Publicado en El Espectador, Enero 21 de 2016
ECV (2005). "Encuesta Colombiana de Valores". Ficha Técnica
García de la Torre, María A. (2016). “El país más infeliz del mundo”. El Tiempo, Enero 19
En una encuesta Gallup, Colombia volvió
a liderar el ranking mundial de la felicidad. Para quienes no disfrutan la rumba y sufren el rumbo
nacional, intentaré resolver el enigma.
¿Por qué con conflicto, narcos, corrupción,
miseria y un largo etcétera de calamidades, los colombianos somos de nuevo
campeones de la felicidad? Una conjetura es que muchos hacen lo que se les
antoja, y viven felices sin restricciones legales ni sociales. Los que sí saben
cómo son las vainas no dudan que la encuesta se hizo entre gente que no vive en
Colombia. El Huffington Post, con ojo viajero, sugiere nueve razones:
geografía, fútbol, clima, café, gastronomía, ciclovías, días festivos, bellas
mujeres y muchos festivales. Cada optimista alargará la lista con sus
colombianadas y cada izquierdista tendrá otras para justificar su desespero.
La Encuesta Colombiana de Valores (ECV)
aclara algo el misterio. En el país las mujeres son menos felices que los
hombres, en parte por el principal factor de bienestar, la salud: ellas no se
sienten tan en forma como ellos, pero aprecian ese elemento crucial del
bienestar. Entre sociedades la proporción de gente feliz no depende del
ingreso, pero en la ECV la satisfacción personal sí aumenta significativamente con
la situación económica. Aún más importante que el estrato, y con acento
femenino, está la religiosidad. Casi 80% de las colombianas consideran que la religión
es muy importante en su vida, asisten a servicios religiosos una o más veces
por semana y eso las mantiene contentas. Estado civil y familia también
repercuten. Para los hombres la opción preferida, de lejos, es la unión libre
sin hijos. En la muestra ECV todos (sin todas) los que disfrutan esa situación sin
compromiso se sienten realizados. Por regiones, el bienestar de las mujeres es
mayor al reducirse el machismo laboral de los varones, que no afecta la
felicidad masculina.
Estos resultados dan luces sobre la
dicha colombiana diferentes a los motivos turísticos del Huffpost. Como la
salud y la situación económica son fundamentales, su mejoría es la médula del
indicador. Para percibir estos adelantos los colombianos no se enredan con
estadísticas: los captan en las salas de espera de los consultorios, o
comparándose con la abuela; salen a la calle, bajan a veranear, van a centros
comerciales, a restaurantes, a universidades o al aeropuerto y recuerdan cómo
era el país hace unos años. Si encima una reducida élite zurda y agorera les
insiste que estamos peor que nunca, que la pobreza no cede y el sistema
sanitario es un desastre, su satisfacción se refuerza, se sienten
comparativamente más privilegiados. Qué irónico aporte de los mamertos a la
felicidad nacional que tanto los irrita.
Los hinchas de fútbol colombianos son
los que más rezan por su equipo. La incidencia de la religiosidad es bien alta
y constituye otra fuente de felicidad, que debe agravar la tirria izquierdista
con el ranking. Cada quien podrá verificar si la tía camandulera disfruta más
la vida que el trascendental amigo marxista, o la combativa compañera
feminista, como indica la ECV. El avance educativo y laboral de las mujeres, verificable
en la familia y destacable internacionalmente, ha contribuído al bienestar no
solo por su impacto económico sino por el correspondiente retroceso de cierto
machismo, no todo.
Colombia es casi líder mundial de la
unión libre, y encabeza los nacimientos por fuera del matrimonio. Estos
arreglos de pareja contribuyen a que picaflores e irresponsables, que pululan,
se sientan contentos y suban el índice. Virginia Gutiérrez demostró hace
décadas lo que intuímos desde niños: que el concubinato los favorece a ellos a
costa de ellas, que preferirían casarse. Esta feminista empírica irremplazable
hubiera quedado sorprendida con la entusiasta y cursi defensa reciente del
matrimonio, después del largo desprecio intelectual por la institución, y la
falta de empatía con muchas colombianas que no lograban formalizar su relación con
parejos esquivos, envalentonados por un discurso anticonyugal que ella no compartía
y hace poco pasó de moda. Ante un embarazo que los baje de la nube, o alguna
sardina que les permita reiniciar la vida sin ataduras, los machos
tradicionales, financieramente empoderados por compañeras que comparten los
gastos, seguirán campantes evadiendo responsabilidades. Ahora alegarán que el
aborto se legalizó y el matrimonio es para maricas.
La receta de la felicidad patria no
podía ser más macondiana: el índice Gallup lo jalona un salpicón de Fernandas
rezanderas con Úrsulas estudiadas, trabajadoras y económicamente independientes,
cohabitando con Buendías resbalosos y machistas, perdiendo terreno, pero
sintiéndose saludables, afortunados y seductores perpetuos porque un coro de Melquíades
quejumbrosos les hizo creer que son los elegidos en un país tan jodido como al
empezar la guerra.
Bargent, James (2016). “Here’s what we can learn from Colombia — the happiest nation in the world”, January 15
ECV (2005). "Encuesta Colombiana de Valores". Ficha Técnica
García de la Torre, María A. (2016). “El país más infeliz del mundo”. El Tiempo, Enero 19
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RCN (2014). "Hinchas colombianos son los que más rezan por su equipo". DeportesRCN.com, Mayo 27
Nacimientos por fuera del Matrimonio en el Mundo
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