Publicado en El Espectador, Febrero 14 de 2019
Tweet de Victoria Sandino
La foto no podía ser más pintoresca. Seis
mujeres sonrientes, alegremente ataviadas posan en una calle de la colorida
Cartagena de Indias.
Los ademanes de celebración son inequívocos:
puños levantados, rebeldes, victoriosos con un lazo verde en la muñeca. En su cuenta
tuiter, una protagonista de la
escena da pistas sobre la razón del júbilo: un encuentro “sororo, amoroso, y de
mucho realismo político” donde se discutió el estado actual de los derechos
sexuales y reproductivos de las mujeres. “Las jóvenes se toman la palabra, las
redes y alzan el puño, reivindicando el derecho a decidir sobre sus cuerpos”
proclama Victoria Sandino, senadora por la Farc y ex combatiente guerrillera.
Las seguidoras también derrochan fogosidad en los comentarios: una asimila el
sexteto a “una banda de rock feminista y abortera”.
Si Sandino fuera totalmente ajena a la
política de abortos forzados en su grupo insurgente, si por lo menos la hubiera
criticado al desmovilizarse, la hipocresía e incongruencia no serían tan ofensivas.
Como anota una periodista española, “su lucha feminista en el seno de las FARC contrasta
con las acusaciones de connivencia con abortos forzados y violaciones que le
han lanzado exguerrilleras críticas”. Sin hacer alusión a la infame práctica,
la nueva parlamentaria feminista recuerda que “jamás me sentiré avergonzada por mi
militancia en las FARC EP”.
Alexandra Vargas, una desmovilizada que
a los 15 años fue obligada a subirse en una camioneta, deja constancia de lo
poco que le importaban a esta feminista los derechos sexuales y reproductivos de
las mujeres en las Farc. Al cuarto día de reclutamiento forzado, Alexandra fue
violada por alias Jerónimo, que abusó de ella durante tres noches seguidas, “hizo
lo que quería y me dijo salga de aquí”, recuerda con rabia. Después siguieron
el Abuelo y el Zorro. “La palabra de la mujer no vale nada. Las niñas y
jovencitas eran para los comandantes, entonces ellos no permiten que otra
persona esté con uno”, aclara. Ingenuamente pensó que Victoria Sandino tendría
un gesto compasivo, un mínimo de empatía, y haría algo para protegerla. Pudo “decirle
a ella las cosas, pero le daba lo mismo. Decía que tenía que aguantarme, que a
eso habíamos ido las mujeres a las Farc”.
La sorpresa no acaba con el cinismo de
una presunta cómplice de violencia sexual en la guerrilla que celebra el avance
de los derechos reproductivos de las jóvenes. A su lado en la foto, también de
plácemes, está Catalina Ruiz-Navarro, implacable feminista que usualmente protesta
por el más mínimo incidente contra las mujeres en América Latina. Su retórica
sobre los abusos patriarcales sufridos por el género femenino es bien selectiva:
hipersensible a la suerte de algunas e indiferente a la de otras. Alexandra,
por ejemplo, parece no contar, a pesar de que hizo su denuncia en un medio periodístico
con cubrimiento nacional, como lo han hecho las integrantes
de la Corporación Rosa Blanca que tampoco han merecido apoyo, ni siquiera un
breve comentario, de la célebre militante. Por el contrario, aseguran ellas, no
faltan las amenazas posconflicto de Sandino.
Ese olvido es particularmente extraño
en quien ha destacado la importancia de los relatos que, con valentía y nombre
propio, hacen algunas mujeres sobre la violencia que sufren y que por distintas
razones no atiende la justicia oficial. Al defender el escrache, esa “forma de
protesta, sobrevivencia y sanación… una estrategia de sanción social y denuncia
pública” criticada por su informalidad, hace énfasis en que “es la forma de
denuncia social que hemos elegido las mujeres ya que la justicia patriarcal no
nos cumple y ha probado ser insuficiente para atender la violencia machista”. Ese
tipo de protesta fue popular contra la represión política extrema. "Si no
hay justicia hay escrache” era el lema utilizado en Argentina en los noventa contra
los responsables de torturas y desapariciones durante la dictadura militar.
Las desertoras de la Rosa Blanca han
optado, precisamente, por el escrache virtual. Para algunas, como Alexandra,
fue frustrante quejarse en la guerrilla. Probablemente por eso se les volaron a
sus verdugos. En la euforia por la paz con “verdad, justicia y reparación”,
aupadas con el #MeToo, movimiento global basado en creer a pie juntillas las quejas
femeninas, fueron víctimas atípicas en Colombia al ventilar denuncias con
nombre propio: ni Él ni Ellos, puro escrache. Misteriosamente, el
establecimiento feminista, los activismos y periodistas progres
las ignoraron. Seguirán desconcertadas con la imagen de la banda sorora y
rockera precedida por una reflexión de Ruiz-Navarro que aparentemente concierne
a otras elegidas: “no podemos evadir nuestra responsabilidad como sociedad
exigiéndole a las víctimas que vuelvan a quedarse calladas”. Sin justicia, ni Victoria,
ni apoyo en el horizonte, en @CorpoRosaBlanca les queda el recurso que recomienda
ese feminismo también desmemoriado, clasista y taimado que las ningunea:
hacerse oír.
Tweet de Victoria Sandino
Castrillón, Gloria (2018). “Victoria Sandino, la líder feminista de la Farc”. El Espectador, Jul 20
Julià, Alvaro (2013). "Habla una víctima del escrache bancario". Blog personal, Mzo 29
Ruiz-Navarro, Catalina (2019). “¿Qué hacemos con el escrache?”. El Espectador, Ene 10
Julià, Alvaro (2013). "Habla una víctima del escrache bancario". Blog personal, Mzo 29
Ruiz-Navarro, Catalina (2019). “¿Qué hacemos con el escrache?”. El Espectador, Ene 10
Saura, Gemma (2018). “Nadie firma la paz apara acabar en una cárcel”. La Vanguardia, Oct 31