El profeta del sancocho y los medios

A raíz de un trabajo sobre el secuestro en Colombia me topé con una inquietud simple: cómo se había financiado el M-19 hasta su reinserción sin incurrir masivamente en esa práctica. Escarbando esa veta encontré cuestiones más o menos conocidas, como sus relaciones con los narcos y su participación en el tráfico de armas y droga, que ayudaban a disiparla. Pero aparecieron otras realmente insólitas, como alianzas tempranas y estrechas con los servicios de inteligencia cubanos y con los grupos paramilitares de Puerto Boyacá desde la época de Rodríguez Gacha. El interrogante inicial se transformó en uno más complejo: ¿por qué nada de eso se ha discutido en los medios?  

La inquietud no pierde vigencia. La toma de Palacio del año 1985 sigue candente, de manera un tanto deformada. Corroborando mi desazón, la atención se sigue centrando en los militares. Los del Eme, provocadores de ese despropósito, apenas se mencionan. ¿Cual es la razón?

La respuesta, o mejor la intuición, que tengo es que entre los rebeldes colombianos el M-19 fue el que hizo la labor más eficaz de, textualmente, seducir a los medios de comunicación, con amigotes y novias influyentes. Sobre los primeros, gente del Eme, o muy cercana, ha contado mucha cosa que se ha comentado poco, reforzando así mi recelo con los medios. Tan sólo la biografía de Jaime Bateman por Darío Villamizar, en manos de una prensa menos seducida, habría ocasionado por lo menos un escándalo. Con los romances del Eme, algo tan íntimo, ha habido mayor reserva. Pero lo poco que se sabe ya es bien sugestivo.

Para referirse a Bateman, los del Eme no lo bajan de la estratosfera. Se habla de “Pablo el grande” y de su “sencillez de profeta”, de su sabiduría. Se le considera "arquitecto de la paz". Lo han llegado a poner al nivel de un Nobel, que hizo con la política lo que Gabo con la literatura. Vera Grabe nos cuenta como firmando un acuerdo “nos sentíamos cumpliendo un mandato, una profecía”

Todo esto a pesar de que su gran aporte a las ideas políticas, el sancocho nacional, ha subsistido poco. Pude encontrar una lánguida aplicación de la revolucionaria estrategia en los Cerros de Bogotá hacia el 2008.


Sería injusto decir que no quedó nada. Con la descentralización administrativa, y la gran inventiva colombiana, surgió una versión descentralizada de la doctrina, el sancochito esquinero. Pero tampoco es algo que, aún a nivel de barrio, se pueda considerar arrasador. Para un olla que alcanzaría para decenas de personas, la alcaldesa de Armenia logró convencer menos de diez.

A pesar de tan magra evidencia sobre lo que queda de la ideología de este personaje, los del Eme, persisten en la trascendencia de su legado político. En abril de 2011 invitaron a un gran sancocho nacional seguido, bajo el sopor de la digestión, de “coloquio y reflexión académica sobre el libro Jaime Batemanel profeta de la paz”



Es realmente sorprendente observar cómo gente preparada, curtida, que en su momento ejerció la crítica implacable a la clase política desde la revista Alternativa, insiste en la relevancia del personaje. Además, aportando como principal argumento el jubiloso cariño que le tenían al personaje. Una nota de con nombre de tango, Flaco Volvé,  de Nelson Osorio, con música de Silvio claro está, no podía ser más conmovedora.






El hecho que un personaje tan folclórico haya llegado a esos niveles de mistificación, a la categoría de iluminado, guía espiritual, de estadista muerto prematuramente, no puede explicarse racionalmente. Hay que meterle emoción, adrenalina, hormonas, y sobre todo, capacidad de seducción. De eso sí que le sobraba. Vera Grabe es explícita al respecto: "usted era como el príncipe azul, un ideal de hombre para tantas mujeres que lo adoraron y lo debieron soñar". 

Si no es por el lado emotivo, la gran flaqueza que se tuvo con él, no es fácil encontrar algún escrito, algún discurso, alguna proclama, cualquier cosa suya digna de ser analizada,  reproducida o aprendida. Las referencias al Flaco son ricas en carretica sabrosona, baile, parranda, mujeres, chistes, ajá, algo de secuestro, tráficos ilegales, instinto a chorros para organizar guerreros y pare de contar. Si las obras completas de Bateman no han salido publicadas, y tal vez nunca lo sean no es por falta de interés. No es gratuito que los foros académicos no hayan pododo sustituir un escrito malo del año 97. Simplemente no hay materia prima para escribir o editar nada más.

Referencias premonitorias y dicientes sobre Bateman son las de un viaje suyo a Moscú, enviado por la Juco, a un importante congreso mundial instalado por el propio Kruschev. Otro colombiano que estuvo allí fue muy crítico por su informalidad y constante mamadera de gallo. Habla de “una carta de los soviéticos iracundos diciéndonos que como mandábamos ese tipo tan incapaz”. Cuando más tarde, como estudiante en la Escuela de Komsomol el problema de su pierna lo tuvo hospitalizado, otra colombiana fascinada con él por ser una persona muerta de risa a toda hora cuenta que le llevaban libros de economía política pero él prefería los comics. Eso sí, “Pablo tuvo muchas novias. Se conquistaba a las enfermeras para que le llevaran vodka al hospital y se ponía a tomar con ellas. Cuando se mejoró un poco, se iba con ellas para un bosque en Moscu y las hacía bailar vallenatos. Era malo para hablar ruso. Para bailar, no”. Así se puede tener una idea de su época de formación política, del entrenamiento intelectual para la revolucionaria doctrina del sancocho. 

Desde el círculo más íntimo también nos han dado luces sobre la profundidad de sus ideas, y su vocación de demócrata. En una reunión con periodistas, en las que le hicieron algunas críticas, "Se habló de evaluar, pero Pablo no lo permitió ... poco receptivo a los cuestionamientos, respondió que para eso habíamos nacido, precisamente para generar desorden". Hay otra escena más baladí pero tal vez más reveladora: "era mal perdedor, en la vida como en el juego: lo vimos acabar una partida de Risk con una patada al tablero porque iba perdiendo ... (tenía) conciencia que reconocer errores le restaba fuerza a la gente y bajaba la moral de combate". O sea, un futuro Roosevelt, o Churchill.

Algunas frases de la autobiografía de Vera Grabe dan una idea del cemento que aglutinaba este grupo. "Era el momento del cuerpo, la hora de los sentidos. El colectivo era tu propio cuerpo ampliado, y eres fuerte y tienes sentido si formas parte de él".  ¿Será muy malicioso pensar que ese cementico tan pegajoso y seductor alcanzó para personajes influyentes en los medios y que es por eso que la figura de este Pablo, el Flaco, ha pasado inmune a cualquier crítica, a cualquier análisis con un mínimo de objetividad y de sentido común?

En el fondo, no sorprende que el otro Pablo, el Patrón, haya logrado interesar un mayor número de analistas extranjeros, o nacionales ajenos a su círculo de afectos. Fuera de quienes rumbearon o tomaron sancocho con Bateman, o los que le han tragado cuento enterito a quienes lo hicieron, y a quienes se enamoraron de él, ese señor no tiene nada de profeta, es totalmente irrelevante para el análisis político. Ni siquiera se tiene plena conciencia de que lo que él hizo, básicamente, fue despelotar el conflicto colombiano.