Publicado en El Espectador, Abril 28 de 2016
“La salud pública debe estar en el
centro de una política de drogas”, afirmó Alejandro Gaviria en la sesión de
Naciones Unidas sobre drogas.
No se refería a los efectos nocivos del
glifosato en la erradicación de cultivos sino a los usuarios intensivos de
drogas. “La dependencia es un problema de salud pública, crónica y de
naturaleza multicausal”. Tiene toda la razón. Pero también es indispensable pensar
en términos de salud y reducción del daño para los usos recreativos, para el
consumo social y ocasional de drogas como diversión; la represión
definitivamente no ha servido para disuadir, podría ser al contrario.
En julio de 2013, en Oxford, murió
súbitamente por una sobredosis de éxtasis Martha Cockburn, de sólo 15 años.
“Ella quería divertirse, no morirse” dice inconsolable quien ahora se presenta
como una “madre no practicante”: era su única hija. El cuerpo de la adolescente
hubiera soportado 70 a 80 miligramos, pero sin saberlo se tragó seis veces eso.
Un vendedor de 17 años, por error, le dio droga pura. Intriga saber si los
represores piensan que el sacrificio de Martha valió la pena, si servirá para
que otras quinceañeras vivan mejor.
Parece increíble que prácticamente todos
los productos o sustancias susceptibles de causar daño, desde tabaco, alcohol y
productos farmacéuticos hasta juguetes infantiles, pasando por alimentos
empacados, tengan advertencias y se hagan costosos esfuerzos regulatorios para
informarle a quien consume lo que ingiere. Sólo las drogas enfrentan una prohibición
absoluta y, precisamente por eso, la gente las usa totalmente a ciegas. Encima,
no pagan impuestos.
Cada año se celebra en Berlín un
festival a favor de la legalización de la marihuana. Frank Tempel, curioso
participante, ex agente alemán de la brigada antinarcóticos, ahora trabajador
social, arenga indignado desde una tarima. Le parece un despropósito que la
policía, sin la formación ni las aptitudes necesarias, sea la encargada de
lidiar con el consumo, ligero o pesado, de drogas. También considera lamentable
que no se aplique el mismo modelo preventivo del alcohol: la información
fiable. Gracias al dato sobre contenido etílico de cualquier licor, una persona
puede ajustar su consumo a las circunstancias. Si sólo quiere relajarse y
charlar, se tomará un par de cervezas; para emborracharse optará por algo más
fuerte, como aguardiente, ron o vodka. Si después tiene que conducir sabrá
exactamente cuánto puede beber. Sería absurdo que al comprar una cerveza a
veces le dieran un brebaje con 50% de alcohol.
Con la marihuana y otras drogas de uso
ocasional la ignorancia es total. Por tratarse de sustancias prohibidas, nadie
sabe nunca lo que consume, ni la concentración, ni la calidad. El principal
peligro de las drogas, incluso una tan inocua como la marihuana, es su
ilegalidad: el usuario está totalmente desprotegido y a merced de los caprichos
de quien las suministra. “El dealer pone un producto en el mercado y el
consumidor no sabe lo que compra. En un entorno legal, podría informarse y
protegerse”, remata Temple. Es lo que no pudo hcer Martha Cockburn.
David Nutt, farmacólogo británico, critica
la prohibición de las drogas por ser “tanto moral como intelectualmente
deficiente”. No tiene ningún sentido prohibir muchas sustancias cuando se
permiten el tabaco y el alcohol, con consumo estimulado por la publicidad. Se
sabe que ambos causan adicción y muchísimo daño. Comparado con los estragos del
alcohol –millones de muertes anuales en accidentes y distintos tipos de
violencia, además de enfermedades- el impacto de otras drogas es casi irrelevante.
La segunda objeción de Nutt es que no se tiene ni idea de las razones que
llevan a la gente, especialmente a jóvenes como Martha, a consumir drogas. El
cuento de que se trata de una falla de autocontrol, una especie de pecado, que conducirá
a la adicción, dice Nutts, está mandado a recoger. Se sabe que la prohibición
no sirve y hasta se puede sospechar que hace parte del atractivo para jóvenes
transgresores.
Cada vez se acepta más el uso medicinal de ciertas drogas para disminuír el
dolor. Nutt sostiene que mientras siga vetado del debate el motivo
recreacional, la búsqueda de placer tal vez mezclada con rebeldía, no se podrá tener
un diagnóstico adecuado del consumo, indispensable para reducir sus efectos nocivos,
mejorar la salud y el bienestar de la gente, y ahorrarse muertes como la de
Martha.
Arte TV (2016) "Pour en finir avec la guerre des drogues". Abr 19
CM& (2016) "‘La salud pública debe estar en el centro de una política de drogas’: Minsalud". CM& LaNoticia, Abr 20
Hazan, Pierre (2000). “Héroïne sur ordonnance en Suisse”. Libération, 30 nov
Moorhead, Joanna (2013). "My daughter died from taking drugs". The Guardian, Dec 14
OM (2014). "Teenager, 17, admits drugs supply after Martha death". The Oxford Mail, Feb 11
Savary, Géraldine (2001) “Toxicomanie: Passer de la rue aux centres de contact”, Jun 29