.
Con víctimas totalmente indefensas
–celebraban de manera desprevenida- un ataque traicionero e injustificable
exige diagnosticar con precisión a los victimarios, no diluírlos entre la
población. Mi repudio hacia la masacre me lleva también a rechazar causalidades
apresuradas e irresponsables entre opiniones o actitudes y crímenes, una forma
tradicional de fanatismo.
Conservadores empecinados en que gente
mejor armada en el bar gay hubiera controlado al asaltante se enfrentan a un
bando igualmente simplista que atribuye la masacre a la venta libre de armas de
fuego, olvidando que el ataque a Charlie Hebdo y al Bataclan ocurrieron en
Francia, donde ese acceso está restringido. La legislación de porte de armas
requiere reformas, pero está lejos de ser el único frente. El periodista Maajid
Nawas anota que “así como los musulmanes esperamos solidaridad contra el
fanatismo y el racismo que nos afecta, debemos corresponder con solidaridad
hacia las víctimas del extremismo islámico, debemos denunciar activamente las
visiones teocráticas donde las encontremos... Basta de defensas especiales, basta de negación, basta de
ofuscamiento. El asesino de Orlando era un homófobo extremista musulmán,
inspirado por una toma ideológica de mi propia religión, el Islam... El padre
de Omar Mateen admiraba a los talibanes como guerreros, él creció en una
atmósfera que glorificaba la ideología yihadista”.
Ayuda poco confundir esa homofobia límite
con las variantes no sanguinarias. La familia machista angustiada por el hijo
gay, los matoncitos del patio de recreo, la directora escolar torpe, los curas
o notarios saboteadores, los cristianos convocando referendos o el procurador
poniendo zancadillas -todos tigres de papel- deberán ser relativizados, y diferenciados
del fundamentalismo que, explícita y literalmente, pretende mantener a los
homosexuales en la ilegalidad, criminalizar sus preferencias y animar “soldados
del califato” para que los asesinen. Sería insensato equiparar el suicidio de
Sergio Urrego con los homosexuales que en Iraq y Siria son lanzados de cabeza
desde los edificios por el Estado Islámico, que después difunde las imágenes
como propaganda para que otros escarmienten, y sus seguidores copien.
A raíz de mi cuestionamiento a la
adopción igualitaria sin restricciones, por los vientres de alquiler, tuve un
cruce de trinos con Mauricio Albarracín, ex director de Colombia Diversa,
activista, columnista, profesor universitario e investigador. Su tajante
conclusión fue que para el debate “debe existir respeto mutuo y es obvio que
usted nos desprecia”. A pesar de mi insistencia, Albarracín no documentó los
cargos y, obviamente, se negó a opinar sobre las madres subrogadas. No es mi
primera experiencia con militantes que descalifican para evitar discusiones. Es
tenue la frontera entre desprecio y homofobia, algo que me han endilgado tan
gratuitamente como lo hizo Albarracín. La acusación se vuelve delicada ahora
que, a la ligera y con criminología bien precaria, se establecen vínculos entre
lo que se piensa sobre los gais y un asesinato colectivo.
La gravedad del ataque en el Club Pulse
transformó mis reproches al activismo y a la doctrina LGBT en pequeñeces,
trivialidades. Debo reconocer que mis inquietudes intelectuales quedaron
súbitamente convertidas en reflexiones inoportunas. Callarlas en la prensa será
mi modesta contribución a una causa con la que me solidarizo, para marcar un
antes y un después del atentado en Orlando. Ninguna de las muchas y profundas
discrepancias que mantengo con la militancia amerita el riesgo de ser
malinterpretado y alimentar la homofobia de algún violento: la probabilidad de
tal evento es infinitamente baja, pero el eventual daño inconmensurable. Si
alguien educado como Albarracín confunde desacuerdos con desprecio, mejor
curarse en salud. Espero que activistas y militantes comprendan que, aunque opuesto
a algunas de sus demandas, estamos del mismo lado. Ojalá calibren el abismo
existente entre criticar ideas y el desprecio inhumano por la comunidad gay de
un lunático actuando a nombre del Estado Islámico.
REFERENCIAS
Blinder, Alan, Jack Healy and Richard a. Oppel (2016) “Omar Mateen: From Early Promise to F.B.I. Surveillance”. The New York Times, Jun 12
Cauterucci, Christina (2016). “How Queers Are Using Joy to Heal After Orlando”. Slate, June 13
LM (2016). "Obama et le FBI convaincus que le tueur d’Orlando a été « radicalisé » sur Internet". Le Monde, Juin 13
Martínez, Juliana (2013). “El asesino de Orlando no era un monstruo”. Sentiido, Junio 13
Pereda, Cristina (2016). “Una tragedia en el primer aniversario de la igualdad de derechos en Estados Unidos”. El País, Jun 13
Prévôt, Olivier (2016). "Attentat d’Orlando: Omar les a tués. Une brève histoire moderne de l’homosexualité". Causeur, Juin 15