Publicado en El Espectador, Agosto 29 de 2019
LSV (2016). "Ningún hombre puede ser feminista, pero sí solidario” Florence Thomas - La Silla Llena, Jul 1
Orozco, Tascón Cecilia (2011). "La política es el espacio más machista que hay" – Entrevista a Florence Thomas, El Espectador, Marzo 5
Rubio, Mauricio, (2011). "Feminismo versus flominismo". Blog Personal, Junio 3
__________________ (2011). "La Oda a la Infidelidad de Florence Thomas". Blog Personal, Oct 9
_________________ (2011). "Geografía del machismo colombiano". La Silla Vacía, Dic 4
_________________ (2016). "Otra mujer no feminista". El Espectador, Ago 3
Ruiz-Navarro, Catalina (2016). "¿Pueden los hombres ser feministas?" El Espectador, Jul 6
_____________ (2019). “Amigotes machiprogres”. El Espectador, Ago 15
Sánchez, López Sandra y Angélica Bernal Olarte (2019). “Las mujeres en las presidenciales: ¿vamos avanzando?”. Razón Pública, Jun 18
Hace años, en Colombia
hubo debate público entre feministas y mujeres que no lo eran. Eso se acabó.
Para el Día de la Mujer
1982, una madre proclamaba en El Tiempo
que "el hogar debe ser el objetivo vital, sacar los hijos adelante y
darles bases para que sean profesionales honestos". La feminista criticaba
al activismo por centrarse en la liberación sexual.
Poco antes, yo había
conocido un grupo impresionante de demógrafas, antropólogas, sociólogas,
economistas, sexólogas y ginecólogas. Trabajé con algunas. Elaboraron un
diagnóstico exhaustivo de la situación de las colombianas y promovieron
reformas. Eran feministas sin carné, tal vez porque la militancia era izquierda
revolucionaria que buscaba derrocar al sistema. Varias de ellas aún llevaban un
“de” y el apellido del esposo.
El debate se convirtió luego en un monólogo que denominé
flominismo pues Florence Thomas era la voz cantante que nadie rebatía. Me
sorprendía su influencia mediática sin que ninguna feminista la corrigiera ni
moderara. Calló, incluso contradijo, los aportes de las profesionales que la
antecedieron. Sus doctrinas universales le impedían calibrar un machismo con
monumentales diferencias regionales que ya estaban minuciosamente analizadas
por Virginia Gutiérrez de Pineda y siguen ignoradas. El despropósito que más le
critiqué fue celebrar una infidelidad masculina sin importarle el sufrimiento
de la esposa afectada. La jurisprudencia asimilaría luego los cuernos a una
forma de violencia doméstica.
Posteriormente el feminismo importó dos debates del
mundo desarrollado: teoría de género y derecho al aborto, con cifras infladas,
prácticas caseras silenciadas y riesgos desactualizados. La importancia de la
religión para muchas colombianas hace que en restrospectiva esa estrategia
parezca diseñada para ahuyentar seguidoras. La euforia idealista por la paz
tornó la militancia aún más distante, excluyente, hasta sexista. “Ningún hombre
puede ser feminista”. Si acaso, solidario para “aprender y deconstruirse”, como
el gurú del género Humano y su Hollman.
El triunfo de Duque trajo repudio a Marta Lucía Ramírez,
primera vicepresidenta colombiana. Ya no bastaba ser mujer, ni siquiera con
estudios de posgrado. En un país con mayorías de centro derecha pretenden
proscribir el feminismo pragmático, liberal o científico: izquierda radical o
nada. Una afectada anotó que “feministas de todo el país le escribieron que
ella no las representaba. La tildaban de homofóbica, provida, sanguinaria,
machista e ignorante”. Así reaccionan quienes dicen luchar contra la exclusión
y el maltrato verbal.
Rosa Blanca es la prueba reina del surrealismo
feminista. Alusiones #MeToo a miradas lascivas adolescentes preocuparon más que
denuncias de reclutamiento de niñas, comandantes violadores y abortos forzados.
El cinismo es tal que reconocidas feministas apoyan a una mujer señalada por
las víctimas de complicidad en esos crímenes. Con tanta población femenina
férreamente opuesta a las Farc, es otra apuesta política soberbia, alucinante.
Que el rasgo definitorio es ideológico de izquierda lo corrobora la reciente
revelación del abuso infantil sufrido por Vicky Dávila: causó muchísima menos
indignación que el “derecho al silencio” que tendió un manto de duda sobre
Uribe.
La visión feminista del trabajo sexual es hipócrita y
delirante para la realidad colombiana. Creyéndose en Suecia, activistas tildan
de proxenetas a funcionarias de Bogotá, ciudad lider en la defensa de los
derechos de mujeres silenciadas e infantilizadas por la militancia. No solo
desconocen el oficio, impiden diagnosticarlo. La última Encuesta de Demografía
y Salud sólo indaga por la trata de mujeres; información sobre prostitución
voluntaria, indispensable para prevenir la vinculación de adolescentes, fue
saboteada por especialistas jugando al avestruz.
Hay oasis de sensatez. Asociaciones de base, ONGs y
servidoras públicas trabajan sin desvariar. Académicas serias mantienen la
rigurosa tradición iniciada décadas atrás. Jineth Bedoya, víctima real, apoya a
la Rosa Blanca. Margarita Rosa de Francisco derrocha buena prosa y sentido
común: no la espanta la biología. Carolina Sanín se detiene a explicar que “la
variación del ánimo de las mujeres durante la menstruación” no es un mito
machista.
El activismo etiqueta de misógina cualquier crítica.
Haber tolerado disparates ha llevado a que con tal de victimizar mujeres se
pueda decir cualquier cosa. Una crónica sobre la “palenquera que encanta por
sus dulces y curvas” causa estupor en una doctora que invoca medidas para “acabar
con la hiper-sexualización”. La militancia tecnocrática ventila resutados
estadísticos internacionales y cualquier comentario sobre relevancia para
Colombia lo encasilla como mansplaining.
Una novelista deplora que "las escritoras deben remar más, especialmente
si no son feas". La belleza fue convertida en lastre para Barbies,
vendedoras ambulantes e intelectuales bajo un capitalismo interesado
en que “las mujeres seamos inseguras porque muchos se hacen millonarios
vendiéndonos cremas”.
¿Cómo asimilar tanta sabiduría para emprender reformas?
La
desconexión es típica de izquierda: desdeño selectivo de evidencia, agenda
importada sin adaptación local ni diferencias regionales, desdén por los
avances parciales, quejas de oficio, dramatismo y ningún sentido del humor. Las
antepasadas que aguantaron patriarcado crudo, no micromachismos, no padecían
esas taras.
Hilo en Twitter
De La Hoz Serrano, Jorge (2019). “La 'negra palenquera' que encanta por sus dulces y curvas”. El Tiempo, Abr 20
Dubuisson, Marc et Pauline Perrolet (2010). Le sexe fort est en péril. Hachette
Guerrero Duque, Nathalia (2018). “Marta Lucía Ramírez de vicepresidenta es una derrota para el feminismo colombiano”. Vice, Jun 20
Herranz, Carmen (2019). “Las escritoras deben remar más, especialmente si no son feas". El Espectador, Jul 17
Dubuisson, Marc et Pauline Perrolet (2010). Le sexe fort est en péril. Hachette
Guerrero Duque, Nathalia (2018). “Marta Lucía Ramírez de vicepresidenta es una derrota para el feminismo colombiano”. Vice, Jun 20
Herranz, Carmen (2019). “Las escritoras deben remar más, especialmente si no son feas". El Espectador, Jul 17
LSV (2016). "Ningún hombre puede ser feminista, pero sí solidario” Florence Thomas - La Silla Llena, Jul 1
Orozco, Tascón Cecilia (2011). "La política es el espacio más machista que hay" – Entrevista a Florence Thomas, El Espectador, Marzo 5
Rubio, Mauricio, (2011). "Feminismo versus flominismo". Blog Personal, Junio 3
__________________ (2011). "La Oda a la Infidelidad de Florence Thomas". Blog Personal, Oct 9
_________________ (2011). "Geografía del machismo colombiano". La Silla Vacía, Dic 4
_________________ (2016). "Otra mujer no feminista". El Espectador, Ago 3
Ruiz-Navarro, Catalina (2016). "¿Pueden los hombres ser feministas?" El Espectador, Jul 6
_____________ (2019). “Amigotes machiprogres”. El Espectador, Ago 15
Sánchez, López Sandra y Angélica Bernal Olarte (2019). “Las mujeres en las presidenciales: ¿vamos avanzando?”. Razón Pública, Jun 18