Una
de las preguntas que más me hice desde el inicio del blog es ¿qué tan
representativos del universo de los lectores son quienes escriben comentarios? Pienso que no los representan bien ni en número ni en características.
Están sobre representados
los extremos. Un bloguero más
experimentado que consulté opina lo mismo. El sólo hecho que sean los extremos los que se manifiestan ya sesga
el debate y lo vuelve un contrapunteo de posiciones irreconciliables. Es
probable que no sea esa la discusión que le interese más a la mayoría de los
lectores, o la que permita vislumbrar soluciones a los problemas. Como hemos aprendido con el aborto, no es
de los profundos debates de principios universales de donde salen
soluciones concretas y factibles para las mujeres que enfrentan un embarazo no deseado. La discusión bizantina va por un lado
y los abortos siguen ocurriendo.
También en
el medio universitario unas
pocas personas acaparan el debate.
Mi estimativo es que uno acaba
interactuando con algo así como el 10% del auditorio. La proporción de comentarios
por cada lectura en LSV es bien baja. Varia entre el 0.6%
y el 2.5% siendo en extremo optimista, pues está basada en las “más comentadas”
sobre las “más leídas”. Además dentro de los comentarios están los del bloguero
y algunos foristas que se repiten. Haciendo el paralelo con un seminario en una
universidad, es como si una o dos personas marcaran la pauta en un auditorio de
doscientas personas. Me parece exagerado.
¿Qué
tan influyente es esta indudable minoría numérica? Puede ser
determinante. Conmigo lo fue. Tengo varias
entradas que nunca colgué por física hartera de lidiar
con los comentarios. No se puede hablar de censura, pero también es ingenuo señalar que se trata de libertad total de expresión. Los comentaristas,
el 1% de los lectores, van definiendo y configurando lo que quieren oír y el
bloguero progresiva e imperceptiblemente se adapta a ese auditorio. Mª
Jimeza Duzán lo denomina autocensura.
“Más peligroso que la censura es la autocensura, lo que está llevando a los
periodistas a producir lo que a las audiencias les gusta y no lo que el país
necesita saber”.
Un
punto crítico es que los defensores a ultranza del pensamiento
único son los que muestran mayor vocación por participar en el debate, para
saboteralo. Sobre todo si pueden hacerlo protegidos por el anonimato. Aquí la comparación con
los saboteadores en la universidad es pertinente: una
pequeñísima minoría con enorme capacidad para hacer ruido.
Es
una ingenuidad pretender que puede haber libertad de expresión sin ciertos controles. La economía ya ha discutido ad-infinitum
lo restrictivas que son las condiciones para que el laissez-faire conduzca a un resultado socialmente deseable. También es un error pensar que lo que funciona en los EEUU o Europa funcionará igual en Colombia.
En
el otro extremo los contertulios con los que
el bloguero acaba estableciendo un diálogo constructivo son pocos, poquísimos. Ante la pregunta ¿cuantos contertulios habituales tiene que
realmente aprecie? Otro bloguero me mencionó explícitamente tan sólo cuatro
personas de las cuales dos hacen parte de mi trío de foristas habituales.
La
gran diferencia entre el foro virtual y el universitario radica en que dentro
del segundo se han logrado controlar los saboteadores, de forma o de fondo. Sería interesante investigar bien, para
aprender, la naturaleza de ese filtro que debe ser una mezcla de presión
social, vergüenza por el cara a cara, institucionalización y algo de autoridad
bien entendida.