Publicado en EL Espectador, Mayo 23 de 2019
Hagan, Margaret (2019). “A Journey through Colombia’s Constitutional Court’s tutela design challenge”. Medium, May 7
La crítica más demoledora que he visto a
la estrella judicial colombiana es una fotonovela realizada por una profesora
norteamericana.
Fácil de leer y asimilar, el “viaje a
través del desafío del diseño de la tutela de la Corte Constitucional Colombiana”
es obra de Margaret Hagan, directora del “Legal Design Lab” de Stanford y conferencista
en la escuela de leyes de esa universidad.
Hagan vino a visitar a Santiago Pardo, un
exalumno suyo que montó en la Universidad de los Andes un laboratorio semejante.
Este constitucionalista está trabajando con Santiago de Francisco, profesor de
diseño, en un proyecto con la Corte Constitucional (CC) para redefinir “cómo
las personas interactúan con esta y cómo se procesan los casos”. Lo hacen para
una clase de derecho y la CC les da amplio acceso para observar, hacer
entrevistas, revisar, elaborar prototipos y pruebas in situ.
Definitivamente “una imagen vale más
que mil palabras”. La primera fotografía es del plácido entorno, con vista
panorámica sobre Bogotá, donde se conciben ideas geniales para arreglar problemas
nacionales. Al bajar al mundo real se ve un camión con los bultos de expedientes
que llegan desde todo el país y que nadie volverá a mirar. Dentro de la sede de
la CC se aprecia el gigantesco espacio en dónde estudiantes de derecho en
pasantía, necesariamente de Bogotá y probablemente de Uniandes y otras
facultades de élite, hacen una selección de las tutelas que serán revisadas por
la CC. Ahí se alcanza a sospechar cómo llegan las modas intelectuales del
exterior a la jurisprudencia y por qué muchos debates se centran en las
preocupaciones intensas de unas cuantas mentes brillantes, que convencen a los
medios y a la opinión pública ilustrada de que se trata de asuntos fundamentales
para el futuro de Colombia. No sorprendería que en el futuro la CC atribuya la
congestión causada por la tutela en todas las jurisdicciones a la falta de
Design Labs y ordene construírlos.
No extraña que la autorización para entrometerse
en sus dominios y observar de cerca su funcionamiento haya beneficiado a
Uniandes, bastión y cuna de la CC, de donde jamás saldría una verdadera crítica,
una objeción seria. Además, el proyecto abordará el revolucionario tema del “diseño
legal”, no temas espinosos como la falta de transparencia o la concentración de
poder.
Como buen proyecto de vanguardia, se
parte de la pretensión de estar abriendo fronteras, cuando el diseño espacial,
logístico y administrativo de los juzgados, la adecuación de los flujos de
expedientes y de la “clientela” estuvo hace años de moda en las agencias
mutilaterales, cuyos ingenieros pretendieron mejorar así la eficiencia de la
justicia latinoamericana.
La visitante y sus anfitriones no
parecen conscientes de que el principal, principalísimo insumo de la justicia,
casi el único pertinente, son los jueces. Y que aquellos con los que sueña
desde hace tres décadas el constiucionalismo criollo, los del common law, los mismos de las series
gringas de TV, los que la profesora de Stanford conoce y tal vez supone
universales, no tienen absolutamente nada que ver con aquellos formados en la
tradición civilista continental, como en Colombia, incluso para despachar tutelas.
Estos especialistas no han calibrado la
importancia de ese monstruo que los constitucionalistas abominan: el derecho
procesal. Explícitamente han ensalzado la informalidad y la avalancha de
tutelas que se suponen indicio de popularidad. Tal vez creen que los rituales
de las cortes del Common Law son
espontáneos, ignorando siglos de entrenamiento y trabajo en los juzgados, no en
las universidades, con depuración de prioridades, control del acceso y lucha
contra la improvisación que se
asimilaron en la jurisprudencia.
Difícil no anotar que el diseño,
normalmente, viene antes de la construcción de inmuebles o instituciones y no décadas
después, cuando los problemas hacen metástasis y la emergencia ya atañe a otras
especialidades.
Es una lástima que el Design Lab de
Stanford aún no se interese por la JEP cuyo accidentado funcionamiento se basa
en un mamarracho concebido bajo presión por la pazología urgente, excomandantes
guerrilleros y un abogado comunista español, ninguno de los cuales se destaca
por su refinamiento en arquitectura institucional. Como el diseño legal según
Hagan, esta variante de la justcia “se ha convertido en una cosa pero todavía no sabemos exactamente
lo que podría ser”.
La novel JEP y su hinchada, tan
soberbias que pretenden contar con métodos infalibles e inmodificables, cometen
el mismo error de menospreciar el factor humano. Suponen alegremente que
Colombia cuenta con especialistas en justicia restaurativa, un arte comunitario,
y que toda la ciudadanía clama que el castigo no sirve y toca reconciliar a las
víctimas con los victimarios.
La fotonovela finaliza con una eufórica
declaración. “¡Manténgase atento a la próxima publicación con más propuestas
sobre cómo rediseñar partes del Sistema Tutela!”. Of course, we love gringo
design!
Hagan, Margaret (2018) “Making Legal Design a Thing — and an Academic Discipline”. Medium, Dec 14
Hagan, Margaret (2019). “A Journey through Colombia’s Constitutional Court’s tutela design challenge”. Medium, May 7