Publicado en El Espectador, Septiembre 6 de 2018
Ruiz-Navarro, Catalina (2018) “La casa de las flores, o cómo hacer telenovelas para villanas”. Volcánica-Nómada, Ago 28
Segal, Nancy (2011). Someone Else's Twin. The True Story of Babies Switched at Birth. Prometheus Books
Cita sobre la importancia de la individualidad
Iona Italia
La
Casa de las Flores es una serie mexicana tan de vanguardia que
obsesionó a la gurú de los estereotipos de género. Poliamor y diversidad sexual
abundan en esta saga que se inicia con una frase de Van Gogh. “La normalidad es
un camino pavimentado: es cómodo para caminar, pero nunca crecerán flores en
él”.
A los
treinta y tantos años, una de las hijas de la familia protagonista aprende que
su padre biológico es el psiquiatra y no el único esposo de la madre. Al
enfrentarlo le dice sollozando: “tú has sido muy buen papá, tú… ¡eres mi
papá!”. Igualmente conmovido, él responde “tú siempre vas a ser mi hija
favorita”.
Imagino que
habrá darwinistas molestos con esta escena, contraria a la teoría y a toneladas
de evidencia. Si cualquier persona con descendencia carnal afirma querer más a
una hijastra, claramente desafía la llamada “regla de Hamilton”: en todas las
especies, siempre se prefiere la mayor cercanía genética.
Hace unos
años me topé con un caso real más dramático. En 1941, en Friburgo, Suiza,
nacieron los hermanos Joye, gemelos idénticos. En ese lugar, el mismo día, vino
al mundo un niño de apellido Vatter. Sin darse cuenta de que lo habían cambiado
accidentalmente por uno de sus hijos, la señora Joye se puso feliz de que uno
de ellos, al que llamó Paul, fuera más corpulento que su hermano Philippe. El
otro gemelo sería criado como Ernstli por una viuda.
Ambas
mujeres se dedicaron por completo a la crianza. Mamá Joye disfrutaba las
diferencias físicas y comportamentales entre quienes creía sus mellizos. La
alegraban el encanto y espíritu aventurero de Paul. Cuando cumplieron cinco
años, manifestó su satisfacción porque sus hijos no tenían “los mismos ojos,
las mismas voces, las mismas enfermedades”. A nadie le ocultaba su preferencia
por Paul. Destacaba las cualidades que compartía con él mientras a Philippe lo
consideraba una personita gris y desafortunada. Dejó constancia de todo en el
diario que llevó desde el nacimiento hasta cuando supo del cambiazo.
Por
casualidad los tres niños fueron al mismo colegio. Profesores y compañeros no
tardaron en destacar la asombrosa similitud entre Philippe y Ernstli. Al
principio los Joye ignoraron los rumores pero para una fiesta en 1947 el padre
llevó una cámara para fotografiar a Ernstli. Quedó atónito con las similitudes
en físico, sonrisa y gestos, sumadas a las respuestas de la señora Vatter sobre
la fecha, hora y lugar de nacimiento del hijo. Los gemelos separados compartían
una anomalía dental que confirmó la madre cuando fue a conocer a Ernstli al
colegio y ansiosa le bajó el labio para observar su dentadura inferior. Ante
tantos indicios, los Joye solicitaron exámenes médicos rigurosos. La señora
Vatter se opuso durante varios meses pero finalmente cedió. “Jamás entenderé
por qué”, lamentaría después.
Sin contar
aún con pruebas ADN, el equipo científico concluyó que, sin la menor duda,
Philippe y Ernstli eran gemelos monocigóticos. También se aclaró que por una
lamentable equivocación uno de ellos había sido entregado en el hospital a una
mujer distinta de su madre.
Tal vez
pensando en Hamilton, en 1948 un juez decidió enmendar el error y ordenó que
todos fueran criados por sus respectivas familias biológicas. Los gemelos
lograron ajustarse aunque Charles, antes Ernstli, tuvo dificultades para hablar
francés y compartir la atención maternal con otras personas. La señora Vatter
quedó totalmente destrozada al perder el hijo que adoraba. Fue psicológicamente
incapaz de brindarle tanta atención y cariño a su verdadero retoño, que acabó
en internados y familias de acogida. Años después la señora Joye se consolaría
escribiendo un libro sobre el drama del que tampoco se repuso. Ingenuamente
creyó que podría mantener una relación cercana con su hijo preferido, al que
nunca dejó de extrañar.
Las
situaciones atípicas son tan intrigantes como pedagógicas. Muestran que la
teoría y los postulados sobre comportamiento individual no son verdades
científicas a rajatabla sino reglas probabilísticas mediadas por un entorno en
extremo complejo. “Cada ser humano es un universo único, un portador de
experiencias, un vector de ideas, una persona con una mente, un corazón, una
historia”. Cual autopista 4G que facilita desplazarse a costa de semillas que
nunca germinaron, las generalizaciones, tan apreciadas por académicos,
tecnócratas y militantes, opacan “el espectro completo de las posibilidades
humanas”.
Sin embargo,
hay un abismo entre reconocer esa incertidumbre e ignorar la biología y la
genética, que siempre están ahí, latentes. El menosprecio de mentes
progresistas, obnubiladas por la política, la cultura y la igualdad, las
silencia y sustrae del debate, pero no las aniquila: de manera impredecible en
algún momento se manifiestan, o no. Sobre ese destino misterioso, inexorable,
injusto, puede dar fe cualquiera que sufra una dolencia hereditaria no
compartida con su fratría.
Ruiz-Navarro, Catalina (2018) “La casa de las flores, o cómo hacer telenovelas para villanas”. Volcánica-Nómada, Ago 28
Segal, Nancy (2011). Someone Else's Twin. The True Story of Babies Switched at Birth. Prometheus Books
Cita sobre la importancia de la individualidad
Iona Italia