febrero de 2013
Tras
una revisión de fuentes históricas, literatura, poesía, textos legales,
comunicados oficiales y reportes de prensa la antropóloga Pascale Coulette logró
identificar cerca de 700 ideogramas relacionados con el comercio sexual en la
China desde la antigüedad.
Por
siglos la noción de prostitución giró en torno al carácter ji, que
significaba mujer de baja condición y posteriormente música. Se
convirtió luego en genérico para las artistas y a partir del siglo XIX se limitó
a la mujer que comercia con su cuerpo.
Hasta
el siglo XVIII, lo fundamental era el tipo de cliente, del emperador al
ciudadano común. Las guangji, prostitutas del gobierno, de
estado, o prefectorales, atendían funcionarios. Las yingji, prostitutas
de cuartel, y las junji, del ejército, divertían a las tropas. Las
últimas en aparecer fueron la shiji, prostitutas comerciales o del
mercado para los hombres en general. Se les conocía también como siji,
o prostitutas privadas.
El
estatus, público, guangji, o privado, shiji, marcaba otras diferencias.
Las primeras eran esclavas, prisioneras de guerra o esposas e hijas de
criminales. Las comerciales provenían de familias pobres que vendían a sus
hijas.
Otra
clasificación surgía de la especialidad del servicio, o del lugar de origen. Se
distinguía a la prostituta que cantaba y recitaba de la que bailaba, e incluso
de la especializada en cierto tipo de danza o instrumento. En todas las
denominaciones un primer carácter precede y califica el ji. En una
recopilación de poemas del siglo XVII se encuentran cuarenta prefijos referidos
al estatus social, a la apariencia física o al temperamento de las mujeres.
Abundan
las metáforas literarias. Las alegorías se refieren a la gracia y a la belleza
con expresiones construídas a partir de hua, flor. La prostituta es niña de flores, dama flor, o flor que
flota y pístilo que vaga. Hay
expresiones que evocan el oriol, el pájaro de la alegría y de la música.
También se mencionan el viento, la luna, el polvo, el humo o los sauces..
Algunos
términos matizan escenarios tan floridos. Con el macaco, se compara el
comportamiento de la prostituta con el de dicho animal ante el tigre, al que
seduce antes de aniquilarlo. Biaozi, mujer pública, de mala vida, tiene
una connotación negativa, como de puta. Biao es un antónimo de li,
interior, y señala que la prostituta, contrariamente a la esposa, es una mujer de
la calle.
Con
el final de la guerra del opio y la apertura hacia occidente, cambian el
comercio sexual y la terminiología. Se desarrollan mercados y términos
regionales. Se consolida la jerarquización del oficio desde la estancia
literaria, el aposento de lujo que atiende una maestra hasta las cabañas de
clavos, construcción precaria en la que se ofrecen servicios tan rápidos como
poner un clavo.
La primera mitad del siglo XX es convulsionada por los
levantamientos y el creciente control comunista. El nuevo orden social es
incompatible con el comercio carnal, que se restringe. El lenguaje se
simplifica y se pierde la variedad. Los términos se vuelven
directos y escuetos. Las pocas metáforas que persisten tienen una connotación
negativa. La prostitución es ahora un pozo de fuego que atrapa mujeres
caídas. Se acuña el término vender lujuria que será adoptado
masivamente décadas después. Bajo el marxismo la prostitución es un problema
social, no un asunto individual. Se introduce la idea de victimización de
la mujer y se condena la actividad.
Con el comunismo se sofistican los disfraces
semánticos para erradicar ese flagelo feudal. La abolición de la
actividad y la salvación de las prostitutas son parte del programa de
liberación femenina. Para finales de los cincuenta se concluye que el
fenómeno ya no existe, a nadie le interesa y no hay necesidad de nombrarlo. Las
situaciones reales que contrarían esa visión se esconden o empacan con
expresiones como zapato roto –en lugar de mujer caída- o desorden
entre géneros.
Con las reformas de Deng Xiaoping el comercio sexual
recobra importancia y se adoptan nuevos instrumentos legales. La venta de
lujuria invade los documentos oficiales. La prostituta es una mujer que
tiene actividad de lujuria, y el cliente es la persona que frecuenta
mujeres que venden lujuria. La terminología tradicional basada en ji se
retoma pero para la prostitución antigua o la que ocurre en el extranjero.
Con el incremento reciente del comercio sexual se ha
dado una verdadera avalancha de neologismos y vocablos populares. Oficialmente,
el vocabulario se ha hecho más detallado, realista y pragmático. Las expresiones
en los medios de comunicación, adoptadas de la jerga policíal, son aún más
variadas y descriptivas. Reflejan los incesantes cambios en el mercado del sexo
chino de los últimos años. Las señoritas ding dong, atienden a los
huéspedes de hotel; las que se paran en las puntas de los pies en la calle,
o las de caseta de obra a los trabajadores inmigrantes. También se
distinguen, con el tradicional término ji, las prostitutas de
lujo.
Los distintos lapsos para contratar los
servicios de una mujer muestran lo borrosa que es la frontera entre
prostitución y concubinato. Varios términos construídos con el verbo bao,
alquilar, hacen referencia a cualquier servicio por determinado tiempo, desde
una hora o jornada hasta años, pasando por la semana o el mes.
Hay términos que se derivan del verbo pei, acompañar.
En los karaokes, los salones de baile y los restaurantes, el servicio
básico consiste en sentarse a la mesa. Pero es posible salir de la
mesa, o salir a la calle. El acompañamiento admite variantes como
cantar, tocar un instrumento, comer, ir de viaje, visitar, pasar la noche,
bailar, descansar, ir a cine, nadar, pasear … La especialización puede
refinarse. Entre las acompañantes al cine se distinguen las que sólo ven la
película de las que permiten caricias, y entre estas las del área de arriba
de las del área de abajo. Las acompañantes a la piscina pública no
necesariamente van a la playa. Una especialidad es la acompañante de ducha.
También se han consolidado los eufemismos. Es común en
los hoteles el recurso a los términos de ropa de cama o mobiliario para ofrecer
servicios sexuales. La prostituta puede ser una cobija, un colchón,
una cama adicional o un cojín que discretamente se ofrece a
ciertos clientes.
La variedad de los formas
utilizadas para decir prostituta en chino desde la época imperial hasta hoy
ilustran la complejidad del fenómeno. El recorrido por los términos muestra una
actitud cambiante hacia el comercio sexual. Aceptada, incluso idealizada por
siglos, progresivamente rechazada, casi anulada en la época maoista y renovada
en la actualidad. Al igual que en occidente, la palabra prostitución ha ido
adaptándose o escondiéndose dependiendo de las doctrinas en boga, siempre con
una brecha entre el lenguaje oficial y los términos acuñados popularmente.