Publicado en El Espectador, Enero 25 de 2018
Cingal, Elodie (2011). “Identifier la Violence Psychologique”. Thérapie et conseil en Séparation / Divorce. Blog, Fev 7
Según el
discurso victimista, la violencia psicológica, arma masculina, anuncia siempre
maltrato físico a las mujeres. Esa no es ni la mitad de la historia.
Hace unas
semanas encontré en twitter un simpático #NoSoyMandonaSoyLider y la alusión a
una pegajosa canción de mi infancia, cuyo origen no conocía y que me defraudó:
yo pensaba que era un vallenato dedicado a la esposa del compositor pero es una
copla política sobre la madre de Isabel II de España.
“María
Cristina me quiere gobernar / Y yo le sigo, le sigo la corriente / Porque no
quiero que diga la gente / Que María Cristina me quiere gobernar” ha sido por
años el lamento de varios hombres de mi entorno. Una tira cómica dominical,
Educando a Papá, en la que Ramona mangoneaba a Pancho, ilustraba la figura de
la esposa mandona, que fue corriente en mi casa, y en la de algunos familiares.
La impronta que me quedó es que las mujeres no siempre son víctimas: muchas se
adaptan al entorno para defender, negociar o imponer sus intereses ante
quienes, definitivamente, no somos Donald Trump, Harvey Weinstein o “Él”.
Un escenario
similar se repitió después para amigos cercanos con quienes, a ratos, nos toca
luchar para no ser gobernados. Supe que novios jóvenes aún entonan la canción
con el enredo que, a diferencia de lo que ocurría generaciones atrás, ahora el
poder femenino en la pareja a veces se ejerce con actitud de víctima. Catherine
Millet, firmante del manifiesto francés contra el #MeToo, anota que “en la
clase media, las mujeres cuentan con un gran poder. En la esfera doméstica, a
menudo son ellas quienes imponen su voluntad dentro de la pareja".
La última
Encuesta Nacional de Demografía y Salud corrobora mi inquietud: la caricatura
de la mujer totalmente sometida debe revaluarse. De los tipos de violencia de
pareja considerados allí, psicológica, económica, física y sexual, la primera
es más extendida que las otras y, sobre todo, es la única que los colombianos
reportan sufrir más que las mujeres, 74% contra 64%. Además, la proporción
masculina de afectados por agresiones psicológicas es cada vez mayor. María
Cristinas o Ramonas mandonas existen, son muchas y están al alza.
No es
prudente trasladar asimetrías de poder del trabajo a la casa. Es factible que
haya empleadas explotadas o acosadas en la oficina que reinen en el hogar. O al
revés, como reveló un fallo compensatorio por violencia psicológica doméstica a
favor de una poderosa magistrada. Lo que estos datos sugieren es que, al lado
de unos cuantos matones que insultan y golpean a su cónyuge, casi siempre por
celos, hay peleas y desacuerdos de pareja que no se resuelven dialogando sino
con el recurso, de ambos, a tácticas tenaces para equilibrar las cargas, o
salirse con la suya. El escenario de la eterna dominada es una fábula de
dogmáticas y pendencieras, las feministas que pasaron de moda.
Al
desagregar la violencia psicológica en dos componentes, los reclamos por celos
y lo demás, se encuentra que el aumento, y la razón por la cual los hombres se
sienten cada vez más afectados psicológicamente es por el milenario motivo de
disputa en la pareja: la pasión inconfesable vetada por las militantes y la
burocracia. Jamás se me ocurriría plantear que con el acceso a la educación y
al mercado laboral las mujeres se volvieron más celosas. Es más parsimonioso
conjeturar que la carta blanca que tenían los varones emparejados para flirtear
con tranquilidad se redujo y ahora se sienten relativamente más restringidos,
algo como “quién fuera mi tío, Berlusconi, Turbay o López”. Las mujeres ya
conocen el mundo laboral con sus peligros y el nivel de tolerancia con los
sinvergüenzas se redujo. Las nuevas tecnologías, que facilitan infidelidades,
son también un arma de doble filo que permite un seguimiento de las aventuras
extramaritales que las cornudas de antaño jamás imaginaron. Mucho coqueteo,
pero más celular y mayores chances de caer. Una mujer en un avión desbloqueó el
celular con el dedo de su marido dormido y confirmó que le era infiel.
La demás
violencia psicológica muestra niveles similares entre mujeres y hombres por
cohorte, educación, riqueza o edad de la primera unión. La única brecha,
desfavorable a ellos, es el número de uniones previas, cada una con su paquete
de enredos. En los datos también aparecen diferencias enormes en la incidencia
de celos y violencia psicológica por departamentos, casi de uno a tres. Toca
aterrizar y refinar el discurso sobre el patriarcado, de rancia estirpe
culturalista, para entender lo que ocurre en las distintas regiones y
poblaciones de una nación multicultural.
Volviendo a
la canción de María Cristina, la importancia de los celos concuerda con lo que
yo pensaba era su origen: un compositor vallenato bien mujeriego que con mucho
descaro interpretaba cualquier queja de su esposa por sus aventuras como afán
por gobernarlo.
Cingal, Elodie (2011). “Identifier la Violence Psychologique”. Thérapie et conseil en Séparation / Divorce. Blog, Fev 7
EP (2017). "La ira de una mujer engañada por su esposo obliga a desviar un avión". El País, Nov 9
Neira, Armando (2017) “La violencia psicológica en el hogar es atroz: Magistrada”. El Tiempo, Julio 30
Neira, Armando (2017) “La violencia psicológica en el hogar es atroz: Magistrada”. El Tiempo, Julio 30
Vicente, Álex (2018). “Hay que dejar de creer que la mujer siempre es una víctima”. Entrevista a Catherine Millet. El País, Ene 13