Publicado en El Espectador, Julio 19 de 2018
Ceberio Belaza, Mónica (2018). “Sexo adolescente en la era del porno online”. El País, Marzo 27
Evans, Hilary (1979). Harlots, whores & hookers. A history of prostitution. New York: Dorset Press
En las
primeras comunidades agrícolas, antes del cristianismo, muchos aspectos de la
vida cotidiana, y en particular el comportamiento sexual, estaban estrictamente
regulados. Se pensaba que la sexualidad sin control podía ocasionar desorden
social. Los mayas, por ejemplo, creían que “abusar de ella producía la
enfermedad y muerte por la lascivia, mientras que abstenerse mantenía el cuerpo
cálido y con vida. El lascivo desprendía fuerzas negativas que afectaban a
personas, cultivos, animales débiles y otras fuentes de desarrollo, por lo que
debía arrepentirse de su proceder”.
El desafío
ha sido encontrar un balance entre el deseo individual y lo que es permitido
como parte de una comunidad. Dos aspectos que aún incumben a algunas sociedades
son la pérdida de la virginidad o desfloración y la fertilidad. Agradar a los
dioses para lograr una buena cosecha ha sido durante siglos un objetivo
comunitario con un invariable carácter sexual. Los ritos específicos no atañen
a toda la colectividad sino a ciertas personas que realizan actos sexuales en
honor de alguna deidad con poder sobre la fertilidad. “Una Diosa Madre,
personificación de todas las energías reproductivas de la naturaleza, era
venerada con diferentes nombres pero con similaridad sustancial en cuanto a los
mitos y rituales de muchos pueblos de Asia Occidental, que la asociaban con uno
o varios amantes, divinos pero mortales, con los que se apareaba en un
intercambio considerado vital para la propagación de animales y plantas”.
Los ritos de
fertilidad eran evidentemente colectivos. La desfloración de vírgenes, por el
contrario, era un evento de la vida personal pero considerado tan crítico que
la comunidad acompañaba a las partes. Entre los Incas, desflorar a una virgen
sin ningún ritual ni apoyo colectivo era un delito contra el orden familiar,
como la violación, el incesto, el adulterio y el robo de mujeres. En Camboya
era un sacrilegio abusar de una virgen. Según un antiguo proverbio de los
Amhara, en Etiopía, “la semilla va al suelo, el suelo nunca llega a la semilla".
Así, los ancianos de la familia del futuro esposo van a la casa de la novia
para evaluar la posibilidad de una alianza: si la semilla del hombre podrá
plantarse en el suelo de la mujer después de haber sido arado por el
instrumento de procreación masculino. Las negociaciones se mantienen en secreto
porque los futuros cónyuges, temerosos y mal preparados para tan importante
decisión, podrían huír. Estos rituales ilustran que “tan crucial e irreversible
es el acto de desflorar una virgen que la responsabilidad es más de lo que el
novio puede soportar, así que se busca la manera de repartir la carga”.
El
historiador Hilary Evans sugiere que de la dificultad para sobrellevar esta
obligación surgió el llamado “derecho de pernada” que, según él, ha sido mal
interpretado como un acto de tiranía. “En realidad es al revés, es un remanente
de la vieja costumbre de la desfloración que refleja un pasivo sobre el
gobernante. Ungido de poder divino, es el único suficientemente fuerte para
llevar sobre sus hombros todo el peso de la responsabilidad”. Algunas
comunidades encontraron una solución que no ponía cargas sobre ningún hombre de
la comunidad, ni sobre el soberano: los extranjeros. Ese sería el origen de la
misteriosa “prostitución de hospitalidad” con la cual muchas sociedades ponían
sus mujeres a disposición de los visitantes por cualquier suma arbitraria.
Los rituales
de fertilidad desaparecieron con la urbanización, el avance del cristianismo y
la menor influencia de las comunidades paganas. Con nobles excepciones, la
pérdida de la virginidad pasó de ser un asunto de apoyo comunitario a uno
religioso y familiar para, con la contracepción, el aborto y la liberación
sexual, convertirse en un trámite laico individual que a nadie incumbe. La
excesiva responsabilidad masculina en la desfloración se revirtió por completo,
paradójicamente con ayuda del feminismo: el célebre “es mi cuerpo, yo decido”
acabó de liberar a los varones de esa pesada responsabilidad.
Ahora, más
importante que la sexualidad aparece la ideología. En un proyecto financiado
por la municipalidad española de Vitoria, un ilustrador y una sexóloga crearon
unidades didácticas basadas en la pornografía: buscaban destruir los roles de
género y “ofrecer una visión feminista del sexo”. Una psicóloca y una enfermera
responsables de talleres en colegios les insisten los adolescentes que “tengan
relaciones cuando quieran, donde quieran y con quien quieran”, o sea la
antítesis de un ritual: libre albedrío sin ninguna restricción, ni orientación,
ni preparación afectiva o mental. La supuesta decisión clave, cada vez más
temprana y con apoyo no necesariamente compartido con la familia, parece ser si
se asume un rol masculino, femenino o cambiante sin detenerse en detalles corporales
tradicionales e inocuos, como el pene, la vagina, la menstruación o el
embarazo.
Arriola, Alejandra et. al (2011). “Historia de la Pena de Muerte en el Perú”. Trabajo de Investigación, Lima: Doctorado en Derecho, Universidad San Martín de Porres.
Ceberio Belaza, Mónica (2018). “Sexo adolescente en la era del porno online”. El País, Marzo 27
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Furedi, Frank (2018) “Hacia el secuestro de la infancia”. Disidentia, Jun 22
Menchu ,Julio (2012). “Sexualidad precolombina”. Espiritualidad Maya, Abril 11
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