Publicado en El Espectador, Febrero 9 de 2017
No sólo la derecha es clasista, hay una
izquierda simplemente más selectiva, y taimada.
Javier Marías criticó en una columna la
decisión del gobierno catalán de excluír uniformados de la celebración de las
navidades, para que los niños no los vieran. La alcaldesa Ada Colau quiere una
ciudad desmilitarizada, un verdadero “espacio seguro” para que los menores no
perciban nada relacionado con la Fuerza Pública. Para Farías, se trata de un
“comportamiento teñido de señoritismo”, un vicio contagioso entre progresistas
cuando llegan al poder y se comportan con los cuerpos de seguridad “como los
más rancios señoritos trataban antaño al servicio, es decir, a los criados, más
antiguamente a los siervos”. El mensaje antes era claro, transparentemente
clasista. “Ustedes están a nuestro servicio. Sí, son los que hacen que la casa
funcione y esté limpia y en orden, los que lavan la ropa y cocinan, quienes
cuidan de nuestros niños cuando estamos ocupados. Pero en las celebraciones y
en las fiestas ustedes deben desaparecer. Las posibilitan con su trabajo, pero
no les toca disfrutar de ellas. Es más, su presencia las afearía y desluciría.
Que asistieran nos produciría vergüenza, estaría mal visto por nuestros
invitados”.
Ahora la molestia es más sutil, y a
nombre del pueblo. Pero la esencia es la misma. Quienes más se benefician de
los servicios de seguridad, con protección armada y escoltas, quienes solicitan
su presencia en cuanto surge alguna emergencia, una amenaza o cualquier
desorden callejero consideran que esos mismos servidores públicos no son dignos
de confraternizar con esa infancia que deben cuidar y proteger con particular
delizadeza. No es la primera vez que la alcaldesa de Barcelona desaira a
representantes del ejército. En la inauguración del Salón de la Enseñanza, a
principios de 2016, les comunicó a los militares que se acercaron a saludarla
que su presencia no era bien vista en el evento. Lo paradójico es que, con el
desplante, el estand del Ejército en el evento estuvo “a rebosar entre curiosos
y personas” que se acercaron a expresar su apoyo. La incomodidad que le
producen los uniformados sólo la alivia el nacionalismo. La Colau tiene en su
nómina a Amadeu Recasens, Comisionado de Seguridad, quien defendió hace unos
años la creación de una milicia cuyo embrión debían ser los Mossos d’Esquadra,
equivalente autonómico de la Guardia Civil.
El taimado clasismo de la burgomaestre barcelonesa
es parecido al de la pazología colombiana, que ha ignorado olímpicamente el
aporte definitivo de las Fuerzas Armadas para que la guerrilla se sentara a la
mesa de negociaciones. Parecería que nada ocurrió desde el fracaso del Caguán,
y que las FARC simplemente esperaron una contraparte progre y más familiar. El
desprestigio reciente de la acción armada es total: quienes hicieron la tarea
sucia que se escondan, nadie quiere guerreros, por favor. Es la misma reacción
de la elegante señorita descrita por Marías que una vez servida se avergüenza
de sus criados y los desprecia.
El clasismo intelectual con el ejército
colombiano va más allá. Ha sido común una escena asimilable a la habitual en
elegantes residencias: acusaciones apresuradas y temerarias a la servidumbre
cuando se pierde algo de valor. No sólo toca esconder a las criadas, también es
necesario hacerles entender que su desafortunada situación no es disculpa para
delinquir. Basado simplemente en su capacidad para imaginar conspiraciones,
Alfredo Molano no tuvo reparo en responsabilizar a los uniformados del ataque
al Palacio de Justicia. “La toma estaba anunciada y se le despejó el camino
retirando la Policía del palacio un día antes… fue la fuerza pública la que
emboscó a la guerrilla, la dejó entrar a la ratonera para liquidarla y de paso
liquidar como autoridad el gobierno de Belisario”.
No conozco historias domésticas de
patrones que, además de acusar de delincuente a quien les sirve, manifiestan su
admiración por los ladrones callejeros. Pero sí existe esa variante del
clasismo antimilitarista. El mismo Molano, embriagado por la firma del acuerdo
de paz, cuenta que sólo otros dos momentos del conflicto produjeron en él “esa
alegría plena, esa que llena el pecho y eriza el cuero”: la Constitución del 91
y “cuando los guerrilleros del M-19 salieron en avión para Cuba después de
haberse tomado la Embajada de República Dominicana”. Una toma de rehenes
exitosa genera júbilo inmortal.
Es difícil saber qué es lo que estos
intelectuales aversos a las armas -cuando no son de izquierda- esperarían que
haga el gobierno si tuvieran que exilarse por amenazas de algún guerrero. Convencidos
pacifistas, tal vez sólo querrán que algún burócrata mande un enérgico
memorial.
CG (2016). “Colau paga 95.000 euros al ideólogo del Ejército catalán”. Crónica Global, Mar 11
Hora20 (2012). "¿El Ejército debe pedir perdón, como dice Tribunal Superior, o al Ejercito hay que pedirle perdón, como dice Presidente Santos?". Caracol Radio, Feb 1
Marías, Javier (2017). "El servicio y la señorita". El País Semanal, Ene 15
Hora20 (2012). "¿El Ejército debe pedir perdón, como dice Tribunal Superior, o al Ejercito hay que pedirle perdón, como dice Presidente Santos?". Caracol Radio, Feb 1
Marías, Javier (2017). "El servicio y la señorita". El País Semanal, Ene 15
Molano, Alfredo (2015). “Toma de posición”. El Espectador, Nov 7
Molano, Alfredo (2016). "Carta a Antonia". El Espectador, Jun 25
Molano, Alfredo (2016). "Carta a Antonia". El Espectador, Jun 25
Semana (2012). “Ex del M-19, obligados a pedir perdón público por toma del Palacio de Justicia”. Semana.com, Feb 6