Publicado en El Espectador, Agosto 15 de 2019
Un arcaísmo de
izquierda es la distinción marxista entre asalariados y capitalistas, que al
confundir servicios con industria obstaculiza el empleo.
Después de 30
años de trabajar para Apple, Jonathan Ive, diseñador conocido como iGod por sus
creaciones -iPod, iMac, iPhone, iPad- renunció para manejar su propio negocio, que
tendrá como cliente al antiguo empleador. El fundamentalismo laborista estará pendiente
de que la empresa le pague vacaciones, primas y horas extras.
Daniel Coronell,
columnista dizque empleado de Semana, fue destituído por supuesta censura patronal.
Retomó su tribuna gracias a un acuerdo cuyos términos jamás se sabrán pero que seguramente
no salieron del código laboral. Como iGod, el esquema pactado por la
multinacional periodística de Coronell con la publicación será una relación mercantil
de servicios.
Rappi opera con contratos
mucho más precarios, pero también voluntarios. Trata a los tenderos como “emprendedores
independientes” aunque algunos de ellos muestren ex post marcado apego al esquema laboral con prestaciones: de haberlo
exigido previamente no harían parte del servicio. Protestan y hacen plantones
aupados por una élite progre que desde la barrera no arriesga nada. En redes
sociales se dijo, difícil comprobarlo, que la app había bloqueado a los huelguistas y que la “hijueputez” capitalista
del servicio a domicilio era equiparable a la de Transmilenio que no construyó
baños para empleados en algunas estaciones.
La solidaridad con
rappitenderos insatisfechos recuerda la que despertó la huelga de pilotos de
Avianca, antítesis del trabajador explotado, que se extinguió antes de discutir
cómo acabaron quienes sí estaban protegidos por un contrato laboral en una empresa
con reglamento de trabajo, escalafón y sindicato. Tampoco ha habido alboroto
por docentes de planta en universidades privadas, con contratos laborales a
término, renovables anualmente. Es fácil imaginar la eventual reacción de esos
centros de reflexión y diálogo cuando enfrenten manifestaciones públicas por bajos
salarios o excesiva carga académica. El anticapitalismo no cuestiona los arreglos
a destajo en tanques de pensamiento o medios de comunicación de vanguardia.
El asunto Rappi sorprende
en una sociedad donde un altísimo porcentaje de la fuerza laboral es informal, sin
salario mínimo, ni prestaciones, ni seguridad social. Thierry Ways asimila el
arreglo a un intermediario que cobra por hacer mandados y trata de elucidar las
razones para el rechazo. Plantea dos hipótesis: aversión a la eficiencia por economías
de escala y tecnología o, simple y llanamente, tirria con el lucro ajeno por
pura envidia. Este obstáculo al desarrollo tan pertinente como poco debatido, tal
vez heredado de España, me intriga hace un tiempo y merece reflexión aparte.
Por ahora, aventuro
conjeturas sobre otro legado hispano útil para desmenuzar el rappidrama. Los
latinos padecemos la manía de entrometernos en asuntos ajenos para dar
instrucciones. Llevamos en el corazón un cura, un burócrata y una maestra de
escuela que sermonean sobre lo que debe hacerse y amonestan infractores o
pecadores. Ese triunvirato mangoneador quisiera por sus consejos salario fijo con
arandelas hasta pensionarse. Al llegar al anhelado empleo público manda hacia
abajo y adula hacia arriba para conservarlo. Para trámites, “entre más ínfimo
el cargo, más plenipotenciario el ocupante”.
En los debates, las
tajantes indicaciones muestran la añoranza de un puesto con poder para construír
la sociedad soñada. Por la justicia social, palo a las empresas e ilusiones con
resentimiento al proletariado oprimido. No existen preocupaciones pedestres
como producción y empleo: la consigna es igualdad o morir pobres. Por algo se
admira más a Cuba que a la China.
Además de la
academia que educa nuevas generaciones, ciertas profesiones exacerban el gusto
por la política de escritorio que tanto impulsaron los foros virtuales y las redes
sociales: filosofía, derecho, sociología e incluso economía que, poco empresarial,
machaca directrices para alcanzar al equilibrio general.
El ejemplo más
ilustrativo que recuerdo del “yo sí entiendo lo que le conviene a otros” fue un
profesor universitario francés férreamente opuesto a que se levantara la
prohibición de abrir comercios los domingos, atavismo religioso que impide redondear
ingresos con empleos parciales. Cuando el entrevistador le recordó que él, docente
investigador, trabaja los días festivos, por ejemplo leyendo, sentenció tranquilo:
“la gente con malos salarios no toma buenas decisiones”. Es la misma actiutud clasista
y condescendiente de tener lástima por los rappitenderos pero no por Coronell,
que sí pudo negociar un contrato no laboral satisfactorio.
Cualquier
propuesta sobre Rappi, como aportes voluntarios para prestaciones, será vetada por
las barras bravas, que hasta piden cobrar “externalidades sobre movilidad y
seguridad vial”. Habrá escándalo porque la clientela recompense
diferencialmente según la calidad del servicio. Esa flagrante discriminación agravará
la desigualdad. Vendrán otros reparos: ¿por qué tan pocas rappitenderas? ¿acoso
de clientes y compañeros con masculinidad de explotador capitalista misógino? Aspirantes
a ejercer sus dotes de supervisión y mando en la burocracia Humana tienen otro
motivo para manufacturar un desastre: achacárselo a Duque.
Bradshaw, Tim (2019). "Jony Ive, iPhone designer, announces Apple departure". Financial Times, June 27
Dinero (2018). “Grupo de 'rappitenderos' protesta frente a sede de Rappi en Bogotá”. Oct 19
Patiño, Linda (2019). “Tras quema de maletas, ¿por qué se quejan los Rappitenderos?”. El Tiempo, Jul 5
Pozzi, Sandro (2019). "El diseñador del iPhone deja Apple". El País, Junio 29
Standing, Guy (2019). "Es urgente una nueva agenda de izquierdas". El País, Junio 30
Ways, Thierry (2019). “Aventones y mandados”. El Tiempo, Jul 24