Publicado en El Espectador, Julio 6 de 2017
Betzig, Laura (2008). Despotism and Differential Reproduction. A Darwinian View of History. London. Aldine Transaction
La
vanguardia intelectual celebró como gran avance la trieja paisa y el poliamor,
un arreglo atávico, retrógrado, patriarcal y elitista.
“Duélale al
que le duela, los tiempos se están ajustando para darle cabida a todos”
proclama una periodista. Opina que “muchos no son tantos”, ignorando que la
poligamia se asocia con la dominación masculina, no con la igualdad. La
monogamia refleja el desequilibrio de poder menos marcado, entre géneros y entre
ciudadanos. Con una muestra representativa de sociedades tradicionales en
distintas épocas, la antropóloga e historiadora Laura Betzig analizó qué tan
frecuente era la relación entre despotismo y éxito reproductivo. Encontró que
los tiranos se destacan por el acceso fácil a mujeres, mayor número de parejas,
posibilidad de casarse con quien escogen y fidelidad de sus consortes. Los
mismos logros exhibidos por comandantes y mafiosos durante el conflicto.
Nadie sabe
el número de mujeres de Hammurabi (1792-1750 a.C.); aunque el matrimonio en
Babilonia ya era monogámico, se aceptaba la prostitución y uno de los usos
corrientes de las esclavas era el sexo. En el antiguo Israel, los soberanos se
reservaban varias consortes. El rey del Cantar de Cantares tenía 60 reinas y 80
concubinas; David por lo menos seis esposas y Rehoboam casi ochenta mujeres,
bastante menos que las setecientas esposas y tres mil amantes de su padre
Salomón. En Roma del siglo II, cualquier ciudadano acaudalado tenía muchas
concubinas.; el número de esclavas para este tipo de harems podía ser de
cientos, hasta miles.
En el siglo
XIX en Dahomey todas las féminas eran “para el placer del rey”. Cualquier
objeto de su deseo con forma de mujer, soltera, casada o comprometida,
terminaba en su harem. “Se mencionan cantidades fantásticas de amantes del
soberano. Cualquier informante hablará de varios miles”, divididas en cuatro
categorías: las esposas que vivían o habían vivido con el rey; las amazonas,
guerreras que él controlaba y obligaba a ser vírgenes a pesar de no desearlas;
las esclavas y las ancianas. La jerarquía reproductiva la mantenían muchas
familias que ofrecían a sus hijas para garantizar los favores del soberano.
Sociedades
africanas supestamente monogámicas eran regidas por machos alfa con varias
docenas de esposas. En Samoa, las novias traían sobrinas o “damas de honor” y
el matrimonio empezaba con dos o tres concubinas. “Entre más esposas quisiera
el jefe, más contentas las familias, pues cada boda significaba otra dote.
Algunos llegaban a casarse hasta 50 veces”.
En Azande,
Sudán, diputados de segundo nivel tenían varias esposas. La poliginia era
privilegio de unos pocos. Un censo de finales del siglo XIX reveló que de cada
100 hombres, 26 eran solteros, 47 casados monógamos, 18 con 2 esposas y 9 con
más de 2; los jefes tenían entre 30 y 100 y el rey más de 500. Allí mismo “las
jóvenes son monopolizadas por los polígamos ricos a veces desde los ocho años”.
En Ganda,
África oriental, el rey llenaba sus aposentos con jóvenes a su disposición. Los
emisarios buscaban en sus dominios niñas que pudiera convertir en consortes. En
los “consejos matrimoniales”, terratenientes y jefes locales le escogían
vírgenes, entre los 12 y los 17 años.
Montezuma
tenía dos esposas legítimas y muchas amantes, hijas de oficiales. Los incas mantenían
dos claustros de mujeres: las de sangre real, castas y dedicadas al Sol, y las
hijas de hombres comunes o parientes lejanos para ser amantes del Inca.
Garcilazo de la Vega señala que “los padres consideraban la mayor felicidad
poder tener una hija escogida por el Inca como concubina”. Por ley, el número
de mujeres dependía del poder político. Caciques y principales podían tener
cincuenta, líderes de menor jerarquía desde tres hasta treinta y el hombre
común lo que quedara disponible.
Mulay Ismail,
El Sanguinario, sultán de la dinastía alauí de Marruecos en el siglo XVII, “tenía
un gran número de esclavas para su uso personal: 25.000. Engendró 888 hijos con
múltiples esposas”.
Los
poderosos con muchas mujeres también se destacan por ser muy celosos: sus
esposas y concubinas han estado invariablemente sometidas a algún tipo de
encierro. Una de las acepciones del término pareja es “igual o semejante”. Qué
ingenuidad pensar que con multiplejas no habrá desigualdad, dominación,
sometimiento, rivalidades, mentiras, manipulación. Si se silencian los costos,
cualquier arreglo institucional puede parecer una maravilla. Como la
democracia, la monogamia es imperfecta pero no se conoce algo mejor.
Ni siquiera
entre personas alejadas del poder la trieja es novedosa. En Colombia, por
ejemplo, abundan los poliamores clandestinos: sin el interés militante LGBT de
pregonarlo a los cuatro vientos, 18% de los hombres y 8% de las mujeres
reportan tener de manera regular más de una pareja sexual.
Betzig, Laura (2008). Despotism and Differential Reproduction. A Darwinian View of History. London. Aldine Transaction
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