Publicado en El Espectador, Febrero 18 de 2016
Baird, Vanessa (2004). Sex, Love & Homophobia. Amnesty International
CD (2016) "¿Cómo ve el Decreto LGBTI?" Colombia Diversa, Feb 10
K&K (2011) “¿Quiénes son los gays más poderosos de Colombia?”. KienyKe, Abril 10
Múltiples testimonios de personas LGBT
aceptadas como son, y algunas con mucho poder, o con anillo, desafían el escenario
de un colectivo de víctimas discriminadas.
Entrevistas realizadas hace más de una
década por Francisco Celis muestran vidas homosexuales comunes, sin tragedias,
como las que todos conocemos. Fernando Toledo concluye que se siente bien.
“Entre la gente que me muevo no he sentido ninguna falta de respeto… (la
homofobia) no es lo corriente”. Al regresar de EEUU, donde salió del armario,
Guillermo de la Torre llamó a sus amistades. “Nadie me rechazó, nadie dejó de
ser mi amigo por eso”. Anota que “algunas empresas prefieren contratar gente
gay... no tienen compromisos de pareja.... Tengo un hogar perfectamente
conformado. Mi familia lo sabe, la de él también, en el trabajo de ambos lo
saben, en el edificio, lo saben, los vecinos lo saben, los porteros, lo saben,
todo el mundo lo sabe”. Como en la canción de la boa, ya todos lo saben, “y nos
aceptan: nunca hemos sido rechazados por nadie”. Sobre exclusión por su
orientación sexual, Mónica, empresaria lesbiana, cuenta que “no, no me ha
pasado. Eso no me preocupa. Me siento orgullosa de ser gay y me gusta que la
gente lo sepa”. El zar de la rumba homosexual recuerda el miedo antes de
inaugurar Zona Franca. “Estaba muy asustado. Los sitios gay tenían mala
reputación ante la policía. Había mucha persecución. Pero estoy aterrado,
porque eso fue falso, todo”.
Un reportaje del 2011 sobre gays
influyentes señala que frecuentan sitios públicos “donde actúan con libertad,
sin prejuicio y acuden, incluso, altos mandos de la cúpula militar”. Gustavo
Álvarez Gardeazábal, poder detrás de varios tronos regionales, “ha defendido y
ha hecho respetar su condición de gay desde que fue gobernador del Valle en
1997”. Siguen más de veinte homosexuales líderes en distintos campos, a los que
se pueden hoy sumar ministras y parlamentarias abiertamente lesbianas,
transexuales en posiciones destacadas y políticos gays de primerísima línea que
no pregonan su orientación porque, ciertamente, no les da la gana. “Hay gente
que dice que no quiere salir del clóset sino agrandarlo" anota un abogado
gay, casi corroborando rumores sobre entidades cooptadas hace años por la
cofradía homosexual. Tres de las ocho historias en Sexo & Política de Édgar Artunduaga son aventuras homosexuales
de congresistas. Uno de ellos, a punto de pensionarse, considera que “una
oportuna genuflexión garantiza largas permanencias en el Congreso y en la vida
pública”. Según otro artículo reciente, “la comunidad LGBTI está en el poder:
manda desde el Ejecutivo, el Congreso, las Altas Cortes, los tribunales y la
Fiscalía; las Fuerzas Militares, las empresas, el arte y el deporte”.
Aún con esos antecedentes, nuevos
activistas optaron por fungir de víctimas. La estrategia caló, como muestra el
patético #YoTambienFuiSergio, un franco irrespeto a la memoria del joven
suicida. Cuando no hay drama, esta militancia plañidera lo inventa, y si surge
alguno lo instrumentaliza, ahora con el tenebroso antecedente de enredar
penalmente a la oposición. Homosexuales educados, estrechamente conectados con el
sector público, la academia, medios y ONGs se autodenominan maricas pateados.
Ignoran a quienes llevan vidas corrientes, asumen como propios los ataques a
transexuales que venden sexo callejero y por supuesto callan, como los
corruptos, la “comunidad del anillo”, presunta red de prostitución masculina
con cadetes que atendían congresistas encargados de los ascensos en la Policía.
El video amarillista hecho público esta semana muestra que los gais no sólo son
víctimas. También hay victimarios, aquí eventuales chantajistas, tan cafres
como los heterosexuales.
Para esas dosis de realismo la
militancia quejumbrosa no está preparada. Insiste en ver sólo homofobia, que ni
siquiera ha diagnosticado de manera convincente. Se quedó en el procurador, una
Iglesia más hipócrita que otra cosa y unos supuestos crímenes de odio que con
frecuencia camuflan irresponsabilidades nocturnas. Poco análisis de las
historias con reacciones negativas tenaces al salir del armario: las del propio
entorno hogareño que, más emotivas que religiosas, son fruto de la ignorancia. Mentes
LGBT con Sentiido común, más L que G, se preguntan “¿por qué algunos hombres
homosexuales rechazan a los hombres gais que perciben afeminados?” ¿Eso cómo se
llama? ¿Autofobia? ¿Simple misoginia?
Con gais y lesbianas a sus anchas, con
celebridades y figuras en las entrañas del poder, con homofobia concentrada en familia,
colegio y zonas rojas –todo con incidencia desconocida- se puede sospechar que
el decreto LGBTI a punto de expedirse servirá para extender la infamia de
criminalizar torpezas en establecimientos religiosos y abrirle paso a la
discriminación positiva: la igualdad administrada por y para una élite bien
conectada, legalmente astuta y, apuesto, más G que L.
Baird, Vanessa (2004). Sex, Love & Homophobia. Amnesty International
CD (2016) "¿Cómo ve el Decreto LGBTI?" Colombia Diversa, Feb 10
Celis Albán, Francisco (2002). Colombia erótica. Bogotá: Intermedio
Dinero (2013). “El Poder Gay”. Revista Dinero, Marzo 5
K&K (2011) “¿Quiénes son los gays más poderosos de Colombia?”. KienyKe, Abril 10
Martínez Hernández, Santiago (2015). “En Colombia se han invisibilizado los crímenes contra los LGBTI”. El Espectador, Abril 26