Publicado en El Espectador, Febrero 28 de 2019
Bolaños, Edinson Arley (2019). “Darío Acevedo, del EPL al uribismo, perfil del candidato al Centro de Memoria”. Colombia 2020, El Espectador, Feb 9
Gamboa, Santiago (2019). “La derechización criolla”. El Espectador, Feb 23
Rendón, Olga Patricia (2019) “El conflicto armado no puede convertirse en verdad oficial” Entrevista a Darío Acevedo. El Colombiano, Feb 2
Rodríguez, Nicolás (2019). “Dinamitar el pasado”. El Espectador, Feb 22
El matoneo contra Darío Acevedo por su
nombramiento como director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) ha sido
fariseo y ruin.
Hubo desde clarividencia sobre lo que el
funcionario sintió ante el derribo de la torre Mónaco en Medellín: “Darío
Acevedo estará encantado”, pues dinamitará el pasado. También circuló un chiste
flojo: dirá que ese edificio no existió. De manera genérica y pedante, le
achacan “negacionismo” y “revisionismo”, obviamente sin especificar los hechos
que niega: basta la venenosa alusión a quienes refutan el holocausto. La cumbre
del delirio fue una acusación tácita de concierto para delinquir: “hace parte
del combo que inexorablemente nos empuja hacia una nueva oleada de conflicto… Esa
guerra cuya existencia se empeña en negar, depende de quienes quieren mantenernos
en conflictos violentos… Ahora encabeza una fabulosa operación de blanqueo,
para que él y sus nuevos jefes puedan decir que aquí no pasó nada”.
El atropello no es cosa de redes
sociales, escasas en prudencia y ecuanimidad. Tampoco son comentaristas
anónimos de los medios digitales que escriben con mala ortografía lo que les
dicta la bilis. Se trata de columnistas serios que reemplazaron el análisis por
la labor más expedita de etiquetar para ganar adeptos a la causa del
linchamiento virtual.
Las columnas de Acevedo antes de su
nombramiento muestran que es un crítico del proceso de paz de La Habana, y en
particular del relato izquierdista del conflicto que según él facilitó concesiones
a las Farc, incluyendo impunidad. Es también escéptico con la pretensión de
establecer una verdad única “de cierre” de la violencia por las dificultades y
fallas de esfuerzos anteriores empeñados en ese objetivo. Para él, existe un
forcejeo de criterios “entre quienes sostienen que en Colombia hubo una guerra
civil o conflicto armado o un levantamiento contra la dictadura civil del
Frente Nacional con el trasfondo de la propiedad de la tierra y la exclusión
política, de un lado, y quienes pensamos que la confrontación de las guerrillas
con el Estado colombiano surgió como expresión de proyectos revolucionarios
comunistas en la dinámica de la Guerra Fría, que pretendieron acceder al poder
a través de la lucha armada y en dicho camino fracasaron y se criminalizaron”.
Fuera de haber renunciado a la
izquierda con un giro político de 180º, traición imperdonable, y de escribir un
libro con José Obdulio Gaviria, el último delito de opinión de Acevedo sería
recordar una perogrullada: más que ejércitos populares de liberación, las
guerrillas colombianas buscaron tomarse el poder para implantar otro régimen pero
luego, con escaso apoyo popular, contaminadas de narcotráfico, secuestro y
extorsión, degeneraron hacia bandas criminales. En otra columna, el presunto
negacionista recomienda “una línea macro de investigación dirigida por
Colciencias con adecuadas finanzas para que todas las disciplinas sociales
propongan proyectos multi e interdisciplinarios, desde diversos enfoques”. Así,
propone aires nuevos, diversidad de perspectivas frente al endogámico, dócil y bien
coordinado coro santista del CNMH anterior.
En una entrevista que concedió ya
nombrado, Acevedo aclara que se centrará en recopilar testimonios de víctimas y
“ponerlos al servicio de investigadores académicos para sus interpretaciones”. La
reacción visceral que suscitó el nombramiento muestra que el hereje renegado con
actitud crítica incomoda a quienes, precisamente, insisten en la narrativa tradicional,
sesgada y parcializada, del conflicto campesino, que ha implicado tapar discrepancias
con la figura idealizada de la guerrilla. Ven la paja en el ojo ajeno pero no
la viga en el propio: tras años de aceptación unánime e incondicional del
diagnóstico del gobierno que despreció los avances en la comprensión de las distintas
violencias, con reiteradas admoniciones sobre el retorno de la guerra si no se avalaba
el guión habanero y juicios mediáticos a guiones de TV fuera de control, queda suficiente
desfachatez para sermonear sobre “el peligro de la historia única”. Justo lo que
preocupa a Acevedo: “el conflicto armado no puede convertirse en verdad oficial”.
Es revelador que las columnas de
Acevedo en El Espectador no hayan
sido criticadas por quienes protestan y demuestran, otra vez, su aversión a debatir
ideas. Responden cuando sienten amenazadas posiciones burocráticas estratégicas,
no solo por eventuales trabajos o contratos sino por precaución doctrinaria:
que nadie cuestione el recetario para la Paz. De pronto acusan de negacionismo a
la Rosa Blanca. La iluminada élite tampoco se pregunta si lo que irrita es una opinión
personal de Acevedo o la de mucha gente, como las mayorías que votaron contra
el acuerdo y también fueron tildadas de guerreristas.
La anunciada paz estable y duradera
resultó esquiva e incompleta. La criminología de soporte era más voluntarismo político
que teoría sólida con hipótesis contrastables. Los nuevos reaccionarios son tan
refractarios a la evidencia que aún no han digerido que perdieron las
elecciones. No hacen oposición democrática, ni siquiera resistencia
constructiva: con hipocresía y mala leche, optaron por el escrache.
Acevedo Carmona, Darío (2018). “La batalla por la Verdad y la Memoria”. El Espectador, Oct 8
Bolaños, Edinson Arley (2019). “Darío Acevedo, del EPL al uribismo, perfil del candidato al Centro de Memoria”. Colombia 2020, El Espectador, Feb 9
Gamboa, Santiago (2019). “La derechización criolla”. El Espectador, Feb 23
Rendón, Olga Patricia (2019) “El conflicto armado no puede convertirse en verdad oficial” Entrevista a Darío Acevedo. El Colombiano, Feb 2
Rodríguez, Nicolás (2019). “Dinamitar el pasado”. El Espectador, Feb 22