Violencia juvenil organizada en Centroamérica
Por Mauricio Rubio *
INFORME FINAL DE INVESTIGACIÓN
Presentado al
BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO
Junio de 2005
“Creo que lo mejor para los desmovilizados es involucrarlos en departamentos de seguridad, en seguridad privada o con el Estado. Son muchachos que son profesionales en un campo, que es la seguridad, y si se les pone a hacer cosas que ellos no saben hacer van a estar inconformes” [1].
INTRODUCCIÓN
De distintas maneras se percibe la creciente internacionalización del fenómeno de las maras y pandillas centroamericanas. Está por un lado el palpable interés que los medios de comunicación por fuera de la región están mostrando por los mareros [2]. Más dicientes aún son los planteamientos de personas vinculadas a los organismos de seguridad, sobre todo estadounidenses, que no tienen ya ningún reato en calificar el fenómeno como una verdadera amenaza a la seguridad de la región. En esto también coinciden las declaraciones oficiales de quienes han iniciado una verdadera guerra, o cruzada, contra lo que consideran un problema de orden público que merece un lugar prioritario en la agenda gubernamental.
En forma independiente de la validez de estas últimas apreciaciones, sí parece haber consenso, entre medios de comunicación, funcionarios públicos y analistas, en que la mara constituye ahora un fenómeno que, uno, ha crecido considerablemente y que, dos, se salió del entorno de lo exclusivamente nacional para entrar en una esfera regional, incluso globalizada.
En este contexto de innegable internacionalización del fenómeno de las pandillas, sobre todo de las denominadas maras, se hace necesario adoptar una visión más allá del esquema estrictamente local bajo el cual predominaba la visión de una violencia juvenil espontánea, desorganizada y asociada, antes que nada, a la precariedad económica. Estableciendo un paralelo, cada vez más pertinente, con la violencia adulta, que en algún momento también fue una locura adolescente, parece claro que la consolidación de los carteles colombianos de la droga en lugares tan remotos como Europa, o la extensión del territorio de operación de las guerrillas más allá de los fronteras –se rumora que las FARC operan hasta en Paraguay- hace perder relevancia a los factores locales para explicar la violencia efectiva, la que ya se practica de manera sistemática. ¿Cómo pretender, por ejemplo, que la violencia ejercida por sicarios colombianos en Madrid, España, se puede comprender analizando las perspectivas laborales de los adolescentes en Medellín, Colombia?
De la misma manera, con relación a las pandillas y las maras parece apenas prudente aproximarse al análisis del fenómeno bajo una perspectiva internacional, o por lo menos regional. Algunos esfuerzos en ese sentido, que ven en las pandillas una extensión de los movimientos de protesta anti globalización parecen insuficientes, y poco convincentes. Este ambicioso propósito requiere un replanteamiento radical de la agenda de investigación que abarque, por lo menos, dos grandes temas. El primero, que no se aborda en este trabajo, tiene que ver con la descripción y el análisis de los vínculos entre las maras, las pandillas adolescentes, y algunos nichos del crimen organizado transnacional. Esta es el área sobre la cual, actualmente, se están concentrando las preocupaciones de los organismos de seguridad. Aunque es posible que esta visión esté basada en una buena dosis de exageración y paranoia, hay suficiente evidencia que invita a sacar el análisis de las pandillas del ámbito de la pequeña delincuencia del barrio. El dato más protuberante en ese sentido tiene que ver con la emigración hacia los Estados Unidos y la posterior inmigración, voluntaria o forzada, de jóvenes mareros a sus países de origen. El hecho que lo que se consideran las mayores organizaciones, o redes, de pandillas en la región, la Mara Salvatrucha y la 13, hayan surgido en Los Angeles, y cuenten ya con agencias, contactos, sucursales o franquicias en varios lugares de Centroamérica ya no parece un escenario simplemente atribuible a la excesiva sensibilidad de unos cuantos departamentos de policía. Parte de esa nueva agenda de investigación también debería incluir un análisis comparativo de las distintas pandillas y maras que operan en la región, para estudiarlas como redes analizando sus vínculos, sus eventuales estructuras e incluso su eventual liderazgo centralizado [3].
El segundo tema de interés, en el que de manera exploratoria se concentra este trabajo, tiene que ver con el análisis de los elementos que, en distintos lugares de Centroamérica, presentan en común tanto los jóvenes que integran las maras y pandillas como estas últimas entendidas no como una simple suma de adolescentes violentos sino como organizaciones. Sin llegar al extremo de sugerir que lo que, de manera genérica y caricaturesca, se denomina en este trabajo la pandilla del barrio, hace siempre parte de un entramado internacional centralizado, sofisticado y conectado con los carteles colombianos, la ETA o el fundamentalismo islámico, pero tampoco dejando de lado esa posibilidad para ciertas maras, de ciertos barrios, lo que sí se quiere destacar es que, desde sus inicios, la pandilla o la mara, incluso aquella pequeña y parroquial que opera en un vecindario muy específico se debe analizar como una organización que, formal o informalmente, implícita o explícitamente, recluta, aglutina, impone unas normas muy rígidas y entrena a sus miembros para que adquieran ciertas habilidades casi siempre relacionadas con el ejercicio sistemático de la violencia.
Aunque este aspecto tampoco se aborda en este trabajo, no se descarta la posibilidad que una misma organización -por razones tan variadas como el trabajo para una misma estructura criminal, o la huída o repliegue por las ofensivas de las autoridades- extienda su área geográfica de operación y empiece a reclutar miembros en nuevas áreas o que absorba gérmenes ya existentes de otras. En forma independiente de cómo se está dando de hecho esa extensión –por contagio directo, por emulación, por sub contratación- lo que sí sugieren con fuerza los datos disponibles es que hay ciertos patrones comunes, de reclutamiento, de imposición de normas, de liderazgo y de entrenamiento en materia criminal.
Sin querer en ningún momento sugerir que existe algo así como una casa matriz de las maras en dónde unos poderosos cuadros asesorados por curtidos mafiosos o severos guerrilleros diseñan estrategias de reclutamiento y aprendizaje en el arte de la guerra, en lo que sí se hace énfasis a lo largo del trabajo, y se aporta evidencia para sustentar ese planteamiento, es que hay cierta convergencia en términos de los incentivos que se ofrecen para atraer y mantener a los jóvenes en las pandillas. En particular, se sugiere la posibilidad de una recurrente evolución desde lo que se puede denominar la pandilla rumbera, que atrae muchos jóvenes, sobre todo en los barrios populares, hacia la mara criminal, que es la que, progresivamente, desvela a los organismos de seguridad.
El trabajo está dividido en tres secciones. En la primera se resume el marco conceptual, bastante ecléctico, adoptado para el estudio de las pandillas juveniles en varios lugares de Centroamérica y se describe el instrumento de medición utilizado para el análisis : cinco encuestas de auto reporte de conductas de jóvenes entre 13 y 19 años realizadas en tres países de la región centroamericana –Honduras, Nicaragua y Panamá- a lo largo de los tres últimos años. Se enumeran las principales ventajas de este instrumento así como sus limitaciones más evidentes. El grueso del informe lo compone la segunda sección en dónde se resume lo que muestran los datos de las encuestas tanto desde una perspectiva agregada, con los datos agrupados, como individual. En la tercera sección se plantean algunas recomendaciones.
A - MARCO CONCEPTUAL Y METODOLOGIA
De manera necesariamente apretada, en la primera parte de esta sección se resumen los principales elementos conceptuales que orientaron tanto la elaboración del instrumento de medición utilizado –encuestas de auto reporte de conductas que se describen en la segunda parte de la sección- como el análisis de los datos.
En términos generales, y a nivel de los supuestos básicos de comportamiento individual, se abandonan parcialmente los dos grandes paradigmas de las ciencias sociales contemporáneas para adoptar, en la línea propuesta recientemente por la psicología evolucionaria [5] un esquema no sólo consistente con el paradigma de la evolución natural de las especies sino que permita tener en cuenta los instintos y las emociones como determinantes del comportamiento. Esta reorientación del análisis por fuera del absurdo veto impuesto en las ciencias sociales contra los aportes de la biología, la etología y en general la evolución natural resultaba indispensable, y ha mostrado ser fructífero, para abordar tanto las abismales y recurrentes diferencias por género en la incidencia de conductas violentas –un asunto de machos- como las complejas y también persistentes asociaciones que se observan entre estas y el comportamiento sexual en los adolescentes.
En esas líneas, se adopta, para analizar el comportamiento individual de los adolescentes, un esquema que complementa el modelo de elección racional (ER) con dos elementos adicionales: por un lado, el esquema alternativo propuesto por la sociología clásica, que se puede denominar el modelo de seguimiento de reglas (SR) (rule-following behavior) y por otra parte, con un componente emotivo-instintivo-pasional (EIP) tradicionalmente relegado por las ciencias sociales pero que parece indispensable tener en cuenta para comprender lo que parecen, a todas luces, conductas y comportamientos adolescentes desbordantes de emoción, instintos y pasiones.
La importancia relativa de los tres componentes propuestos depende de cada situación específica. Así, mientras la conducta de un empresario capitalista que firma o incumple un contrato se puede situar en algún punto del eje ER-SR, la de un marido celoso que lesiona a su pareja, o la de un adolescente que causa un accidente o riñe con un rival por celos, estarán más cerca del vértice EIP. El comportamiento de un individuo que busca vengar la muerte de un familiar, o el de un miembro del ejército que viola los derechos humanos de un detenido, o el de un adolescente que defiende el territorio de su mara estará localizado en algún punto del eje EIP-SR.
A diferencia del modelo económico tradicional que se pretende aplicable tanto a los seres humanos como a distintos tipos de organizaciones, el esquema propuesto reconoce que el triángulo ER-SR-EIP es relevante principalmente para los primeros. Aunque para algunas organizaciones simples –la familia, la pandilla de amigos- se pueden percibir rezagos emotivos en ciertas conductas, a medida que aumenta su complejidad, su comportamiento se sitúa en el eje ER-SR [6].
En Rubio (2003c y 2004) se revisan en detalle algunos aportes de otras disciplinas que pueden ser útiles para el propósito general de explicar ciertos comportamientos adolescentes y, en particular, el efecto que tienen las normas sobre las conductas individuales de los jóvenes. Aquí simplemente vale la pena recordar lo que parece ser una tendencia general, tanto para los individuos a lo largo de su ciclo de vida, y en especial durante la etapa crítica de la adolescencia, como para las organizaciones a través de su desarrollo, es el tránsito desde el componente esencialmente emotivo de las conductas hacia la mayor normatividad de los comportamientos y/o el creciente recurso a la razón. Este tránsito resulta indispensable para comprender tanto al adolescente que se escapa de la casa para ser absorbido por el rígido sistema normativo de las pandillas como a la misma pandilla que evoluciona desde el vacil y la rumba hacia la mara, necesariamente racional, que se asocia con el crimen organizado, o con los políticos.
Así, a nivel micro analítico lo que se busca destacar con este trabajo es que a lo largo de la vida de los individuos, e incluso de ciertas organizaciones que, como las pandillas, en sus orígenes fueron fundamentalmente emotivas y espontáneas, es que la racionalidad, o la aceptación de las normas, son características que evolucionan y se van configurando de manera progresiva con el paso del tiempo.
2 – Reglas y comportamiento individual. Las organizaciones voraces
Un aspecto tradicionalmente subestimado por el modelo de elección racional tiene que ver con el comportamiento de los jóvenes pandilleros -que por definición son individuos adscritos a una organización- al interior de la cual se siguen unas normas y reglas de conducta minuciosamente establecidas y que, por esa misma razón, una vez adentro de las mismas no tienen un mayor margen para decidir. En estos casos, el supuesto más parsimonioso de comportamiento será el del seguimiento de reglas –las definidas por la organización- y una decisión crucial que se debe explicar para cualquiera de sus integrantes individuales será la de su ingreso o adhesión a la organización.
En este contexto, lo que muchas veces se busca infructuosamente explicar como una acción individual –un fanático que se suicida en un atentado con una bomba, o un pandillero que participa en una riña- es más esclarecedor descomponerlo como una secuencia de dos acciones. La primera, individual, tiene que ver con la decisión de ingresar a un grupo. La segunda debe entenderse como la típica adopción de una norma, algo que se espera hagan los miembros de ese grupo. Así, si se piensa, por ejemplo, en la existencia de un club de infractores de la norma X, sería poco razonable no desmenuzar una acción ilícita de cualquiera de sus integrantes en sus dos componentes básicos: la decisión de afiliarse al grupo, que puede tener ciertos determinantes, y la infracción propiamente dicha que no es sino la consecuencia obvia de tal afiliación. Este tipo de situaciones son innumerables en la vida real, e infructuosamente se tratan de explicar como decisiones individuales aisladas. E incluyen, en particular, al adolescente que ingresa a una pandilla en la cual “lo que se hace” es vestirse de determinada manera, o pintar graffitis, o destrozar cabinas telefónicas, o agredir, o cobrar impuestos. O al militante que de un grupo más organizado en que, por tradición, ha adoptado el secuestro como mecanismo de financiación. O al fanático que se caracteriza por inmolarse, o por los atentados suicidas.
De particular interés para analizar este escenario es el caso extremo de lo que Lewis Coser (1978) ha denominado las instituciones voraces, entendidas como grupos u organizaciones que demandan una adhesión absoluta de sus miembros, las que “exigen una lealtad exclusiva e incondicional …sus demandas respecto a la persona son omnívoras” [7]. Sin detenerse en los casos basados en la coacción externa para el reclutamiento –asilos, ancianatos, hospitales psiquiátricos o cárceles- Coser analiza instituciones de adhesión voluntaria [8] y sugiere varios mecanismos a través de los cuales se puede llegar a la situación del individuo completamente fagocitado por una organización:
(i) Ofrecer seguridad económica a los desposeídos. “Quienes carecen de bienes de fortuna son instrumentos más dóciles que quienes poseen propiedades o riquezas” [9]. Es interesante observar cómo la lógica de la relación entre la situación económica adversa y, por ejemplo, la vinculación a la pandilla, o a la guerrilla, es distinta a la de quienes ven en cada pandillero, o guerrillero, un rebelde.
(ii) Eliminar los lazos territoriales y familiares, en particular impidiendo que los miembros -como los eunucos o el clero célibe- puedan tener descendientes.
(iii) Limitar la autonomía y la intimidad, entendida como la capacidad de eludir la observación externa y la vigilancia [10] y
(iv) Suministrar una ideología que legitime la sumisión.
La combinación de estos factores puede llevar a la formación de grupos cuyos integrantes, a veces rechazando de plano otras normas sociales, proclaman su adhesión a un conjunto especial de valores y reglas de conducta. Coser analiza ejemplos de distintos tipos de sectas y algunas colectividades militantes, como los jesuitas y los leninistas. De particular interés para el tema general de la manipulación de los instintos como mecanismo de cohesión está la configuración de una amenaza externa [11] y la orientación de la sexualidad en contra del establecimiento de una familia. Contrastando el celibato impuesto en las comunidades religiosas con la promiscuidad promovida entre los militantes bolcheviques Coser señala que, aunque opuestas, tales prácticas sexuales cumplen la misma función de eliminar la posibilidad de vínculos estables que compitan con la organización y lograr lealtad y adhesión absolutas.
3 – De la familia a la pandilla: apothenosis y enantibyosis
El esquema de las organizaciones voraces propuesto por Coser es particularmente útil no sólo para analizar las pandillas, y para comprender lo que a primera vista resulta paradójico y es la aparente avidez normativa que muestran los jóvenes que se vinculan a tales grupos. También es pertinente para entender la previa desvinculación que, antes de ingresar a la pandilla, se da de otra organización igualmente voraz, la familia. En este contexto, se plantea que el ingreso de los jóvenes a la pandilla requiere, como mínimo, descomponerse en dos pasos críticos : el abandono previo del sistema normativo al cual estaban adscritos, el que predomina en el hogar familiar y el sistema escolar y, sólo posteriormente, la vinculación propiamente dicha.
Con el ánimo de mostrar que este tránsito de una organización, contra la cual se rebela el joven, hacia otra que, paradójicamente, es casi siempre más voraz, no es algo peculiar a Centroamérica de principios del siglo XXI vale la pena transcribir las anotaciones de un agudo observador de las bandas andaluzas del siglo XIX.
“La etiología del bandolerismo se compone de dos momentos. Uno, de segregación (apothenosis) por el cual el individuo, a causa de algún yerro cometido, se pone en rebeldía frente a la ley y se constituye, de hecho, en bandido. Otra, de organización de una vida hostil a la sociedad (enantibyosis), agrupándose los bandidos, por afinidad y necesidad, en la banda por la que se llaman bandoleros. Ahora … la apothenosis, o tiene una levísima motivación o carece de motivación enteramente. El bandido, sin drama alguno interior, sin conflictos ni adversidades sociales críticas, se lanza al campo por vocación, convertida en profesión de su vida. La enantibyosis en algunas de las manifestaciones del fenómeno no afecta al grupo social originario y sí sólo a los extraños o a los forasteros” [12].
Los criminólogos de jóvenes en los Estados Unidos y Europa han propuesto un esquema de análisis, el de los llamados senderos hacia la delincuencia, que se puede resumir en los siguientes puntos: (i) varias dimensiones de los comportamientos problemáticos de los jóvenes se originan en edades muy tempranas, (ii) tales conductas se desarrollan siguiendo una secuencia temporal y con bastante continuidad, (iii) por lo general las infracciones leves anteceden a las graves y ciertos incidentes pueden servir de catalizador del agravamiento de las conductas y (iv) creer en la legitimidad del “orden moral” inhibe la aparición de ofensas leves pero, a su vez, las transgresiones afectan la credibilidad en el “orden moral” [13].
Loeber (1996) propone superar la tradición de clasificar a los jóvenes sobre la base de su primera infracción grave y analizar el historial de conductas problemáticas pasadas en lugar de un solo incidente.
El elemento básico de este esquema, más complejo pero más realista, del joven que –constreñido por las normas, atento a los estímulos, pero también sujeto a sus emociones, a sus pasiones y a sus acciones pasadas- se va trazando un camino peculiar e individual que ayuda a explicar sus conductas se adopta con alguna modificaciones ad-hoc relacionadas con dos restricciones. La primera es la de las limitaciones de información, pues los instrumentos de medición necesarios para contrastar esta teoría de los senderos hacia la delincuencia –básicamente muestras longitudinales de seguimiento de una misma cohorte de jóvenes a lo largo de su vida- no están disponibles y simular estos instrumentos con encuestas retrospectivas es una fuente importante de imprecisión. La segunda restricción es que el esquema propuesto para las infracciones o delitos cometidos por un individuo no siempre es aplicable de manera inmediata a las agrupaciones de individuos que pueden ser determinantes, como tales, de la incidencia de ciertas conductas. Por esta razón, se adopta un esquema modificado de los senderos en el cual se hace énfasis en dos etapas, de largo alcance, no siempre bajo el control del joven que las transita y en buena medida irreversibles, la salida de la casa (y el sistema escolar) y el ingreso a la pandilla.
En ambos casos, casa y pandilla, y retomando lo sugerido por Coser, conviene destacar la importancia que los sistemas normativos que las caracterizan le asignan al comportamiento sexual de los jóvenes.
4 – Las encuestas de auto reporte de conductas
En el Cuadro siguiente se presentan los parámetros básicos de las cinco encuestas de auto reporte realizadas entre el año 2002 y el 2005 en varios municipios de Honduras, Nicaragua y Panamá.
Cuadro 1
En total, se han encuestado más de ocho mil quinientos jóvenes (8523), entre 13 y 19 años, de los cuales un poco más de las tres quintas partes (61.4%) vinculados al sistema educativo y distribuidos por mitades entre hombres y mujeres. Entre los desescolarizados, hay mayor participación de hombres (68%) que de mujeres.
En todas las encuestas, la muestra de la población estudiantil se escogió de manera aleatoria primero con muestreo geográfico de los establecimientos y luego, dentro de estos, buscando representatividad por edades y género de los jóvenes a quienes se suministraba el cuestionario. El cuestionario se respondía de manera privada y anónima por los mismos jóvenes que lo auto diligenciaban.
Para captar a los jóvenes desvinculados del sistema educativo fue imposible encontrar un procedimiento de muestreo que garantizara, simultáneamente, aleatoriedad y el requisito de privacidad y anonimato de la encuesta. El segundo requisito, al cual se le asignó prioridad hizo descartar la mayor parte de los procedimientos habituales de diseño de muestras, como los de selección geográfica utilizados en encuestas de hogares. En la mayoría de los casos los esfuerzos se centraron en captar jóvenes con algún tipo de vinculación institucional que se pudieran agrupar para responder el cuestionario de manera anónima. Así, la mayor parte de los pandilleros, mareros y delincuentes juveniles que pudieron ser encuestados llegaron a la muestra de manera dirigida.
La principal ventaja del instrumento utilizado, fuera del considerable grupo de jóvenes que respondieron el formulario, es que permite elaborar no sólo un perfil de los infractores y pandilleros sino, sobre todo, comparar algunas de sus características con un grupo de control, el de los estudiantes. Esta es tal vez la innovación más importante de la metodología adoptada sobre trabajos previos. El hecho que la sub muestra de desescolarizados no sea aleatoria implica que no se puede utilizar ni para medir la incidencia global de infracciones, o de afiliación a pandillas. Además, las comparaciones entre localidades, y entre países, deben interpretarse con extrema cautela. Otra consecuencia del procedimiento de muestreo es que muy probablemente está sobre estimando el impacto del abandono escolar sobre la delincuencia juvenil, la afiliación a pandillas y la prostitución adolescente.
B – LO QUE MUESTRAN LAS ENCUESTAS
1 – A nivel agregado
1.1 – Las pandillas en los barrios
En la literatura reciente sobre pandillas juveniles [14], siguiendo las sugerencias de Durkheim en su trabajo sobre el suicidio, se hace énfasis en la necesidad de distinguir los elementos que ayudan a explicar la incidencia y las características sociales de un fenómeno de los varios factores específicos que motivan a los individuos a ocasionar un incidente que contribuye a dicho fenómeno. En el caso de las maras o pandillas juveniles, es conveniente entonces diferenciar aquellos elementos que ayudan a explicar por qué en unos lugares hay mayor o menor presencia de bandas juveniles –o cuales son las características de las mismas a nivel agregado o social- de los diversos factores que contribuyen a que un joven se vincule a una de tales pandillas.
Aunque las encuestas de auto reporte sobre las cuales se basa este trabajo se adecuan más al análisis de los determinantes individuales de vinculación a las pandillas, es factible tener una visión general de la incidencia, a nivel agregado, del fenómeno. Al respecto, el primer aspecto que sobresale de los datos de las encuestas es la enorme variabilidad geográfica del fenómeno de las pandillas. Esta apreciación es relativamente independiente del indicador que se adopte para la medición de tal incidencia. Para aproximarse a la importancia relativa de las maras o pandillas en las cuatro regiones en las que se realizaron encuestas se dispone de tres indicadores diferentes más o menos relacionados : 1) el reporte de los jóvenes que respondieron la encuesta de alguna vez en la vida haber sido marero (en Honduras) o pandillero (en Nicaragua); 2) el contar o no con un amigo marero o pandillero y 3) la percepción de que en el barrio en dónde se vive existen o no pandillas. Con los dos primeros se puede construír un indicador para los jóvenes vinculados al sistema escolar y otra para los desescolarizados. Así, lo que se observa es, por un lado, una alta variabilidad entre los diferentes indicadores : mientras que en Managua un 80% de los jóvenes manifiestan que en el barrio en el que habitan operan pandillas, para la ZMVS la cifra respectiva es del 33%. El auto-reporte de haber pertenecido a una pandilla entre los jóvenes aún vinculados a la escuela presenta una relación del orden de tres a uno entre Managua y la ZMVS. Es conveniente señalar que puesto que la muestra es completamente aleatoria entre los jóvenes estudiantes, pero lamentablemente no lo es entre los desescolarizados [15], para efectos de comparación entre localidades, el indicador de vinculación a las pandillas basado en el auto-reporte es más adecuado si se limita a los jóvenes que siguen en el sistema escolar.
Gráfica 1
El segundo punto que se puede señalar es que [16] lo que se podría denominar indicador líder de la incidencia de pandillas –en el sentido de ser el que capta el fenómeno de manera más temprana- es el que se basa en la percepción de los jóvenes sobre la presencia de pandillas en sus barrios. Este indicador, además, presenta la ventaja de poderse comparar con uno similar calculado a partir de encuestas de victimización a los hogares.
Puesto que las encuestas fueron realizadas en un número relativamente amplio de municipios, tanto de Honduras como de Nicaragua, es posible tener una idea de las diferencias en la incidencia a nivel agregado en cada una de estas localidades.
Bajo esta perspectiva de corte transversal por municipios se pueden señalar varios puntos. Uno, el primer efecto perceptible de las pandillas en una localidad parecería ser el establecimiento de una red de amigos que, si bien es más extensa entre los jóvenes no escolarizados, se extiende fácilmente aún entre los estudiantes, sobre todo en los niveles bajos de incidencia de las pandillas en los barrios.
Gráfica 2
Nótese cómo, en efecto, si la percepción de influencia de pandillas en los barrios es inferior al 40%-50% [17], la relación entre este indicador y el basado en los vínculos de amistad con los pandilleros es muy similar entre los jóvenes que estudian y los desescolarizados. Es en los niveles altos de presencia de pandillas en los barrios que la escuela en cierta medida actúa como un obstáculo a la red de amigos de las pandillas, sin poder contenerla del todo. De cualquier manera, y aunque en los niveles altos de incidencia de pandillas el reporte de amistad con los pandilleros es inferior entre los estudiantes que entre el resto de hombres jóvenes desescolarizados, la asociación entre ambos fenómenos es estrecha (correlación cercana al 80%) entre ambos grupos de adolescentes.
El umbral del 40% en la percepción de influencia de las pandillas es relevante no sólo a nivel de los lazos de amistad de los jóvenes con los pandilleros. También en ese punto se percibe un quiebre en términos del reporte de vinculación con las pandillas. Por un lado, es a partir de allí que, aparentemente, empieza a ser relevante y creciente el porcentaje de jóvenes que manifiestan haber sido mareros o pandilleros. Por otra parte, sería el límite a partir del cual el hecho de estar estudiando marca una diferencia o, en otros términos, cuando la desvinculación del sistema educativo empieza a convertirse en un factor de riesgo para el ingreso de los jóvenes a las pandillas.
Gráfica 3
1.3 – Pandillas y situación económica de los jóvenes
No cabe duda que la explicación más generalizada para la existencia de pandillas en las localidades, así como para la vinculación de los jóvenes a tales grupos está basada en la precariedad de la situación económica tanto social como individual. La información de la encuesta puede ser útil no sólo para contrastar este planteamiento sino para refinar un poco el análisis e identificar los mecanismos a través de los cuales opera la causalidad desde el ámbito económico hasta el entorno de las pandillas.
Para el análisis que sigue se utiliza como indicador de la situación económica de los jóvenes su percepción subjetiva del estrato socio económico al que pertenecen [18]. Con los datos agregados a nivel de municipio se observa una relación negativa (índice de correlación de –0.6) entre la incidencia de pandillas en los barrios y el estrato económico promedio de los jóvenes que viven en tales barrios.
Gráfica 4
Esta relación negativa entre la situación económica y la presencia de pandillas persiste cuando se toma no el valor promedio de la calificación individual del estrato sino la proporción de jóvenes que se consideran pertenecientes al estrato bajo, o al estrato alto.
Gráfica 5
Con cualquiera de los indicadores se tiende a corroborar el planteamiento relativamente generalizado que a mayor nivel de precariedad económica en las localidades –medida en este caso por la percepción que tienen los jóvenes sobre su situación relativa en la escala social- tiende a incrementarse la presencia de las pandillas en los barrios. Vale la pena un esfuerzo por entender mejor cual es la lógica de esta relación.
Aunque en términos generales la percepción de los mismos pandilleros sobre su estrato socio económico confirma la existencia de una relación positiva entre la precariedad económica y el fenómeno de las pandillas, el análisis de la participación de pandilleros en cada estrato, así como la composición por estratos de la población de pandilleros y su entorno ofrece un panorama más complejo de la situación.
En primer lugar, a nivel agregado [19]. al incrementarse la proporción de pandilleros en la población, se percibe que la relación entre estrato económico y vinculación a las pandillas no es lineal, decreciente y uniforme como en principio postula la teoría de las pandillas basada en la precariedad económica.
Gráfica 6
Lo que se observa como perfil es, por el contrario, una especie de U en dónde los niveles altos de afiliación a las pandillas se dan tanto en el estrato bajo como en el estrato más alto. De hecho, para la encuesta de Tegucigalpa, es mayor la proporción de jóvenes hombres pertenecientes al estrato alto que reportan haber sido mareros (10.5%) que la cifra respectiva entre los jóvenes de estrato bajo (8.9%). En otros términos, lo que esta gráfica sugiere es que la mejor posición económica está lejos de poderse considerar la única vacuna eficaz contra la vinculación a las pandillas.
La complejidad de la relación entre la situación económica y la incidencia de pandillas se corrobora al observar el perfil por estratos del entorno del fenómeno. En primer lugar, el reporte de que existen pandillas en el barrio de acuerdo con el estrato económico de quien responde la encuesta varía bastante entre los países en los que se hizo la encuesta. Estas diferencias en la incidencia de pandillas no siempre guardan correspondencia con el nivel económico, o la extensión de la pobreza, en los distintos países. Además, la asociación del indicador de presencia de pandillas con la precariedad económica también presenta importantes variaciones regionales. Así, mientras en Tegucigalpa o Panamá se percibe, como en principio predice la teoría, una relación negativa entre la situación económica y la presencia de pandillas en los barrios, en otros lugares, como Nicaragua o República Dominicana la asociación es menos nítida y se alcanza a percibir una especie de U: la incidencia es más importante en los dos extremos de la escala económica y más baja en los estratos medios.
Gráfica 7
Algo similar puede decirse acerca de la relación entre la situación económica del joven y sus vínculos de amistad con los pandilleros. Las diferencias entre regiones son más significativas que las diferencias al interior de una misma región, y la pertinencia de la situación económica como indicador de lazos de amistad con las pandillas depende mucho de la localidad.
En Managua, por ejemplo, a mayor estrato mayor es la incidencia de amigos de pandilleros. En Panamá, la ZMVS o República Dominicana sólo en el estrato más alto se percibe una disminución en la posibilidad de que un joven reporte ser amigo de un pandillero.
Se puede anotar que el perfil por estratos que más se asemeja al de los pandilleros es el de los jóvenes que se han desvinculado del sistema educativo. Así, parecería que, cuando se observa, la asociación entre la precariedad económica de los jóvenes y su vinculación a las pandillas se da a través del fenómeno del abandono escolar. Sobre este punto se volverá más adelante.
La falta de una relación inequívoca entre la situación económica y el fenómeno de las pandillas también se observa a partir de la percepción que tienen los pandilleros sobre su posición en la escala social. En efecto, la composición por estratos de la población de jóvenes vinculados a las pandillas presenta importantes variaciones regionales. Así, mientras en Tegucigalpa la estructura por estratos de la población de mareros es relativamente uniforme –cerca del 20% se consideran situados en cada uno de los cinco estratos- en los municipios Nicaragüenses casi el 60% de los pandilleros afirman pertenecer al estrato más bajo mientras que apenas el 1% considera pertenecer al estrato alto. En Panamá también se observa una alta concentración de jóvenes que del estrato más bajo dentro de los pandilleros.
Gráfica 8
Lo que, por el contrario, sí concuerda con la teoría de la precariedad económica como determinante del fenómeno de las pandillas es la percepción que tienen los jóvenes encuestados sobre el estrato al que pertenecen sus amigos pandilleros. En efecto, y aquí si en forma relativamente independiente del lugar en dónde se realizó la encuesta, la composición por estratos de los pandilleros, de acuerdo con la percepción de sus amigos no pandilleros presenta siempre un asociación estrecha y negativa con el estrato [20].
Gráfica 9
Otro aspecto que vale la pena señalar con respecto a la situación económica de la población encuestada es que la composición por estratos de los hombres jóvenes por fuera del sistema educativo es bastante similar a la de los pandilleros y, por otra parte, sustancialmente diferente a la de quienes continúan integrados al sistema escolar.
Gráfica 10
Así, de nuevo se puede pensar que el principal mecanismo a través del cual la precariedad económica de los jóvenes estaría repercutiendo en la incidencia del fenómeno de las pandillas es el del abandono escolar.
1.4 – Algunos elementos asociados con la presencia de pandillas
Los datos de las encuestas agregados por municipios pueden ser útiles para detectar algunos elementos correlacionados con la incidencia de las pandillas y dar algunas luces tanto acerca de las eventuales causas del fenómeno como de sus más visibles consecuencias.
Utilizando lo que se denominó en indicador líder del fenómeno –la percepción de los jóvenes de la encuesta sobre la influencia de pandillas en sus barrios- el primer punto que conviene destacar es que esta es que estos grupos juveniles ejercen una influencia sobre ciertos comportamientos –riesgosos, rumberos- de los jóvenes. En particular, es notoria la asociación que se observa entre la presencia de pandillas en los barrios y cuestiones como el consumo de tabaco, alcohol o droga entre los jóvenes no miembros de las pandillas. Aparece incluso una correlación positiva con la frecuencia de salidas nocturnas de los jóvenes. Así, mientras en las localidades con escasa presencia de pandillas la incidencia de consumo de tabaco o bebidas alcohólicas entre los jóvenes no pandilleros es inferior al 10%, la de droga crecana al 0% y el promedio de salidas nocturnas apenas supera 1.5 por semana, en los municipios en dónde está más generalizada la presencia de maras o pandillas cerca de la mitad de los adolescentes reportan haber consumido tabaco o alcohol, más del 6% manifiestan haber recurrido a las drogas y el promedio de salidas nocturnas a la semana es cercano a tres.
Gráfica 11
En forma consecuente con las observaciones anteriores, la presencia de pandillas en los barrios alcanzaría a estar asociada con las preferencias de los jóvenes en materia del lugar preferido para pasar la mayor parte de su tiempo libre. Mientras que en los lugares en dónde las pandillas muestran una presencia más generalizada aumenta la proporción de jóvenes que manifiesta pasar la mayor parte de su tiempo libre en la calle en detrimento de pasarlo en la casa.
Gráfica 12
En otros términos, las pandillas parecen tener el efecto de sacar a los jóvenes fuera de sus casas para empujarlos hacia la calle. Esta atracción no necesariamente implica, para la mayor parte de los jóvenes, una mayor implicación en actividades delictivas. Si bien se percibe un leve efecto arrastre sobre los pequeños robos y los ataques más serios a la propiedad, no se alcanza a dar un impacto sobre crímenes más graves cometidos por jóvenes por fuera de las pandillas. Más visible es el estímulo que parece darse, y aquí si de manera generalizada, sobre ciertas conductas riesgosas –como el consumo de sustancias- y sobre el ambiente nocturno y de rumba. Se puede plantear como conjetura que uno de los principales elementos asociados a la presencia de pandillas en los barrios es el quiebre del sistema normativo basado en la familia y el sistema escolar, y que este factor de rebeldía es algo que atrae a buena parte de los jóvenes.
Aunque el elemento de la rumba, el vacile, el pasárselo bien, es frecuentemente mencionado como un factor aglutinante de los adolescentes alrededor de las pandillas y, en recurrentes testimonios, como un motivo suficientemente fuerte para inducir en algunos jóvenes la decisión de vincularse a las pandillas, hay dos consecuencias de este escenario que no han recibido suficiente atención en la literatura que ofrece diagnósticos sobre el fenómeno. La primera es la falta de consideración de este tipo de motivación –tanto para acercarse a las pandillas en busca de amigos como para ingresar a ellas- en las políticas y programas orientados a enfrentar el problema. Paradójicamente, tales esfuerzos -tanto a nivel preventivo como cuando se busca la reinserción- se concentran en los aspectos educativos y laborales de la vida de los adolescentes, precisamente aquella dimensión por la cual tanto los pandilleros como sus redes de amigos demuestran recurrentemente tener un mínimo interés [21]. En este sentido, y sin querer desvirtuar del todo la dimensión materialista del fenómeno, vale la pena hacer énfasis en la caricatura de la pandilla como una instancia de rumba y de desafío a ciertos estándares de comportamiento en principio promovidos por la familia y el sistema educativo.
El segundo elemento que ha sido tradicionalmente ignorado por el diagnóstico, o mencionado de manera anecdótica y marginal, pero que está presente como pocos en la vida de los adolescentes, en sus preocupaciones cotidianas, en sus motivaciones de corto y largo plazo e incluso en las normas con las que se pretende moldear sus comportamientos es el relacionado con la vida sexual. En este contexto, si se percibe la importancia del vacile, de la rumba como un factor de atracción alrededor de la vida de pandilla no parece prudente ignorar la dimensión sexual del comportamiento de los adolescentes en general y de los pandilleros y su entorno en particular. Al respecto, los datos de las encuestas muestran con claridad que la vida sexual de los pandilleros, y de sus amigos, no sólo es más temprana, más activa y más promiscua que la del adolescente promedio sino que es uno de los elementos que en mayor medida contribuyen a discriminarlos. Sobre este punto se volverá más adelante.
A pesar de las observaciones anteriores, resulta claro en los datos que no todo es rumba alrededor de las pandillas. En particular, la presencia de pandillas está inequívocamente asociada con mayores índices de inseguridad en las localidades. Por un lado, el indicador más generalizado de inseguridad, la tasa de victimización [22], muestra una correlación positiva y relativamente estrecha (índice de correlación del 83%) con la presencia de pandillas en los barrios. Así, mientras en los municipios en dónde menos del 10% de los jóvenes manifiestan que en el barrio en dónde habitan operan pandillas la tasa de victimización es inferior al 20%, en aquellas localidades en dónde un 80% o más de los encuestados reportan presencia de pandillas más de uno de cada dos jóvenes ha sido víctima de algún ataque criminal.
Por otra parte, un indicador subjetivo de seguridad en el barrio [23] también muestra una correlación negativa (cercana al 70%) con la presencia de maras o pandillas en los barrios.
Gráfica 13
Las observaciones anteriores se corroboran, desde la otra orilla de la inseguridad -la de los infractores- cuando se observa que la presencia de pandillas en los barrios se relaciona con un mayor reporte de infracciones leves, ataques o agresiones de distinta naturaleza, por parte de los jóvenes no vinculados a las pandillas. Más adelante se analizan las diferencias entre los pandilleros y el resto de jóvenes a la hora de cometer infracciones.
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La relación positiva entre la presencia de pandillas en los barrios y el auto reporte de infracciones no muy graves por parte de los jóvenes no pandilleros se observa tanto con un indicador de la variedad de conductas problemáticas –que se puede medir con la suma del número de categorías en las cuales se reportan infracciones, y que no debe confundirse con una medida de reincidencia- como con el reporte de haber cometido alguna vez pequeños robos –sacar artículos de un almacén sin pagarlos, o comprar cosas robadas-. Ya para los robos más serios la asociación entre incidencia de pandillas y reporte de este tipo de delito empieza a se más tenue.
Como lo sugiere de manera tímida el reporte de robos, algo que ya se puede considerar dentro de la categoría de los delitos, la generalización de la presencia pandillera en los barrios no necesariamente se asocia con un mayor reporte de infracciones graves -como violaciones, ajusticiamientos, homicidios o secuestros- por parte de los jóvenes no miembros de pandillas en una localidad. El reporte de estos crímenes por parte de jóvenes ajenos a las pandillas no sól es extremadamente raro sino que es independiente de la incidencia de pandillas en los barrios, siendo el índice de correlación para los datos agrupados por municipios tan sólo del 10%. Por el contrario, para los delitos reportados por los miembros de las pandillas se percibe una asociación negativa entre su incidencia y la presencia extendida de pandillas en los barrios. Es en los municipios en dónde los jóvenes reportan una menor incidencia de pandillas (inferior al 40%) en dónde los intergrantes de tales grupos se caracterizan por ser en su mayoría criminales serios.
Gráfica 15
Así, los datos de la encuesta sugieren que la presencia generalizada de pandillas en los barrios se asocia, entre los jóvenes no integrantes de tales grupos, con un mayor reporte de infracciones pero no necesariamente con una incidencia superior de los crímenes más graves. Al interior de las bandas, por el contrario, el fenómeno menos extendido, o más concentrado, se caracteriza, por el contrario, con una mayor criminalización de sus integrantes. Dicho en otros términos, parecería que la evolución y desarrollo de las pandillas se da acompañada tanto de una progresiva monopolización de las actividades delictivas dentro de esos grupos como, aparentemente, de una vinculación menos masiva de jóvenes. Disminuye la cantidad y aumenta la intensidad, o gravedad, de las pandillas. Esta observación se puede interpretar de dos maneras no excluyentes : las pandillas en alguna medida pacifican las localidades en las que actúan y, simultáneamente, monopolizan las actividades delincuenciales.
1.5 – La pandilla como escuela de infracciones, y de crímenes
Lamentablemente, y a pesar de la eventual utilidad de la caricatura rumbera para una comprensión global del fenómeno, las pandillas juveniles no son una simple manifestación del vacil, el trago, la marihuana, la vida nocturna, la libertad sexual o el pasárselo bien. Existen marcadas y fundamentales diferencias entre el fenómeno de las maras y las pandillas en Centroamérica en la actualidad y, por decir algo, el movimiento hippy de los años sesenta, que también era rebelde, opuesto al esquema tradicional de la familia o la escuela, propenso al consumo de droga, liberado sexualmente, pero con reconocida vocación de paz, no de violencia.
Una importante y sombría faceta característica del fenómeno pandillero, que ayuda a explicar la inseguridad y los mayores índices de victimización que sufren los jóvenes en sus territorios, es la marcada vocación por la violencia en una amplia gama de manifestaciones y de comportamientos problemáticos y riesgosos, que afectan a terceros, y que van desde los pequeños robos hasta el secuestro, pasando por las riñas, las agresiones y las violaciones.
De la misma manera que, con la información de las encuestas agregada por municipios, se pudo identificar una asociación entre la presencia geográfica de pandillas y el reporte de infracciones por parte de los demás adolescentes, los datos agrupados a partir del esquema del sendero permiten corroborrar la idea de una nefasta influencia de las pandillas sobre los jóvenes, de manera proporcional a su cercanía con tales grupos. Por otro lado, se hace evidente que una de las características básicas de los jóvenes pandilleros es no sólo el reporte más frecuente de haber cometido infracciones alguna vez sino la gama más variada de categorías de comportamientos problemáticos. Así, mientras que, en forma independiente de la localidad, el porcentaje de pandilleros que admite haber cometido alguna infracción se acerca al 100%, entre los jóvenes alejados de tales grupos este guarismo se sitúa alrededor del 20%.
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La brecha en términos de variedad de la canasta de infracciones cometidas por los pandilleros también es marcada, aún con los adolescentes más cercanos a su entorno.
A diferencia de lo observado en los datos municipales, con los cuales se percibía una asociación negativa entre la presencia de pandillas y la incidencia de delitos graves, el modelo del sendero muestra una estrecha relación entre el ser pandillero y el reporte de haber cometido crímenes muy serios, y en varias categorías. También con estos datos se percibe que la generalización de las pandillas no necesariamente se da acompañada en una intensificación de sus actuaciones, entendida aquí como la gravedad de las infracciones que cometen sus miembros.
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Lo que sí queda claro es que la pandilla es una importante escuela del crimen y que, en materia delictiva, sus integrantes se distinguen de manera nítida de los demás adolescentes infractores. Para Tegucigalpa, por ejemplo, la relación entre la incidencia de delitos serios reportados por los primeros es de cuatro a uno con la siguiente categoría del sendero. Con los jóvenes escolarizados la proporción varía, dependiendo del lugar, entre treinta a uno y setenta a uno. Vale la pena por lo tanto analizar con mayor detalle cómo es que opera este mecanismo de entrenamiento, intensificación y diversificación de los jóvenes en materia criminal.
Un punto que se puede señalar es que, a pesar de discrepancias geográficas importantes en términos de incidencia, los datos disponibles no muestran una alta especialización delictiva de las pandillas.
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En otros términos, no parece haber, en ninguno de los lugares en dónde se aplicó la encuesta, barreras específicas –normativas, sociales, culturales o morales- que impidan que los jóvenes pandilleros incurran en alguna categoría de delitos. Parecería, por el contrario, que se le miden a cualquier cosa. Como claramente lo expresa un pandillero « tienes que hacer de todo: matar, robar, lo que sea. Si eres pandillero, eres pandillero y haces todo lo que sea para mostrar tu poder » [24].
Una posible excepción a la observación anterior serían las violaciones que, contrariando un idea persistente sobre este ataque como una de las características de la delincuencia en Nicaragua, presentan una incidencia bastante más baja en dicho país. La incidencia que se observa para el delito de secuestro, también más baja en Nicaragua que en Honduras, se puede tomar como un síntoma de unas pandillas menos organizadas y estructuradas que las maras del segundo país [25]. A pesar de que, como se verá más adelante, los secuestros en Nicaragua, a pesar de su baja incidencia, están relativamente más monopolizados por las pandillas que en Honduras.
La falta de especialización de las pandillas en materia criminal es consistente con una larga tradición en la investigación sobre gangs en los Estados Unidos que describe las actividades de los pandilleros como de « estilo cafetería » [26] o « a la carta » o sea como acciones de grupos que cometen una gran variedad de infracciones y crímenes, sin mayor especialización [27], probablemente dependiendo de las modas, de los caprichos de los jefes, o de la demanda externa por sus servicios. Un escenario de este tipo es bastante poco esperanzador como perspectiva en un mundo criminal cada vez más globalizado, organizado, transnacional y fluído cuando, además, los países centroamericanos cuentan con vecinos bastante curtidos en materia de guerrillas, mafias y grupos paramilitares. Al respecto, no parece un despropósito, ante la reciente revelación de los contactos de la guerrilla colombiana en Honduras [28], imaginar como escenario la subcontratación de mareros por parte de las FARC para, por ejemplo, la ejecución de las etapas iniciales de los secuestros.
Un segundo aspecto que vale la pena destacar con la información sobre infracciones es que entre los pandilleros también se cumple la regla postulada para los delincuentes juveniles en los países desarrollados en el sentido que la incidencia de las infracciones es inversamente proporcional a su gravedad. Este hecho es consistente con el modelo de los senderos hacia la delincuencia, o hacia las pandillas, de acuerdo con el cual la comisión de los delitos más graves normalmente está precedida de incursiones en otras categorías de infracciones menos serias.
De cualquier manera, los datos de las cuatro encuestas confirman la impresión que el hecho de ingresar a una pandilla constituye un paso cualitativo en materia delictiva. Sin profundizar demasiado en el debate, relativamente estéril, de si la pandilla recluta criminales ya experimentados o si, por el contrario, los entrena cuando ingresan a sus filas, el hecho incontrovertible es que, en forma independiente de su territorio de operación, las pandillas concentran una altísima proporción de los infractores, y de manera directamente proporcional a la gravedad de sus ataques. Incluso para asuntos tan triviales como tomar artículos de un almacén sin pagar, o comprar cosas robadas, la frecuencia del reporte de esa conducta es significativamente superior entre los pandilleros que entre el resto de adolescentes y, entre los últimos, dependiendo de su cercanía con las pandillas.
Gráfica 19
La magnitud del impacto que tienen las pandillas, o los distintos escaños del sendero que conduce hacia ellas, sobre la probabilidad de que un joven adolescente cualquiera cometa una infracción, se puede cuantificar, y los datos de las encuestas muestran que es considerable [29].
Cuadro 2
Así, por ejemplo, en Tegucigalpa, el hecho de ser marero multiplica por 50 (cincuenta, o sea un incremento del 5037%) la probabilidad de que un adolescente reporte haber cometido un crimen grave, por 55 la de haber agredido a alguien, por 41 la de vandalismo y por 33 la de saber manejar armas. En la ZMVS esta última probabilidad la incrementa en un factor de 23 el hecho de pertenecer a una mara, mientras que la de cometer un crimen muy grave, o de participar en riñas, las multiplica por 17. Tanto en Managua como en el resto de Nicaragua las diferencias entre el reporte de infracciones por parte de los pandilleros y el resto de adolescentes, aunque sigue siendo importante, es inferior a la que se observa para Honduras. En cierta medida, el Cuadro anterior corrobora la impresión que la generalización de las pandillas es un asunto distinto al de su intensificación o criminalización, y que en sus etapas superiores de desarrollo, las pandillas tienden a monopolizar el mercado criminal.
Para todas las infracciones, por lo general, el mayor impulso para cometerlas claramente se asocia con la vinculación a las pandillas. Este efecto pandilla alcanza a ser diez veces superior al efecto fuga de la casa o al efecto amigo pandillero sobre los chances de cometer alguna infracción. Estos dos últimos a su vez son más pertinentes que el simple efecto hombre. Como se aprecia en el cuadro, el abandono escolar, per se, tiene un impacto limitado, y reducido en magnitud, sobre el reporte de infracciones. Por otro lado, los resultados de este ejercicio no avalan el diagnóstico tradicional de la precariedad económica como factor primordial en el camino de los jóvenes hacia la violencia y la delincuencia. Ni siquiera para los robos -que es casi la única infracción para la cual sería en principio convincente una relación de causalidad entre pobreza y delincuencia- se observa esta asociación. Tan sólo en una de las encuestas, la de Panamá, que el joven pertenezca al estrato económico bajo se traduce en un mayor reporte de ataques a la propiedad. Al igual que para el resto de infracciones, lo que en mayor medida determina que se cometan es el pertenecer a una pandilla. Fuera de este caso, y el de Tegucigalpa, en dónde el estar situado en lo más bajo de la escala social incrementa la probabilidad de participar en una riña, las escasas asociaciones que se observan entre la pobreza y la violencia juvenil, una vez se controla por los demás efectos, son negativas: el ser pobre reduce la probabilidad de cometer una infracción.
A pesar de que, como se señaló, en los lugares en dónde se aplicaron las encuestas las pandillas presentan lo que se pueden denominar servicios de delincuencia « a la carta » es posible tener una idea de cuales son los nichos del bajo mundo que tienden a ser monopolizados por las pandillas. Un ejercicio de interés para este objetivo consite en identificar cuales son las infracciones o crímenes que mejor permiten discriminar a los pandilleros del resto de jóvenes [30]. El comentario general de este ejercicio es que corresponde bastante bien con el panorama global de la criminalidad en los páises en los que se realizaron encuestas. En primer lugar, en los lugares que, por decirlo coloquialmente, están aún en la etapa de la pandilla rumbera, casi todas las infracciones, incluyendo algunas leves, como lo pequeños robos, las riñas o el vandalismo, separan a los pandilleros del resto de jóvenes. Así, las pandillas nicaragüenses o panameñas aparecen como organizaciones más primitivas que las maras hondureñas, puesto que dos de las infracciones que en mayor medida distinguen a sus integrantes del resto de adolescentes son los robos y las riñas. Aún a ese nivel de bajo desarrollo, ciertos delitos muy graves, como el homicidio, los ajusticiamientos o el secuestro constituyen un rasgo distintivo de los pandilleros. En el otro extermo, las maras en Tegucigalpa parecen ya haber monopolizado, mucho más que las pandillas Nicaragüenses, la venta de droga, el manejo de armas y el delito de homicidio, generalmente asociado con esa actividad.
Cuadro 3
2 – DE LA CASA A LA CALLE
2.1 - El ingreso a la pandilla
Contrastar con encuestas de auto reporte la teoría que parece más sugestiva –la de los senderos hacia la delincuencia juvenil- para explicar la situación final de un joven que hace parte de una pandilla es difícil por dos razones : la primera es que tal tipo de ejercicio requiere normalmente la realización de encuestas longitudinales aplicadas a una misma cohorte en la que se registre con precisión la secuencia temporal de eventos, en principio nimios y aparentemente irrelevantes, que con el paso del tiempo se acumulan y terminan configurando el sendero. El recuerdo de tales eventos, y sobre todo, el de las fechas de ocurrencia en una encuesta de auto reporte es bastante más incierto. La segunda dificultad es de orden conceptual y está relacionada con el hecho que existe menos tratamiento en la literatura sobre la secuencia de eventos que puedan considerarse constitutivos de una escalada progresiva que conduzca a la decisión –que también puede ser emotiva o trivial- pero sin duda definitiva de ingresar a una pandilla.
A pesar de las observaciones anteriores, vale la pena tratar de elaborar, para explicar la vinculación a las pandillas, la caricatura de un sendero cuyo peldaño final sea el ingreso a tal tipo de grupo. Del análisis de los datos agregados por municipios y de algunas consideraciones concpetuales muy simples, se puede plantear la siguiente secuencia de eventos relevantes : abandono escolar, consolidación de amistad con un pandillero, rompimiento con la familia (salida o fuga de la casa) e ingreso a la pandilla. El tercer peldaño, la salida o fuga de la casa como síntoma de un quiebre en los vínculos familiares, es el que presenta mayores problemas de medición puesto que se trata de un evento o una serie de conductas que, no siempre se manifiesta de manera incontrovertible y que se puede considerar continuo e incluso reversible.
Teniendo en cuenta las observaciones anteriores, vale la pena analizar este sendero –en cierta medida hacia atrás- haciendo la comparación entre los jóvenes que han alcanzado el último peldaño comparándolos, inicialmente, con todos los demás. En otros términos, se puede empezar por el ejercicio de analizar cuales son los factores que mejor permiten discriminar a los jóvenes que reportan haber pertenecido alguna vez a una pandilla de los demás adolescentes. En el Cuadro que sigue se resumen los resultados de este ejercicio para cada una de las encuestas disponibles [31].
Cuadro 4
Surgen varios comentarios. Uno, a pesar de que se pueden identificar varios factores que muestran tener un impacto considerable, y estadísticamente significativo, el poder explicativo de las ecuaciones no es muy alto, siempre inferior al 50%. Aunque esta magnitud parece más que razonable para un ejercicio de corte transversal, se puede afirmar que persiste cierto misterio en las razones que, a nivel individual, llevan a los jóvenes a ingresar a las pandillas. Dos, sólo dos de las variables independientes muestran tener un efecto estadísticamente significativo, siendo además relativamente uniforme, en todas y cada una de las encuestas : el haberse escapado alguna vez de la casa (fuga) y el haber consumido droga (c droga), también alguna vez en la vida. Con un efecto estadísticamente significativo al 95% en cuatro de las encuestas y un poco menos en la de ZMVS, aparecen en segundo término el ser hombre y la presencia de pandillas en los barrios que, en casi todos los lugares multiplica por más de cuatro la probabilidad de ingresar a las pandillas.
El abandono escolar, ampliamente reconocido en la literatura como un factor decisivo en los senderos hacia la delincuencia muestra tener un impacto considerable, y estadísticamente significativo en cuatro de las cinco encuestas. El coeficiente no significativo en la ZMVS puede estar relacionado con el hecho, ya señalado, que dadas las dificultades para que la muestra de jóvenes desescolarizados fuera aleatoria, y ciertas peculiaridades coyunturales [32], se puede sospechar que los mareros quedaron sub-representados en esta encuesta y, por lo tanto, el efecto de la escolarización sub-estimado.
Una de las variables considerada, que corresponde a una conductas que se puede calificar de riesgosa cuando se presenta de manera precoz, muestra un impacto significativo sobre la posibilidad de ser pandillero en tres de las encuestas : el inicio de la actividad sexual antes de los 13 años [33].
Con dos de las variables consideradas, si se lograra cierta regularidad en los esfuerzos de medición, que podrían hacerse de manera poco costosa a través del sistema escolar ya implicarían un avance considerable en términos de la posibilidad de focalizar los esfuerzos de prevención. En efecto, los resultados del ejercicio anterior indican que cuando un joven se ha fugado de la casa y, además, vive en un barrio en donde operan pandillas, se pueden prender las señales de alarma para hacerle un seguimiento, identificar los factores que contribuyeron a la fuga, buscar que esta conducta no se repita, y tratar de disminuir la posibilidad tanto de abandono escolar, como de consumo de sustancias, como de otras infracciones que empiecen a configurar los pasos preliminares hacia las pandillas.
No vale la pena detenerse en este punto a analizar los factores que afectan la decisión de fugarse de la casa. Varios ejercicios realizados con las cuatro encuestas resultaron frustrantes y sugieren que hay muchos posibles determinantes, así como peculiaridades locales, que afectan tanto la incidencia global de esta conducta como las diferencias individuales. Por ejemplo, y en forma contraria a lo que se esperaba en principio dado el poder de inducción de las pandillas hacia menos tiempo en la casa y más tiempo en la calle, o más salidas nocturnas, no se encontró una asociación positiva entre la presencia de pandillas en los barrios y la frecuencia de fugas sino, por el contrario y de manera difícil de explicar, una relación levemente negativa.
En la sección siguiente se analiza esta conducta en mayor detalle. La hipótesis que con mayor fortaleza surge de este ejercicio es que, también para los hombres, la salida de la casa responde, ante todo, a la búsqueda de una mayor libertad sexual.
En este punto conviene hacer una aclaración. Puesto que, como se señaló en la sección anterior, uno de los elementos que mejor ayuda a discriminar a los pandilleros del resto de jóvenes es el haber cometido infracciones, sobre todo las más graves, se consideró inconveniente en este ejercicio incluir esta variable dentro del conjunto de factores explicativos ya que, como se vió, los datos de todas las encuestas sugieren considerar, entre los adolescentes, casi como sinónimos los términos de pandillero e infractor. De hecho, y con algunas diferencias leves, lo que se observa es que en términos generales los mismos factores que ayudan a discriminar a los pandilleros del esrto de jóvenes también son pertinentes a la hora de explicar las carcaterísticas esenciales de los jóvenes criminales.
Cuadro 5
La primera diferencia digna de mención es que la violencia seria, más que las pandillas, parece ser un territorio predominantemente masculino. El segundo es que la actividad sexual precoz contribuye mejor a explicar la vinculación a las pandillas que la comisión de delitos graves, lo cual tendería a corroborar la importancia de la esta dimensión del comportamiento adolescente como gancho de reclutamiento de las pandillas. La tercera es que, puesto que la proporción de la varianza explicada es menor en la ecuación para todas las encuestas, se puede anotar que la violencia grave entre los jóvenes es un fenómeno aún más difícil de explicar de manera sistemática que el de la vinculación a las pandillas.
2.2 – El impacto de otros factores
Una vez especificado el que se podría denominar el modelo básico para los pandilleros vale la pena contrastar, con las distintas encuestas, la relevancia de algunos elementos que con frecuencia se mencionan como factores determinantes de la decisión de ingresar a una pandilla. El primer conjunto de variables cuyo impacto vale la pena analizar es el relacionado con la situación económica de los jóvenes. Para esta variable, se dispone en las encuesta básicamente de dos indicadores : la percepción del joven en cuanto a su clase social o estrato y, de manera más indirecta, el nivel educativo de la madre [34]. Con base en el primero, se pueden construír dos variables dicótomas adicionales : que el joven manifieste pertenecer a la clase baja o a la clase alta. Con base en el segundo, también se construye un conjunto de variables dicótomas correspondientes a cada nivel educativo. En el Cuadro se resumen los resultados del ejercicio consistente en agregar al conjunto de variables del modelo básico de pandilleros, de manera individual, cada uno de los indicadores disponibles sobre la situación económica del joven. Para simplificar la presentación, se consignan en el cuadro tan sólo los coeficientes de la nueva variable.
Cuadro 6
El comentario general que suscita este ejercicio es que, como se había señalado, por fuera del impacto que se da a través de la vinculación del joven al sistema educativo, la situación económica tiene un alcance limitado para explicar las diferencias entre los jóvenes pandilleros y el resto de adolescentes. Con la excepción de Tegucigalpa, en dónde se observa que el pertenecer al estrato alto aumenta la probabilidad de pertenecer a una pandilla, la percepción de la clase social de los jóvenes no contribuye, en ninguna de las encuestas, a discriminar a los pandilleros. El nivel de gasto mensual reportado por los jóvenes tampoco ayuda a explicar la afiliación a las pandillas. Un indicador indirecto de situación económica, el nivel educativo de la madre muestra algo más de relevancia en Tegucigalpa y en Panamá, pero no en las otras localidades.
Un segundo grupo de factores con frecuencia mencionados en la literatura sobre violencia juvenil tiene que ver con los antecedentes familiares del joven, no necesariamente relacionados con la situación económica del hogar. Cuestiones como el tamaño de la familia –como indicador de hacinamiento- o la conflictividad en el hogar, el maltrato físico, el abuso sexual o la violencia doméstica, se mencionan recurrentemente como factores que empujan a los jóvenes hacia las pandillas. Para contrastar estos planetamientos se realizó el ejercicio de incluir cada una de estas variables en la ecuación de pandillero, con los resultados que se resumen en el Cuadro que sigue.
Cuadro 7
El comentario general que surge del análisis de estos resultados es que es en los ambientes con pandillas menos desarrolladas, y con presencia más masiva en los barrios, como Nicaragua o Panamá, en dónde se percibe un mayor impacto del entorno familiar sobre la posibiliad de vinculación a las pandillas. Allí es dónde, por ejemplo, los conflictos en el hogar muestran mayor capacidad para expulsar a los jóvenes hacia las pandillas. Pero también es allí en dónde la capacidad de retención de los jóvenes, con medidas simples de supervisión parecen surtir mayor efecto. En los lugares más curtidos, con presencia de maras más organizadas, como Tegucigalpa y la zona del Sula, el entorno familiar muestra tener un impacto mucho menor, y sólo incidentes extremos, como por ejemplo el abuso sexual, parecen tener alguna repercusión sobre la violencia juvenil.
Este resultado, se podría interpretar planteando que la violencia juvenil más difusa, espontánea y desorganizada de las pandillas rumberas es bastante más sensible a medidas preventivas que tengan como eje el entorno familiar que la más concentrada, grave y delictuosa de las maras organizadas. En el segundo caso que, como se ha sugerido, parece darse asociado con un reclutamiento menos masivo y más selectivo de jóvenes, y una intensificación de la gravedad de las infracciones, las tareas meramente preventivas tendrían menos alcance.
No sobra señalar que varios de los factores de riesgo originados en los conflictos familiares ya parecen estar captados en la ecuación a través del impacto de la fuga de la casa, variable que, como se expone en detalle más adelante, recoge adecuadamente estos efectos.
El tercer conjunto de variables que con frecuencia se mencionan como determinantes de la violencia juvenil y que, por esa razón, se han considerado pertinentes como base para el diseño de algunos programas de prevención, tiene que ver con la dimensión del ocio, el deporte y, en general, con el uso del tiempo libre de los jóvenes. El argumento básico es que parte de la violencia juvenil se puede explicar por las dificultades que, asociadas por ejemplo con las carencias de infraestructura recreativa o deportiva, tienen los jóvenes para utilizar adecauadmente sus momentos de ocio. En las encuestas realizadas se incluyó un buen conjunto de indicadores relativos al deporte y al uso del tiempo libre por parte de los jóvenes, con los cuales se puede repetir el ejercicio de analizar si, en forma adicional a las variables incluidas en el modelo basico de pandilleros, estas variables contrbuyen o no a la explicación ssitemática del fenómeno. Los datos disponibles sugieren que, en términos globales, no parece ser esta la dimensión más pertinente para explicar la afiliación a las pandillas.
Cuadro 8
En efecto, fuera de la observación, relativamente obvia que los pandilleros muestran una mayor tendencia a pasar el tiempo libre en la calle y que, por el contrario, los jóvenes que en sus ratos de ocio permanecen ante todo en la casa es menos probable que sean pandilleros, la información de las encuestas no muestra ninguna asociación sistemática entre el deporte, o el uso del tiempo libre y la violencia juvenil. En algunos lugares, como Nicaragua, se observa una relación perversa entre el fenómeno de las pandillas y el deporte, en particular el fútbol y una asociación negativa con el beisbol. Pero sería arriesgado interpretar estos resultados más allá de la afirmación que, en ese país, a los pandilleros les gusta el fútbol y no el beisbol.
Por otra parte, fuera de un extraño y aislado efecto parque que se observa en Panamá, los datos de las encuestas muestran que los programas preventivos centrados en el suministro, o la mejora en la calidad, de canchas, parques, o en general infraestructura en los barrios no tienen mayor efecto sobre el efnómeno de las pandillas.
2.3 – La amistad con los pandilleros
Con la misma lógica de analizar el sender hacia las maras de atrás hacia adelante, vale la pena en segudno instancia tratar de entender los factores que facilitan que las pandillas establezcan una red de amistades entre los jóvenes desde dónde, es razonable suponer, se reclutarán después los nuevos miembros de las pandillas. En ese sentido, un primer ejercicio de interés consite en analizar si los mismos factores que ayudan a discriminar a los pandilleros del resto de adolescentes también sirven para explicar las diferencias entre quienes cuentan con un amigo pandillero y los adolescentes que no han establecido esos lazos con las pandillas.
Cuadro 9
Estos resultados suscitan varios comentarios. El primero es que los mismos dos factores significativos en todas las encuestas en la ecuación de pandilleros –la fuga de la casa y el consumo de droga- conservan su poder explicativo. El segundo es que se vuelve aún más pertinente como factor de riesgo la presencia de pandillas en los barrios. También aumenta la relevancia del sexo precoz que por un margen muy pequeño (en Tegucigalpa) no califica para ser generalizable a los distintos escenarios en los que se aplicó la encuesta. Por otra parte, pierde por completo su capacidad discriminatoria entre los dos grupos el asunto de la escolaridad. En otros términos si bien ante la decisión crítica y definitiva de ingresar a la pandilla el sistema escolar parece ofrecer algún tipo de protección, para esta etapa previa en el sendero hacia las pandillas su efecto es bastante inocuo.
Adecuando ligeramente el conjunto de variables utilizadas para explicar por qué ciertos jóvenes establecen lazos de amistad con miembros de las pandillas y otros no, se llega a los resultados presentados en el siguiente cuadro.
Cuadro 10
Se pueden hacer varios comentarios. Uno, la situación de amistad con los pandilleros muestra tener más elementos comunes y generalizables a distintos lugares y, simultáneamente, una mayor dificultad para ser explicada siatemáticamente. Dos, la presencia de pandillas en los barrios sobresale no sólo como el factor con mayor impacto sobre la amistad con los pandilleros sino como aquel que presenta un coeficiente más significativo. Este sólo punto señala la importancia, para prevenir la afiliación de los jóvenes a las pandillas, de actuar en diversos frentes, incluyendo algunos esfuerzos a tratar de controlar, o restringir geográficamente la presencia de las pandillas ya cosntituídas. Tres, la fuga del joven de la casa se vuelve a destacar como un elemento estrechamente asociado con el establecimiento de redes de amistad con las pandillas. Cuatro, se corrobora la caricatura de la pandilla, y de su entorno de amigos, como un elemento promotor de la rumba entre los adolescentes. Cinco, aparece un nuevo elemento, el deporte, tradicionalmente visto como factor preventivo de la delincuencia juvenil, como algo que facilita el establecimeinto de contactos y lazos de amistad entre las pandillas y los adolescentes. Seis, la supervisión familiar ejercida sobre las actividades del joven [35] muestra tener un efecto en aquellos entornos en donde el fenómeno de las pandillas está más extendido pero menos criminalizado.
2.3 - Prostitución adolescente en Nicaragua y Panamá
En dos de las encuestas realizadas se cuenta con información sobre venta de servicios sexuales por parte de los adolescentes que permite analizar lo que se podría considerar el inicio del fenómeno de la prostitución y, sobre todo, su relación con el mundo de las pandillas.
En Rubio (2005a) se identifican, con los datos de la encuesta de Nicaragua, cuatro factores que contribuyen a explicar la venta de servicios sexuales por parte de las mujeres jóvenes: el reporte de una fuga de la casa, el haber sido forzada a tener relaciones sexuales, el abandono escolar y el contar con un amigo pandillero. Con la encuesta realizada en Panamá se obtienen resultados similares, pues estos cuatro mismos elementos contribuyen de manera significativa a discriminar a las jóvenes que han comerciado con sexo. Además, se corrobora la observación que la prostitución adolescente masculina es más difícil de explicar de manera sistemática que su contraparte femenina. En particular, la fuga de la casa no ayuda a discriminar, entre los hombres jóvenes, aquellos que han vendido servicios sexuales de los que no lo han hecho. A diferencia de Nicaragua, en Panamá la cercanía con las pandillas –el hecho de tener un amigo pandillero- contribuye a la explicación de la prostitución masculina.
Cierta información adicional disponible para la encuesta de Panamá permite confirmar lo encontrado para Nicaragua: una estrecha vinculación entre el fenómeno de las pandillas juveniles y el de la prostitución adolescente. En primer lugar se observa que los pandilleros son activos demandantes del comercio de sexo. Mientras que el reporte de haber pagado por tener relaciones sexuales entre pandilleros es del 36%, entre los hombres jóvenes que no han estado vinculados a pandillas la cifra respectiva es del 8%.
Por otro lado, varios indicadores de las encuestas de Nicaragua y Panamá muestran que las jóvenes que han vendido servicios sexuales son más cercanas a las pandillas que quienes no lo han hecho. El reporte de tener amigo pandillero, o, para Panamá, el del número promedio de esos amigos o haber tenido algún romance con ellos son superiores entre las prostitutas adolescentes que entre las demás jóvenes. Así, en Nicaragua el 92% y en Panamá el 88% de las jóvenes que han vendido servicios sexuales, manifiestan tener lazos de amistad con pandilleros. Entre las jóvenes que no han comerciado con sexo las cifras respectivas son del 47% y 37%.
Gráfica 20
Existen varias vías por las cuales se puede pensar que se da un acercamiento entre la prostitución adolescente femenina y las pandillas. La primera, y la más directa, es que, como se aprecia en la Gráfica, el 47% de las mujeres que reportan haber vendido servicios sexuales en Nicaragua, y el 18% en Panamá, manifiestan haber pertenecido alguna vez a una pandilla. Entre el resto de jóvenes las cifras correspondiente son del 2% y del 3%.
Si se tiene en cuenta que el ejercicio de la prostitución normalmente se asocia con un mayor riesgo de ser víctima de algún ataque criminal, la segunda vía de acercamiento podría estar relacionada con una eventual búsqueda de servicios privados de protección por parte de las jóvenes. Los datos de la encuesta tienden a corroborar esta observación puesto que muestran que las adolescentes que han vendido servicios sexuales también reportan con mayor frecuencia el haber sido víctimas de agresiones, amenazas, robos y violaciones.
Gráfica 21
El tercer elemento a través del cual se puede dar un acercamiento entre la prostitución de jóvenes y las pandillas es el consumo de sustancias, algunas ilegales, cuyo suministro puede ser facilitado por estas últimas. Tanto para el tabaco y el alcohol, como para la marihuana y la cocaína, el reporte de consumo alguna vez en la vida es sistemáticamente superior entre las jóvenes que reportan haber vendido sexo que entre las demás.
Gráfica 22
El último camino a través del cual se pueden establecer vínculos entre la prostitución adolescente y las pandillas es la que se podría denominar complicidad en la comisión de infracciones. En todas las categorías de conductas problemáticas consideradas en la encuesta, incluso en asuntos tan generalizados como el vandalismo, se observa que la venta de servicios sexuales se asocia con un mayor reporte de infracciones.
Gráfica 23
Tal vez la faceta más sombría del vínculo que se observa entre las adolescentes que han participado en el comercio sexual y las pandillas es el de la violencia de pareja ejercida contra estas jóvenes. El efecto nocivo de las pandillas sobre las relaciones de pareja se percibe a través de los noviazgos con sus miembros, que son más proclives a la violencia, e incluso a través de los vínculos de amistad, tanto entre las jóvenes que han vendido servicios sexuales como entre quienes no lo han hecho.
Gráfica 24
La cercanía a las pandillas así como el comercio sexual incrementan considerablemente el riesgo de que una joven adolescente sea maltratada físicamente por su pareja. Mientras más de la mitad (65%) de las prostitutas adolescentes nicaragüenses, y el 46% de las panameñas, reportan haber sido golpeadas alguna vez por su novio entre el resto de mujeres jóvenes tal proporción se reduce al 5% y 10%. Conviene reiterar que estas cifras de violencia contra las mujeres no se refieren a la ejercida por extraños, en encuentros ocasionales, sino por sus parejas afectivas, por sus novios [36].
Llama la atención de esta última gráfica la similitud entre la incidencia alguna vez en la vida y la referida al último año. Esta observación se podría interpretar como un síntoma de continuidad en la violencia que sufren las jóvenes: agredidas alguna vez es altamente probable que lo hayan sido también durante el último año. De hecho, en Panamá, únicamente el 6% de las jóvenes que han sido golpeadas por su novio alguna vez no lo fueron en los últimos doce meses. Aún en esta dimensión el hecho de haber vendido servicios sexuales aparece como factor agravante de la violencia contra la mujer, puesto que, entre las jóvenes que ejercen la prostitución, sólo 2.6% de las golpeadas alguna vez no reportan haberlo sido el último año.
Incluso entre las adolescentes que pertenecen a las pandillas, la prostitución acarrea una mayor probabilidad de ser golpeadas por sus novios. En Panamá, entre las adolescentes pandilleras que también reportan haber vendido servicios sexuales el reporte de violencia de pareja es del 73.3%, contra el 44.4% entre las también pandilleras pero que no han comerciado con el sexo. Para Nicaragua, las cifras repsctivas son de 62.5% versus 28.6%.
Así, frente a la explicación usual de las organizaciones mundiales de tráfico de personas como elementos determinantes del comercio sexual, lo que sugieren estos resultados es que los hombres violentos que, al parecer, contribuyen a la prostitución de las jóvenes no siempre son mafias transnacionales, pueden ser poco organizados y a veces están ahí, muy cerca, en el barrio. Además, las jóvenes que venden servicios sexuales los pueden incluir dentro de la categoría de amigos o incluso novios. Las complejas y enigmáticas relaciones sentimentales de las prostitutas con sus protectores o rufianes, una preocupación casi universal y milenaria, es uno de los temas más menospreciados en la literatura contemporánea sobre comercio sexual interesada en ver tan sólo una parte del negocio, la que conviene a los obejtivos de política del respectivo analista. Así mientras la corriente prohibicionista sólo ve mafias de traficantes que obligan a las mujeres a prostituirse, la corriente del laissez faire, empeñada en presentar la prostitución como un simple trabajo más, hace caso omiso de las tormentosas relaciones afectivas de algunos mujeres con hombres en extremo violentos [37].
El escenario de la prostitución que, tanto en Nicaragua como en Panamá, se desprende de los datos de las encuestas, de una estrecha relación entre la versión callejera de este fenómeno y el mundo de las pandillas coincide bien con lo descrito recurrentemente desde la novela picaresca. Los paralelos se pueden extender aún más al observar que los mismos factores de riesgo que contribuyen a explicar que un varón ingrese a una pandilla, son pertinentes para discriminar a las mujeres adolescentes que reportan participar en el comercio sexual.
Gráfica 25
En particular, conviene destacar que los que se pueden considerar los factores de riesgo primordiales de la afiliación de los jóvenes a las pandillas, tanto los que expulsan hacia la calle, la fuga de la casa y el abandono escolar, como los que atraen, la presencia de pandillas en los barrios, son pertinentes para discriminar a las jóvenes que reportan haber vendido servicios sexuales. Así, a las manifestaciones que, como se vió, son comunes a ambos fenómenos –mayor victimización, consumo de sustancias y reporte de infracciones- al ejercicio sistemático de violencia por parte de los pandilleros sobre las prostitutas adolescentes se podría sumar también un alto nivel de empatía resultante de un recorrido similar desde la casa hacia la calle.
Aunque por la manera como se levantaron las encuestas, y en particular por el hecho que la muestra de jóvenes no escolarizados no fue aleatoria, no es posible hacer a partir de ellas estimaciones de incidencia –de pandillas o de prostitución adolescente- y mucho menos comparaciones entre dos lugares. A pesar de la observación anterior, y puesto que la muestra de jóvenes estudiantes, tanto en Nicaragua como en Panamá, si es aleatoria, se puede comparar, en el medio estudiantil la incidencia de ambos fenómenos. Lo que este ejercicio sugiere es que, en Panamá, la magnitud del fenómeno de las pandillas es bastante similar, entre los hombres escolarizados (10.5%), a la de la prostitución entre las mujeres adolescentes (9.5%). En Nicaragua tanto la incidencia de pandillas (4.5%) como la de la prostitución femenina (0.6%) dentro del sistema educativo son inferiores, siendo la segunda bastante inferior a la primera.
2.5 – Fugarse de la casa
Puesto que el haberse fugado de la casa constituye uno de los factores de riesgo pertinentes para explicar tanto la afiliación a las pandillas como la prostitución adolescente, vale la pena indagar cuales son los elementos que contribuyen a discriminar a los jóvenes que muestran haber tenido este gesto de rebeldía.
Cuadro 11
La observación del Cuadro en dónde se resumen estos resultados sugiere que existen dos categorías de factores que ayudan a explicar las fugas de los adolescentes. Están por un lado los elementos que expulsan al joven de la casa a la calle, y dentro de estos, se destaca el haber sido víctima de un abuso sexual, variable que muestra tener un efecto estadísiticamente significativo sobre el reporte de fugas y con una magnitud importante, puesto que multiplica tal probabilidad por un factor comprendido entre dos y cuatro. Otro indicador de conflictos en el hogar, la frecuencia de peleas muestra un efecto menos homogéneo en las distintas encuestas. En sólo una de las encuestas, la de Panamá, se dispone de información sobre historia de maltrato físico al joven, y se encuentra un efecto positivo, y estadísticamente significativo sobre esta expulsión del joven hacia la calle.
Por lo general, la fuga de casa aparece como una conducta más masculino que femenino, aunque la diferencia por géneros no es muy importante. Con la excepción de Managua, aparece una asociación negativa entre la rebeldía adolescente y la capacidad de supervisión de la familia sobre las actividades de los jóvenes. En cuatro de las encuestas, la supervisión familiar se asocia una reducción del 40%-60% en la probabilidad de reportar una fuga de la casa. Con la misma excepción de Managua, el indicador básico de fracaso escolar, haber perdido algún curso, muestra tener un impacto positivo, y estadísticamente significativo, sobre los chances de escapada del entorno familiar.
Está por otro lado, y claramente con un efecto mayor en cuanto a su magnitud y a su significancia estadística, aquellos elementos que atraen al joven desde la calle. Tanto los lazos de amistad con los pandilleros, como los hábitos rumberos –medidos acá por el número de salidas nocturnas a la semana- como el ser o no sexualmente activo muestran una gran capacidad para caracterizar a los jóvenes que reportan haberse volado alguna vez del hogar sin el consentimiento de sus padres.
Es conveniente señalar que el reporte de consumo de droga también está muy asociado con el de escapadas del hogar y, de hecho, se explica bien con los mismos tres indicadores de atracción del joven hacia la calle : el contar con un amigo pandillero, las salidas nocturnas y la actividad sexual.
2.6 – Abandono escolar
La otra variable de gran relevancia para explicar tanto la violencia juvenil entre los hombres como la prostitución adolescente femenina tiene que ver con la desvinculación del sistema educativo. Al analizar los factores que permiten distinguir a los adolescentes que aún estudian de aquellos que han abandonado el sistema escolar se destacan dos aspectos. El primero es la importancia de la situación económica como elemento que sustenta o facilita la escolaridad. A diferencia de lo que ocurre con la fuga de la casa, que parece igualmente probable en todos los estratos sociales, el abandono escolar se presenta como un riesgo bastante mayor entre la población más desfavorecida económicamente. El segundo punto digno de mención es la abismal diferencia que se observa entre hombres y mujeres a la hora de explicar el quiebre de la escolaridad. En particular, un incidente que, en todas las encuestas, prácticamente obliga a las mujeres a salirse de la escuela, el embarazo adolescente, no tiene un impacto tan drástico entre los hombres.
Cuadro 12
A diferencia de la fuga de la casa, para la cual en cierta medida predominaba el impacto de los factores de atracción desde la calle, para el abandono del sistema escolar este tipo de variables no muestran tener un efecto consistente ni significativo en términos estadísticos. Tanto la rumba como los vínculos de amistad con los pandilleros parecen totalmente compatibles con la vida estudiantil ya que ninguno tiene mayor efecto sobre los chances de abandono. A pesar de la observación anterior, y, como se señaló, con una marcada diferencia por géneros, se observa en los datos un alto grado de incompatibilidad entre la actividad sexual de las mujeres y la escolaridad. Además, la información disponible sugiere que este efecto, y su asimetría entre hombres y mujeres, se da básicamente a través del embarazo adolescente que se puede decir es uno de los elementos que en mayor medida contribuye a discriminar a las mujeres que han abandonado la escuela de las demás, sin que se observe un impacto similar entre los jóvenes varones, para quienes la paternidad afecta menos la posibilidad de continuar con sus estudios. El efecto es de tal magnitud que, por ejemplo, en la zona del Sula en Honduras o en Nicaragua la probabbilidad de abandono de los estudios por una joven se multiplica por más de setenta (70) veces con el embarazo. En Managua, la totalidad de las adolescentes que reportan haber estado embarazadas están por fuera del sistema escolar, con lo cual se hace imposible cuantificar tal impacto. En el lugar dónde menos repercute, Panamá, los chances de desescolarización se multiplican por más de tres.
Se podría interpretar este resultado argumentando que el sistema educativo está en buena medida previniendo el embarazo adolescente entre las mujeres jóvenes y que, dado un nivel de actividad sexual, el abandono escolar incrementa el riesgo de quedar preñada. Lamentablemente no parece ser esta una interpretación correcta de lo que ocurre, y es que el embarazo adolescente afecta muy negativamente las posibilidades de estudiar de las mujeres. El impacto es tan devastador que incluso, por una especie de efecto disuasivo, parece alcanzar a tener repercusiones sobre la sexualidad adolescente femenina. En efecto, a diferencia de lo que ocurre con los hombres, el haber tenido relaciones sexuales muestra, para las mujeres, y en todas las edades, una relación negativa con la escolaridad.
En forma independiente de las consecuencias negativas que pueda acarrear un embarazo prematuro, algo parece funcionar mal con un sistema educativo que exige castidad, y además de manera casi exclusiva a las mujeres.
Otro elemento que vale la pena destacar por su efecto sobre el abandono escolar es el de los vínculos familiares con el extranjero como factor que contribuye a la retención dentro del sistema educativo. Con la excepción de Panamá, en todas las demás localidades el hecho que el joven manifieste que alguien de su familia está radicado en el exterior, disminuye de manera significativa los chances de abandono escolar.
3 – Pandillas juveniles y actividad sexual
Aunque en la literatura sobre pandillas o delincuencia juvenil son escasas las referencias al comportamiento sexual de los jóvenes, y menos aún a sus eventuales vínculos con el ejercicio de la violencia, la delincuencia o la afiliación a pandillas, los datos de las encuestas realizadas en Honduras, Nicaragua y Panamá sugieren, una y otra vez, que se trata de una dimensión de la vida de los adolescentes, y en particular de los pandilleros, que no puede ser ignorada.
Al nivel más general del análisis, con los datos agregados a nivel de municipios, se observa una relación positiva, aunque no muy estrecha (índice de correlación del 54%), entre el índice de presencia de pandillas en los barrios y el indicador más simple de actividad sexual de los hombres jóvenes : el haber tenido o no una relación sexual en el momento de la encuesta.
Gráfica 26
Por el momento, la manera más simple y directa de interpretar esta asociación sería como una extensión de la caricatura de la mara o pandilla como elemento inductor de la rumba. No parece demasiado arriesgado plantear que una faceta adicional de una vida con mayor consumo de tabaco, de alcohol o de drogas y con una mayor intensidad de salidas nocturnas, como la que se vio parecen promover las pandillas entre los adolescentes, es la de una mayor probabilidad de iniciarse en la vida sexual. En forma consistente con este escenario, la visión de las pandillas como un factor de rebeldía contra ciertos estándares normativos impulsados por la familia y la escuela también encaja como elemento liberador de las restricciones a la actividad sexual.
Esta noción de las pandillas como una instancia que induce, facilita o promueve la liberación sexual de los adolescentes se corrobora al observar que, dentro de lo que se puede considerar el entorno de tales agrupaciones juveniles se da una mayor incidencia de jóvenes sexualmente activos, fenómeno que, además, está positivamente asociado con la presencia de pandillas en los barrios. En efecto, entre los hombres jóvenes que reportan tener lazos de amistad con un pandillero, la proporción de los sexualmente iniciados no sólo es superior a la del total de jóvenes sino que parecería ser proporcional a la influencia de estos grupos. Algo similar puede decirse de un colectivo de jóvenes cuya relevancia ya se destacó y que resulta ser bastante próximo a las pandillas y es el de los adolescentes que se han fugado de la casa.
Gráfica 27
Para los pandilleros propiamente dichos, es interesante observar cómo, aunque en promedio presentan los índices más altos de inicio de la vida sexual, los mayores niveles se dan en municipios en dónde su presencia no es muy extendida [38].
La identificación del conjunto de adolescentes que se han fugado de la casa, y que sin ser miembros de las pandillas presentan similitudes con sus miembros en varias dimensiones –y de manera más marcada que el grupo de amigos de los pandilleros, o de los jóvenes desescolarizados- es útil porque permite elaborar un sendero de acercamiento hacia las pandillas o sea definir una secuencia de situaciones que ayudan a explicar la vinculación progresiva de los jóvenes con tales grupos.
El modelo adoptado para este sendero está constituído por las siguientes etapas : (1) abandono escolar ; (2) amistad con un pandillero ; (3) fuga de la casa. La hipótesis general de trabajo es que a medida que se avanza en este sendero, el comportamiento de los jóvenes se asemeja cada vez más al de los pandilleros. Por lo tanto, los distintos elementos asociados a cada uno de estos pasos pueden ser útiles para explicar la decisión final tomada por algunos jóvenes de ingresar a la pandilla.
Aunque para el análisis de este tipo de secuencia, y para contrastar con precisión las hipótesis sugeridas por la literatura sobre senderos hacia la delincuencia, se requiere de encuestas longitudinales de seguimiento de una misma cohorte de jóvenes, es posible a partir de las encuestas de auto-reporte simular tal tipo de instrumento, sin perder de vista que la información sobre la secuencia temporal de los eventos es muy imprecisa. De cualquier manera, el modelo del sendero hacia las pandillas, parece útil para analizar no sólo ciertos aspectos básicos de la actividad sexual, o los indicadores de rumba, como se hace a continuación, sino asuntos más directamente relacionados con la violencia y la delincuencia, basados en el reporte de una detallada gama de conductas problemáticas que van desde las pequeñas infracciones hasta los críimenes más graves.
En forma consistente con lo que mostraban los datos agregados por municipios, en el sentido que la presencia de pandillas parece inducir la liberación de las conductas sexuales de los jóvenes, los datos agrupados, para cada una de las encuestas, en los distintos conjuntos de jóvenes cuyo comportamiento se asimila progresivamente al de los pandilleros –estudiantes, desescolarizados, amigos de pandilleros y fugados de la casa- también sugieren que la mayor cercanía con los pandilleros está asociada con un mayor reporte de actividad sexual. Así, y de manera relativamente independiente del lugar, los pandilleros reportan mayor actividad sexual que los adolescentes que se han fugado, a su vez activos sexualmente en mayor proporción que los amigos de pandilleros, que a su turno reportan en mayor proporción que el resto de jóvenes –desescolarizados y escolarizados- el haber tenido relaciones sexuales.
Gráfica 28
Por otro lado, con algunas excepciones locales, el sendero hacia las pandillas se carcateriza por una reducción en la edad de inicio de la vida sexual. Con diferencias regionales más marcadas que para la proporción de pandilleros sexualmente activos (variable que en las cuatro encuestas se sitúa alrededor del 80%) en las cuatro encuestas se observa que son los jóvenes formalmente vinculados a las pandillas quienes en una edad más temprana inician su actividad sexual.
Los pandilleros y su entorno aparecen no sólo como quienes en mayor proporción y de manera más precoz han tenido relaciones sexuales sino que también resultan ser los más promiscuos y, consecuentemente, los más fértiles. En ocasiones, como en Tegucigalpa, la diferencia en el acceso a una mayor variedad de personas para una experiencia sexual entre los pandilleros y el resto de jóvenes es de más de dos a uno con la categoría anetrior del sendero y de cerca de ocho a uno el resto de jóvenes escolarizados.
Gráfica 29
Los datos agrupados por las categorías de un sendero de acercamiento a las pandillas permiten retomar la noción planteada atrás que las pandillas pueden ser vistas como mecanismos promotores del vacile y de la rumba y que la práctica del sexo es una de las dimensiones características de un pasárselo bien que también incluye consumo de tabaco, de alcohol, de droga o momentos nocturnos de rumba. También en ese tipo de actividades se observa un claro liderazgo de los jóvenes pandilleros y, por otra parte, un escalamiento en la incidencia de esas conductas a medida que los adolescentes avanzan a lo largo del sendero hacia las pandillas. En términos del consumo de sustancias –tanto legales como ilegales- la tendencia a incrementarlo a medida que se avanza en dicho sendero es clara, más marcada para las drogas que para el tabaco o alcohol y parece independiente de la localidad.
Gráfica 30
Por otra parte, a nivel de lo que se podrían denominar los indicadores de rumba disponibles en las encuestas -el número de salidas nocturnas por semana y la manifestación de pasar la mayor parte del tiempo libre en la casa- también se destacan los jóvenes pandilleros y, en su entorno, los demás adolescentes de manera directamente proporcional a su cercanía con los primeros.
Gráfica 31
Es claro que la caricatura propuesta de las pandillas como mecanismo de promoción e inducción a la rumba resulta incómoda para quienes defienden a ultranza la idea que la principal –a veces la única- explicación relevante para la vinculación a las pandillas es la precariedad económica y la falta de adecuadas perspectivas laborales. No resulta fácil de encajar en una esquema puramente materialista el escenario, evidente en los datos, que los jóvenes supuestamente empujados a la delincuencia por la pobreza sean, simultáneamente, los mayores consumidores de tabaco, alcohol y drogas, los más activos participantes en la vida nocturna y los hombres de mayor éxito en el competido mercado de las parejas, ya que todas estas actividades requieren disponibilidad de recursos económicos, probablemente más de los necesarios para pasar el tiempo libre en la casa y seguir vinculado al sistema educativo.
4 – Dejar de ser pandillero
Un poco menos de la mitad (44.6%) del total de jóvenes pandilleros encuestados manifiestan haber dejado de serlo. Alrededor de este promedio, sin embargo, se observan importantes diferencias regionales, siendo mayor la proporción precisamente en aquel lugar, la zona metropolitana del Zula, en dónde el reporte de haber pertenecido a una pandilla era el menor.
Gráfica 32
Un interrogante que vale la pena resolver es si los mismos factores que permiten explicar el ingreso a pandilla sirven para explicar la decisión de abandonar el grupo. Aún teniendo en cuenta que el tamaño de la muestra de pandilleros en varias de las encuesta es muy reducido, con lo cual es difícil obtener resultados estadísticamente significativos, podría decirse que la respuesta a este interrogante parece negativa. La vía de ida hacia la pandilla parece diferente de la de regreso.
Cuadro 13
Son dos los factores que muestra un efecto consistente, tanto entre encuestas como con relación a la ecuación de ingreso a la pandilla, y son la desvinculación del sistema educativo y la presencia de pandillas en los barrios que, ambos, favorecen la entrada a la pandilla y, a la vez, tienen un efecto negativo sobre las posibilidades de salida. En dos de las encuestas el primero alcanza a marcar una diferencia estadísticamente significativa entre los pandilleros y los que abandonan las bandas.
Otro interrogante que vale la pena abordar es si ciertos elementos tradicionalmente considerados relevantes en materia de prevención de la violencia juvenil, tienen algún impacto significativo sobre los chances de abandono de las pandillas. Con relación a la situación económica de los jóvenes, o a sus posibilidades laborales, las encuestas disponibles no permiten mayor optimismo acerca de la posibilidad de reinsertar jóvenes pandilleros con programas basados tan sólo en esta dimensión. En primer lugar, con la excepción de Panamá, en ninguna de las localidades el hecho de contar con un empleo remunerado ayuda a discriminar a los ex pandilleros. Es también este el único lugar, junto con la zona del valle del Sula en dónde la situación económica de la familia parece ser un elemento que ayuda a abandonar la pandilla. De resto, la única dimensión que en alguna medida afecta la desvinculación, y de manera muy dispar, es el nivel educativo de la madre.
Cuadro 14
El efecto de la recreación, el deporte y en general el uso del tiempo libre sobre la probabilidad de abandonar la pandilla presenta grandes disparidades geográficas. Por esta misma razón, la reinserción basada en esta dimensión de las actividades juveniles no puede tomarse adoptarse como una estrategia general, aplicable en cualquier contexto.
Cuadro 15
En términos generales, la práctica deportiva no es un elemento que permita discriminar a los jóvenes que han abandonado las pandillas. La disponibilidad, o la calidad de la infraestructura deportiva y recreativa no muestra tener un efecto homogéneo. Mientras que, en Panamá tanto la disponibilidad de canchas o parques como, sobre todo, su nivel de calidad sí parecen tener algún poder para estimular la reinserción de los pandilleros, en Nicaragua, por el contrario, esas mismas variables relacionadas con la infraestructura del barrio muestran tener un efecto perverso, pues contribuyen a mantener a los jóvenes vinculados a las pandillas. Tanto en Tegucigalpa como en Managua el único elemento que parece contribuír a que los jóvenes se salgan de la pandilla es el traslado del lugar dónde se pasa la mayor parte del tiempo libre de la calle a la casa. Otro tanto puede decirse del resto de municipios nicaragüenses, con lo cual se explica el efecto perverso de la infraestructura del barrio, que no ayudaría al retorno del joven a su casa.
El efecto que tiene el haber cometido distintas infracciones sobre el vínculos de los jóvenes con la pandilla varía considerablemente tanto entre encuestas como para las distintas infracciones. Así mientras, por ejemplo, en Panamá tres de las infracciones consideradas en la encuesta –el vandalismo, el andar armado y las riñas- tienen un efecto de retención de los pandilleros, pues disminuyen la probabilidad de deserción, en Nicaragua este mismo efecto lo tienen casi todas las infracciones, o sea que salen de las pandillas sobre todo quienes no han cometido infracciones.
Cuadro 16
En Tegucigalpa, por el contrario, el hecho de haber cometido varias de las infracciones, y aún las más graves tiene un efecto de expulsión de la pandilla.
Las actuaciones del sistema policivo y judicial no muestran una capacidad uniforme ni coherente para discriminar a los jóvenes que se salen de la pandilla. Mientras que en Honduras la proporción de detenidos es mayor entre los ex pandilleros que entre quienes no se han desvinculado de las pandillas, lo que sugeriría cierto efecto disuasivo, en Nicaragua y Panamá, aparece, al contrario, una mayor tasa de detención entre los que permanecen en las pandillas. De cualquier manera, como se muestra en el Cuadro anterior, en ninguna de las encuesta se percibe un efecto estadísticamente significativo de las detenciones sobre la deserción de las pandillas.
Gráfica 33
Con respecto a las detenciones, con frecuencia se señala que existe una alta discriminación en contra de los pandilleros, una especie de estigmatización que hace que por su simple aspecto se vean acosados por las autoridades. Además que, por esa vía, se da cierta criminalización de la pobreza. Este señalamiento es tan sólo parcialmente cierto, y presenta importantes diferencias por regiones. Así, mientras en Nicaragua y en Panamá se observa que aún después de controlar por los distintos elementos que pueden influir en que un joven reporte haber estado detenido –edad, el género, los hábitos de salidas nocturnas, ser del estrato social más bajo, o haber cometido infracciones- el simple hecho de ser pandillero incrementa significativamente la probabilidad de una detención, en Honduras no se observa tal fenómeno de discriminación contra los pandilleros.
Cuadro 17
De hecho, el único elemento que, en todas las encuestas, contribuye de manera estadísticamente significativa a caracterizar a los jóvenes que han tenido problemas con las autoridades es el reporte de infracciones. La discriminación en contra de los estratos bajos se observa tan sólo en Nicaragua. También allí, y en Panamá, se observa cierta estigmatización en contra de los hábitos rumberos.
5 – Recomendaciones
Puesto que con este trabajo lo que se buscó fue identificar algunos pocos factores susceptibles de generalización a distintos lugares o países pero que, como quedó claro en los informes previos realizados, un análisis más detallado de las encuestas revela siempre peculiaridades locales, las recomendaciones que se presentan a continuación tienen la característica básica de generalidad, y por esa misma razón resultan insuficientes para abordar el diseño de programas contra la violencia en localidades específicas. Se ofrecen, por decirlo de alguna manera, como sugerencias globales para orientar la filosofía general de los programas de prevención de la violencia juvenil.
Son comunes en el área de la violencia juvenil las recomendaciones de política que se hacen para una sociedad, o localidad, y que se basan en la evidencia recogida en otros contextos. En particular, y dada la precariedad de la evidencia empírica con que se cuenta en América Latina, no son escasas las propuestas para programas de prevención de la violencia basadas en lo que se sabe al respecto en los países desarrollados, y en particular en los Estados Unidos. La consecuente recomendación es que este tipo de ejercicio de transferencia del conocimiento sobre la violencia debe hacerse con bastante cautela. Sin llegar al extremo de sugerir que los diagnósticos disponibles para otros ámbitos son irrelevantes, lo que si se puede afirmar es que nunca resultará redundante el esfuerzo por contrastar las teorías e hipótesis en las que se inspiran los programas de prevención con la evidencia –estadística, testimonial, etnográfica …- local. El corolario de esta reflexión es que tanto para el diagnóstico de la violencia, como para la formulación de los programas, como para su ejecución, debe buscarse el fortalecimiento de la capacidad de análisis local.
La criminología no ocupa aún un lugar destacado dentro de las alternativas profesionales o de estudio en los países de la región, y parece seguir confinada a ser una especialidad del derecho penal. Algo que va en contra de la vocación fundamentalmente empírica que debe tener como disciplina. Por otra parte, el fenómeno de la globalización y la universalización del paradigma del mercado, con el fortalecimiento de la disciplina económica y su intromisión en distintas áreas de las ciencias sociales, han tendido a desvalorizar la importancia de los esfuerzos de análisis locales. Si, como empieza a ser evidente aún en materia económica, los esfuerzos por estandarizar las teorías y generalizar las recomendaciones de política pueden ser costosos, en el área de la seguridad, y de la prevención de la violencia podrían ser fatales, textualmente. A pesar de ciertas similitudes, de ciertos rasgos básicos comunes que se quisieron identificar en este trabajo, no son aún muchas las teorías, o incluso las hipótesis susceptibles de universalización. Consecuentemente, no parecen razonables los esfuerzos preventivos que no estén precedidos de un detallado y exhaustivo análisis de la situación local. No parece arriesgado proponer que cada país, cada región, cada municipio, en muchos casos incluso cada barrio, requiere de su propio diagnóstico de seguridad, del impacto de las pandillas sobre la delincuencia, de los mecanismos de reclutamiento, y de los eventuales vínculos con otras maras, pandillas u organizaciones criminales.
De la misma manera que no tendría mayor sentido emprender costosas obras de infraestructura sin un buen respaldo de especialistas en ingeniería a cargo de su construcción, la ejecución y la evaluación de los programas de prevención de la violencia también requiere de personas con una formación mínima en temas de seguridad y criminología. Cualquier política o programa lleva normalmente implícitos toda una serie de supuestos e hipótesis, generalmente propuestos y contrastados en otras latitudes, que resulta indispensable someter al escrutinio de la evidencia local. Se requiere, en otros términos, capacidad para aplicar técnicas o procedimientos, esos sí aceptados universalmente, a los datos locales.
5.2 – Avanzar en la medición
5.2.1 – Un indicador global de inseguridad
Un objetivo final razonable para los programas de prevención de la violencia juvenil sería el de maximizar la sensación de seguridad de los jóvenes escolarizados en las calles de su barrio. Por varias razones. Por una parte, porque se trata de una variable que engloba en una única dimensión los efectos que pueden tener las distintas manifestaciones de la violencia, la delincuencia, las pandillas e incluso las llamadas “incivilidades” –vandalismo, consumo de droga- sobre los jóvenes y, se puede pensar, sobre la ciudadanía en general. Segundo, la ponderación de los distintos componentes de la inseguridad implícita en este índice, que incorpora una escala de prioridades en términos de factores de riesgo, no es un asunto fácil de lograr por vías alternativas. Tercero, una medida basada en la percepción de seguridad por parte de los jóvenes, que tienen un mayor contacto con la calle, tanto de día como de noche, es más exigente y puede tener mayor alcance y cubrimiento que una enfocada hacia los adultos. Además el índice basado en la percepción de inseguridad entre los jóvenes no presenta diferencias significativas por edades, con lo cual se puede suponer que se trata de una medida relevante para la población adulta, o por lo menos consistente con la misma. Por otra parte, puesto que el índice propuesto es univariado –pero se tiene idea tanto de los factores que contribuyen a su determinación como de los pesos relativos o ponderaciones de tales- se puede pensar en hacer comparaciones tanto entre localidades como entre municipios, regiones o países.
5.2.2 – Realización periódica de encuestas de auto-reporte entre estudiantes
Una cosa queda clara de este trabajo y es el enorme potencial de las encuestas de auto reporte. Este tipo de instrumento aplicado simplemente entre los estudiantes presenta varias ventajas. La primera es que, si se incluye en este tipo de encuesta un módulo de victimización, se trata de una manera de hacerle un seguimiento a la llamada criminalidad real de manera mucho menos onerosa que la alternativa tradicionalmente utilizada de las encuestas de hogares. La segunda es que puesto que abundan entre los estudiantes jóvenes que han establecido vínculos de amistad con pandilleros, que se puede sospechar son más frecuentes y estrechos que los que pueden tener los jefes de hogar, en este tipo de encuesta se pueden incluir ciertas preguntas muy básicas, pero fundamentales a la hora de realizar un diagnóstico, sobre la presencia, la aceptación y el poder de las pandillas en los barrios.
Este tipo de medición se puede focalizar tanto como se desee, aplicando la encuesta en los centros escolares a dónde acuden mayoritariamente los jóvenes de las localidades en dónde se realicen los programas.
En síntesis, se recomienda realizar de manera periódica una encuesta entre jóvenes escolarizados de la cual se obtengan, como mínimo, indicadores sobre las siguientes variables (1) sensación de inseguridad en las calles, (2) presencia de pandillas en los barrios y (3) incidentes de victimización entre los jóvenes. Adicionalmente, y de acuerdo con la evolución de los distintos componentes de la seguridad, se podrán incluir, con diferente periodicidad, módulos especializados en distintos temas.
5.2.3 – Pobreza y pandillas
La información disponible en las encuestas muestra resultados en cierta medida contradictorios acerca de la relación entre la situación económica de los jóvenes y la afiliación a las pandillas. Por una parte porque, a nivel agregado, los datos tienden a corroborar el diagnóstico más tradicional, en el sentido que muestran una asociación entre la presencia de pandillas y los indicadores promedio de situación económica. En buena medida podría decirse que las pandillas prefieren localizarse en los barrios populares. A pesar de lo anterior, y a nivel individual, la asociación entre los indicadores disponibles de situación económica no es uniforme ni nítida ni simple ni lineal. Además, una vez se controla por el efecto del abandono escolar, que parece razonable asociar, aunque sea parcialmente a la precariedad económica, no aparece una variable económica con poder suficiente para discriminar a los pandilleros del resto de jóvenes. En este sentido, la recomendación es doble. Parece por un lado necesario hacer un esfuerzo por encontrar un indicador económico confiable y susceptible de medición sistemática que pueda ser incluido en las encuestas aplicadas a los jóvenes. Por otra parte, parecería conveniente, para explicar porqué es que las pandillas se instalan primordialmente en los barrios populares, encontrar una teoría más convincente que la vieja proposición, de clara estirpe izquierda trasnochada, que la violencia juvenil es la manifestación precoz de la protesta social.
5.3 – Los amigos pandilleros
Aunque la naturaleza de las encuestas no permite precisar cómo opera el mecanismo de acercamiento progresivo de los jóvenes a las pandillas, ni aclarar cual es la secuencia de eventos más relevante –en particular si se conoce al amigo pandillero a raíz de una fuga de la casa, o del abandono escolar, y si se le conoce en una rumba, en el parque en mal estado o en un partido de fútbol- toda la información disponible apunta en esa dirección: el tener un amigo pandillero constituye una etapa, o un escalón, en el sendero que transitan los jóvenes hacia las pandillas.
Los vínculos de amistad que establecen los integrantes de las pandillas con los demás jóvenes, escolarizados o no, constituyen un elemento fundamental de la expansión del fenómeno pandillero y del reclutamiento de nuevos miembros. Se trata, por decirlo de alguna manera, de una de las principales herramientas de relaciones públicas con las que, como organizaciones que buscan sobrevivir y crecer, cuentan las pandillas. Los datos de algunas de las encuestas, como la de Panamá, también muestran con claridad que la amistad con los pandilleros, así como el eventual noviazgo con algunos de ellos, son un mecanismo importante para que las pandillas obtengan aceptación, legitimidad e incluso respeto entre los jóvenes. Parece por lo tanto pertinente como recomendación para la prevención de la violencia juvenil, abordar este problema y, eso parece inevitable, diseñar obstáculos, o incentivos negativos, para estas amistades peligrosas de los jóvenes.
No cabe duda que se trata de uno de los factores de riesgo que presenta mayores dilemas de política. Si bien es claro que, desde el punto de vista del joven aún ajeno a las pandillas es algo que valdría la pena prevenir, desde el otro lado, el de los pandilleros, las medidas orientadas en esa dirección constituyen un elemento de estigmatización y, probablemente, de profundización de sus conductas problemáticas.
A pesar de las observaciones anteriores, se pueden hacer algunas recomendaciones. La primera, en las mismas líneas de las anteriores es que esta variable clave, la amistad con los pandilleros, es algo que también se puede medir con las encuestas de auto reporte entre estudiantes propuestas atrás. La segunda es se debe complementar el análisis cuantitativo y estadístico que se puede hacer con ese tipo de datos con algunos trabajos de índole descriptiva, cualitativa, etnográfica, que permitan comprender mejor la mecánica de esta poderosa herramienta de relaciones públicas y de legitimación con que, consciente o inconscientemente, cuentan las pandillas. La tercera es que, a nivel de objetivos de política, la decisión de filtrar, o desincentivar el establecimiento de estos vínculos de amistad debe recaer sobre las familias.
Es bajo el prisma de los vínculos de amistad con los pandilleros que parece conveniente evaluar como estrategia preventiva de la violencia juvenil la que se basa en el fortalecimiento de la infraestructura deportiva y recreativa de los barrios. Si bien es claro que los programas de prevención de la violencia juvenil no pueden adoptar, por consideraciones más que razonables con los pandilleros, estrategias explícitas orientadas a poner obstáculos a esos vínculos, también es cierto que tampoco se puede caer en el extremo opuesto de facilitar el escenario para que surjan y se consoliden este tipo de amistades, que se sabe son problemáticas y tienen consecuencias negativas en varias dimensiones. Como se dice coloquialmente en Colombia, no se puede, cuando existe el riesgo de que sea a través del deporte, o en las canchas, en dónde se facilita la labor de reclutamiento de las pandillas, dar papaya apoyando con costosas obras de infraestructura deportiva la labor de relaciones públicas de las pandillas.
5.4 – La fuga de la casa
Para lo que se ha denominado la rebeldía adolescente es claro que los factores que atraen desde la calle tienen más relevancia que aquellos que empujan desde la casa. Probablemente el impacto de los primeros es más uniforme y generalizado que el de los segundos, que puede depender más de la situación específica de los jóvenes, como lo muestra el fenómeno del maltrato y el abuso. Parece recomendable por lo tanto abordar con políticas generales sólo los primeros –influencia de pandillas, control de alcohol y droga en la rumba, educación sexual- y, para los segundos, establecer los mecanismos para atenderlos y prevenirlos caso por caso.
Una de las conclusiones más nítidas de este trabajo es que cualquier programa que pretenda hacer prevención primaria de la violencia juvenil, o de la prostitución adolescente, debe abordar el problema de las escapadas de la casa. Consecuentemente, cualquier sistema de alertas tempranas, o cualquier sistema de seguimiento de los programas de prevención, debe incluir un indicador muy simple de registro de la incidencia de este evento. No sólo porque se trata de uno de los factores de riesgo más fáciles de medir, sino uno de los más idóneos para predecir conductas problemáticas posteriores. Además, por esta misma vía, la del registro de incidentes de fuga de menores de su casa, se puede obtener información sobre otro tipo de problemas, como el abuso sexual, o el maltrato infantil, que resulta indispensable prevenir.
5.5 – Capacitación laboral
El contar o no con un empleo es, en todas las encuestas, un elemento débil en la explicación de varias de las decisiones críticas en el sendero hacia la violencia juvenil –fuga de la casa, abandono escolar, vinculación a las pandillas-. Tan sólo en una de las encuestas, la de Panamá, aparece como una variable relevante para explicar el retorno desde la pandilla. Parece por lo tanto conveniente revaluar las explicaciones puramente materialistas de los problemas juveniles, que suponen que todos estos son una respuesta a la precariedad económica, y cuya recomendación bandera es la de incrementar las perspectivas laborales de los jóvenes. Los distintos ejercicios realizados sugieren que la mayor parte de las decisiones juveniles son bastante más complejas que la simple búsqueda de una situación económica favorable.
En la misma línea de la recomendación sobre la necesidad de sofisticar las herramientas de medición de la situación económica de los jóvenes, parece conveniente avanzar en una mejor definición, y eventual medición, de cuales son las perspectivas o expectativas más relevantes para la toma de decisiones de los jóvenes.
Por diferentes vías, los datos sugieren que la dimensión laboral no está, como se presume con frecuencia, situada en primer lugar en la agenda de preocupaciones de los jóvenes. Esta observación sería aún más pertinente dentro del sub conjunto de adolescentes que han abandonado el sistema educativo y que han demostrando, sin dejar mayor campo para dudas, que no es la dimensión educativa y laboral de su vida a la que le asignan una alta prioridad.
En esta dimensión, no se puede pasar por alto en materia de recomendaciones el hecho que contar con un familiar establecido en el exterior constituya un factor de retención dentro del sistema educativo. Información adicional disponible en la encuesta de Panamá muestra que el tener dentro de sus planes de vida la emigración también contribuye a que el joven permanezca vinculado a los estudios. Se trataría, para utilizar la jerga en boga, del efecto de la globalización sobre las decisiones de formación en capital humano de los jóvenes. El simple contacto con el mundo más allá de las fronteras nacionales parece tener un impacto favorable sobre la valoración de las ventajas de ser una persona con educación.
Estos resultados no podrían ser más sugestivos sobre eventuales medidas para prevenir el abandono escolar y, por esa vía, la violencia juvenil. Si se tienen en cuenta dos de los resultados de las encuestas, que la vinculación laboral es un elemento débil en materia de prevención y que, por otro lado, el contacto con el mundo desarrollado constituye un importante estímulo a la educación, no parece un despropósito sugerir que buena parte de los recursos que, en la actualidad, se invierten para buscar encarrilar a los jóvenes en su vida productiva tendrían un impacto más significativo orientándolos, por medio de viajes o de becas, para estudiantes, o indirectamente a sus profesores, a fortalecer los contactos con el exterior.
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* Profesor Investigador. Universidad Externado de Colombia. Se agradecen comentarios mauriciorubiop@hotmail.com
[1] Declaraciones de Vicente Castaño líder de las Autodefensas Unidas de Colombia. Semana Junio 5 2005
[2] Fuera de los numerosos artículos en los periódicos estadounidenses, preocupados por la creciente influencia de las pandillas de origen latino en algunos estados, se pueden mencionar varios reportajes aparecidos recientemente en la prensa europea. Ver por ejemplo, en El País …, también en el Economist “After the massacre” , Enero 15 2005
[5] Es el término con que según varios psicólogos colombianos consultados se conoce en español el área denominada en inglés evolutionary psychology, ya que el de psicología evolutiva estaría reservado para la rama derivada de los trabajos de Piaget.
[6] La extensión de dos conductas típicamente emotivas –el instinto de supervivencia y el ánimo de venganza- podría hacerse para explicar ciertas conductas corporativas.
[8] Que “se caracterizan por la presión que ejercen sobre sus componentes individuales para debilitar sus vínculos e impedir que establezcan otros con distintas instituciones” Coser (1978) p. 16
[10] Este sería el caso de los empleados y sirvientes domésticos que, viviendo en el domicilio de los patrones sacrifican su libertad e intimidad.
[11] “La lucha contra los enemigos internos fortalece la cohesión de los fieles que han sobrevivido el proceso de purificación. Por esta razón a menudo la secta inventa deliberadamente enemigos internos para reforzar su solidaridad y se lanza a una búsqueda de traidores ocultos”: Coser (1978) p. 107
[13] Ver por ejemplo Loeber (1996) o Roché (2000). Tremblay (2000) critica la idea de que las ofensas leves anteceden a las más graves y argumenta, por ejemplo, que el prototipo de la ofensa grave –las agresiones físicas que son muy corrientes según él entre los niños desde las edades más tempranas- anteceden a otras formas de violencia, como la verbal o la psicológica, evidentemente menos serias.
[15] Los jóvenes escolarizados que respondieron la encuesta fueron escogidos tomando al azar una muestra de colegios. Los formularios los diligenciaban de manera anónima los mismos jóvenes. El requisito de anonimato para responder la encuesta hizo descartar el procedimiento de buscar a los jóvenes en sus hogares para una entrevista cara a cara. Para los jóvenes desescolarizados, la única manera de captarlos era a tarvés de organizaciones que tuvieran capacidad de reunirlos para poder seguri un procedimiento similar al de los estudiantes. No había manera, dentro de unos parámetros razonables de costos, de tomar una muestra aleatoria de jóvenes desescolarizados. Los que trabajan, por ejemplo, están sub-representados.
[17] Aunque la pregunta que se hizo en la encuesta implica a nivel individual una respuesta dicótoma (existen o no pandillas en el barrio), en el agregado esa respuesta puede tomarse como un indicador de intensidad de presencia de las pandillas en una localidad. El umbral del 40%-50% significa que más o menos la mitad de los jóvenes piensan que en elbarrio en dónde viven operan pandillas.
[18] La pregunta específica en las encuestas era la siguiente : En términos de ingreso y su nivel de vida. la gente se describe a si misma como perteneciente a cierta clase social. Tú te describirías como perteneciente a la clase: Alta, Media, Media Media, Media Baja, Baja
[19] El tamaño de la población de pandilleros es insuficiente para realizar este análisis por estratos a nivel de municipios.
[20] Para la encuesta de Panamá no se incluyó esta pregunta y por esta razón no se reporta este resultado.
[21] Puede planterase que una excepción son los programas preventivos basados en la promción de actividades deportivas. Aún en estos casos se destacan los elementos formativos del deporte, no la dimensión lúdica que pueda competir con el vacile y la rumba.
[23] Basado en la pregunta « ¿Qué tan seguro te sientes en las calles de tu barrio? » con cuatro alternativas de respuesta : 1) muy inseguro, 2) inseguro, 3) seguro, 4) muy seguro.
[24] Testimonio del pandillero José Alemán tomado de « Las ‘maras’ en Centroamérica: de las guerras civiles a la ultraviolencia callejera ». El Tiempo, Marzo 30 de 2005
[25] En Rubio (2005) se desarrolla el argumento de por qué el delito del secuestro requiere para su consolidación del respaldo de organizaciones muy estructuradas.
[27] Algunos trabajos sobre pandillas en Europa muestran, por el contrario, cierto nivel de especialización. Ver Klein et. al. (2001)
[28] Ver por ejemplo « Detenidos dos hondureños por vinculación con las Farc » El Espectador, Marzo 25 de 2005
[29] Para realizar este cálculo se estima, con los datos a nivel individual, para cada encuesta, y para cada infracción un modelo Logit en el cual la variable dependiente es si se reporta o no haber cometido la infracción y como variables independientes las que se plantea afectan ese incidente.
[30] Para realizar este ejercicio se utiliza también un modelo Logit. Se estima primero una ecuación para determinar las variables que mejor permiten identificar a los pandilleros del resto de jóvenes, ecuación que se expone y analiza más adelante. Posteriormente se adicionan a esta ecuación las variables dicótomas correspondientes al reporte de infracciones.
[31] En negrilla se reportan los coeficientes estadísticamente significativos para cada una de las encuestas y en rojo aquellos que resultan significativos en todas las encuestas.
[32] Esta encuesta se realizó en un momento peculiar, de importante repliegue de las maras en la zona por una fuerte represión.
[33] Por la misma razón de sub-representación de pandilleros en la muestra de desescolarizados en la ZMVS se puede pensar en una subestimación del impacto de estas variables.
[34] Otro indicador recogido en las encuestas, el reporte del monto mensual de gasto por parte de los jóvenes no se incluyó en este ejercicio por una razón y es que los pandilleros, más que el resto de jóvenes, fueron bastante reacios a comunicar sus finanzas personales.
[36] El indicador de violencia de pareja se basa en la siguiente pregunta “¿Alguna vez tu novia (o) te golpeó intencionalmente?”
[38] En alguna medida se repite la cuestión del trade-off entre la generalización del fenómeno y su intensidad, en forma paralela al que se observaba entre la presencia de pandillas y la gravedad de las infracciones cometidas.
[39] Ver una exposición más detallada de este argumento, y algunos ejemplos de programas exitosos basados en un minucioso diagnóstico local de la situación en Llorente y Rubio (2003)