Publicado en El Espectador, Junio 27 de 2019
Benegas y Blanco (2018). “Suecia y el suicidio social: la sutil pero temible revolución”. Disidentia, Mar 18
Blanco, Juan (2018). “Suecia: el monstruoso laboratorio de experimentos sociales”. Disidentia, Mar 21
Easterly, William (2013). The tyranny of experts. Economists, dictators and the forgotten rights of the poor. Nueva York, Basic Books, 2013.
Hayek, Friedrich (1973). Law, legislation and liberty. Volume I – Rules and order. Chicago: The University of Chicago Press
Huntford, Roland (1972). The new totalitarians. New York: Stein and Day. PDF
Rubio, Mauricio (2014) “Ilegales, hongos y levadura”. Revista de Economía Institucional, Vol. 16 Núm. Julio-Diciembre
Los esfuerzos constitucionales por
regular el libre desarrollo de la personalidad serían risibles si no anunciaran
una tiranía voluntarista y sin polo a tierra.
El Nobel de economía de 1974 lo
compartieron Friedrich Hayek y el sueco Gunnar Myrdal. Hayek defendía las
libertades individuales. Criticaba cualquier forma de tiranía, incluso la
planificación. Su inquietud era práctica: la disponibilidad de información. “El
conocimiento necesario para generar
prosperidad no cabe en una sola mente”. Solo la sociedad libre, insistía, permite que cada cual
utilice su limitado conocimiento y lo transmita. Myrdal, por el contrario,
promovía el desarrollo planificado, dirigido por expertos, normalmente aliados
con soberanos, incluso dictadores.
En 2013, William Easterly publicó La Tiranía de los Expertos donde lamenta
que Hayek, preocupado por la
libertad y los derechos, haya sido etiquetado como reaccionario, mientras que Myrdal,
partidario de susurrar al oído del soberano, se considere progresista. Exfuncionario
del Banco Mundial, Easterly centra
su crítica en la alianza entre autócratas
y tecnócratas que afecta libertades
y democracia.
El dirigismo de Myrdall acabó imponiéndose
y en ninguna parte como en Suecia, donde hace un siglo la social democracia renunció
al marxismo ortodoxo y decidió que el capitalismo fuera sometido paulatinamente
y sin violencia. Previeron que sería un error expropiar los medios de producción:
mejor control se alcanzaría planificando minuciosamente la demanda para que los
capitalistas produjeran los bienes que las autoridades consideraran
convenientes. Era necesario cambiar la cultura, modernizar mentes y manera de
pensar; buscar que se consumieran productos adecuados y se adoptaran rutinas
predecibles. Alcanzar la sociedad soñada no implicó estatatizar la producción
sino dirigir la vida privada con maternalismo de las autoridades, conocimiento
de los expertos, detallada planificación e ingeniería social. Gunnar Myrdal y
su esposa Ava, militante feminista, lideraron las politicas sociales suecas a
partir de los años treinta.
Después de vivir siete
meses en Suecia, Susan Sontag anotaba que la gente era consciente de hacer
parte de un “experimento social” totalmente racional y exportable sobre el cual
preferían no discutir. En The New
Totalitarians (1971) Roland Huntford, ex corresponsal de The Observer en Escandinavia, anotó que
Suecia parecía el Mundo Feliz de
Aldous Huxley. Gobernada por una oligarquía tecnocrática, la gente recurría al
Estado para todo, en una actitud más conformista que preocupada por la
libertad. Suecia ya llevaba cuatro décadas gobernada por social demócratas que habían
cooptado la burocracia y el poder judicial con una red de sindicatos, grupos de
presión y activismos. Bloquearon al acceso al poder de cualquier alternativa
política sin que eso molestara a la ciudadanía. La peculiar historia, el
aislamiento geográfico, la agricultura casi colectiva y el bruk, manufactura instalada en áreas rurales con fuerte influencia
comunitaria, impidieron el desarrollo de una cultura cívica individualista y
permitieron establecer una administración centralizada y fuerte que llevó al Estado
de Bienestar. La alta calidad de la burocracia y el débil poder legislativo
reforzaron esas bases. Poco aficionados a filosofar y a la metafísica, los
suecos concentraron su talento en ingeniería, innovación y excelencia
administrativa. Un sistema educativo monolítico y destreza para enfrentar la
gran depresión con recetas keynesianas reforzaron la firme creencia en las
ventajas de planificar e intervenir. Para Huntford, la burocracia sueca
interpretó el ser humano en términos conductistas y adoptó la estrategia de manejar
incentivos para alterar comportamientos. Con mayor éxito y menor oposición que
los comunistas, manipularon el entorno para moldear mentalidades en la nueva
sociedad. Además, han sido particularmente exitosos convenciendo al mundo de su
eficacia y tipo de gobierno. No es casualidad que un país tan pequeño tenga con
los premios Nobel influencia científica y literaria global. Por razones obvias,
su principal aliada y poderosa caja de resonancia es la burocracia
internacional que nutre los activismos.
Suecia y Colombia son aún más dispares
que Dinamarca y Cundinamarca. El modelo sueco, pragmático y autóctono, incorporó
peculiaridades históricas, económicas, sociales y humanas. Está a años luz de
la propuesta de juristas y militantes de la élite colombiana, que importaron la
exigencia de un Estado que garantice derechos fundamentales sin reparar en tradiciones,
factibilidad, costos, responsabilidad individual o coherencia. Un
constitucionalismo que se proclama liberal menosprecia a Hayek; entrometido y
autoritario como Myrdall, es generalista, informal e incapaz de planificar el
desarrollo, mucho menos de aliarse con el capitalismo: poco interesado en la economía,
legal o ilegal, no maneja incentivos ni consecuencias. Inquietudes sobre financiación,
cargas fiscales o evaluación de impacto de los fallos se consideran aún
neoliberales y reaccionarias. Nada que ver con una burocracia técnica, especializada,
que cuantifica y evalúa, responsable, incorruptible, admirada por una
ciudadanía respetuosa del Estado, dispuesta a cumplir la ley y las decisiones
administrativas. En la disciplinada Suecia, el libre desarrollo de la
personalidad como médula de la jurisprudencia tal vez se perciba como realismo
mágico de un célebre novelista en liqui liqui.
Benegas y Blanco (2018). “Suecia y el suicidio social: la sutil pero temible revolución”. Disidentia, Mar 18
Blanco, Juan (2018). “Suecia: el monstruoso laboratorio de experimentos sociales”. Disidentia, Mar 21
Easterly, William (2013). The tyranny of experts. Economists, dictators and the forgotten rights of the poor. Nueva York, Basic Books, 2013.
Hayek, Friedrich (1973). Law, legislation and liberty. Volume I – Rules and order. Chicago: The University of Chicago Press
Huntford, Roland (1972). The new totalitarians. New York: Stein and Day. PDF
Rubio, Mauricio (2014) “Ilegales, hongos y levadura”. Revista de Economía Institucional, Vol. 16 Núm. Julio-Diciembre