Publicado en El Espectador, Marzo 21 de 2019
Casqueiro, J. y J. Marcos (2019). “El éxito del 8-M condiciona la estrategia electoral de los partidos”. El País, Marzo 10
Morán Breña, Carmen (2019). “El feminismo no se la juega en un partido”. El País, Marzo 10
Morris, Hollman (2019). "La Paz es...". Bogotá: Ver para Creer
Rubio, Mauricio (2018). "Femiprogres y femininas". El Espectador, Ene 10
El coqueteo de Petro con el feminismo
no se limita a preocuparse por el deficiente suministro rural de toallas
sanitarias.
Recientemente, también se embarcó en la
cruzada contra las violaciones y la indiferencia social ante dichos ataques. Su
ímpetu es tal que no le importó dramatizar con tufillo xenófobo. “Extranjeros
han venido a violar nuestras mujeres, unos uniformados otros no, y lo que hemos
hecho es aplaudirlos”.
Como la obsesión por los abusos, muy
Humana, su reacción ante acusaciones concretas a varones cercanos también ha
sido feminista: desconfíar de la justicia. Tras la denuncia contra Holmann Morris
por presunta violencia de pareja, económica y psicológica, Petro no le
recomendó responsabilizarse, ni aclarar judicialmente los hechos, sino “pensar
más en su familia en este momento, en sus hijos, que en la lucha política por
el poder”. Algo equiparable a lo que décadas atrás un cura encubridor le
hubiese sugerido a una pecadora: refugiarse en su hogar para evitar los
peligros de la calle, y el castigo.
Una explicación para la inusitada
empatía petrista con las mujeres es el cálculo proselitista. Deslegitimada la
opción armada, con déficit de ideas y superávit de consignas delirantes, como
“la Paz es metro subterráneo” del mismo Morris, con plena conciencia del descalabro
socialista europeo, apostarle al femenismo instalado en el curubito político es
cuestión de supervivencia. Si la lucha no es con militantes mujeres, jodidos,
compañeros. Josep Ramoneda, analista de izquierda es cándido al respecto: “hoy
la revolución feminista, se configura como la única alternativa para subvertir
las formas de poder dominante, atemperar la furia y colocar la salvación y la
dignidad de la especie como objetivo prioritario”. En buen romance, no se trata
de invitar féminas a trabajar codo a codo: los machos modelo 68 les piden hacer
lo que ellos no pudieron. A diferencia del envejecido, trascendental y hasta violento
activismo masculino, el feminismo de última ola, juvenil, farandulero, algo light o pop, ofrece según Ramoneda “visibilidad, reconocimiento, capacidad
de movilización, impacto político e incidencia ideológica”.
El éxito de esta jugada de la vanguardia
senil para cautivar militantes feministas de reemplazo no está garantizado,
porque todos los partidos políticos, incluso las empresas, andan en las mismas,
“decididos a volcarse en mensajes y medidas que favorezcan a las mujeres”. Además,
las líderes experimentadas no se dejarán fagocitar por nadie. Desde 1981 la
argentina Judith Astellarra argumentaba que el feminismo “no es un partido
político, ni una organización sindical, ni profesional, ni ninguna estructura
estable”. Apreciaba la gran variedad de grupos unidos por el rechazo al
patriarcado. Con pragmatismo inusual en toldas militantes, Astellarra reconoce
hoy la necesidad de abrirse a la totalidad del espectro ideológico:
“necesitamos mujeres en todos los lados. La derecha también ha cambiado, ahí
también las necesitamos”. La razón es simple: no se pueden dar el lujo de que al
llegar la derecha al poder, algo que está sucediendo, se “eche abajo lo
conseguido”. Qué contraste con nuestras feministas influyentes, que rechazan indignadas
a unas ministras por ser de derecha, deciden quiénes merecen carné y, reacias a
transar o negociar, exigen adhesión incondicional al libreto. Parecen ser las únicas
dispuestas a relevar a los machos izquierdistas que en Colombia, por desgracia,
persisten en su actividad de agoreros y anunciantes del colapso.
Algunos de ellos, cuyo oficio es despotricar,
faltos de agallas para la política, redentores del mundo desde un escritorio, son
tan retrógrados que ni siquiera les importan las feministas. Pase lo que pase, machacan
la perorata contra Uribe y quien se le acerque. Jamás reconocerán que no han cesado
de echarle leña al fuego, contribuyendo a un legado bien reaccionario: burocracia
y corrupción, adobadas con resentimiento, quejadera y pesimismo enfermizos y, de
ñapa, arraigado patriarcalismo. El refrán “en la calle el Ché, en la casa Pinochet”
es diciente. Pretenden tapar su irresponsabilidad e incongruencia con la
disculpa de que la derecha es peor. Un tuitero conocedor del entorno insiste
que “la izquierda en Colombia tiene un grave problema de misoginia”. Una joven y
dinámica líder de la oposición ya los perturba. Supe de compañeras afectadas que
iniciaron una investigación sobre machismo mamerto en la universidad y en la
Nacional recompensaron con ascenso a un profesor denunciado por acoso sexual. Sumando
el clasismo, el desprecio izquierdista por la Rosa Blanca no sorprende.
Los progres otoñales son como un viejo
verde, tomatrago, pendenciero, que siempre mangoneó y despilfarró para
finalmente, ya quebrado, más podrido que Maduro, dejarle manejar la plata a su
mujer, pero dándole instrucciones bien precisas: mansplaining hasta el final. “Mira
Bartola / ahí te dejo esos dos pesos / pagas la renta / el teléfono y la luz /
de lo que sobre / coges de ahí para tu gasto / guardame un poco / pa’ comprarme
mi alipús”.
Cablenoticias (2019). "Profesor acusado de acoso sexual fue ascendido en la Universidad Nacional". Marzo 15
Casqueiro, J. y J. Marcos (2019). “El éxito del 8-M condiciona la estrategia electoral de los partidos”. El País, Marzo 10
Morán Breña, Carmen (2019). “El feminismo no se la juega en un partido”. El País, Marzo 10
Morris, Hollman (2019). "La Paz es...". Bogotá: Ver para Creer
Rubio, Mauricio (2018). "Femiprogres y femininas". El Espectador, Ene 10
Semana (2019). "Petro le recomienda a Hollman Morris dar un paso al costado en su aspiración a la Alcaldía". semana.com, Ene 24