Publicado en El Espectador, junio 14 de 2018
Benegas y Blanco (2018). "Suecia y el suicidio social: la sutil pero temible revolución". Disidentia, Marzo 18
Hodgson, Geoffrey (2018). Wrong Turnings. How the Left Got Lost. Chicago University Press
Rubio, Mauricio (2014). “Ilegales, Hongos y Levadura. Reseña de La Tiranía de los Expertos de Willam Easterly con una crítica a dos trabajos de expertos”. Revista de Economía Institucional, vol. 16, n.º 31, pp. 359-408
Más seguro afirmar que
Duque es de derecha que apostarle al izquierdismo de Petro.
Esa asimetría existe desde
1789, cuando se acuñaron en la asamblea francesa los términos que dividen el
voto. “Los leales a la Iglesia y la monarquía se sentaban a la derecha para
evitar los gritos, insultos e indecencias que reinaban en al lado opuesto”.
La izquierda buscaba
cortarle prebendas a la aristocracia y a la Iglesia, con cámara legislativa
única de representantes elegidos por voto popular, exclusivamente varonil.
Proponían un gobierno basado en los derechos naturales y la voluntad del
pueblo, no en la religión ni la tradición. La derecha quería preservar
priviliegios de las élites, una cámara alta no elegida y restricciones
patrimoniales para el voto. Un historiador resume las discrepancias: “la
izquierda enfatizaba los derechos indivduales: libertad de expresión, reunión y
culto, derecho a la propiedad y tratamiento igual ante la ley. La derecha
buscaba limitarlos”.
El marxismo cambió drásticamente
el rol ideal del Estado en la producción. La izquierda original proponía
economía de mercado, con pequeños propietarios individualistas. Bajo la
monarquía, los revolucionarios sufrieron los monopolios estatales y la
concentración de poder. Querían eliminarlos. Defendían la propiedad privada –su
casa, parcela o taller- de manera extremadamente egoísta.
La derecha, aristocrática o
religiosa, había disfrutado la intervención y regulación estatales, los
monopolios y las rentas. La izquierda los había sufrido y consecuentemente
buscaba “un estado mínimo cuyo rol se limitara a la defensa nacional y a la
administración de justicia”. O sea, la receta de Robert Nozick, declarado
cavernario por la izquierda contemporánea, que también estigmatizó a un defensor
de las libertades individuales, más acorde con la izquierda antiestatista que
con la derecha rentista: Friedrich Hayek. Los revolucionarios hubieran
rechazado tanto el comunitarismo actual como el engorroso intervencionismo que
también defraudó a la plutocracia.
La izquierda posmarxista no
debería deformar la esencia del voto popular reaccionario. En Colombia, un
gigantesco sector informal le tiene aversión a todo lo que implique tributación
y regulación estatal diferente de ayudas y subsidios. Pequeños comerciantes,
artesanos o campesinos no son proletarios sindicalizados, menos aún grandes
empresarios, y apoyan tranquilamente a quien solo les ofrezca justicia y orden.
Para lo demás se bandean sólos. Como no tributan no les importa la corrupción,
pero es una infamia acusarlos de impulsar la guerra.
Los socialistas utópicos
abrieron el camino para el creciente rol estatal. Saint-Simon planteó que la
ciencia, dirigida por autoridades públicas, mejor castrenses, reduciría el
desperdicio del sector privado. Siguiendo a Bentham, Roger Owen propuso como
objetivo maximizar la felicidad con intervenciones paternalistas. Argumentaba
que los individuos son el resultado de su entorno social. Bastaba tratarlos con
simpatía y bondad para que respondieran con diligencia y lealtad. La libertad y
autonomía pasaban a segundo plano. Había que reformar el sistema económico,
social, político y cultural. Educada correctamente, esa “nueva gente” formaría
asociaciones con intereses comunes que garantizarían trabajo productivo y buen
comportamiento ciudadano.
La dirigencia que mejor
recogió los planteamientos originales de izquierda y el socialismo utópico fue
la sueca. Consciente del lío de estatizar la producción, su burocracia optó por
la ingeniería social de Owen relanzada en los años treinta por Alva y Gunnar
Myrdal, académicos que combinaron “lo mejor del capitalismo con lo mejor del
socialismo” y acabaron inspirando el New
Deal de Roosevelt. No es coincidencia que los suecos le otorgaran en 1974
el Nobel de economía a Myrdal, intervencionista intenso, compartido con Hayek.
Un principio básico y
ubicuo del modelo sueco ya lo adoptó el progresismo global: superar el odio.
Para lograrlo, no puede haber dependencia ni roces entre gente que, a pesar del
cambio cultural, sigue siendo individualista. Por eso el estado de bienestar “independiza
a cada persona de las demás, proporcionando la verdadera libertad. Esto implica
la ruptura de los lazos familiares”. La vanguardia también plantea que la
familia tradicional es jerárquica y heteropatriarcal, no democrática; debe
evolucionar para que la gente dependa profundamente del Estado, liberada de
relaciones conflictivas, o protegida si es víctima. La Sociedad Humana
reemplaza la selva competitiva.
Lejos de Suecia tanto en
desarrollo como en estructura familiar, gane quien gane el domingo, Colombia
seguirá avanzando más lentamente que la corrupción. No volverá la guerra con la
que espanta la izquierda pacifista desde la reelección de un oligarca camuflado,
ni llegará la seguridad jurídica que sueña la derecha. Desafíos como el medio
ambiente y la desigualdad se pueden enfrentar parcial y privadamente, sin
revolcar instituciones, ni reescribir la historia patria, ni aumentar la
intromisión burocrática: usando la bici, reciclando, consumiendo menos carne,
pagando impuestos y recompensando mejor los servicios informales que
disfrutamos. El Gini depende de todos, Santrich o los cultivos ilícitos no:
serán problema del nuevo gobierno, que usará zanahoria de izquierda o garrote
de derecha.
* Facultad de
Economía – Externado de Colombia
Benegas y Blanco (2018). "Suecia y el suicidio social: la sutil pero temible revolución". Disidentia, Marzo 18
Easterly, W. The tyranny of experts. Economists, dictators and the forgotten rights of the poor, Nueva York: Basic Books, 2013.
Hodgson, Geoffrey (2018). Wrong Turnings. How the Left Got Lost. Chicago University Press
Rubio, Mauricio (2014). “Ilegales, Hongos y Levadura. Reseña de La Tiranía de los Expertos de Willam Easterly con una crítica a dos trabajos de expertos”. Revista de Economía Institucional, vol. 16, n.º 31, pp. 359-408