Publicado en El Espectador, Marzo 7 de 2019
AI (2004). "Rwanda: “Marked for Death”, rape survivors living with HIV/AIDS in Rwanda", Amnesty International, April 5
Bumiller, Elisabeth (1999) “Deny Rape or Be Hated: Kosovo Victims' Choice” The New York Times, June 22
Castro Caycedo Germán (2011). Más allá de la noche. Bogotá: Planeta
Chang, Iris (1997). The rape of Nanking. The forgotten holocaust of World War II. New York : Penguin Books
GMH (2013). ¡BASTA YA! Memorias de Guerra y Dignidad. Informe General del Grupo de Memoria Histórica. Bogotá, Imprenta Nacional
GMH (2011). Mujeres y Guerra. Víctimas y Resistentes en el Caribe Colombiano. Bogotá: Taurus - Pensamiento
OXFAM (2010). “Violencia Sexual en Contra de las Mujeres en el Contexto del Conflicto Armado Colombiano” Colombia 2001-2009. Oxfam International
Pinzón Paz, Diana Carolina (2009) “La violencia de genero y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones” en Restrepo, Jorge A. David Aponte (2009). Guerra y violencias en Colombia. Herramientas e interpretaciones. Bogotá:Universidad Javeriana
El
reverso del negacionismo en la historia sería el activismo: sobrevalorar algunas
cuestiones para alinearse con grupos políticamente influyentes.
¡Basta Ya!, informe final del Grupo de Memoria
Histórica (GMH) publicado en 2013, es un ejemplo de trabajo empañado por clichés
y carencia de rigor en ciertos temas. Unas fallas son tan palpables que sobra
mayor análisis. En la supuesta visión global del conflicto, la palabra
prostitución aparece solo tres veces, siempre calificada como “forzada”, un
requisito del abolicionismo. La sigla LGBT, por el contrario, alcanza nueve
menciones. A diferencia de cualquier guerra en la historia, con ejércitos
preocupados por suministrar prostitutas a la tropa casi tanto como por los abastecimientos,
en Colombia se consideró que la memoria correcta debería destacar la orientación
sexual diversa.
Mayor detenimiento
requiere el guión, importado de conflcitos étnicos y civiles, de la violencia
sexual como “arma de guerra”, versión extrema del planteamiento feminista que las violaciones no son asunto sexual
sino político.
Gonzalo
Queipo de Llano, general franquista durante la guerra civil española, anunciaba
públicamente ataques a las prisioneras. Desde Radio Sevilla echaba unas peroratas misóginas
que avergonzaron incluso a sus copartidarios. “Nuestros valientes Legionarios
han enseñado a los cobardes rojos lo que significa ser hombre. Y de paso,
también a sus mujeres. Estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han
estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de
verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y
pataleen”.
Un
funcionario judicial colombiano, entrevistado en 2009, hizo malabares discursivos
con las violaciones paramilitares: “una política tácita… ellos no daban una
orden directa, ‘violen a las mujeres’, pero el comportamiento que asumían los
comandantes, la forma que trataban a las mujeres hacía que los otros
(dijeran) ‘Ah… yo también hago lo mismo’”.
Para
el GMH, los monstruos de la violencia sexual habrían sido los paras, cuando tales
ataques también fueron usuales entre narcos, cuyo papel en el informe es secundario.
Se sabe que sicarios de Escobar mantenían jóvenes cautivas a su servicio. Las
violaciones como arma de guerra no encajan con estas organizaciones: el enemigo
era el Estado, no las víctimas ni sus familiares. La mezcla de derecho de
pernada con prostitución velada promovida por el Patrón fue más sexo impulsivo
y atávico que estrategia militar. Una banda, Los Señuelos, le conseguía “cuanta muchacha virgen” hubiera entre
catorce y diecisiete años. Algunas adolescentes se entregaban “por una platica”.
Si se lucían, podían recibir hasta un carro. Hubo manifestaciones espeluznantes
de violencia, pero los testimonios de violaciones son más escasos. Para el
“acceso carnal”, la zanahoria primó sobre el garrote y funcionó hasta en estratos altos. Ante un fajo de billetes
las muchachas, a veces sus familias, “perdían la brújula”. Existen testimonios semejantes
sobre paramilitares, pero no sobre la guerrilla que engañaba o raptaba jóvenes
y contrataba, incluso reclutaba, prostitutas.
La
responsabilidad de los comandantes en las agresiones sexuales de subordinados es
incierta. Los acogidos a Justicia y Paz no admitieron su participación en tales
ataques. Asesinos reincidentes que reconocieron varios crímenes atroces negaron
las violaciones como estrategia sistemática de su organización. Las reinsertadas
de la Corporación Rosa Blanca han sido implacables denunciando reclutamiento
forzado y violaciones, pero dentro de la guerrilla.
El GMH
sostiene que sí hubo esa política, aunque la evidencia que ofrece sea precaria.
Nada comparable a los testimonios de conflictos étnicos, ni a las arengas de
Queipo de Llano. No se habló de una secuela común de esos ataques: incremento súbito
de abortos. Hay hasta indicios en contra: según una mujer violada, “nos decían
que si le contábamos al comandante nos mataban”. O sea que algunos paras atacaban
a escondidas de sus jefes, no aupados por ellos. Como hizo el funcionario
judicial, el postulado exige maromas mentales del GMH: “la violación sexual
estratégica no siempre se configura por ser explícitamente ordenada por la
comandancia pero sí se ejecuta como parte inherente de repertorios de dominio”.
Es difícil que una tesis tan vaporosa consuele
a las víctimas, o sirva en procesos judiciales. Paradójicamente, sí ayudaría a
entender la dinámica de alguna violencia sexual en el conflicto opacada por el
activismo. Los datos muestran que la presencia de actores armados en una región
envalentonaba a los abusadores y violadores locales, incluso conocidos por las
víctimas que, a su vez, denunciaban menos los ataques. Una encuesta realizada
en zonas afectadas corrobora que la gran mayoría de mujeres consideran que la
presencia de grupos armados incrementó la violencia sexual en general, no solo
de los guerreros. El posconflicto requerirá intervenciones más elaboradas que las
del libreto simplista de ejércitos irregulares que violaron masivamente. Tocará
borrar las huellas del machismo exacerbado sobre unas relaciones de pareja manipuladas
por matones millonarios, como bien han mostrado las
series de TV.
AI (2004). "Rwanda: “Marked for Death”, rape survivors living with HIV/AIDS in Rwanda", Amnesty International, April 5
Bumiller, Elisabeth (1999) “Deny Rape or Be Hated: Kosovo Victims' Choice” The New York Times, June 22
Castro Caycedo Germán (2011). Más allá de la noche. Bogotá: Planeta
Chang, Iris (1997). The rape of Nanking. The forgotten holocaust of World War II. New York : Penguin Books
GMH (2013). ¡BASTA YA! Memorias de Guerra y Dignidad. Informe General del Grupo de Memoria Histórica. Bogotá, Imprenta Nacional
GMH (2011). Mujeres y Guerra. Víctimas y Resistentes en el Caribe Colombiano. Bogotá: Taurus - Pensamiento
OXFAM (2010). “Violencia Sexual en Contra de las Mujeres en el Contexto del Conflicto Armado Colombiano” Colombia 2001-2009. Oxfam International
Pinzón Paz, Diana Carolina (2009) “La violencia de genero y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones” en Restrepo, Jorge A. David Aponte (2009). Guerra y violencias en Colombia. Herramientas e interpretaciones. Bogotá:Universidad Javeriana