LA NOVELA NEGRA, Y LA ROSA


De las ramas peladas a los chamizos

Se atribuye a Napoléon la advertencia que cuando la China se despierte el mundo temblará. La versión moderna de esta profecía no podría ignorar lo incómodo que será cuando millones de ramas peladas quieran acostarse y no puedan hacerlo. A grandes rasgos, esa sería una de las conclusiones del conjunto de trabajos presentados en el 2005 en Singapur por un grupo de demógrafos asiáticos que analizaron los antecedentes, la situación actual y las perspectivas del déficit de mujeres en ese continente [1].

En los últimos años, las autoridades chinas ya han puesto en su agenda de preocupaciones las altísimas tasas de masculinidad en los nacimientos (TMN). El programa “Cuidando las niñas” hace ya parte esencial de la política demográfica con la que se busca, como prioridad, equilibrar las TMN para finales del 2010. Para alcanzar ese objetivo, y disminuir la preferencia por los hijos varones, se ha llegado a promover, en algunas áreas rurales, el matrimonio uxorilocal o sea que la nueva pareja se establezca con los padres de ella. Simultáneamente, se han buscado desarrollar la igualdad de derechos y mejores oportunidades laborales para las mujeres. Al reconocer que el desequilibrio entre géneros se ha exacerbado con la política del hijo único se ha considerado hacer menos restrictivos los programas de control natal [2].

No es fácil albergar mayor optimismo ante el desafío de alterar burocráticamente patrones culturales arraigados. Además, incluso adoptando sin matices el supuesto que el desbalance por géneros en los nacimientos se corregirá en el corto plazo, queda sin resolver el asunto demográfico, básico y contundente, de las ramas peladas que ya nacieron. Algo que, en las dimensiones chinas, constituye un problema monumental.

Con base en la información del censo del 2000, algunas proyecciones sugieren que en las próximas décadas la TMN seguirá entre el 10% y el 15%, algo que ejercerá una signicativa presión sobre el mercado de parejas en el Asia. En la jerga demográfica, habrá un importante “apretón matrimonial masculino” (male marriage squeeze). Las dificultades para conseguir esposa dependen no sólo del desbalance en los nacimientos sino de los cambios en el tamaño de las cohortes y de la diferencia de edades entre hombres y mujeres al casarse. También influyen la práctica del concubinato y las tasas de divorcio. Si, como ocurre en la China, algunos hombres mantienen varias mujeres y los segundos matrimonios se dan sobre todo entre varones separados y jóvenes solteras, el apretón masculino será aún más severo. Bajo el supuesto que las políticas para reducir el desequilibrio en los nacimientos tengan éxito y se llegue a los estándares internacionales en el año 2030, se estima un exceso anual de hombres solteros del orden de 1.2 millones. Si no se logran avances en la tasa de masculinidad al nacer, el número de nuevas ramas peladas, podría alcanzar, desde el 2035 hasta mediados de este siglo, más de 1.6 millones al año [3].

Así, dependiendo de los supuestos sobre los parámetros demográficos, para las próximas décadas se pueden esperar entre 20 y 40 millones de ramas peladas en la China, y un número un poco más bajo en la India [4]. Las características de este superávit varonil ya han sido identificadas y no se esperan cambios sustanciales: de origen social y económico desfavorable, con poca educación, escasos vínculos con las comunidades, desempleados o subempleados, nómadas y migrantes, viviendo en pandilla con otros hombres solteros. Difícil concebir un ambiente más fértil para problemas de todo tipo. Las perspectivas encuadran en el escenario típico de la novela negra: atmósfera asfixiante, miedo, violencia, falta de justicia, corrupción del poder e inseguridad.

Las eventuales consecuencias políticas y de seguridad de las ramas peladas, que agrupadas como chamizos pueden incendiarse, ya han sido analizadas. Los antecedentes históricos de grupos similares de varones sin posibilidad de emparejarse son ilustrativos, y poco alentadores. La rebelión Nien, por ejemplo, se inició en 1851 con grupos de bandidos del área, muy pobre, de Huai pei, al noreste de la China. Las inundaciones, seguidas de sequías y plagas cada tres o cuatro años habían llevado a una situación crítica de hambruna en el campo que condujo a un incremento de los infanticidios femeninos. Paradójicamente, la disponibiliadad de la vacuna contra la viruela, que redujo la mortalidad infantil, incrementó considerablemente la de niñas. “Hacia 1780  casi un quinto de las hijas (del linaje Qing) eran víctimas de infanticidio” [5]. La tasa de masculinidad de principios del siglo XIX se ha estimado en 129 hombres por 100 mujeres. La poligamia y el concubinato entre los poderosos contribuyeron al déficit femenino. Así, “los hombres más pobres debían aplazar su matrimonio por seis años en comparación con los más ricos y veinticinco por ciento de los hombres no pudieron casarse” [6]. Al exceso de hombres, se ha sumado siempre en la China la enorme presión sobre los solteros para casarse. “De las tres maneras de ser un mal hijo, la más seria es no dejar un heredero”. Se ha hablado de  una peculiar subcultura de los solteros basada en la provocación, las peleas y el desafío a la autoridad. Por esa época ya existía el término guang gung, rama pelada. Hacía referencia no sólo a la soltería, sino a la violencia y la delincuencia. Un misionero occidental del siglo XIX describía así el estilo de vida de las ramas peladas: “tomar como deporte y asunto de orgullo desafiar las leyes y los magistrados, y cometer toda clase de crímenes. Recibir y causar heridas con serenidad; matar a otros con la más perfecta frialdad y no temerle a la muerte” [7]. Los observadores locales también eran concientes de los vínculos entre la violencia y la soltería masculina. Un oficial del imperio señalaba que el alto precio del matrimonio contribuía a que “los bandidos sin hogar” recurrieran al secuestro, el robo y las venganzas.  En Huai pei en el siglo XIX las ramas peladas tenían tres opciones: hacerse bandidos, alistarse en el ejército o emigrar a la ciudad. Al volver del ejército, entrenados para la guerra, su situación era aún más crítica. Muchos de los bandidos de la época se iniciaron como contrabandistas de sal, actividad que por los altos impuestos dejaba importantes beneficios. En 1855, los grupos dispersos y autónomos se organizaron en una armada, Nien Jun, cuyo objetivo era tumbar la dinastía Qing. Alcanzó a tener 100 mil hombres y controlar territorios dónde vivían cerca de 6 millones de personas. Sólo con la ayuda de armamento extranjero y técnicas de guerra occidentales se pudo controlar la rebelión en 1868 [8].

Las ramas peladas jugaron un papel en otros movimientos en la China. En el otoño de 1813 un grupo de sectas religiosas que se autodenominaban los Ocho Símbolos (Eight Trigrams) se levantaron en varias ciudades del norte, incluyendo Peking. El intento de toma de la Ciudad Prohibida fracasó, y las tropas imperiales fueron enviadas a las provincias. Los rebeldes fueron sitiados en una sola ciudad de la provincia de Honan y resistieron tres meses. Fue la última rebelión que implicó una real amenaza al imperio antes de la guerra del opio y la penetración de Occidente en la China [9]. Entre 1850 y 1864, lideradas por un cristiano heterodoxo convertido, Hong Xiuqan, una armada y administración civil denominada el Reino Celestial de Taiping se establecieron en Nanjing y alcanzaron a gobernar cerca de 30 millones de personas. Propusieron varias reformas sociales, como la estricta separación por géneros, la abolición del vendaje de pies, la socialización de la tierra, la supresión del comercio privado y el reemplazo de las distintas religiones por una variante del cristianismo, puesto que el líder decía ser el hermano menor de Jesucristo. Se buscó eliminar todas las barreras existentes en el mercado de parejas: el matrimonio arreglado, la poligamia, la compra de esposa, el suicidio de las viudas y la prostitución. La armada de la dinastía Qing, con ayuda de los franceses y los británicos pudo finalmente controlar la Rebelión Taiping con un considerable número de muertes, entre 20 y 30 millones, causadas tanto por los enfrentamientos como por la hambruna [10]. Más tarde, bajo el creciente influjo de países occidentales que habían dividido la China en sendas esferas de influencia, en la provincia de Shandong, al norte, una sociedad secreta, los Puños de la Justa Armonía, atrajo miles de seguidores. Los extranjeros los llamaban Boxeadores pues practicaban las artes marciales. Creían tener poderes sobrenaturales y se sentían inmunes a las balas extranjeras. Su objetivo inicial era tumbar a la dinastía Ching para luego expulsar a los demonios foráneos de la China. La emperatirz Tsu Hsi logró de manera no oficial apoyar el movimiento y hacer causa común contra los extranjeros. En los primeros meses de 1900 miles de Boxeadores se levantaron en el campo, atacaron misiones cristianas, asesinaron cerca de setenta chinos convertidos, y se dirigieron a las ciudades, atrayendo una masa creciente de seguidores. Los diplomáticos occidentales presionaban nerviosos al gobierno para que los detuviera. La emperatriz los tranquilizaba diciendo que la rebelión pronto estaría controlada, pero nada hizo para impedir que entraran a la capital. Los diplomáticos y sus familias, que vivían en un área fortificada al lado de la Ciudad Prohibida, fueron rodeados y sitiados. No pudieron salir ni pedir ayuda. Por cerca de dos meses resistieron el ataque. Un ejército internacional logró rescatarlos, enfrentándose tanto a los Boxeadores como a los soldados imperiales [11].

Estas rebeliones fueron típicas de una serie de estallidos de protesta campesina que, durante la dinastía Ching (1644-1911), se expresaronn a través de sectas religiosas.  Todos estos incidentes recibieron gran atención de las autoridades chinas durante la República Popular y con ellos se buscó consolidar una historia revolucionaria de la lucha de clases que reemplazara la historia elitista escrita bajo el Imperio. De acuerdo con Mao Tse tung, “la dura explotación económica y la opresión política por los terratenientes forzó a los campesinos a levantarse repetidamente y a rebelarse” [12]. La investigación histórica basada en fuentes primarias ha puesto en duda la interpretación simple de una perenne lucha de clases. Hudson y de Boer (2005) argumentan que tanto los monjes como las hermandades religiosas que estuvieron detrás de buena parte de estas rebeliones tienen algo que ver con el infanticidio femenino y el exceso de solteros. “Era frecuente entre los monjes jóvenes el comportamiento típico de las ramas peladas. La destreza en artes marciales y la acumulación de riqueza se asocian con frecuencia con los monasterios y las fraternidades cuasi religiosas” [13]. Un ejemplo ilustrativo es el de los monjes luchadores Shaolin que en la época del emperador Tai Tsung (629-649) recibieron tierras y construyeron un monasterio que alcanzó a albergar 2500 monjes marciales. En el siglo IX el número de monjes llegaba al cuarto de millón y para el XV alcanzaba los 500 mil. Una proporción importante provenía de provincias donde era extendida la práctica del infanticidio femenino, y parece válida la inferencia que se trataba de ramas peladas. Las órdenes monásticas coexistían con fraternidades heterodoxas y cuasi religiosas, casi siempre secretas, en las cuales la práctica de artes marciales era un elemento notorio. Las exhibiciones de boxeo, por ejemplo, eran un mecansimo común de reclutamiento.

La historia de Hong Xiuquan, líder de la rebelión de Taiping, muestra una extraña mezcla de predicador y miliciano. Rama pelada de origen campesino, hacía parte de la comunidad hakka –literalmente gente foránea-  y creció en un ambiente donde eran frecuentes los conflictos de tierra. Luego de uno de sus varios fracasos en los exámenes para entrar a la burocracia sufrió un colapso nervioso. Durante su recuperación tuvo visiones místicas. En una de estas recibía una espada y un sello para librar a China de los demonios. Quemó en su casa todas las estatuas y libros de Buda y Confucio y empezó a predicar. Con sus primeros adeptos, también de la minoría hakka, se dedicó al vandalismo y a desafiar a las autoridades de las aldeas que lo consideraron sacrílego y lo desterraron. Se estableció en lugares con mayor concentración de hakkas y de carboneros. Predicaba una mezcla de utopías evangélicas y cristianas. Aunque proclamaba la igualdad sexual, la secta segregaba los hombres de las mujeres. A los 33 años estudió formalmente el antiguo testamento con un misionero que rehusó bautizarlo. Al volver a su pueblo, su grupo ya tenía cerca de dos mil seguidores. Estaba localizado en un área acechada por bandidos en el monte y piratas en los ríos. El grupo se veía envuelto en frecuentes peleas. Por tres meses se tomaron la ciudad de Yongan, donde gobernaron desde el Palacio Celestial, obligando a seguir estrictas normas morales y religiosas. Aunque la poligamia estaba prohibida y los hombres y mujeres debían mantenerse separados, Hong y otros líderes mantenían grupos de concubinas [14]. Liu Yung fu, el líder de la Armada de la Bandera Negra también fue la típica rama pelada reclutada por grupos violentos. Muchos de ellos ascendieron, incluso en las filas imperiales, dentro de las cuales era una práctica común ofrecer a los bandidos un cargo oficial para cooptarlos [15].

Taiwan fue una colonia de la dinastía Qing por cerca de dos siglos. Se ha calculado que en ese período hubo en promedio una rebelión seria cada tres años. En el siglo XVIII hubo diecinueve revueltas. Aunque no se cuenta con datos demográficos detallados, hay indicios de importantes desequilibrios por género. Hacia 1720 un cronista anotaba que para los hombres era muy difícil casarse por la escasez de mujeres. Este desequilibrio, que contribuyó a los levantamientos, se mantuvo por las políticas migratorias que prohibían el ingreso de familias; sólo permitían la llegada de hombres sin pareja. De acuerdo con un comentador de la época “los trabajadores forman bandas muy cerradas que con el menor pretexto se involucran en peleas asesinas. La restricción a la traída de esposas y familias ha creado una poblacion de rudos vagabundos”. El término taiwanés para las ramas peladas era luohanjiao, “aquel que no tiene tierra, ni propiedad, ni esposa, ni hijos, que no es oficial, ni granjero, ni artesano, ni mercader y no trabaja. Apuestan, roban, se pelean y se rebelan. Es soltero y vaga por el mundo, forma bandas a donde llega. En las ciudades y los pueblos llegan a varios centenares; en los pueblos pequeños y aldeas no bajan de varias decenas. Es por eso que Taiwan es tan difícil de gobernar” [16].

La proclividad de las ramas peladas al ejercicio sistemático de la violencia no ha sido una peculiaridad china. En la India colonial, los administradores británicos trataron de controlar el infanticidio femenino, y llegaron a establecer un vínculo entre este fenómeno y los altos niveles de violencia en algunas regiones. “Muchas de las razas infanticidas, en particular en las provincias noroccidentales y en Oudh, eran las gentes más turbulentas y estaban en un estado crónico de rebelión”. William Crooke, un administrador inglés del siglo XIX escribió sobre cómo la escasez de mujeres entre los Radjuts había llevado al incremento de los dacoits, bandidos violentos [17]. Era frecuente que las bandas de ramas peladas se rebelaran contra la autoridad. El principal cronista de Oudh, W.H. Sleeman se preguntaba por qué, durante el primer período colonial, los ingleses no habían tratado de organizar estas bandas para conquistar territorios vecinos. La misma región, ahora llamada Uttar Pradesh, ha mantenido una de las mayores tasas de masculinidad y también de violencia [18]. El Portugal de la Edad Media, con una marcada preferencia por los primogénitos varones, llegó a tener una tasa de masculinidad de 112 hombres por 100 mujeres. Los hombres de baja posición social tenían dificultades para encontrar pareja, y se agrupaban en bandas y pequeños ejércitos que llevaban a una gran inestabilidad política. Había ramas peladas incluso entre las clases favorecidas, ya que los no primogénitos no heredaban y por ende no podían casarse. Un observador de la época señalaba que “el segundo y el tercer hijo, quienes por las costumbres de la tierra tienen poca o ninguna herencia de sus padres, y que por su pobreza se ven con frecuencia obligados a seguir en guerras que son injustas y tiránicas para mantener su estado de nobleza no conocen un llamado distinto al de las armas” [19]. Estos solteros sin perspectivas participaban en rebeliones o, alternativamente, eran enviados a las aventuras de conquista y colonización. Para mediados del siglo XVI, cerca de la cuarta parte de los varones nobles adultos habían muerto en alguna guerra.

Ramas peladas y prostitución

En su libro Development as Freedom, Amartya Sen, el mismo que llamó la atención sobre el déficit femenino en el Asia, hace referencia a trabajos recientes realizados en la India, en los que aparece una asociación, por distritos, entre las tasas de masculinidad y el crimen violento [20]. En un reportaje realizado en el 2003, también en la India, el Economist trae el testimonio de un funcionario en el área rural de Rohtak para quien la causalidad entre las ramas peladas y la violencia es clara: “el déficit de mujeres se empieza a sentir. Los jóvenes solteros se hacen criminales y ha aumentado la violencia contra las mujeres” [21]. Sería apresurado afirmar que ese funcionario hindú es un antropólogo, o que conoce el trabajo de Marvin Harris. Pero es inevitable anotar que parece estar citándolo.

“Entre más violentos los machos, se tornan más agresivos sexualmente, se explotan más las mujeres, aumenta la incidencia de la poliginia, el control de varias mujeres por un solo hombre. La poliginia, a su vez, intensifica la escasez de mujeres, incrementa el nivel de frustración de los machos más jóvenes y aumenta la motivación para ir a la guerra” [22]. La paradójica asociación entre déficit femenino, migraciones, agresión entre machos, y violencia contra las mujeres fue establecida por Harris al estudiar los indígenas Yanomano en Venezuela, pero parece ser pertinente en otros contextos. Entre los pandilleros y mareros de Centroamérica, por ejemplo, han sido señalados vínculos similares entre la violencia juvenil, el sometimiento sexual de las mujeres y la prostitución adolescente [23].

Para las ramas peladas en la China y en la India, ya se han hecho cábalas sobre un eventual deterioro en los índices de violencia. Hudson y de Boer (2005), por ejemplo, consideran factible un escenario de mayor conflictividad tanto interna como con países vecinos. “La posibilidad de que India y Pakistán lleguen a un acuerdo permanente sobre Kashmir y Jammu es limitada en el contexto inestable producido por el sesgo en las tasa de masculinidad … Dentro de 20 años, China puede tener cerca de 40 millones de ramas peladas para desplegar en el evento que las tensiones con Taiwan escalen hasta una confrontación militar” [24]. Lo paradójico es que los nuevos mandarines chinos no parecen percatarse que con su renovado interés por la poligamia, se está agravando la escasez de mujeres.

Los antecedentes históricos del impacto de masas de hombres pobres y solteros sobre el mercado de parejas, la prostitución y el tráfico de mujeres son tan antiguos y ubicuos que su simple enumeración sobrepasa el alcance de este ensayo. Baste para ilustrarlos algunos de los ejemplos aludidos al asociar los desequilibrios por género con las rebeliones. Los guerreros hakkas, de donde provenía Hong Xiuquan, líder rebelde de Taiping, eran conocidos por sus frecuentes incursiones en lo que ahora es Vietnam del Norte. Raptaban mujeres en el área de Tonkin, y reservaban las más bellas para los burdeles de Canton, o para venderlas a los numerosos albergues sobre los principales caminos de la China [25]. William Crooke, administrador inglés del siglo XIX en la India, señalaba cómo la falta de mujeres entre los Rajputs había llevado a que “los jóvenes, privados de la suerte de disfrutar una vida de pareja, han sido forzados a relaciones rápidas (i.e. no matrimonios) con mujeres de las tribus nómadas –Haburas, Beriyas, y similares- … Son los hijos de tales uniones los que están detrás del surgimiento del dacoity (crimen violento) en el Duab central y en Rohilkland”. Otros observadores de la época señalaban cómo, entre clanes Rajput, “la práctica del rapto de mujeres jóvenes y su venta tanto para matrimonio como para prostitución se ha vuelto alarmante. El inspector general de policía de las provincias del noroeste reportó en 1870 que 28 jóvenes habían sido vendidas como prostitutas y 121 para el matrimonio. Creía que cientos de casos quedaban sin ser conocidos por las autoridades” [26].

Como se señaló, los complejos vínculos entre infanticidio femenino, ramas peladas, concubinato y prostitución tampoco son recientes. Con estos antecedentes, el escenario de alta conflictividad, protesta social o guerra no es indispensable para vaticinar un vigoroso mercado del sexo en la China en las próximas décadas. El apretón matrimonial masculino entre los chinos ya se empieza a manifestar en el creciente número de mujeres de países vecinos que llegan para emparejarse. “Hay un flujo creciente de mujeres jóvenes vietnamitas casándose con varones del sur de China. Las mujeres son muy jóvenes,  en su mayoría provienen de las áreas rurales y tienen bajo nivel educativo. Hay una diferencia de edades entre la esposa y el esposo, así como diferencias lingüísticas. En su destino, algunas jóvenes son virtualmente tratadas como esclavas por los familiares del esposo; algunas han sido vendidas a burdeles por sus esposos o se han vuelto víctimas de violencia doméstica” [27]. “En China, dos provincias en la frontera con Vietnam –Guang Xi y Yunnan  se encuentran entre las de mayor desequilibrio por géneros. Este déficit femenino está creando un mercado para esposas y trabajadoras extranjeras. Otros factores como el alto costo del matrimonio para los hombres chinos y la necesidad de mano de obra agrícola han creado una demanda por esposas y nueras extranjeras. Las permanentes desigualdades de género y entre generaciones hacen que las esposas extranjeras sean atractivas por su posición cautiva y vulnerable. Para los vietnamitas, la apertura de la frontera se ha traducido en crecientes oportunidads para emigrar hacia la China. Las  mujeres, en particular, han cruzado la frontera en busca de esposo o trabajo. Mujeres solteras consideradas muy viejas para casarse en Vietnam ven en la emigración la oportunidad de encontrar un esposo y tener hijos … La mujeres que se casan con no vietnamitas y residen lejos se consideran con frecuencia trabajadoras sexuales por vender su cuerpo a individuos remotos … Este estudio describe las estrategias para reclutar, transportar y vender mujeres como esposas o trabajadoras sexuales en China” [28].

Para el Asia sale un barco cargado

Dos noticias aparecidas recientemente en un periódico chino son ilustrativas del radical giro que, desde Plataforme de Houellebecq, ha dado el mercado global del sexo en las últimas dos décadas. Por una parte, se reporta el cierre de uno de los más antiguos y conocidos burdeles de Alemania, el Hotel Luxor en Hamburgo. “Es hora de irse. Es una lástima, pero el negocio ya no es lo que era”, comenta su propietaria, la nuera del promotor que lo abrió después de la segunda guerra mundial. Había sido popular entre turistas japoneses, ingleses e irlandeses pero la base de su clientela regular eran los marineros. De siete turnos por semana con 12 mujeres en la época de oro, los años setenta, había pasado a cuatro mujeres de martes a sábado. Aún así, los ingresos de Nicole, una de las que quedan, son la décima parte de lo que fueron. “La pornografía por Internet y el auge de las tarjetas de crédito contribuyeron a su decadencia” [29]. Por otro lado, el China Daily informa que las autoridades municipales de Pekíng buscan ampliar la distribución de condones en los hoteles, clubes nocturnos y en los sitios de construcción. En los primeros, para finales del 2008, será obligatorio tenerlos disponibles en todas las habitaciones. La decisión hace parte de la lucha contra las enfermedades de transmisión sexual. Se aclara, sin embargo, que los condones no podrán ser utilizados como evidencia de prostitución en los establecimientos [30].

Así, en la liberal Alemania -donde se tuvo la osadía de legalizar el sexo venal, principal origen de los viejos verdes occidentales, supuesto motor insaciable del mercado global del sexo, y uno de los más apetecidos lugares de destino de los traficantes de niñas y mujeres del tercer mundo- la prostitución languidece. Mientras tanto en la China, la realidad de un mercado sexual en franca explosión, el sexo de alto riesgo de las ramas peladas, sumados el persistente gusto por el concubinato de los nuevos empresarios capitalistas y los viejos mandarines, llevan a la ecléctica burocracia a tomar medidas paliativas, y por la puerta trasera, para prevenir los riesgos de una prostitución que sigue siendo ilegal. El director de un centro hospitalario de investigación sobre enfermedades de transmisión sexual en Peking resume bien la actitud burocrática. “No quieren hablar de prostitución. Suponen que el sistema comunista es el mejor del mundo y que no deberíamos tener prostitución. Es una cosa horrible y no nos gustan las cosas horribles” [31].

Un informe reciente del Consejo Nacional de Inteligencia en los EEUU sobre las Tendencias de un Mundo Transformado, señala un escenario global que parece diseñado adrede para consolidar un nuevo y vigoroso mercado global del sexo. “Un sistema multipolar emerge con el auge de China, India y otros. El poder relativo de los actores no estatales –negocios, tribus, organizaciones religiosas, e incluso redes criminales- también aumentará. Para el 2025 una comunidad internacional compuesta por estados naciones ya no existirá. El poder estará dispersado con los nuevos jugadores aportando las nuevas reglas del juego mientras los riesgos aumentan y las tradicionales alianzas occidentales se debilitan. En vez de emular los modelos occidentales de desarrollo económico y político más países pueden ser atraídos hacia el modelo alternativo de desarrollo de la China” [32].

La China y la India, cunas de las ramas peladas y nuevos pesos pesados del concierto económico global, se han consolidado como los mayores inversionistas de la región latinoamericana [33]. A diferencia del Asia, dónde el turismo constituye sólo una fracción pequeña de pujantes mercados locales del sexo, en latinoamérica sí han surgido focos de prostitución centrados en la atención a extranjeros [34]. Varios países de la región llevan décadas exportando prostitución hacia Europa, fenómeno que recientemente se enmarca en un flujo de emigrantes compuesto mayoritariamente por mujeres [35]. El Japón también es desde hace años un destino importante para la exportación latinoamericana de servicios sexuales.

La experiencia en otro mercado clandestino contribuye. En América Latina, los vínculos entre el comercio del sexo y el de la droga no son tan directos ni tan simples. La prostitución colombiana en Europa, por ejemplo, ha mostrado ser bastante independiente de las mafias, consolidándose con redes entre las mismas mujeres y sus familiares o conocidos en los lugares de origen. Pero es innegable que el narcotráfico en Colombia impulsó el desarrollo del comercio sexual. En primer lugar, por el definitivo impulso a la demanda. Aunque mucho menos sofisticados que los emperadores chinos, los mafiosos lograron concentrar a su alrededor surtidos ramilletes de reinas por una noche y una que otra cortesana. En cascada, con la emulación de los patrones por parte de sus lugartenientes se logró consolidar una verdadera escuela de cultivo del cuerpo femenino como mecanismo de ascenso social rápido, casi un requisito para llegar al paraíso [36]. Esa tradición ya cuenta con mujeres veteranas que conocen los detalles del negocio y, ya mayores, pueden ejercer de intermediarias. Existe incluso un incipiente acervo de memorias de cortesanas que, menos elaboradas que las poesías de la dinastía Tang, relatan la incesante búsqueda de un buen arreglo de concubinato con algún magnate.

En síntesis, en el horizonte cercano, el eventual contacto de un empresario o burócrata Chino con una atractiva prepago colombiana o sexoservidora mexicana es más que una especulación gratuita. Se puede llegar a concebir la reunión con una Madame latina emprendedora y con buenos contactos para exportar encanto. Tal como hacía El Conejo, llevando a los barones de la droga jóvenes escorts para complementar sus negocios en México [37], algunas de las nuevas alianzas comerciales, las inversiones, las licitaciones con los ricos asiáticos se podrán lubricar con sexo venal. La tradición es larga.  Hace más de un milenio, en la China, “un funcionario podía asegurar su promoción presentándole a su superior o a un político influyente una cortesana discretamente escogida, y un mercader podía con los mismos medios obtener un crédito o un pedido importante” [38].

Así, el cruce de la nueva demanda global con la oferta local de sexo pago es factible, incluso previsible, en los estratos más altos. En el segmento popular, el tipo específico de repercusión de las ramas peladas sobre el mercado global del sexo es incierto y ha sido menos analizado que su posible impacto sobre la seguridad. Pero es claro que las ramas peladas constituyen un estímulo, de talla mundial, a la prostitución. Un boom ya se está dando  en la China, y es probable un efecto de arrastre a escala regional e incluso global. El núcleo duro de la futura demanda por servicios sexuales está ahí, es importante, y la tendencia actual permite prever que será descomunal. La oferta será una mezcla aún indeterminada de prostitución voluntaria, tráfico forzado e inmigración por seducción o engaño. Será un comercio regulado, coordinado informalmente por la burocracia o manejado por mafias. Si el escenario de seguridad con las ramas peladas es de rebelión interna, o de guerra entre vecinos, el boom de la prostitución sería aún más importante, y con mayor injerencia de los mandos militares.

Si bien es cierto que la afinidad cultural o lingüística surge como un obstáculo a los matrimonios de extranjeras con chinos, para la prostitución tal tipo de barreras son irrelevantes, cuando no constituyen un incentivo. La mujer foránea, exótica y de menor nivel económico ha sido un rasgo de la prostitución en cualquier lugar y época. El terreno fértil para el comercio sexual que, como se vió, ofrecen las sociedades más machistas y patriarcales se conserva intacto tanto en la China como en la mayor parte de los lugares que en la actualidad exportan mujeres. No sobra recordar que las ramas peladas son la expresión viva de la forma más extrema del machismo. Son el resultado directo, textualmente la herencia, del aborto selectivo y el infanticidio femenino.

La legislación represiva de jure pero laxa de facto, la corrupción, el poder clientelista, con vocación autoritaria, corrupto, opaco y mujeriego, también parecen comunes en los dos extremos del nuevo mercado global del sexo. No se requerirán mafias para agilizar el tráfico. Bastará con una política ingeniosa de visas de trabajo en el sector servicios, algo al alcance de cualquier oficina de planificación, para que, con el correspondiente cierre progresivo de las fronteras en los países desarrollados de occidente, se reorienten los flujos migratorios hacia el Asia, para aliviar el déficit femenino. Las características de la prostitución actual en la China, una extensión no explícita de negocios como restaurantes, hoteles, karaokes y salas de masaje es un factor adicional que facilita no sólo la inducción progresiva a la venta de servicios sexuales, sino un manejo administrativo y solapado del comercio. La diferencia entre la acompañante de mesa y la de salir a la calle es tan sutil que nadie podrá probar si una importación de cantantes para las salas de karaoke también prestará servicios completos. Y a ningún burócrata corrupto enriquecido con la adjudicación de licencias le interesará averiguar si se viola algún convenio internacional contra el tráfico de mujeres.

No sobra anotar que el debate contemporáneo sobre prostitución encaja a la perfección en este nuevo escenario del sexo venal. Incluso contribuye a su expansión por la puerta trasera, puesto que promueve una legislación que quedará sobre el papel mientras la tozuda realidad demográfica y matrimonial será la que determina las condiciones del mercado global del sexo.

Inquieta un debate sobre sobre prostitución transnacional que no haya abordado el tema de las ramas peladas. Inquieta que se limite la discusión a las doncellas raptadas o a las sindicalistas del sector del sexo, sin que se mencionen los nuevos mandarines que, tal vez, como el camarada Mao, piensan que la poligamia es la fuente de la eterna juventud y siguen coleccionando concubinas en un país con déficit de mujeres. Inquieta que no haya un diagnóstico realista sobre las jóvenes arribistas que, cual reinas con mafiosos, les hacen el juego a los malos imitadores de los taoistas. Inquieta pensar que los burócratas que les sirven de alcahuetes puedan buscar solucionar el problema de la falta de mujeres con esquemas tan ambiciosos como el de Pantaleón y las Visitadoras.

Novelas rosas con viejos no tan verdes

La caricatura de la prostitución como mercado matrimonial de segunda mano, a dónde acuden mujeres seducidas, abandonadas y despreciadas por varones machistas que, para casarse y tener hijos prefieren una virgen, es nítida en las historias chinas antiguas. Y la corrobora para épocas recientes un peculiar estudioso del mercado del sexo asiático. Desde la guerra de Corea, cuando era militar, hasta los años setenta, cuando fue profesor universitario en el extranjero, pasando por varios años como empleado de la NASA y otros como funcionario del servicio exterior norteamericano, Paul Snyder, realizó innumerables sesiones de observación participativa en burdeles de México, Panamá, Cuba, Italia, Grecia, Marruecos, Turquía, Corea, Japón, Taiwán, Vietnam, Tailandia, Malasia, Singapúr, Indonesia y las Filipinas. A mediados de los setenta, publicó sus impresiones de las cuales es útil rescatar lo que él consideraba el inicio típico de una carrera en el oficio. “Una familia campesina empobrecida reconoce que una (o más) de sus hijas es bastante bonita. Primero tratan de casarla con un joven rico de la vecindad que se siente atraído por ella. Pero él, siendo más experimentado, mejor educado, más poderoso, simplemente la seduce y deja las cosas así. La joven deja de tener valor como esposa en su lugar de origen. Las leyes no permiten que sus padres la vendan directamente; así es que la envían a una reconocida casa de mala reputación. El trato es que la Madame (mamasan) le suministrará a la joven un guardarropa, le enseñará algunos modales y las técnicas básicas del negocio, pagará sus visitas diarias al salón de belleza, sus chequeos médicos semanales en la clínica de ETS y le dará una habitación privada y alimentación hasta que ella se sostenga y pueda empezar a hacer dinero” [39]

De relatos como el anterior surgen tres inquietudes básicas. La primera es si es razonable suponer que una joven educada, criada, condicionada -sin exagerar formateada- durante su niñez y su adolescencia para ser esposa y madre, y sólo eso, esposa y madre, va a abandonar, a raiz de un percance amoroso, el objetivo básico, el sueño, la razón de su vida, ser esposa y madre. Y que, de un plumazo, se convertirá en otra persona, como una trabajadora sexual. Aún aceptando sin reparos el famoso postulado de Simone de Beauvoir que “no se nace mujer, se llega a serlo” es válido preguntarse qué tipo de mujer es la que llega -por su propia voluntad, forzada o engañada- a la prostitución. En particular, es elemental preguntarse si esa mujer habrá renunciado al deseo –inculcado o instintivo- de ser madre, para dedicarse en forma exclusiva a su trabajo.  Si se reconoce, como es prudente hacerlo, que esta mujer -como casi todas las mujeres, y como casi todos los hombres- sigue motivada por encontrar una pareja, para reproducirse y tener hijos, la segunda inquietud es cómo, cuando y en dónde buscará ese padre para sus hijos. Si se dedicará a ese empeño sólo al salir del trabajo, en sus días de descanso, o en vacaciones, o si, tal vez, tratará de incorporar esa búsqueda a su oficio, el del sexo.  La tercera inquietud, necesaria para darle forma a la metáfora del mercado de segunda mano es si a este mercado acuden demandantes, o compradores. Es apenas sensato pensar que sí.  No todos los clientes de la prostitución pueden asimilarse a un soldado japonés o norteamericano que acude a una estación de consuelo a violar con impunidad a una enemiga.

Hace un milenio el lenguaje chino ya establecía una distinción entre las guangji, esclavas sexuales, raptadas o prisioneras de guerra y las shiji, las prostitutas comerciales que se involucraban por razones económicas o matrimoniales, empujadas por sus familias. Incluso con las esclavas, personas de segunda categoría, socialmente marginadas, se consolidaban relaciones de concubinato, o de matrimonio. Una de las historias chinas que más atenta contra los mitos contemporáneos, pero que simboliza un sueño extendido, es la del emperador Huei Tsung que se enamora de una prostituta, Shih-shih, y por ella abandona a todas sus esposas y concubinas. Otra escena, no contemporánea pero sí más moderna, tampoco encaja en los restringidos guiones del debate actual sobre el sexo venal. Se trata de una cumbre celebrada el 4 de Noviembre de 1898 en un salón privado del casino de París, en la cual se reunieron el joven zar de Rusia Nicolás II, el rey Leopoldo II de Bélgica, los príncipes Alberto de Mónaco y Nicolás Montenegro, junto al heredero de Inglaterrra, Eduardo de Gales, para celebrar los 30 años de la Bella Otero, famosa cortesana de la época, de la que todos habían sido amantes [40]. La tercera, aún más cercana, es cuando la única cortesana colombiana que ha dado el paso de publicar sus memorias, aquella entre cuyos ex novios, dice, están, “los cinco hombres más ricos de Colombia” relata cómo, en un lujoso hotel de Nueva York, “la escena en la enorme suite es surrealista: en una línea telefónica, en su habitación, está David (nuevo amante) riendo por teléfono con Sonny, el duque de Marlbourough. En la otra, en mi habitación, estoy yo, riendo por teléfono con Pablito, el Rey de la Coca, quien me pide que compre todos los ejemplares de la revista Forbes antes de que se agote porque acaba de ser elegido el séptimo hombre más rico del mundo. Y cuando ambos colgamos, ahí, en el saloncito de en medio está el Rey de la Cerveza (según ella ex amante), desternillado de la risa ... “Uy qué susto, David, empieza a contar los días antes de que te enchaleque Junior Corleone”” [41].

La historia de Yü Hsüan-chi, una cortesana china del siglo IX también resulta incómoda para los dogmas actuales. De hogar humilde, muy hermosa y con talento natural por el baile y la danza, le gustaba disfrutar la vida y temprano se vió involucrada con grupos de fiesteros estudiantes. Con ellos aprendió literatura y poesía. Se volvió tan popular que pudo vivir de lo que le daban sus amantes, y no se registró nunca como prostituta. Aún muy joven fue tomada como concubina por un joven académico llamado Li I quien luego de pasar sus exámenes de ingreso a la burocracia se la llevó para su pueblo natal. La esposa de Li I nunca pudo adaptarse a este nuevo amor y vino una época de peleas y reconciliaciones, separaciones y reencuentros. De los numerosos poemas de Yü de la época  surge la imagen de una mujer apasionada, con fuerte personalidad, muy poco dispuesta a abandonar al hombre que ama. Li I no soportó las presiones de Yü y -menos drástico que Duan Yihe, el parlamentario chino que en el 2007 mandó asesinar a su amante Liu- simplemente la abandonó. Yü ingresó a un monasterio taoista como monja. Allí conoció un famoso poeta, algo díscolo. Se enamoró y lo siguió en sus correrías. No pudo aguantar su ritmo y lo abandonó. Se instaló  en una ciudad y abrió una elegante casa en dónde atendía a académicos jóvenes y a funcionarios. Tuvo varios romances, pero ninguno cuajó. Al envejecer, su popularidad decayó y uno a uno fue perdiendo a sus poderosos patrocinadores. Con crecientes dificultades financieras se metió en problemas con policías de bajo rango. Al final de su vida, acusada de haber asesinado a golpes a una de sus sirvientas, fue condenada y ejecutada [42]. Los paralelos entre la vida de esta cortesana china y las de otras épocas y lugares son múltiples. Cambia el decorado pero la esencia de las relaciones es la misma. Alfonsina Rosa, nacida en 1824, abusada y vendida por su padre a un amigo solterón de 60 años, más conocida luego como María Duplessis, inspiradora de la Dama de las Camelias, fue amante “de gran lujo y difícil de mantener”, entre otros, de Alejandro Dumas, hijo y de Franz Liszt [43].

Algunas cortesanas contemporáneas también han publicado sus memorias. Y son sugestivas. La mencionada amante de algunos cacaos colombianos y del gran capo de la droga cuenta, por ejemplo, cómo “él es cien veces más fuerte que yo, me somete una y otra vez mientras va utilizando sin compasión toda aquella coreografía como una montaña rusa para obligarme a sentir el terror, a perder el temor, a ejercer el control, a imaginar el dolor … a morir de amor” [44]. En Confesiones de una Puta Cara, una prepago colombiana que prefiere el anonimato, cuenta cómo “con este amigo, que es un congresista, no es que tuviéramos una relación propiamente dicha. Iba a mi casa. Él se siente bien conmigo. Por un tiempo trabajé con él entre comillas. Me daba una plata y yo le ayudaba con ciertas cosas de su trabajo, de hecho me tenía en la nómina de su unidad legislativa. No es que cuando yo necesite algo lo llame y luego tenga que retribuirle, ni que él me diga: “Yo te ayudo, pero te dejas comer”. Me come pero porque yo quiero que me coma. Porque no me choca. Porque es inteligente y porque tiene poder … Pero también es diferente con cada hombre. Yo, por ejemplo, a un hombre que no vea como que me voy a ennoviar con él, no se lo doy mirando a ver qué me va a dar. No primero convénzame. Véndame la idea … Mi tarifa en la cama ha sido desde hace tiempo un millón de pesos (U$ 500). Mi fuerte en la cama es todo. Hago de todo y rico … (He tenido) unos doscientos cincuenta (hombres) en toda mi vida … Cuando son las putas-putas, las encerraste y te las comiste. Pero, cuando nos reunimos como en este nivel de sensualidad, de hedonismo, vas, y te diviertes, bailas, jodes, te bañas en la piscina, en el mar, montas en la lancha … Que quede claro que cuando tengo novios yo no sigo en mis andanzas. Y cuando estuve con él, pues nada, yo era juiciosa … Es mejor ser la otra y no la mujer, para que a uno le toque el lado divertido del asunto” [45]. En su diario, una escort de lujo brasileña escribe, sobre su primer cliente del día “gocé mucho, sin tener que recurrir a ningún tipo de fantasías. Fue bueno de verdad. Y sólo era el cominezo”. Sobre su primera experiencia sexual relata que “aquella noche estuve con diez chicos diferentes. No me bastaba uno: tenían que ser varios para satisfacerme … A partir de ahí, solamente no lo hice con quien no quise. Es fantástico hacer gozar y sentir placer”. Cuando decidió irse de la casa de sus padres para vender sexo, trató de conocer “muchos de esos lugares: burdeles, casas de masajes, clubs privados. No vi nada que se pareciera a aquella imagen deprimente de la calle Augusta y mucho menos mujeres tan acabadas. La mayoría de los lugares, como el Bahamas, eran elegantes y de buen gusto. Cuando veía esas casas me quedaba fascinada. Las chicas que trabajaban allí eran normales, no tenían la palabra puta estampada en la frente ”. En una clasificación que hace de sus polvos, además de las categorías del mecánico y del profesional, considera la de pareja, “cuando hay química, como si fuésemos una parejita real, con aquel clima que hay en el primer polvo, en el motel, besándonos, abrazándonos, haciendo sexo con cariño”. Luego habla de su temor a la soledad. “Necesito cuidar de alguien, y que alguien cuide de mí. Siento algo especial cuando el cliente se dedica a darme placer. Y, si lo hace, ¿por qué no retribuírle? ... A pesar de la vida que llevo, he tenido no sólo muchos rollos sino también algún que otro novio”  [46].

Entre las cortesanas, el estrato más alto del sexo venal, es evidente que éste puede darse en medio de flirteo, galantería y romance. Algunas hacen explícito el objetivo de su vida, poco consistente con los dogmas feministas, o laborales. “¿Qué quiero realmente de la vida? Quiero una familia. Pues sí, estoy ávida de una familia y de una estabilidad con alguien … Quiero conocer a alguien con quien formalizar el cuento de familia y eso. Hacia eso voy, básicamente, en la vida” [47]. “Uno de los sueños más frecuentes de todas las prostitutas es que como en los cuentos de hadas, ella encuentre al hombre que la saque de esa vida. ¿Por qué no me iba a pasar a mí? Tenía un cliente de sesenta y dos años, viudo, y estaba muy solo. Venía a verme todas las semanas, pero casi nunca follábamos, más bien conversábamos. Eso es mucho más común de lo que se imaginan. Un día me dijo: “quiero hablar contigo muy seriamente”. Me propuso que viviéramos juntos y que abandonara la prostitución. Me daría todo lo que quisiera: estudios, cursos, ropa y, además, una mensualidad. Le dije que lo pensaría y lo pensé mucho. En el fondo , no iba a dejar de ser una chica de compañía, la diferencia era que lo iba a hacer sólo con él y, también, por dinero. Tendría un único cliente de por vida. Mi rechazo no tuvo nada que ver con él (follábamos muy bien) , ni con la generosa oferta. Pero yo me había ido de la casa de mis padres para tener más libertad. Quedarme con un hombre, si no era por amor, era cambiar una jaula por otra” [48].

No hay razón para desterrrar de la prostitución en los demás niveles de la jerarquía, incluso en el estrato popular, ese tipo de manifestaciones. Las hetairas –con un número reducido de relaciones muy bien pagas- han tenido siempre más tiempo para escribir sus memorias que las prostitutas callejeras, con largas jornadas de encuentros baratos y fugaces. Algo similar podría decirse de una actividad menos contaminada con las consideraciones políticas, como los servicios gastronómicos. Son los chefs de tres estrellas los que cuentan con tiempo y material para publicar sus vidas y recetas. “En medio de la campiña inglesa, en la región de Essex, al noreste de Londres, entre pueblos del siglo XVI con casas de estilo Tudor y tejado de brezo, una antigua granja de cerdos muestra una actividad febril en un día típicamente inglés: sol entre nubes que amenazan lluvia. Cámaras de televisión, maquilladores, publicistas pululan alrededor de un joven rubio vestido con tejanos, camisa y unas zapatillas vintage. Jamie Oliver, de 33 años, el más famoso cocinero mediático del Reino Unido, recibe hoy a la prensa en su casa, la misma desde donde enseña a medio mundo cómo comer sano y cultivar un huerto” [49].

Quienes atienden las cafeterías o las ventas de comida callejera apenas alcanzan a cuadrar caja para llegar a fin de mes. Y cuando reciben la atención de los medios de comunicación es para algún reportaje sobre el sector informal. Pero eso no autoriza a afirmar que, desde la perspectiva de quien atiende, hay algo cualitativa y sustancialmente distinto entre una velada en un restaurante de lujo y otra en una posada popular. O que sólo a los grandes chefs, como Jamie Oliver, les gusta, les ha gustado siempre, la cocina en lugar de los estudios. "De pequeño era bueno en la cocina, mi habilidad con el cuchillo era fantástica y sabía asar, freír, picar. A los 14 años ya trabajaba para el restaurante de un amigo de mi padre. En cambio, era un desastre en el colegio, académicamente yo era un fracaso y por eso era muy importante para mí ser bueno en algo. Cocinar me permitió utilizar mis manos, el olfato y además disfrutar, reír; la cocina puede ser un sitio realmente maravilloso donde uno es feliz. Cocinar es relajante y excitante; cuando estoy trabajando, me siento realmente a gusto”.  No es evidente la inferencia que de ahí para abajo se trata de un oficio forzado, humillante, impuesto por las circunstancias. O que sólo en el primer caso se dan la convivialidad, los ratos agradables, la diversión, la amistad y en el segundo hay tan sólo degradación, explotación y maltrato. No convence el dogma que los marginados y desfavorecidos que visitan un burdel, o las prostitutas que los reciben, no pueden nunca flirtear, ni enamorarse, ni ser correspondidos.

El escenario de los hombres occidentales ricos, los viejos verdes, que explotan sexualmente a las jóvenes del tercer mundo no sólo es burdo, sino contrario a un buen volumen de evidencia, y a consideraciones geriátricas mínimas. Sin llegar a sugerir que todo ocurre como en las Memorias de mis Putas Tristes de García Márquez, donde se contratan niñas para verlas dormir, es un hecho que los varones del mundo industrializado están envejeciendo. Se están retirando. No sólo de sus puestos de trabajo, sino del mercado de parejas, y del sexo. Es difícil predecir la contribución del Viagra a la revitalización de ese mercado que languidece. Pero la simple existencia de este artificio farmacológico revela lo patética que es la preocupación del abolicionismo occidental con unos supuestos pedófilos, cuando en realidad se trata de una masa creciente de machos sexagenarios domesticados. Formateados como cristianos o puritanos, son ya tan inofensivos que, en la cuesta de la tercera edad, requieren ayudas artificiales para satisfacer sexualmente a una compañera que, cuando la tienen, es casi siempre única. Sus instintos primarios están tan controlados que en el verano pueden echarse en una playa sin siquiera mirar lascivamente a las jóvenes que se asolean a su lado con los senos desnudos. Es difícil comprender  el afán por multarlos o encarcelarlos si osan comprar los servicios sexuales de  mujeres que, en buena parte, los atienden de manera voluntaria [50]. Tal vez porque son los únicos que les resuelven el dilema de poder conocerlos en el trabajo y que, después, les sean fieles.

En la citada novela de Houllebecq, para la miseria sexual de los hombres occidentales, existirían dos tipos de consuelo en una sociedad como la tailandesa. La destreza sexual de sus prostitutas y, por otro lado, las mínimas exigencias y expectativas que las mujeres le imponen al matrimonio, con el consecuente aprecio que expresan por los occidentales como eventuales maridos. Entre los que John Burdett denomina refugiados del feminismo habría una gran demanda no sólo por sexo pago coyuntural sino por relaciones más duraderas. “Parece haber un cuadre casi perfecto entre los hombres occidentales, quienes no son apreciados ni respetados en sus países, y las mujeres Thaï, quienes serían felices de encontrar alguien que simplemente haga su trabajo y espere volver a su hogar y a su tranquila familia después del trabajo. Una manera simple de ver esto son los anuncios personales en los medios. La mujer occidental quiere alguien con cierto tipo de presencia, que tenga destrezas sociales como el baile o las conversaciones inteligentes, alguien que sea interesante y excitante y seductor. Ahora vea en mi catálogo (de una agencia matrimonial con mujeres tailandesas) lo que las jóvenes dicen que quieren. Es realmente simple. Una y otra vez manifiestan que estarán felices de comprometerse para siempre con un hombre que quiera mantener un empleo fijo y sea un marido y padre comprensivo. Eso no lo llevaría a ninguna parte con una norteamericana!” [51].

Este segmento del mercado global de parejas descrito por el novelista francés concuerda un poco mejor con la evidencia que el del turismo sexual de pedófilos y víctimas explotadas. Y es más consistente con la demografía, en retiro, de los países industrializados. Por el lado de la demanda, en Thorbek (2002) se hace una revisión, y crítica, de la percepción de los clientes europeos sobre las prostitutas tailandesas, basada en cartas escritas por ellos y en entrevistas. Se encuentran cosas casi conmovedoras, y otras menos. Como el viejo que confiesa que “yo no sé lo que va a pasar. Yo no soy pesimista, pero Loi es 25 años menor que yo … Y es lo mejor que me ha podido pasar. Echo de menos a mis hijos, por supuesto; pero he encontrado algo que ha hecho mi vida mil veces mejor de lo que nunca pensé que podría ser” [52]. Otra situación, que parece ser común, es la de el sexagenario que manda una y otra vez pequeñas sumas de dinero a una mujer tailandesa mucho menor y le escribe recomendándole dejar de ir al bar, manifestándole su temor por el SIDA y prometiéndole más dinero próximamente. Muchos de los entrevistados se muestran preocupados por la carga financiera de mujeres que los engañan. “No te das cuenta al principio. De hecho mientras tuvimos dinero todo funcionó bien. Ella podía gastarlo”. Pero luego el mismo europeo cuenta cómo le compró una casa y un carro que ella hipotecó y vendió. Después, cuando se retiró de su trabajo, lo dejó [53].  Las quejas van desde la mujer que cobra más de lo acordado por una noche hasta las pérdidas cuantiosas. “En Tailandia, el dinero es el gran afrodisiaco. Lo he pensado a menudo en los bares. Me gustaría saber que harían conmigo si no tuviera nada” [54]. La autora señala, con mucha razón, lo incomprensible que resulta la actitud de estos hombres que parecerían ir a comprar amor y, luego de visitar bares y hoteles, se dan cuenta que lo que a las mujeres les interesa es el dinero, que el amor no es tan fácil de comprar, y se sienten deprimidos y frustrados. Se sienten engañados. No deja de presentarse el caso de un alemán, casado con una tailandesa, que la envía a trabajar para él en las calles de Hamburgo. Ella logra escaparse y él consigue otra que le trabaje. Sin más datos, es imposible evaluar qué tan representativo es cada caso.

Se señalan por otro lado los hombres que van a Tailandia sólo para divertirse, que buscan las verdaderas gangas en los distintos servicios y para quienes el juego es simple, encontrar sexo barato. En un trabajo sobre turistas sexuales ingleses en Tailandia, se propone una división en tres grupos. Los Jóvenes Machos que ven Pattaya como una especie de parque de atracciones con cerveza, motos, bares go-go, billares, peep-shows y acceso garantizado a lindas muñecas para mostrar y tener sexo. El segundo grupo, de hombres mayores, el Sr Promedio, con frecuencia casado o divorciado que va a Pattaya en tour organizado para solteros que “está sobre todo interesado en simular una especie de affaire emocional o romántico  con una o con una serie de mujeres” [55]. El tercer grupo es el de los Cosmopolitas que niegan ser turistas sexuales. Están en viaje de negocios o en un tour por el sudeste asiático. Se quedan más tiempo en Bangkok o en lugares remotos y visitan Pattaya por unos pocos días. Normalmente, no visitarían una prostituta [56].

Parece haber acuerdo entre los clientes de prostitutas tailandesas en que estas son “más afectuosas, leales, inocentes y naturales” que las mujeres occidentales. También es claro para ellos que la disponibilidad de sexo en Tailandia se debe a la pobreza de las mujeres que lo ofrecen y la relativa riqueza de ellos como clientes. Los reconforta sentir que ellos les gusten a estas mujeres jóvenes, sin importar la edad  ni la apariencia.  Sin embargo, no saben manejar el acercamiento. El hechizo se empieza a romper, y las relaciones a dañarse, cuando ellas empiezan a hablar de sus vidas [57].

Por el lado de la oferta, es razonable suponer que el sexo comercial no erradica sino que, al contrario, refuerza las expectativas esenciales de vida de buena parte de las prostitutas: casarse y tener hijos. Aspiraciones que no son atípicas entre mujeres con escasa educación en sociedades patriarcales. Se llega al mercado de parejas con un handicap, que hace forzosa la deriva hacia el de segunda mano. Como bien lo ilustra una joven prostituta tailandesa entrevistada por un periodista español. "A mi no me gusta fuck fuck. Quiero tener un marido que me cuide, y tener hijos. Pero es muy difícil. Los chicos no quieren casarse con una prostituta. Quieren chicas vírgenes que no sepan fuck fuck" [58].

El recuento del trabajo de campo realizado por este periodista para su libro es revelador. A pesar de que su objetivo era demostrar, para su auditorio europeo, que Asia es el burdel del mundo, y que las jóvenes que se ofrecen lo hacen forzadas, sin proponérselo, ofrece indicios de un activo mercado de parejas de segunda mano. Son varias las jóvenes asiáticas que se sorprenden, casi se ofenden, con que él les pague sólo para hablar con ellas. Luego de entrevistar a Lucy, la joven tailandesa que no le gusta fuck-fuck, “le digo que puede volver a su casa, o al burdel, que le pagaré lo que cueste el taxi, y además le doy 500 baht  más para ella (lo que ganaría por una noche con un cliente después de pagarle la comiisón a la mamasán) . Para mi sorpresa, Lucy me pregunta si no me importa que se quede a pasar lo que queda de noche conmigo en la habitación … Hay dos camas de 90 centímetros pegadas la una contra la otra. Me introduzco entre las sábanas de la mía. Entonces, Lucy me sorprende de nuevo con una pregunta que ya le he contestado antes. You really don´t want to fuck?. Niego con la cabeza, un poco avergonzado y de nuevo tenso por la situación. Lucy se acerca al extremo de su cama, que da a la mía, y me mira fijamente. -¿Por qué trabajas en esto?- pregunta refiriéndose al periodismo” [59].

El mismo periodista relata luego su experiencia con otra joven, en Bangkok. “Dice llamarse Mai, y proceder de la provincia norteña de Chiang Mai, como era el caso de Lucy. Me pide que me descalce, algo que hago sin mucho convencimiento … Se quita primero la camiseta y, como ocurrió en la primera experiencia tailandesa, tengo que insistir para que no continúe. Me mira extrañada. Se toca, con orgullo, los pequeños pechos, y me mira con lascivia. Le digo que no quiero que siga, que sólo quiero hablar con ella, pero no le digo que soy periodista, quizá por miedo, quizá porque me siento cohibido.
–A ver, espera un momento, lo que quiero es hablar contigo, me interesa conocer tu historia, y te voy a pagar por ella, no por practicar el sexo
- No … tu fuck-fuck! – Insiste en un tono algo elevado.
- No quiero fuck fuck, por favor, espera, quiero hablar contigo- noto que la adrenalina toma mi cuerpo.
Parece haber entendido por fin mi verdadera intención, y se tumba en la cama, con las piernas abiertas. Por alguna razón me cuesta decirle que soy periodista … Al principio le cuesta hablarme y sólo me dice que tiene dieciséis años, como Lucy, algo que no sé si creer entre carantoñas y caricias. Parece ansiosa porque deje de preguntar y practique el sexo con ella. Tras varios intentos, un tanto resignada, se recuesta sobre un cojín. Ok, you ask. Afortunadamente, el tiempo va diluyendo su reserva inicial. Comienza a hablar … Sólo ha pasado una hora y media cuando creo que ya no tengo más preguntas que hacerle. Mai es un caso diferente que no esperaba encontrar en un burdel de Tailandia … Estoy a punto de marcharme pero Mai me pide que me quede … se acerca a mí por detrás. Yo sigo sentado en uno de los bordes de la cama. Me mira fijamente y pone una mano sobre mi pierna.
- Quiero follar contigo. Nunca lo he hecho con un occidental. No tienes por qué utilizar condón. No vienen mucho jóvenes por aquí. No te voy a cobrar más.
Me da un beso en la mejilla.
- Nunca beso a los clientes ¿sabes?
Sus facciones son suaves, su boca pequeña, sus ojos, rasgados y atractivos. Joder, que podría ser mi hermana pequeña!
- No, no puede ser, lo siento, pero yo … no me acuesto con prostitutas y todavía menos con menores. A mí no me gusta que tú estés aquí, pero tú quieres y te respeto. Yo no quiero hacerlo contigo, ¿vale?
- También me gustaría salir de Tailandia. Todas las chicas quieren ir a Japón o a Estados Unidos. Tú me podrías llevar. ¿Es que no te gusto?
Me siento aturdido, la entrevista se me va de las manos
- Estoy aquí por mi trabajo. Yo ya tengo a mi pareja. Nunca podría llevar a una niña como tú a mi país. ¿Entiendes? Las cosas en Europa no son como aquí. Hay leyes … Además ¿cómo te puedes fiar de un tío que acabas de conocer?-
- Sé que eres un buen hombre … los occidentales sois diferentes. Tratáis bien a las mujeres … En mi país no siempre se trata bien a las mujeres …
Parece que mis palabras han surtido efecto, y Mai se aparta de mí, decepcionada … Pasamos la media hora restante hablando .. Mai se levanta y se viste la camiseta que llevaba. Me sigue por detrás bajando las escaleras. Justo antes de llegar a la puerta que da al salón, me adelanta y me da un beso en los labios” [60].

En Bali conoce a Dian, quien “se desconcierta ante tanta pregunta. No es habitual desperdiciar una hora con una prostituta haciéndole preguntas sobre su vida y trabajo, pero no parece disgustarle … (Dian responde varias preguntas)
- ¿Por qué me hacéis todas estas preguntas?
- Budhi (el guía local del periodista) fija su mirada en mí, inquisitivo. Un molesto silencio se apodera de nosotros. Un vacío que delata nuestras intenciones. Dian me mira con preocupación.
- Tú no quieres hacer el amor conmigo, ¿verdad?
- Eh .. No, la verdad es que sólo quiero hablar contigo
- ¿No trabajarás en Internet?
- ¿En Internet? No, no. Soy un periodista europeo, de España
Dian termina de un trago su bintang. Piden otra cerveza para Dian. Budhi se gira hacia mí y me cuenta por qué la chica teme a quienes trabajan en Internet. Según dice ella, un australiano pagó por sus servicios repetidamente hace varios meses. Iba y venía a su país cada poco tiempo y siempre la llamaba. Comenzó así una relación que ella suspiraba por terminar en Oceanía. El australiano infundió esperanza en Dian, a quien dijo que llevaría a su país para casarse con ella y fundar una familia. Uno de esos días en los que ella practicaba el sexo con el hombre él la convenció para que se dejase tomar unas fotografías desnuda … Ella lo hizo pensando que querría tener algo para recordarla en sus estancias en Australia. Lo cierto es que desde hace un mes y medio no tiene noticias de él. Cree que el tipo las ha podido colgar en Internet y sacar dinero con ello.
Intento cambiar de tema preguntándole por las chicas que ejercen en Balí.
- ¿No hay esclavitud sexual en Balí?
- No conozco ningún caso. Aquí hay una seguridad mucho mayor de la que ví en Jakarta. Allí todo es más salvaje. Hay muchas chicas y algunas han sido raptadas, incluso cuando eran muy pequeñas, pero en Balí no he visto nunca algo parecido.
Ha llegado la hora de devolver a Dian al hotel. Budhi se acerca a mí mientras nos dirigimos al vehículo. Me ha preguntado si no quieres llevártela para el hotel para la noche. Si no te gusta. Sin la menor sorpresa por mis experiencias anteriores, le contesto que no, que le transmita que me parece una chica atractiva pero que sólo quería hablar con ella … Llegamos a nuestro hotel pasadas las once … Conectamos con Bilbao para el final del programa de Levando Anclas. Aunque todavía no he tenido tiempo de digerir la información, y a pesar de que hace falta conseguir mucha más, aprovecho para enviar a través de las ondas unas pinceladas más dramáticas a la imagen del paraíso oriental” [61].

Incluso en las situaciones más dramáticas de prostitución forzada, como la esclavitud sexual de las coreanas raptadas para consolar a las tropas japonesas, parece persistir, terca, la capacidad de enamorarse. Mun, la joven secuestrada con sus compañeras de colegio relata el reencuentro con su profesor Nagata, de quien ella sospechaba complicidad en el rapto y a quien, como colaborador de los servicios de inteligencia nipones, le fue asignada como acompañante exclusiva. “Al fin reconciliada con mi cuerpo me puse los vestidos que me habían preparado … La idea de ponerme el regalo de un hombre como Nagata sensei me importunó un corto instante, pero a los catorce años el instinto de vida quema aún muy fuerte … Cuando Nagata sensei entró yo comía, sentada, cerca de la ventana … Parecía intimidado pero dijo, a la manera seca de los oficiales. Shall we speak English to-day? Me sentí salvada … El reencuentro se hizo sin efusión … el uso privilegiado de la lengua inglesa nos mantenía fuera del mundo y del tiempo, suspendidos en un sueño imposible. Su extrema discreción me había conmovido y la delicadeza irreal de su aparición después de esos meses de sufrimiento fue el regalo más precioso que jamás me hizo … Reí. Incrédula. Una risa inesperada, salvadora, que nos había cogido por sorpresa.  Él no había resistido y había reído también, sin retenerse. Sin razón. Todo había desaparecido con un golpe de vara mágica. La guerra. Los sufrimientos … El milagro de los primeros días continuó. No teniendo nada más que perder y temiendo sobre todo volver a mi condición miserabe resolví poco a poco aceptar este suavizado giro de mi destino y sacarle el mejor partido  posible. ¿Qué hubiera ganado con rebelarme? Me volví la amante de Nagata sensei el 5 de Junio de 1938. Tenía quince años … (Después de un paseo) Nagata sensei no había dicho nada. Ni una sola palabra. Habíamos paseado por horas sin fin que le habían dado a la belleza de los lugares tiempo para embrujar nuestros sentidos … Nagata sensei  me había llevado por los bosques de rocas, mostrado las formas escondidas en las piedras y sin que por un instante su mano me hubiera parecido audaz, había acariciado mi piel, entre el cuello del cheongsam y el nacimiento de mi cabello. Sus dedos me habían descubierto, a ciegas, palpando, buscando alcanzar las curvas que los ojos no veían, retener las emociones que me recorrían … En aquellos jardines aislados me había abandonado al abrazo de Nagata sensei.  Sobre una roca los ojos perdidos en el espejo en abismo del cielo y de las aguas. Una doble unión de la carne y el espíritu, impregnada por la serena e irreal belleza del lugar … Comenzó a llover. Hubiera querido fundirme en aquella tierra, dejarme tragar por ese diluvio” [62].

Algunas etnografías de prostitutas tailandesas, con la mayor parsimonia, también autorizan a pensar que se trata de mujeres que buscan, no sólo mejorar su situación económica sino, también, encontrar un parejo, tal vez enamorarse, en un mercado de segunda mano. “Con base en sus biografías, las mujeres se pueden dividir en dos grupos: madres solteras y jóvenes solteras. Las madres solteras, la mayor parte de las mujeres migrantes tai, comprenden a quienes estuvieron casadas o vivieron de hecho con un tailandés sin un certificado de matrimonio, pero que se divorciaron, se separaron o enviudaron. Todas tienen hijos que mantener … (Entre las solteras) la pobreza y las dificultades financieras no necesariamente son la causa de la emigración a Alemania, puesto que la mayor parte de las mujeres inmigrantes pertenecen a la clase media y ganan lo suficiente para mantenerse … Aparte de mejores ingresos, tienen como aspiración oculta casarse con un extranjero bien establecido … Los problemas familiares pueden ser un importante factor que las lleva a emigrar, en particular a aquellas que estuvieron casadas o cohabitaron como parejas de hecho …En el marco de su historia de vida, la migración empezó cuando una relación familiar terminó ” [63]

Quienes tienen experiencia en prostitución transnacional “fueron introducidas en esta ocupación por sus predecesoras, amigas o familiares que trabajaban por fuera. Más tarde se casaron con extranjeros y vinieron de visita como mujeres con algo de riqueza” [64]. Incluso en la época de la prostitución para los militares, la de las estaciones de consuelo, no se pueden descartar del todo las razones no laborales. “Muchas mujeres tailandesas que emigraron a Alemania comparten una historia común … Habían sido mia chaos (esposa alquilada) de soldados norteamericanos durante la guerra de Vietnam. Después (de 1975) cuando las bases militares salieron de Tailandia, estas mujeres no pudieron, o no quisieron, encontrar un trabajo. Migraron a Bangkok y trabajaron en clubes nocturnos, bares o salones de masajes. En ese entorno, fueron estimuladas por amigas, trabajadoras sexuales migrantes, para unirse a la prostitución transnacional en Alemania. Desde mediados de los ochenta también ha habido mujeres sin antecedentes en la prostitución que se unen a la prostitución transnacional en Alemania. Malinee, Malika y Wimala pertenecen a ese grupo … Wimala tenía un novio extranjero que venía y pasaba sus vacaciones con ella todos los años … Muchas de ellas empezaron como prostitutas de puente aéreo (shuttle). Para quedarse más tiempo, tuvieron que buscar alemanes con los que pudieran casarse. Muchas trabajadoras sexuales inmigrantes se casaron con alemanes con este propósito (obtener la visa). A veces se trataba de un falso matrimonio … Después de un tiempo encontraron un hombre con el que realmente querían empezar una familia, entonces se divorciaron de sus esposos contratados y se casaron con maridos verdaderos” [65].

En otro estudio de caso, de cuatro prostitutas tailandesas en Hamburgo, se resumen las historias de Ngamnit, casada con un profesor alemán con el que tiene un hijo, Sawittre, casada con un programador de computadores, también germano, Srithong, casada con un ingeniero alemán con quien tiene una hija, y Malai, divorciada de un alemán [66].  No sería prudente, a partir de estos pocos casos, hacer inferencias para la totalidad de los intercambios sexuales entre tailandesas y alemanes, para sugerir que se trata de la situación típica. O para excluir la posibilidad de que exista tráfico en condiciones forzadas. El propósito de estas referencias es más modesto. Se trata de señalar que existen casos que no encajan en los guiones tradicionales. Son historias que tienen una lógica no sólo convincente sino inconsistente con la idea de tráfico forzado o la visión exclusivamente laboral. Además, encajan con la información agregada por países que muestra que las diferencias regionales en la incidencia de sexo venal se asocian más con las condiciones demográficas y matrimoniales que con los indicadores del mercado de trabajo. Se trata por lo tanto de historias que no se pueden ignorar. Sobre todo porque las políticas abolicionistas, o la reglamentación muy rígida, le puede hacer daño a este mercado de parejas de segunda mano, sin el cual las mujeres expulsadas por un entorno machista que buscan simplemente una nueva oportunidad para rehacer su vida no podrían alcanzar un objetivo para el que las educaron y ante el cual algunas no claudican: tener hijos y un varón que les colabore en la  crianza.

En la actualidad hablar simultáneamente de amor y sexo venal parece un despropósito. Como bien señala Francesco Alberoni, “el enamoramiento no puede desarrollarse cuando no dispone de un lenguaje mediante el cual expresarse” [67]. Entre las víctimas del tráfico cuyo único sentimiento políticamente válido sería algo como el síndrome de Estocolmo y, en el otro extremo, las trabajadoras centradas en los derechos que afectan su carrera, no ha quedado espacio para banalidades como el amor. Como no lo había en la China maoista, un ambiente también obsesionado con erradicar la prostitución empobreciendo el vocabulario para designarla.

Para las latinoamericanas que llegan al viejo continente a ofrecer toda una gama de servicios de cuidado –a los niños, a los ancianos, a los enfermos, en el hogar- y también sexo venal cabe la misma inquietud. Podría tratarse de mujeres que -huyendo de un entorno conservador, asfixiante y patriarcal, o de la falta hombres asociada a la violencia y los conflictos- buscan sus chances en mercados, de trabajo y parejas de segunda mano, en los cuales sus activos sean mejor valorados. “En el sentimentalismo que se da alrededor del desarraigo se olvida la miríada de posibilidades de sentirse miserable en casa.  Mucha gente está huyendo de los prejuicios pueblerinos, de trabajos sin futuro, de calles peligrosas, de padres sobre protectores y de novios violentos. La casa puede ser también un lugar aburrido y sofocante” [68]. Estas mujeres buscan mejores perspectivas económicas y, tal vez, rehacer sus vidas con algunos viejos no tan verdes, más responsables y ávidos de afecto que los compatriotas machistas dejados atrás. Es probable, aunque suene a herejía política, que un enamoramiento correspondido sea un paso definitivo hacia su verdadera emancipación. Sobre esta reconquista de Europa por iberoamericanas basada en el tezón y el amor y no en las armas existe bastante evidencia. Pero eso es otra historia.



[1] ver CEPED - CICRED - INED (2005).
[2] Chen (2005)
[3] Li et. al. (2005)
[4] Hudson y den Boer (2002)
[5] Ownby (2002) p. 241
[6] Ibid p. 242
[7] Citado por Ownby (2002) p. 244
[8] Hudson y den Boer (2005) pp. 208 a 212
[9] Naquin, Susan (1976). Millenarian Rebellion in China. The Eight Trigrams Uprising of 1813. New Haven: Yale Uiversity Press. https://kb.osu.edu/dspace/bitstream/1811/5983/12/TOCIntroEtc.pdf
[10] Bohr (2003)
[11] http://www.historikorders.com/chinaboxer.htm
[12] Citado por Wakeman (1977). “Rebellion and Revolution: The Study of Popular Movements in Chinese History”. Journal of Asian Studies, Vol 24 Nº2.
[13] Hudson y de Boer (2005) p. 223
[14] Bohr (2003) y http://en.wikipedia.org/wiki/Hong_Xiuquan
[15] Hudson y de Boer (2005) p. 223
[16] Hudson y de Boer (2005) p. 218 y 219
[17] Hudson y de Boer (2005) p. 214
[18] Ibid. p. 216
[19] Citado por Hudson y de Boer (2005) p. 213
[20] Sen (2000) p. 200
[21] “India's missing girls”, The Economist, Abril 17 de 2003
[22] Harris (1975)
[23] Rubio (2007a) pp. 165 a 197
[24] Hudson y de Boer (2005) p. 263
[25] Henriques (1965) p. 257
[26] Citados por Hudson y de Boer (2005) p. 214
[27] Thi y Hugo (2005)
[28] Duong et. al. (2005)
[29] “Hamburg's oldest brothel shuts as business slows”,  China Daily, Marzo 21 de 2008
[30] “Beijing to make condoms more accessible in hotels”. China Daily. Marzo 31 de 2008.
[31] Citado por Goodman (2003)
[32] NIC (2005) p. iv
[33] “La invasión asiática en Latinoamérica”. http://lanota.com.co/  21 de noviembre de 2008
[34] Para Cuba, ver Tchak (1999). Para República Dominicana, ver referencias y un diagnóstico sobre prostitución adolescente en Rubio (2008).
[35] Sobre la relación entre la prostitución en España por países de origen y las tasas de masculinidad de los inmigrantes, ver Rubio (2005). Datos más actualizados sobre desbalance por género en la emigración desde América Latina en CEPAL - OIJ (2008).
[36]  Rubio (2007)
[37]  “El conejo de la mafia - Un colombiano se ha convertido en el principal proveedor de coca y mujeres para los carteles mexicanos”. Semana – Noviembre 22 de 2008
[38]  Van Gulik (1996) p. 179
[39] Snyder (1973)
[40] Tournier (2003) p. 243
[41] Vallejo (2007) p. 146
[42]  Van Gulik (1961) pp. 173 a 175
[43]  Tournier (2003) pp. 192 a 198
[44]  Vallejo (2007) p. 151
[45]  Celis (2007) pp. 81, 90, 115 y 136
[46]  Surfistinha  (2007) pp. 15, 17, 24, 92, 105
[47] Celis (2007) p. 183
[48] Surfistinha (2007) pp. 115 y 116
[49]  Luzán, Julia (2007). “La cruzada sabrosa y verde de Jamie Olivier”. El País Semanal, Diciembre 7 de 2008
[50]  En Agustín (2008) se hace un inventario actualizado de la ya voluminosa literatura que no concuerda con el mito de las mujeres traficadas.
[51] Houellebecq (2001) p. 124
[52] Thorbek (2002) p. 32
[53] Ibid p. 32
[54] Ibid p. 32
[55] Ibid. p. 33
[56] Davidson, J y S.J. Taylor (1994). Sex Tourism–Thailand. ECPAT. Citado por Thorbek (2002) p. 33 y 34
[57] Thorbek (2002) p. 35
[58] Aldama (2004)
[59] Aldama (2004) p. 53
[60] Aldama (2004) pp. 63 a 68
[61] Aldama (2004) p. 94 a 97
[62] Morillot (2001) pp. 257 a 269
[63] Ruenkaew (2002) pp. 75 y 76
[64] Ruenkaew (2002) p. 78
[65] Ruenkaew (2002) p. 78 a 81
[66] Ratanaloan (2002)
[67] Alberoni (2006) p. 213
[68] Agustín (2002)