Publicado en El Espectador, Diciembre 21 de 2017
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La Encuesta
Nacional de Demografía y Salud (ENDS) del 2015 da información sobre la
población LGBT colombiana, con algunas sorpresas.
En 1998, en
las audiencias preliminares para una sentencia de la Corte Constitucional sobre
derechos de minorías sexuales, el representante del grupo activista Equiláteros
afirmaba que “según las estadísticas, más del 17% de la población” era homosexual
o lesbiana. Militantes LGBT y algunas feministas han pregonado cifras
similares. Según la ENDS, la participación es bastante
inferior. Incluyendo bisexuales, las lesbianas apenas llegan al 1% de las
mujeres y los gays al 1.8% del total de hombres. Sobre la población trans, la
misma encuesta da pocas luces. A pesar de que ambos formularios permitían
declararse transgénero, nadie en más de 70 mil encuestas lo hizo. Sin embargo,
0.1% de las personas manifestaron que viven en pareja estable con alguien
transgénero.
Aparece una
relación negativa entre la edad y reportar ser lesbiana o gay. En otros
términos, durante las últimas décadas la homosexualidad aumentó en Colombia,
sobre todo la femenina. El porcentaje de mujeres que se declaran bisexuales es
mayor en las nuevas generaciones, pero para los hombres ocurre lo contrario:
cada vez tienen más peso los exclusivamente gays. Solo después de la cohorte
nacida en los ochenta se manifiesta en Colombia lo observado en otros países,
que “las mujeres son sustancialmente más propensas que los hombres a identificarse
como bisexuales”. Múltiples testimonios ilustran esa discrepancia entre ser
lesbiana y ser gay, que también concuerda con literatura etnográfica y
científica internacional que destaca una sexualidad femenina más “fluída” y
cambiante que la de los hombres, lo que, a su vez, se explicaría por una mayor
influencia de factores congénitos en la homosexualidad masculina.
La ENDS
muestra otras diferencias por sexo. Declararse lesbiana está mucho menos
determinado por la primera experiencia sexual que reportar ser gay. Ese sería
otro indicio de una sexualidad femenina menos estable. Las lesbianas son sexualmente
más precoces que el promedio femenino mientras que los gays se inician más
tarde que los demás hombres. Este retraso podría deberse a la presión
homofóbica, sobre todo familiar, que según esta fuente sería superior sobre los
varones, algo contrario a lo que ocurre en otras sociedades sin senador
Gerlein.
A mayor
nivel educativo o de riqueza, el porcentaje de homosexuales aumenta y, además,
se amplían las diferencias entre hombres y mujeres. Las lesbianas tienen mayor
capacidad económica que las mujeres heterosexuales y para los gays ocurre algo
similar; lo primero corresponde a lo observado en otros países, lo segundo no.
En cuanto a
uniones formales –decisión de convivir, edad de la persona, de su pareja, duración,
hijos- las familias de lesbianas se parecen más a las heterosexuales que las de
gays. Es mayor la proporción de mujeres homosexuales que formalizan una unión
que la de hombres en esa situación. Los gays reportan menos uniones que el
resto de la población en todos los rangos etáreos: casi el 75% de ellos no ha
convivido nunca con algún parejo. La cohabitación no solo es menos frecuente
sino más corta en promedio. Las lesbianas se asemejan a las heterosexuales en
la frecuencia de uniones, a cualquier edad, y difieren menos en cuanto a
duración.
Las
colombianas establecen su primera unión más jóvenes que los varones. Entre
ellas, lesbianas o no, son raros los primeros matrimonios o uniones con alguien
menor, algo que, por el contrario, es común para ellos, heterosexuales o gays.
Es usual que
tras una separación los hijos vivan con su madre, no con su padre. Este
escenario, entre mujeres, depende de la orientación sexual. Ser lesbiana en
Colombia multiplica por tres los chances de que una madre no viva con su prole.
Los datos estarían captando una discriminación en los juicios de divorcio por
salida del armario similar a la que en los años noventa llevó a las madres
lesbianas norteamericanas a organizarse políticamente. Ese debería ser un foco
prioritario de la legislación y la jurisprudencia.
Unas 22 mil
mujeres y 14 mil hombres homosexuales viven en unión estable y,
simultáneamente, tienen hijos. Son las únicas personas que en el país saben
algo sobre menores en hogar homoparental, no en teoría sino en la práctica
cotidiana. Sorprende que ahí se concentre un núcleo de oposición a la adopción
igualitaria: 94% de gays y 55% de lesbianas en tal situación no están de
acuerdo con ese derecho. Son personas no homófobas que deberían ser escuchadas
cuando haya un debate amplio, serio e informado sobre esa figura. No basta la
literatura extranjera filtrada para demostrar “científicamente” que el tipo de
pareja es irrelevante para la crianza, incluso en una sociedad con educación
deficiente, bajos ingresos y alta homofobia.
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