Publicado en El Espectador, Febrero 8 de 2018
El Viagra
demuestra que la sexualidad masculina es más simple que la femenina.
En España
causaron sensación dos noruegas, autoras de El
libro de la Vagina, que pretenden derrumbar mitos sobre la sexualidad
femenina. Recordaron que en muchas parejas los hombres llevan la iniciativa
sexual y recomiendan diferenciar el deseo espontáneo del reactivo. La mayoría
de mujeres, anotan, “necesitan preliminares para encender los motores. Muestran
escaso interés por el sexo y rara vez toman la iniciativa en la cama, aunque
tienen la capacidad de disfrutar del sexo una vez que se ponen en marcha”. En
síntesis, descubrieron que el agua moja.
Quienes
crecimos libres de ciertos dogmas feministas sabemos, no desde kinder pero sí
desde bachillerato, que el hombre impulsivo, siempre listo, debe recurrir a
preámbulos, charla y caricias para estimular el deseo femenino.
El Viagra
revolucionó no solo el tratamiento de la impotencia masculina. Al inducir la
búsqueda de un remedio contra la frigidez, hizo palpable la ignorancia sobre
esa afección: múltiples intentos de las farmacéuticas para despertar la líbido
femenina fallaron. Este fracaso prueba que las mujeres son sexualmente
distintas a los hombres y que esa diferencia no es sólo cultural. El Viagra,
útil en cualquier rincón del planeta, destaca lo pasmosamente sencilla y
primitiva que es la sexualidad masculina, siempre con ganas. Cuando falla, se
arregla con un artificio mecánico, como quien infla una llanta pinchada. La
sexualidad femenina es bastante más compleja, impredecible y sofisticada, pues
reside sobre todo en el cerebro, no tanto en los genitales. Por eso ha sido
tradicionalmente reprimida.
En Annie
Hall, de Woody Allen, hay una escena memorable. En una pantalla dividida, ella
por teléfono, él en un diván, le responden al analista la misma pregunta: ¿con
qué frecuencia se acuestan ustedes?
- Annie : ¡Constantemente!,
yo diría que unas tres veces a la semana
- Alvy : ¡Casi
nunca!, si acaso unas tres veces por semana.
Con los
mismos tres polvos semanales, ella manifiesta estar saturada y él abandonado
sexualmente. No es difícil adivinar quién lleva la iniciativa en esa pareja. En
las colombianas, sin el psicoanalista, la misma escena debe repetirse. Según
una encuesta del 2008, "3 o 4 veces por semana" es la frecuencia más
reportada. Hace unos años especulé que ese supuesto equilibrio es en realidad
el punto intermedio inestable de una perpetua negociación: si fuera por los
espontáneos, el sexo aumentaría en cantidad, con calidad decreciente; si
dependiera de las reactivas, ocurriría lo contrario.
Como Alvy,
los colombianos deben sentir que les faltan polvos. Por eso lo piden, y ellas
lo dan, pero no siempre. Para interpretar la asimetría, la militancia pregona
que cuando él quiere y ella no, él la obliga. La ley ahora contempla la
posibilidad de violación por el esposo o compañero habitual, confirmando que
existe un desbalance. Pero se puede imaginar un escenario más afectuoso y
consensual. Como él, simplón, no requiere estímulos, toma la iniciativa. No
sólo lo pide, acude a sus herramientas de seducción: "llevamos marras sin
hacerlo, tranquila, ya se durmieron", caricias, susurros, penumbra,
música… hasta que ella acepta, y le gusta.
Una década
antes de las autoras noruegas, Meredith Chivers, sexóloga experimental, sugirió
que las ganas masculinas pueden despertar el deseo femenino. Ejemplo extremo
son algunas strippers: realmente las
excita tener hordas de admiradores lascivos. Las obsesionadas por la autonomía y
el consentimiento milimétricamente coordinado no se tragarán ese sapo. Pero según
las sexólogas experimentales así funciona la líbido femenina: más basada en
darlo que en pedirlo. En pareja, es algo como "no lo había pensado, pero
si quieres, hagámoslo", para terminar ambos gozándolo. Cabe un paralelo
con innumerables compromisos familiares, o planes promovidos por ella. Él no
quiere, le da pereza, hartera, pero por darle gusto acepta, para acabar
disfrutando juntos algo que a él le aburría. Así, entre concesión en esto por sacrificio
en aquello, con cariño, se mantiene un armonioso ambiente de reciprocidad.
El exceso de
ganas masculino beneficia a las mujeres. Incrementa el chance de los indudablemente
saludables orgasmos, con su gloriosa carga de oxitocina. Algunas se las arreglan
para ver en algo tan natural como el desbalance en el deseo un violento complot
contra ellas. Pero sin esa asimetría muchas mujeres, como los viejitos sin
Viagra, tendrían poco sexo. Y sería a la antigua, como recomiendan los curas: una
vez al mes, cerca de la ovulación, en el pico de la fecundidad y del deseo. Además
de la píldora, el impulso varonil ha sido clave para separar sexualidad de
maternidad. Sobre los inconvenientes del superávit de ganas varonil sería
redundante insistir. Hay sobre oferta de quejas que siguen ignorando la
naturaleza, cuando el desafío es entenderla para civilizarla, alterando el
entorno. Con extraordinaria flexibilidad, el homo sapiens siempre ha logrado adaptarse a situaciones cambiantes.
Abundancia, Rita (2018). “El himen como prueba de virginidad y otros mitos que desmontan estas dos noruegas”. El País, Ene 30
Bergnerjan, Daniel (2009). “What Do Women Want?”. The New York Times, Jan 22
Angier, Natalie (1999). Woman. An Intimate Geography. London: Virago
C-EE (2008). “Cómo viven los colombianos su sexualidad”. Encuesta Caracol Radio, El Espectador, y Canal Caracol. Detalles
Para las personas políticamente sensibles, un "waiver" por mencionar a Woody Allen:
Rubio, Mauricio (2001). "Sexo en Colombia: ellos lo piden, ellas lo dan". La Silla Vacía, Agosto 30
Chivers, Meredith, Gerulf Rieger,Elizabeth Latty & and J. Michael Bailey (2004) “A Sex Difference in the Specificity of Sexual Arousal”. Psychological Science, Volume 15, Number 11, November 2004 , pp. 736-744(9)
Chivers, Meredith (2005) “A brief review and discussion of sex differences in the specificity of sexual arousal”. Sexual and Relationship Therapy Vol 20, No. 4, November.
Chivers, Meredith & J. Michael Baileyb (2005). “A sex difference in features that elicit genital response”. Biological Psychology, Volume 70, Issue 2, October, pp. 115-120
Para las personas políticamente sensibles, un "waiver" por mencionar a Woody Allen:
Freeman, Hadley (2018). “Actors are lining up to condemn Woody Allen. Why now?”. The Guardian, Feb 3.
Rubio, Mauricio (2001). "Sexo en Colombia: ellos lo piden, ellas lo dan". La Silla Vacía, Agosto 30