Publicado en El Espectador, Enero 31 de 2019
Un antídoto contra las sugerencias
ilusas y legalistas podría ser Mis Años
de Guerra, de León Valencia, ex eleno autor del mejor relato autobiográfico
sobre la complejidad de la confrontación armada. “En la guerrilla anidaba
también la desmesura, una suerte de alucinación idealista”. Es ilustrativa la referencia
a combatientes del M-19 cuando volvieron de Cuba, a donde habían viajado para
evaluar el ataque al Palacio de Justicia. El ELN acogió a Álvaro Fayad quien admiraba
la fuerza del grupo en la Costa. “Decía que la estábamos desperdiciando” e imaginaba
“la toma de Sincelejo como parte de una campaña militar con iniciativas
similares en el sur del país. No lo veía difícil”. La mayor hecatombe del
conflicto no disuadió de la violencia al grupo insurgente considerado modelo de
apertura y disposición al diálogo político. Esta anécdota y la historia del ELN
deberían bastar para calibrar la posibilidad de negociar con rebeldes
mesiánicos, que además son mafiosos, e invitar a las barras bravas de la paz a que
aterricen.
El carro bomba del ELN en la Escuela de
Policía debería contribuír a que bajen de la nube quienes daban por descontado
un acuerdo con una guerrilla pródiga en fanatismos.
“Todo policía o militar enemigo es un
objetivo de guerra. (Los culpables) deberán ser pasados por las armas o
degollados. Es recomendable emplear el degüello de estos entes infrahumanos”. Con
estos lineamientos de Federico Krutwig en Vasconia
nació ETA. El mismo político afirmaba que “para un pueblo oprimido, es
imposible entrever otra posibilidad que la liberación nacional”. La misión es liquidar
el sistema opresor, nunca llegar a acuerdos conducentes a reformas.
La autojustificación de las acciones
armadas deshumaniza y radicaliza el enfrentamiento con el enemigo, que se deslegitima
y termina siendo culpable por las acciones propias, así sean demenciales. Es
común asignarle a las víctimas intenciones imaginarias que justifiquen eliminarlas.
Al reconocer la autoría del atentado, el ELN acusó al gobierno por no darle “la
dimensión necesaria al gesto de paz" y alegó que mataba a quienes "luego
realizan inteligencia de combate y conducen operaciones militares".
La violencia se convierte en “imperativo
ritual”, casi un fin en sí misma. Conlleva autoafirmación, legitimación y
cohesión interna del grupo; “da confianza y realidad a una causa que es remota
e intangible… (es un) sacramento inmolatorio (que) engrendra mártires”. La
reflexión anterior, también referida al terrorismo etarra, ayuda a entender la
lógica del ELN, cuyo himno proclama “¡Ni un paso atrás… liberación o muerte!”. El
fanatismo fundacional no se esfumó, sigue siendo característico del grupo.
Roberto Sancho Larrañaga, español especialista
en conflictos e historiador de la UIS compara los inicios de ETA en Euskadi con
los del ELN en Santander. Señala varias similitudes: procedencia urbana, clase
media universitaria y, sobre todo, fuerte raigambre católica. En ambas organizaciones
tuvieron importancia definitiva sectores de la iglesia inmersos en entornos con
aguda problemática social. Un ícono del ELN es Camilo Torres, líder contestatario
citadino que terminó inmolándose como guerrillero.
A través de Golconda, con la Teología
de la Liberación, un sector de la Iglesia Católica participó en el movimiento
subversivo. La zona de San Vicente del Chucurí, donde el cura Torres hizo
contacto con la cúpula del ELN, se convirtió en un santuario de la Unión
Camilista. No es coincidencia que los españoles Manuel Pérez y Domingo Laín,
personajes claves en la evolución de esta guerrilla, fueran sacerdotes. El cura
Pérez “no se arrenpentía de nada. Podía sufrir los reveses más aplastantes pero
quedaba convencido de haber obrado como tenía que obrar”, seguramente guiado
por designios divinos. El Enemigo, con mayúscula, era ubicuo como el diablo. El
ejemplo de Camilo atrajo por décadas incorporaciones a la guerrilla “por la
causa de Cristo y la redención del pueblo colombiano”. Los ajusticiamientos
internos se veían como un proceso de purificación. Uno de los muchos intentos
fallidos de diálogo se denominó “Acuerdo de Puerta del Cielo”. El talante
religioso abarcó las relaciones de pareja: por varios años se impuso el
celibato, la homofobia era explícita y radical.
Un fundamentalismo tan bien cultivado lo
complementaron décadas de guerra sucia e ingentes recursos provenientes de
actividades criminales, como el narcotráfico o sofisticados métodos para
negociar, no la paz sino extorsiones y secuestros.
La reciente acción terrorista generó
una avalancha de opiniones, no violentas ni religiosas pero igualmente
delirantes: desde recordarles a curtidos criminales su nuevo error político, exhortándolos
a respetar la ley y la jurisprudencia, hasta percibir otra oportunidad para
dialogar. Nostálgicos compungidos por la llave de la paz echada al fondo del mar,
intelectuales con reiterada aversión al trajín político y burocrático, incluso ex
funcionarios partícipes en marrullerías con el voto o flagrantes infracciones
al código penal, por ejemplo en operativos contra grandes capos, se rasgan las
vestiduras ante el incumplimiento de un protocolo secreto.
Broderick, Joe (2000). El guerrillero invisible. Intermedio
Duque Gómez, Diana (1992) “El ELN y la Teología de la Liberación”. El Tiempo, Junio 26
EFE (2018) “ELN se atribuye la autoría del atentado contra la Escuela General Santander”. El Espectador, Ene 21
ET (2019). “Este es el protocolo pactado para salida de Eln de país de diálogos”. El Tiempo, Ene 21
Sancho Larrañaga, Roberto (2003). Guerrilla y terrorismo en Colombia y España: Eln y Eta. Editorial UNAB
Valencia, León (2008). Mis años de Guerra. Norma
Duque Gómez, Diana (1992) “El ELN y la Teología de la Liberación”. El Tiempo, Junio 26
EFE (2018) “ELN se atribuye la autoría del atentado contra la Escuela General Santander”. El Espectador, Ene 21
ET (2019). “Este es el protocolo pactado para salida de Eln de país de diálogos”. El Tiempo, Ene 21
Sancho Larrañaga, Roberto (2003). Guerrilla y terrorismo en Colombia y España: Eln y Eta. Editorial UNAB
Valencia, León (2008). Mis años de Guerra. Norma