Publicado en El Espectador, Julio 5 de 2018
Las2orillas (2017). "Cuando Marta Lucía Ramírez tenía las piernas más cotizadas de Colombia". Septiembre 15
Guerrero, Nathalia (2018). “Marta Lucía Ramírez de vicepresidenta es una derrota para el feminismo colombiano”. Vice, Junio 20
Algunas
feministas celebran poco los logros de las mujeres. Como víctimas, su consigna
es reclamar, exigir, siempre pedir más.
De los
diecisiete ministerios del gabinete socialista de Pedro Sánchez, nuevo
presidente español, las mujeres obtuvieron once, incluyendo carteras
tradicionalmente masculinas como economía, hacienda o interior. En lugar de
festejar, la feminista Marta Fraile anotó que este excepcional grupo ha logrado
romper el llamado techo de cristal,
pero que su trabajo y resultados se juzgarán “con mayor severidad y de forma
más negativa que los de los hombres”. Así, las pobrecitas ministras acabarán “atrapadas
en el acantilado de cristal”: esa
incómoda situación de incertidumbre, percepción de peligro y miedo al fracaso
que produce en las mujeres “niveles de estrés y presión muy elevados”,
insoportables. El drama es tan evidente que no requiere elaboración. Le faltó
agregar que volverán a la casa cada noche a lavar y planchar.
El feminismo
local tampoco celebró que una mujer resultara elegida por primera vez, y por
voto popular, vicepresidenta de Colombia. Marta Lucía Ramírez (MLR) anunció que
trabajará incansablemente por todas las mujeres –“campesinas, blancas, negras,
indígenas“- pero fue boicoteada en redes sociales. Feministas de varias
regiones le espetaron que se equivocaba al creerse representante de todas las
colombianas. No solo le reprocharon su posición conservadora ante la adopción
gay y el aborto sino que la tildaron de sanguinaria, machista e ignorante. MLR “no
me representa como mujer, no me representa como feminista” sentenció una de
ellas. “Me reafirmo en algo muy simple: no debemos celebrar a una mujer por el
hecho de ser mujer, ni celebrar sus triunfos como un triunfo de todas las
mujeres”, confirmó otra mandando al diablo la supuesta sororidad femenina
universal.
Lo insólito
es que este contundente rechazo se produjo antes de que la nueva vicepresidenta
propusiera políticas específicas, o programas para la mujer. A pesar de la
retórica sobre las ventajas de la educación femenina, no importó su desempeño
académico y profesional: graduarse con las mejores notas, pagarse la carrera, hacer
varias especializaciones. Quienes no cesan de machacar la necesidad de
tolerancia e inclusión se oponen doctrinariamente a una mujer por sus ideas. En
estos reclamos está implícita la solicitud de prohibír que alguien de derecha
ocupe cargos públicos reservados para personas realmente comprometidas y
sensibles a los intereses del pueblo y la puebla. Al protestar buscan que la
ley deje de ser igual para todas y se convierta en privilegio: para ejercer
ciertos cargos públicos se requeriría una ideología específica y algunos votos
deberían contar más que otros.
Sería
ingenuo pensar que la quejadera perpetua de lo que Javier Benegas denomina
“feminismo corporativo” (FC) es asunto de pureza ideológica, de búsqueda de
perfección en unas relaciones de género idealizadas. Las plañideras también
tienen una agenda más pedestre: promover sus propias carreras. Para Benegas, “resulta
bastante sospechoso que se ponga el foco en determinados sectores
profesionales, casualmente aquellos que resultan más cercanos y atractivos a
las activistas… La razón es sencilla, el FC es por definición un movimiento
elitista, integrado por mujeres de clase media que aspiran a mejorar su
posición por encima de sus méritos. Son personas que buscan en el activismo su
ascensor social… Raro es ver movilizaciones similares en actividades que
resultan de escaso interés para las activistas”.
La taimada
competencia incluye el acceso a ayudas y beneficios repartidos por un sector
público empeñado en rescatar víctimas marginadas y sometidas. Así se trate de
once poderosas ministras que, a pesar de ser socialistas y representar a todas
y todos, serán discriminadas. Marta Fraile, la aguafiestas de la celebración
por un gabinete con tan alta proporción de mujeres, hace parte de esa
privilegiada burocracia que dedica su vida a detectar minucias, cristales y
micromachismos que impiden alcanzar una engañosa y siempre trunca igualdad.
Es bien
probable que las militantes mal representadas por MLR también hagan parte de
ese corporativismo burocrático y académico que, además de lamentarse, aprovecha
los recursos destinados a mejorar la situación de la mujer. La tirria del feminismo
progre con la nueva vicepresidenta es triple. Primero, fue modelo publicitaria,
una herejía mayor. Segundo, los anunciados y anhelados fondos para reconstruír
a Colombia y alcanzar la paz con enfoque de género cambiarán de beneficiarias,
alejándose de La Resistencia. Tercero, porque “no hay nada que desagrade más a
las nuevas feministas que las mujeres esforzadas, esas que, motu proprio,
trabajan duro en vez de sumarse a su causa”. La militancia debe añorar a Astrid
Cristancho quien, a pesar de su monumental descache, la fallida denuncia por
acoso contra el defensor del pueblo, no fue despojada de su apresurada vocería
de las víctimas del patriarcado: tiene pésimo currículo pero enorme capacidad
para quejarse y manipular información en función de las luchas feministas.
*
Facultad de Economía – Externado de Colombia
Benegas, Javier (2018). “El feminsimo corporativo: una verdadera lacra social”. Disidentia, Junio 12
Fraile, Marta (2018) “El acantilado de cristal”. El País, Junio 12
Las2orillas (2017). "Cuando Marta Lucía Ramírez tenía las piernas más cotizadas de Colombia". Septiembre 15
Guerrero, Nathalia (2018). “Marta Lucía Ramírez de vicepresidenta es una derrota para el feminismo colombiano”. Vice, Junio 20