Posverdad temprana

Publicado en El Espectador, Noviembre 23 de 2018


Uno de los relatos que más contribuyó a la leyenda negra de la Conquista de América fue la “Brevísima Relación de la Destruición de las Indias” de Bartolomé de las Casas.

Maria Elvira Roca anota que para ponerla en contexto es necesario remontarse a la Edad Media y entender un recurso retórico común en la formación de los hombres de la Iglesia: el disputation utramque partem, “una pedagogía omnipresente en la universidad medieval, que venía de los orígenes del cristianismo, de las disputas sinagogales que eran tradición en la religión judía, y en las que no resultaba raro que los rabinos llegaran a las manos por la interpretación de un versículo”. La Brevísima hace parte de un género literario que recurre a las deformaciones y exageraciones para imponer como sea un punto de vista.

Nacido en Sevilla en 1474, de las Casas provenía de una familia francesa acomodada. Estudió en Salamanca y a los 28 años viajó por primera vez a América. Fue nombrado consejero del gobernador de Cuba, en donde obtuvo “un buen repartimiento de indios” que abandonó para irse a España a pedir que se eliminara la encomienda y se liberaran a quienes trabajaban en ella. Aceptó el cargo de Protector universal de los indios sin conocer lenguas indígenas. Según sus detractores, no le interesó aprenderlas por pasársela en “viajes, en discusiones violentas y en intrigas”; bastante a gusto con la vida de convento, el tiempo obligatorio de estudio lo habría dedicado a “llenar papeles y libelos para sus intrigas cortesanas y para sus obras”.

Al regresar a la Corte propuso que “como era ilícito someter a los indígenas americanos, la solución estaba en llevar negros” para sustituírlos. Luego rectificó y también le pareció intolerable esa opción. De todas maneras persiste la asimetría entre la esclavitud negra generalizada y la de indígenas, solo legitimada para aquellas comunidades derrotadas tras una “guerra justa”. Cuando Colón llevó un primer grupo de aborígenes a España para mostrarle a los Reyes Católicos el potencial económico de venderlos como esclavos, la reina Isabel reunió teólogos y juristas para que la asesoraran sobre la legitimidad de tal empresa. La opinión fue desfavorable pues los indígenas americanos le habían sido asignados por el papa Alejandro VI como súbditos para evangelizarlos, no para someterlos. De allí surgió la prohibición de la esclavitud indígena. Ella murió sin que se decidiera a reemplazarlos por esclavos negros, con quienes no tenía obligación de convertirlos al cristianismo.

Algunos historiadores consideran que los Derechos Humanos se iniciaron con “el iusnaturalismo escolástico de la Escuela de Salamanca, singularmente con Bartolomé de las Casas”. A pesar de lo anterior, sus errores, imprecisiones y francas mentiras eran equiparables a las falacias de quienes actualmente promueven agendas políticas basadas en leyendas e incoherencias. Sus contemporáneos lo consideraban “persona liviana, que habla de lo que no sabe ni vio”, una crítica pertinente para buena parte de la política y los activismos contemporáneos.

De las Casas no tuvo reparo en inventarse datos geográficos fácilmente rebatibles, como “la longitud de Cuba como de Valladolid a Roma; los pueblos de Jalisco de siete leguas de ancho”, y los de Nicaragua que “casi duraban tres y cuatro leguas”. El reino de Nueva Granada “era el más poblado de gente que podía ser tierra en el mundo”.  

Su nefasta visión de los españoles no tuvo parangón. “Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría al hombre de por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete, o le descubría las entrañas… Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas… Enseñaron y amaestraron perros bravísimos que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían a él y lo comían que si fuera un puerco… Hicieron ley entre sí que por un cristiano que los indios matasen habían los cristianos de matar cien indios”.

La traducción inglesa de la Brevísima apareció ilustrada con los desmesurados grabados de Théodor de Bry, que ayudarían a explicar el inusitado éxito de la obra. La reacción española ante la propaganda protestante no podía haber sido más ingenua: un tratado de Derecho Indiano.


A diferencia de algunas militancias, de las Casas nunca incitó a la violencia, pero manipulaba la verdad “cuando quería justificar y ensalzar a los indios”. Mucho antes de Rousseau, contribuyó al mito del buen salvaje enfrentado al “malvado hombre blanco”, fábula que persiste, por ejemplo, cuando se supone a la ligera que los grupos armados ilegales que arrasan aldeas indígenas o reclutan menores representan a toda una sociedad mestiza, diversa y compleja en la que “es quizá más lo que las mujeres (de la etnia Misak) han ganado en igualdad y reconocimiento que lo que han perdido en tradiciones”.






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