Publicado en El Espectador, Julio 4 de 2019
Bates, Stephen (1999). “Sweden pays for grim past”. The Guardian, Mar 6
CC (2017) "Sweden to pay transsexuals for forced sterilization". Concept Central, Mar 28
Coser, Lewis (1974). Greedy Institutions: Patterns of Undivided Commitment. New York: Free Press.
Glass, David Victor (1940). Scandinavia and the Population Question. Population Policies and Movements in Europe. London. Clarendon. 2nd Edition. Versión Digital
Hinton, Perry & Lincoln Geraghty (2016). “Remembrance of things past: The cultural context and the rise and fall in the popularity of photographer David Hamilton”, Cogent Arts & Humanities
Volume 3, Issue 1
Huntford, Roland (1972). The new totalitarians. New York: Stein and Day. PDF
Rubio, Mauricio (2013). "El trencito camuflado de las Farc". El Malpensante, Edición Nº 140, Abril. Blog personal
Rubio, Mauricio (2017). “Violadores reales y ficticios”. El Espectador, Jul 26
A principios de los setenta, muchos
soñábamos con ir a Suecia para disfrutar el amor libre. Nunca sospechamos que fuera
un montaje.
Allá la liberación sexual parecía garantizada,
sin protestas estudiantiles ni grupos hippies. Un amigo conoció en un tren a
Ebba, una joven sueca. Se besaron y ella lo invitó a su casa. Lo presentó como boyfriend y tras una agradable velada familiar
la madre les dijo: “dejé dos toallas en la cama de Ebba, supuse que dormirían
juntos”.
Qué diferencia con la Bogotá de
entonces, donde en sexo prematrimonial implicaba -además de promesas de amor
eterno y apresurados cursos de contracepción- maromas con ruana en un potrero, carro
parqueado con acoso policial o costosos motelazos.
La imagen del Nirvana la reforzaba Mona
Kristensen, musa y compañera sueca de David Hamilton, célebre fotógrafo cuyo
libros mostraban imágenes difuminadas de diosas adolescentes en escenarios
idílicos. Miles de ejemplares vendidos con la estética romántica y escapista de
la liberación sexual transformaron la publicidad y la moda. Hamilton terminaría
suicidándose acusado de abusar repetidamente de sus angelicales modelos.
Mi interés por Suecia decayó después,
con breves interrupciones anuales para los premios Nobel, amplificadas por los galardones
a nuestras grandes obras de ficción, Macondo y la paz santista. Volví a seguir ese
país tan atípico para tratar de entender la bajísima corrupción y la criminalización
de clientes de la prostitución.
La reciente lectura de Los Nuevos Totalitarios (1971) de Roland
Huntford, en particular del capítulo “La rama sexual de la ingeniería social”, reveló
contradicciones de esa sociedad y de activismos también empeñados en
transformar mentalidades.
Hace décadas las democracias
renunciaron a intervenir el sexo. Suecia decidió controlarlo, no reprimiendo sino
con liberación calculada y dirigida. Por razones ideológicas, anota Huntford, el
Estado patrocinó y promovió la permisividad, como anticipó Aldous Huxley en su Mundo Feliz (1948): “a medida que
disminuye la libertad política y económica, la libertad sexual tiende a aumentar
de manera compensatoria”. En esa misma línea, Lewis Coser habla de Organizaciones Voraces –ejército, clero,
cárceles- que manipulan la sexualidad
para aniquilar la voluntad individual de sus miembros. Las pandillas
centroamericanas y la guerrilla colombiana han recurrido a un eficaz revuelto de
reclutamiento forzado, normas castrenses y libertad sexual.
Varias generaciones suecas crecieron pensando
que el sexo garantiza ser libre. Juzgan la libertad en esos términos y
agradecen al Estado protector sus prerrogativas. Durante años, al describir las
relaciones de pareja suecas, periodistas extranjeros ratificaban que allí había
más libertades. La frescura y coquetería de las mujeres farianas también cautivaron
a los medios interesados por la paz y camuflaron su condición de esclavas
sexuales.
Suecia estuvo a la vanguardia en
educación sexual, obligatoria en escuelas desde 1954. El objetivo primordial no
era el sexo sino el control demográfico. Años antes, Gunnar y Alva Myrdal, preocupados
por la caída en las tasas de natalidad, buscaron impulsarlas sin afectar el
nivel de vida y reduciendo los embarazos indeseados. Eso requirió intervenir el
currículo escolar y aumentar el gasto social. Pero los estímulos a la natalidad
no eran para todas y todos. También hubo un programa de esterilización forzada entre
1934 y 1976. Las víctimas, unas 62 mil, fueron jóvenes “consideradas rebeldes o
promiscuas, poco inteligentes o quizás de sangre mestiza”. El edén sexual era tan
infame y discriminatorio como los abortos forzados en las Farc, que no
afectaban a mujeres de comandantes. Posteriormente, hasta 2013, la
esterilización en Suecia fue obligatoria para transexuales que querían un cambio
de sexo reconocido por las autoridades.
Otro indicio de manipulación
burocrática del paraíso del amor libre es la regulación actual de la
prostitución. Contra toda evidencia y sentido común, la utópica y arbitraria administración
sueca decretó que la venta de sexo jamás es voluntaria, con mujeres víctimas de
una insólita forma de violencia machista: un pago acordado entre dos personas
adultas. Es la antítesis del escenario sexualmente liberado, consensual y tan ligero
como una foto de Hamilton. La patética visión sueca del sexo comercial recuerda
sombríos cuadros de Goya. Es tan moralista, reaccionaria y represiva como la de
familias católicas que angustiadas vigilaban la virginidad de sus hijas.
Cualquier parecido con las contradicciones
entre liberación femenina, #MeToo y Rosa Blanca no es mera coincidencia: el
laboratorio sueco es el referente del feminismo global de élite. Además, ayuda
a entender las incoherencias e histerias intervencionaistas que invaden debates,
silencian verdades, asfixian la política y merman la libertad para opinar y
pensar, todo empacado en Svensk retorik:
sexualmente progre, igualitaria, incluyente y pacifista. La burocracia sueca no
es exportable como su idealismo, plagado de paradojas y lunares. Por eso las
sociedades aspirantes al Estado de Bienestar quedamos tan lejos de Huxley: voluntarismo
y montones sueños sin saber priorizarlos, realizarlos o pagarlos. Y con la ñapa
del embarazo adolescente que desveló a los Myrdal.
Baiz, Dan (1997). “Sweden sterilized thousands uf 'useless' citizens for decades”. The Washington Post, Aug 29
Bates, Stephen (1999). “Sweden pays for grim past”. The Guardian, Mar 6
Boethius, Carl Gustaf (1985). “Sex Education in Swedish Schools: The Facts and the Fiction”. Family Planning Perspectives, Vol. 17, No. 6, pp. 276-279
Coser, Lewis (1974). Greedy Institutions: Patterns of Undivided Commitment. New York: Free Press.
Glass, David Victor (1940). Scandinavia and the Population Question. Population Policies and Movements in Europe. London. Clarendon. 2nd Edition. Versión Digital
Hinton, Perry & Lincoln Geraghty (2016). “Remembrance of things past: The cultural context and the rise and fall in the popularity of photographer David Hamilton”, Cogent Arts & Humanities
Volume 3, Issue 1
Huntford, Roland (1972). The new totalitarians. New York: Stein and Day. PDF
Rubio, Mauricio (2017). “Violadores reales y ficticios”. El Espectador, Jul 26