Sigo
prefiriendo el debate y los seminarios en la universidad. Y lo digo simplemente
para llamar la atención sobre lo mucho que un foro como el de LSV puede
aprender de allá. Con notorias excepciones, en la universidad alguien ya se
hizo cargo de los saboteadores y casi nunca la discusión se va por las ramas y
con malos modales, así quien exponga sus ideas esté desafiando otras.
Con
las actuales reglas del juego, el incentivo evidente para el bloguero es no
pararle bolas a los comentarios, o sea que no hay verdadero debate. Como, además, los foristas con quien pude
dialogar se cuentan con los dedos de una mano (e intuyo que mi caso no es el
único) la pregunta que me hago es si el debate no se ha convertido en realidad
en un simple ritual con más costos que beneficios.
Inquieta pensar que los foristas sean no sólo una franca minoría numérica sino, también, una
minoría con excesivo poder sobre las decisiones estratégicas y editoriales de
la Silla en detrimento de los lectores discretos, la mayoría ignorada. La
manera como, por ejemplo, unos pocos "free-riders" activistas lograron quitarle
cualquier posibilidad de dientes a la campaña de las donaciones es ilustrativa.
Se
da la tentación, imperceptible pero permanente, de satisfacer con lo que se
publica a una pequeña pero vociferante fracción del auditorio que, eso es
evidente, manifiesta su gusto por lo que quiere oir. Un buen ejemplo es el de “55 minutos de los falsos positivos” cuyo resumen del conflicto
colombiano es digno de un pasquín y no de un medio de comunicación serio.