La necesidad de más recursos


¡Hágale, hermano!
Secuestro, narcotráfico y otras alegres audacias del M-19

La intensificación del conflicto, el propósito de llevarlo a las ciudades, la expansión territorial mediante el desdoblamiento de los frentes, los requerimientos de más y mejor armamento, el más intensivo entrenamiento militar y las mayores expectativas de enfrentamientos con el ejército requerían un volumen importante de recursos financieros. Varios años antes del desplome del bloque soviético, los fondos internacionales de apoyo a la subversión canalizados a través de Cuba estaban ya por fuera del alcance de los grupos colombianos, pues se estaban orientando de manera prioritaria hacia los conflictos en Centroamérica, uno de los frentes de batalla más activos de la guerra fría.

La ayuda voluntaria que los campesinos brindaban a la guerrilla nunca fue abundante [1]. Las actuaciones criminales esporádicas, como los asaltos a entidades bancarias, resultaban insuficientes para esta nueva etapa de la confrontación. Una posible alternativa era profundizar la financiación proveniente del secuestro, ampliando la cantera de potenciales víctimas. Algunos esfuerzos en esa dirección, liderados por el M-19, incluyendo a la nueva y pujante clase de los narcotraficantes en la lista de posibles secuestrables habían mostrado ser tan riesgosos que fueron abandonados, y reemplazados por pragmáticas alianzas. Es diciente al respecto la respuesta dada por los del M-19 a Pablo Escobar ante las sospechas de que eran ellos los responsables del secuestro del padre de su socio Luis Fernando Galeano. “Dígale a Galeano que nosotros ya sabemos lo que es secuestrar familiares de mafiosos. De eso ya estamos curados. Todavía nos acordamos de los que nos pasó con Martha Nieves Ochoa” [2]. Este incidente que, como se expone más adelante, terminó con la liberación del rehén gracias a los buenos oficios del M-19 ante las FARC también muestra que para esa época las relaciones con los narcos estaban ya en muy buenos términos. 

Además, los secuestros, o las tentativas, a los narcos habían contribuido a la conformación de un nuevo tipo de ejércitos privados, anti-subversivos, y bien financiados con la droga. Fuera de iniciativas notorias como la del grupo Muerte a Secuestradores (MAS), se puede citar un caso puntual pero ilustrativo y es el de Carlos Lehder que por varios años anduvo en Armenia prácticamente sin acompañantes para no despertar sospechas al hacer negocios y a raíz de un intento de secuestro, por el M-19, armó un importante ejército de escoltas privados. “Lehder contrató escolta personal. No le faltaron … entre seis y diez hombres que custodiaban … era notoria la caravana automotriz que le seguía, los hombres de la escolta andaban muy bien armados” [3].

Tales embriones de paras no permanecerían mucho tiempo ajenos al conflicto. Así, de rebote, el narcotráfico empezaba a perfilarse como una condición necesaria para sobrevivir una guerra interna en el cual algunas de las partes ya tenían acceso a ese pujante y aparentemente infinito recurso económico.

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[1] Ver Rubio (1998)
[2] COPP(  2002) p. 20
[3] Orozco (1987) p. 131