Las raices: bandoleros y montoneros

Del rapto a la pesca milagrosa
Breve historia del secuestro en Colombia
Indice
Bibliografía

La lectura del relato del rapto de la niña Elisa Eder [1], ocurrido en el año 1933 y uno de los primeros casos que se puede documentar para Colombia, muestra cuánto han cambiado en Colombia las circunstancias alrededor del secuestro. “La sociedad de Cali se halla consternadísima con el audaz rapto de la niña, Elisa Eder Caicedo […]Se considera que se trata de un chantage (sic) pues la familia de la niña es rica, ya que el padre, el señor Harold Eder, es el gerente del ingenio azucarero “La Manuelita”, uno de los más poderosos del país.[…]Los raptores […] son sujetos bien parecidos”.

Llama la atención en primer lugar, que se habla de rapto, incluso de kidnapping, pero no se utiliza el término secuestro, conducta que aún no estaba tipificada en el ordenamiento penal colombiano. Fue en parte como respuesta a los raptos ocurridos en esos años, que se generó un movimiento que solicitaba una legislación penal más represiva. Esto solo ocurrió en 1936 con la expedición del Código Penal, que incluía, por primera vez, la tipificación del delito del secuestro tal como aparece, con algunas modificaciones, en el Código Penal actual. Durante la primera mitad del siglo XX ya en EEUU se contemplaba una sanción drástica –pena de muerte- para el kidnapping. En Alemania, por el contrario, sólo en 1953 se incluyó el secuestro de niños entre los delitos y en 1971 se extendió a los adultos (Hacker 1975).

En segundo lugar, los pormenores del incidente, cuya duración fue muy corta, se hicieron públicos. Incluso la familia ofreció 100 pesos de 1933 a quienes colaboraran en el rescate de la menor. Tres, el rapto de Elisa Eder tuvo características similares al del hijo de Charles Lindbergh, ocurrido en Estados Unidos en mayo de 1932. Aunque la palabra kidnaper aparece a finales del siglo XVII para referirse al robo de niños en Inglaterra para venderlos a las plantaciones norteamericanas, la conducta adquirió notoriedad con el caso Lindbergh, que luego fue imitado en varios países del mundo con solicitudes de rescate crecientes y superiores a los U$ 50 mil pedidos a Lindberg. En el caso Hamm en 1933, se pidieron U$ 100 mil y ya para 1953 en el caso Greelease se solicitaron U$ 600 mil. (Von Hentig 1961 p. 146).
Por último, la petición de castigo para los raptores en los medios de comunicación fue particularmente drástica. “Toda civilización crepuscular tiene sus síntomas específicos.  En ellos se concentra lo que hay de más vil y de torpe en la bestia humana. […] En el curso de seis meses se han presentando en Colombia dos o tres casos de secuestros, uno en Medellín y otro en Cali, que recordemos.[…] Si hay algún delito que pueda disculpar el lynchamiento (sic) es el del kidnapping.  Y es porque él constituye un ultraje al decoro mismo de los hogares, significa la mandíbula del asno tendida como guadaña sobre las cunas.  Los miserables que se atreven a negociar con el dolor de las madres no merecen morir sino como bestias.[…] A nombre de los hogares colombianos pedimos desde ahora las más severas sanciones contra los responsables de esta tragedia, felizmente desbaratada. La legislación de defensa contra el kidnapper aún no se ha dado.  Si es que la civilización implica el desamparo de la niñez, es preferible el retorno a la vida de las cavernas.  Toda sanción penal y social contra el secuestrador de niños es desproporcionada al volumen de su ignominia.  Este, como las alimañas venenosas, debería morir a garrote”  [2].

En los años sesenta se presentaron, también en Cali, una serie de misteriosos raptos de menores. Entre Octubre del 63 y Febrero del 64, por lo menos una decena de niños entre 10 y 18 años fueron encontrados muertos en Cali. Los médicos legistas señalaron que la causa de la muerte era la extracción de sangre y la policía declaró andar detrás de un mercado negro de sangre, que se vendía a U$ 25 por litro. Las sospechas sobre vampiros negociantes había surgido a raíz de la desaparición de dos gemelos de 12 años que volvieron a los cuatro días en condiciones físicas lamentables y relataron a la policía que habían sido raptados y llevados a una casa en dónde había más niños cautivos. (Newton 2002 p. 68).

Aunque de casos como los anteriores se podría inferir que fue de esta temprana vocación por el rapto con fines económicos que se evolucionó hacia la situación actual es más razonable pensar que lo que hoy se conoce como la industria del secuestro en Colombia tuvo dos raíces, una rural y otra urbana. Para la primera, hay evidencia de que fue una práctica a la que recurrieron algunos bandoleros tardíos después de La Violencia de los años cincuenta. Por otra parte, es claro que el secuestro de extranjeros –diplomáticos y ejecutivos de multinacionales- lo iniciaron a gran escala los grupos guerrilleros urbanos, en particular los argentinos, y que esa práctica fue importada al país para luego dar paso a la consolidación de la actividad con víctimas nacionales, cada vez con menos recursos pero más numerosas.

Un elemento recurrente en la literatura colombiana sobre el conflicto es el de destacar los vínculos entre la situación actual y la llamada época de La Violencia. “La violencia del pasado y la reciente están entrelazadas de manera inextricable … El punto de partida para comprender la violencia actual es la época de la Violencia, no los años 60”. (Roldán 2003 p. 19 y 357).

Esta apreciación, sin embargo, no parece del todo aplicable al secuestro [3], uno de los íconos del conflicto colombiano reciente. Durante la guerra de los mil días, por el contrario, la toma de rehenes con fines económicos si fue una práctica relativamente corriente de ambos bandos, y con justificaciones similares a las actuales. ”Con el argumento que sobre el enemigo debería recaer la mayor responsabilidad en el sostenimiento de la guerra … cada vez que las necesidades económicas apremiaban, la guerrilla se hacía más activa en la toma de rehenes en las exigencias de pagos forzosos”. (Jaramillo 1991 p. 121). También en las guerras del s. XIX “una de las posibilidades para obtener la libertad fue el pago de rescate. En efecto, tanto grupos regulares como irregulares incrementaron sus recursos valiéndose de ese mecanismo. En la  guerra de 1876, por ejemplo, fueron apresados un miembro de la asamblea legislativa y un alcalde de una población del Estado de Cundinamarca, quienes obtuvieron su libertad  mediante el pago de una crecida suma de dinero a la guerrilla conservadora.  A diferencia de las tropas  regulares, las irregulares tuvieron menos interés en tomar prisioneros, dada su movilidad o la carencia de sitios adecuados para guardarlos. (Aguilera 2001).

A pesar del alto grado de criminalización al que llegaron las partes enfrentadas durante La Violencia, no es fácil documentar para ese período incidentes de secuestro, conducta que sólo aparece en las postrimerías, y concentrada en la zona cafetera. “Los (bandoleros tardíos) que se desenvolvían en el centro del Quindío desarrollaron en forma más generalizada y sistemática que en cualquier otra parte, una nueva modalidad de autofinanciamiento: la del secuestro de acaudalados hacendados”.  (Sánchez y Meertens 1983 p. 177). Cleotilde Mateus, la amante de uno de los más famosos bandoleros, Efraín González, estuvo comprometida en un sonado caso de secuestro y recluida en el Buen Pastor. (Ibid p. 113). “En los últimos años de las cuadrillas se vio también progresar la forma del secuestro … Zarpazo y La gata fueron los más conocidos del género”. La banda de Sangrenegra tuvo secuestrado al hacendado pereirano Simón Mejía Mejía. (Ortiz 1985 p. 232 y  258). En la obra clásica sobre La Violencia, el secuestro se menciona de manera tangencial, también al final del período y muy localizado. “Se afirma que las guerrillas encuentran pábulo y apoyo máximo en los campesinos.  No en sólo ellos.  Las bandas del Norte del Tolima recabaron sumas considerables de los hacendados de Venadillo, Lérida, Armero y El Líbano como condición para que les permitieran visitar sus propiedades.  Contribuyeron […] porque el Estado no podía darles salvaguardia efectiva para su vida y bienes.  Cuando intentaron  sacudir el yugo exactivo, los antisociales se volvieron contra ellos imponiéndoles cotizaciones forzosas, secuestrándolos e impidiéndoles el regreso a sus haciendas … Últimamente el secuestro de hacendados y niños por cuyo rescate se exigen altas sumas, ha cobrado una frecuencia desconcertante”.  (haciendo referencia al nuevo antisocial). (Guzmán et. al. 1964 pp. 269 y 346).

A principios de los años sesenta el número de secuestros per cápita era mucho mayor en los departamentos cafeteros que en el resto del país y ya se calificaba esta conducta como una secuela del bandolerismo. En el año de 1964, los criminólogos de la Policía Nacional señalaban de manera explícita el secuestro como una de las carcaterísticas de la violencia tardía y anotaban que los “bandoleros  principales dados de baja ese año habían aparecido implicados en varios de los secuestros”. (Ortiz 1985 p. 258). A diferencia del caso de Elisa Eder, ya no se trataba de delincuentes en busca de lucro individual sino que se daba cierto grado de confusión con las acciones políticas de bandas armadas que, hasta entonces, habían vivido de cuotas o contribuciones.

En el año de 1965 tuvo lugar un caso bastante sonado. El industrial vallecaucano y ex-ministro Harold Eder –padre de la niña raptada en 1933- fue secuestrado en su finca. La palabra secuestro ya hacía parte de la terminología de los medios de comunicación, se percibía el incidente como un atentado a la seguridad nacional. “El ex ministro de Fomento doctor Harold Eder fue secuestrado a las once de la mañana de hoy en su hacienda de “Santa Elena” ubicada en la región de Quebradaseca, del municipio de Corinto, departamento del Cauca […] (El Tiempo) denuncia la existencia inequívoca de un siniestro plan, contra el cual queremos convocar la decidida colaboración de todas las fuerzas sociales, a fin de contribuir –con las autoridades en primer término- a la erradicación de esta ola criminal que una vez más compromete no solo la seguridad de las gentes sino la propia dignidad del país” [4].

Consecuentemente, la respuesta de las autoridades no fue policial sino militar. Aunque la familia Eder solicitó que el ejército no intentara llevar a cabo un rescate que arriesgara la vida del secuestrado se autorizó la intervención de la Fuerza Pública. “Seguirá la persecución.  El alcalde de Corinto al responder a una pregunta del enviado especial, si sería abandonada la persecución de los malhechores a instancias de la familia Eder Caicedo, declaró que ello no era posible mientras no se recibieran órdenes superiores de Bogotá, ya que el ejército no podía echar pie atrás en cumplimiento de sus deberes”  [5].

La dimensión política de este incidente se confirmó con la atribución de responsabilidad al grupo comandado por Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, del cual surgirían un año más tarde las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Inicialmente se pensó que el autor intelectual y material del plagio había sido Teiro Avilio Fernández conocido como “Tijeras”, pero posteriormente se afirmó que fueron “secuaces de Pedro Antonio Marulada o Marín (a. “Tirofijo”), los autores del espectacular secuestro consumado hace ya 13 días, en la persona del ex - ministro de Estado Harold Eder, es la información fidedigna que circula últimamente y que tiende a darle un nuevo y sensacional rumbo a la “operación rescate” que ahincada y tenazmente adelantan fuerzas militares en la zona de la Cordillera Central limítrofe con el municipio caucano de Corinto” [6].

Así, aparecía de manera clara la finalidad del secuestro como método de financiación de la lucha subversiva, una práctica que no tardaría en consolidarse. “Tiro Fijo logró filtrar subrepticiamente y en forma gradual a numerosos miembros de su cuadrilla hasta la zona de la Cordillera Central limítrofe con el municipio de Corinto, con el objeto de preparar el audaz golpe contra el señor Eder y hacerse a una buena suma de dinero destinada a financiar nuevos planes subversivos” [7].  “La utilización del secuestro como fuente de recursos para financiar las actividades subversivas […] es una vieja práctica comunista. Según los datos conocidos hasta el momento […] los bandoleros han obtenido en menos de tres meses, nueve millones de pesos.  Entre los secuestrados están Ramón Rodríguez cuyos familiares pagaron $50,000, Antonio Reveiz, $50,000, Carlos Barón, $2.000.000, Ernesto González Caicedo, $4.000.000, Luis Posada, $1.000.000, entre otros. La veracidad de los secuestros se explica muy bien si se piensa que en la necesidad de armar, alimentar, vestir, proveer de drogas al pequeño ejército de 188 hombres […] que tienen las FARC [8].

Durante los años sesenta aún los casos de ciudadanos anónimos llegaban a ser noticia. Ya entonces parecía común la práctica de utilizar el secuestro como amenaza para quienes no pagaran las extorsiones. “En momentos en que cobraba una fuerte suma de dinero como precio para no secuestrar a un familiar de su presunta víctima, el sujeto Alberto Acosta cayó en manos de un grupo de detectives del DAS”  [9]. “Posiblemente en el curso de la mañana de hoy, el juez 243 […] entra a ocuparse a fondo del caso en que aparece envuelto Enrique Arango Alvarez extraño  sujeto que alarmó a la familia del Dr. William Villa Uribe con llamadas telefónicas mediante las cuales amenazaba con secuestrar a un hijo del destacado caballero y exigía la fantástica suma de un millón 200.000 pesos.” [10]

Aunque las estadísticas disponibles no lo alcanzan a captar, el periódico El Tiempo informó en varias ocasiones, a mediados de la década, que el delito iba en aumento, incluso hasta el punto de describirlo como una industria en crecimiento  que ya producía una psicosis de secuestro. Tal era el titular de un artículo que hacía referencia a varias denuncias hechas en cercanías al municipio de Cajicá en Cundinamarca y en Bogotá. Incluso se conocieron casos de autosecuestros, que sugieren cierto grado de generalización de la conducta; este fue el caso de Jorge Cantillo Bolaño, que se autosecuestró y pedía por su rescate $30.000 pesos a su padre, ganadero reconocido de la región de Ciénaga. [11]. “Dado el clima de angustia que han llegado a causar los verdaderos empresarios de la criminal industria del secuestro, al caso (amenazas al empresario William Villa) se le dio toda la importancia que a primera vista merecía […]” [12]

Hay vinculación de Tirofijo, líder de las FARC, con un temprano y notorio incidente. Que no era el primer secuestro atribuido a Tirofijo. Dos años antes del plagio de Harold Eder, en diciembre de 1963, “Pedro Antonio Marín, ya con sus apodos de guerra de Manuel Marulanda Vélez y “Tirofijo”, atacó una columna de abastecimientos dando muerte a los soldados arrieros y robando mulares y cargas, derribó una avioneta de Aerotaxi, secuestrando a los pilotos, y dio muerte a dos oficiales de la FAC que acudían a rescatar en un helicóptero a los pasajeros de la aeronave derribada. Ante estos hechos se hizo forzoso ocupar a Marquetalia”. [13]. Ya desde la conferencia constitutiva del grupo en 1966 se creara una comisión financiera nacional y se aprobara recurrir a “otras fuentes de financiación” diferentes de la ayuda económica de las masas. (Ferro y Uribe 2002). No es aventurado plantear que en la jerga de las FARC financiarse ha sido con frecuencia sinónimo de secuestrar. Así lo sugieren varios testimonios, como el de un miembro del Frente 22: “Después de la llegada de El Ciego, el frente comenzó a avanzar económicamente …  Antes de El Ciego, por ejemplo, solo íbamos a Girardot a financiarnos”. (Peña 1997) p. 12). O el de Melisa, “El frente andaba muy pobre y tocó meternos en un asunto de finanzas. Una comisión fue y se cargó a un ganadero de Miranda” (Molano 1996 p. 169). También se da la circunstancia –probablemente coincidencial- de que cuatro de los seis destacamentos guerrilleros que se organizaron en esa conferencia se concentraran en el Quindío (Pizarro 1992), precisamente la zona en dónde se reportan para el país los incidentes más tempranos de secuestro rural. Está por último la escasez de testimonios sobre discusiones internas acerca de la conveniencia de entrar o no en esa actividad y alguna evidencia dispersa sobre antecedentes de los secuestros masivos. En el relato del asalto a la  población de Inzá en Marzo de 1965, comandada por Tirofijo, que fue precedida del ataque a un bus que se dirigía hacia esa población y del que resultaron once muertos, se habla que “los demás pasajeros habrían sido secuestrados por los forajidos”. El Espectador, Marzo 18 de 1965.  Muertos en Asalto de “Tiroijo” a Inzá. Todos estos factores sugieren que las FARC practicaron el secuestro desde sus inicios. Así lo confirman sus propios testimonios. “De esa reunión salió la primera guerrilla … El primer ataque fue el que hicimos a un puesto de policía situado en Puente Rojo, entre Cumbarco y Roncesvalles. Fue a los quince días de habernos comprometido a encuadrillarnos… Nos hicimos a las primeras cinco armas ganadas. De salida nos tastaciamos con el juez de Génova, un godo de pésima calidad, y también nos lo llevamos”. (“Limpios y comunes” en Molano 1996 p. 65. Subrayados propios).

Por las características de las víctimas –agricultores y ganaderos- la delimitación entre el secuestro, la extorsión, y las contribuciones voluntarias era difusa.  Para el Ejército de Liberación Nacional (ELN), por el contrario, sí se habrían presentado reticencias iniciales para financiarse de esa manera. “En esos primeros meses (1964) la dirigencia del ELN que buscaba apresuradamente darle un perfil al grupo que lo distanciara del bandolerismo y las prácticas del cuatrerismo, se opuso al secuestro y al robo de ganado, insistiendo en la necesidad de contar con la solidaridad de la gente de la región”. Medina (2001) pp. 96 y 97.  “En los primeros años no las hicimos (retenciones) porque eso sólo lo hacían los delincuentes comunes y no queríamos que nos confundieran, pero ya para esas fechas otras organizaciones latinoamericanas empiezan a hacer retenciones para conseguir fondos y nosotros también”. (Entrevista de Gabino con María López Vigil citada por Peñate 1999) p. 81). La práctica se habría adoptado solamente al venir legitimada por otros grupos desde el exterior, a finales de los años sesenta. A pesar del ascendiente cubano del ELN, y del hecho que ya desde 1958 tres miembros del Movimiento 26 de Julio secuestraran al campeón de automovilismo Juan Manuel Fangio, varios testimonios de los elenos coinciden en señalar el inicio del secuestro a finales de los sesenta. “A partir de 1969, el ELN comienza a hacer “retenciones” con fines económicos … Cuando los movimientos guerrilleros de América latina, en Venezuela, Guatemala y Argentina ven en la acción de retener personas un medio de conseguir finanzas para la lucha revolucionaria, el ELN entra en esa dinámica: el 5 de Febrero de 1970, secuestra a Roberto Morales en Taracué (Bolívar)”. Medina (2001). p 248.  

El Movimiento 19 de Abril (M-19), por su parte, que según algunos testimonios financió la peculiar campaña publicitaria con que se lanzó a la vida pública con el producto de un plagio  y fue el más activo importador de las técnicas de secuestro urbano, no se destacó posteriormente por la práctica de la actividad a gran escala. “La campaña propagandística consistió en publicar, en periódicos de circulación nacional, avisos que anunciaron la inminente salida al mercado de un nuevo producto. Los primeros avisos, que se publicaron en páginas interiores de cines, clasificados y sociales, tenían un fondo negro y en letras blancas se leía: "Ya llega M-19", "Parásitos... gusanos? espere M-19", "Decaimiento... falta de memoria? espere M-19", "Falta de energía... inactividad? espere M-19". Y al lado de las siglas M-19 dos triangulitos que más parecían un corbatín. El día 17 de enero de 1974 apareció el último aviso: "Hoy llega M-19". Esta campaña que pudo costar cerca de medio millón de pesos, se canceló con el dinero obtenido en un primer secuestro que se hizo en conjunto con las Farc y del cual al M-19 le tocó una tercera parte” [14].

Antes de consolidarse en Colombia, el secuestro en América Latina pasó por tres fases distintas [15].  Se observa en primer lugar una época caracterizada por el desvío de aviones, siendo Cuba el centro de atracción de dicha actividad. Tal variante, impulsada por los rebeldes antes de derrocar a Batista  fue adoptada luego por los anti-castristas que deseaban salir de la isla y luego imitada por varios grupos insurgentes latinoamericanos, incluyendo al ELN colombiano. Aunque el primer caso de secuestro de aviones registrado por las autoridades norteamericanas ocurrió en el Perú en 1931 (Hacker (1975) p. 250) la actividad sólo reapareció con el secuestro del vuelo de Cubana de Aviación entre Miami y la Habana el 1 de Noviembre de 1958, por tres miembros del Movimiento 26 de Julio. Entre 1960 y 1961 se dan cuatro intentos. En el año 1966 se presentan dos casos adicionales. El pico de la actividad fue 1969, cuando se desviaron en total 40 aviones, la mayoría de ellos hacia Cuba y desde allí hacia los EEUU. Ambos países se negaban a entregar a los secuestradores. (Hacker 1975 p. 252). El 27 de Noviembre de 1961 cinco venezolanos desvían hacia Curaçao un avión que hacía la ruta Caracas Maracaibo. El 15 de Febrero de 1963 un comando de las FALN venezolano secuestra un avión que hacia la ruta la Guaira Houston. El 28 de Septiembre de 1966 un comando de 25 personas del grupo argentino El Cóndor desvía hacia las Malvinas un avión que había salido de Buenos Aires. El 26 de Abril de 1970 un miembro del ALN brasilero desvía hacia la Habana un vuelo proveniente de Brasilia. El 5 de Marzo de 1968 un comando del ELN desvía un avión de Avianca (Riohacha-Barranquilla) hacia Santiago de Cuba, en dónde obtienen silo político.

Vino, en una segunda fase, una serie de incidentes con reivindicaciones exclusivamente políticas, inicialmente sobre víctimas diplomáticas, y cuyos autores fueron siempre grupos insurgentes. Aunque hubo episodios de este tipo en varios países, el epicentro de la nueva fase se trasladó a Guatemala, al Brasil  y, posteriormente, al Uruguay. El 17 de Marzo de 1968 un comando de las FAR secuestra en Ciudad de Guatemala al arzobispo Mario Casariego. Las mismas FAR, el 27 de Febrero de 1970 secuestran también en la capital al Ministro de Relaciones Exteriores. El 31 de Marzo, también las FAR secuestran al embajador Alemán, exigiendo la liberación de 17 presos políticos. De acuerdo con Fermán Cienfuegos sería de Guatemala de dónde la guerrilla salvadoreña aprendería “la táctica de la capturas … las FAR de Guatemala son las que realizan las primeras capturas de burgueses y comienzan a exigir impuestos”. (Cienfuegos 1993 p. 13). El 4 de Septiembre de 1969 un comando conjunto del MR8 y del ALN secuestra en Río de Janeiro al Embajador de los EEUU liberado luego a cambio de quince prisioneros. En 1970 (marzo 11) el grupo VRP secuestra en Sao Paulo al cónsul del Japón y exige la liberación de cinco prisioneros políticos. El 21 de abril del 70 es abatido por la policía de Río de Janeiro Juárez de Brito, cuando intentaba secuestrar al embajador alemán. Dos meses más tarde, el 11 de Junio, ocho miembros del ALN y el VRP logran secuestrar al mismo embajador. Exigen la liberación de 40 prisioneros políticos. En diciembre un comando conjunto del ALN y el VRP secuestra en Rio de Janeiro al embajador de Suiza, exigiendo la liberación de setenta presos políticos. El 31 de Julio de 1970 los Tupamos secuestran en Montevideo al cónsul del Brasil por quien exigen la liberación de 150 presos políticos. El mismo día otro comando Tupamaro intenta secuestrar el agregado cultural de los EEUU. Una semana después, el 7 de Agosto secuestran a un ingeniero agrónomo de la FAO a quien liberan después de más de seis meses.

Fue en Uruguay en dónde el grupo subversivo de los Tupamaros consolidó dos cambios importantes en la práctica del secuestro. El agotamiento del acervo de diplomáticos condujo a la inclusión de funcionarios, ciudadanos e industriales locales entre las víctimas. Por otro lado se hizo común la práctica de exigir rescates monetarios para los secuestros urbanos. El 10 de Marzo del 71 el procurador general uruguayo es secuestrado por los Tupamaros, para liberarlo a cambio de presos políticos. El 23 de Junio fue secuestrado el abogado Alfredo Cambón. Uno de los primeros  secuestros puramente económicos fue el del industrial uruguayo Jorge Berembau, secuestrado por los Tupamaros el 12 de Julio de 1971, por quien se pagarían U$ 300 mil de la época, o sea unos U$ 1.3 Millones de finales de 2002. En los demás incidentes en los que se había pagado algo, dos en Guatemala y otro en Uruguay, la solicitud era complementaria a exigencias políticas. El caso Berenbau sería entonces posterior a los relatados por miembros del ELN, en 1969 y 1970 y con mayor razón a los de las FARC.

La nueva variante económica, que caracteriza la tercera fase del secuestro en América Latina, se extendería rápidamente por la región, frecuentemente mezclada con reivindicaciones políticas. El 19 de Noviembre de 1971 secuestran en México al rector de la Universidad de Guerrero por quien exigen un rescate de U$ 200 mil ( U$ 900 mil de 2002), la liberación de nueve presos políticos y el juicio de otros veinte detenidos. El gobierno mejicano acepta las peticiones y el rector es liberado.

En la primera mitad de los setenta el secuestro económico, dirigido básicamente contra ejecutivos de compañías multinacionales, se concentró en la Argentina, con resultados financieros asombrosos. En el año de 1972, por ejemplo, el Ejército Revolucionario Popular (ERP) obtuvo U$ 1.5 Millones (U$ 6 millones de 2002) con tan sólo dos secuestros. El del industrial italiano Enrico Barella el 7 de Noviembre y un mes más tarde, el 10 de Diciembre, el del industrial Británico Donald Groove.

Para el año siguiente, el mismo ERP lograba, con nueve secuestros, ingresos por un monto superior a los U$ 30 millones (U$ 123 millones de 2002) y en dos de ellos - El del gerente de Swissair y el representante de la Esso - se superaba la barrera de los U$ 10 millones por rehén. Además, se ampliaba el abanico de secuestradores. El grupo F.A.L. secuestraba el 3 de Febrero a Norman Lee, de Coca Cola y el 4 de Abril al norteamericano Anthony Cruz. En ambos casos se obtuvieron rescates superiores al millón de dólares.  

La rápida carrera alcista de los rescates alcanzaría su máximo en 1974 cuando los Montoneros obtuvieron por una sola acción U$ 60 millones (unos U$ 219 millones de 2002). Se trata sin duda del pago más alto que se pueda documentar para una acción de este tipo. Corresponde al secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born en Buenos Aires el 19 de Septiembre de 1974, quienes fueron liberados en Abril del 75.  Todas las fuentes disponibles coinciden en el pago de este monto.

El liderazgo inicial de la guerrilla argentina en materia de secuestro no se limitó al monto millonario de los pagos. Allí se diversificaron y sofisticaron las exigencias del secuestro político, antes limitado al intercambio de rehenes por gente en prisión . Al respecto vale la pena transcribir algunos párrafos del comunicado emitido por el ERP a raíz del secuestro del representante de la Esso. “El ERP, en el comienzo de las negociaciones llegó a un acuerdo con la ESSO del pago de 14.000.000.000 de pesos (moneda nacional) de los cuales 4.000 millones debía repartir la empresa en elementos, al pueblo previa comunicación por solicitada pública. ..El resto, 10.000. millones de pesos, se aplicaría : a repartir por el ERP a nuestro pueblo 5.000 millones y 5.000 millones distribuidos a las organizaciones revolucionarias de Chile, Bolivia, Uruguay y Argentina por partes iguales, para subvencionar la lucha”.

El fenómeno parecía ya tan consolidado que produjo emigración por temor al secuestro y, además, se convirtió en la amenaza utilizada para hacer las extorsiones. A raíz del secuestro, en 1973, de Norman Lee, de Coca Cola, tanto esa compañía como ITT, IBM, John Deere y Otis decidieron hacer salir a los ejecutivos y sus familias del país. El 23 de Mayo de 1973 el ERP expide un comunicado en el cual avisa a la Ford que los secuestros continuarían a no ser que se pagara un millón de dólares. El mismo día se desactiva una bomba en las oficinas de Buenos Aires y se paga esa suma. De acuerdo con las instrucciones del ERP se pagó en especie: ambulancias y suministros médicos a hospitales de provincia y otras ayudas a familias pobres.

También en la Argentina fueron claros los esfuerzos por hacer aparecer el secuestro no como un delito sino como el cobro forzoso de un impuesto por una autoridad paralela. En el mismo comunicado mencionado atrás se lee, no que el ejecutivo había sido secuestrado, o retenido como se dice en Colombia, sino “arrestado por nuestro comando Silva-Tettamanti de la Unidad Norte de Buenos Aires”. El arresto es motivado (“se debió a la consecuencia de la lucha revolucionaria contra el imperialismo y sus monopolios”) y además, se imponen multas y se fijan fechas en términos burocráticos: por “ resolución Nº 225 el Estado Mayor del ERP dio plazo de 72 horas para el cumplimiento de lo exigido, resolviendo la ejecución sumaria del reo para el caso de no cumplir las exigencias". Ibid. Subrayados propiosPor último, los grupos argentinos, al igual que los Tupamaros uruguayos, no respetaron siempre ciertas normas mínimas implícitas en el pago de un rescate, como la garantía de no volver a ser secuestrado. El 31 de Julio de 1975 un comando del ERP secuestra en Buenos Aires al británico Charles Lockwood, a quien el mismo grupo había secuestrado el año anterior y liberado tras el pago de un rescate. La víctima de uno de los primeros secuestros en el Uruguay, Ulises Pérez Reverbel, también fue secuestrado por el MLN en dos oportunidades [16]. Estos dos casos van en contra de la apreciación de Briggs (2001) en el sentido que los que ella denomina “doubles” son un aporte colombiano a la tecnología del secuestro.

Durante la década de los setenta, siguiendo de cerca los desarrollos de la actividad en otros lugares, los grupos subversivos colombianos empiezan a secuestrar diplomáticos y empleados de multinacionales con exigencias económicas crecientes, hasta llegar también a cifras millonarias en divisas. “El 8 de Abril de 1971, el grupo de Ricardo Lara y Antonio Vásquez realizan el secuestro de los directivos del proyecto maderero del Opón., que tres días después son rescatados por el Ejército, entre los objetivos de este secuestro, el de mayor magnitud realizado en la época, estaba el de cobrar un millón de dólares por el rescate”. Medina (2001) p. 248. El 4 de Octubre de 1973 un grupo de cerca de 50 hombres del ELN ataca la mina de oro de Frontino y secuestra a dos empleados americanos de la Intercontinental Mining Company por quienes exigen U$ 170 mil. Aunque la compañía intenta pagar el rescate, las autoridades lo impiden y rescatan a los rehenes en Marzo del año siguiente.  A principios de 1975, el 31 de Enero, un comando de 13 hombres de las FARC secuestran en Cali a Eric Leupin, canadiense y cónsul honorario de los Países bajos en Cali, exigiendo un millón de dólares además de la liberación de uno de sus compañeros detenido desde 1971. Leupin sólo recobró la libertad en Octubre del año siguiente. El 5 de Agosto de 1975 el M-19 secuestra en Bogotá al gerente de la Sears, quien será puesto en libertad el 2 de Noviembre siguiente tras el pago de un millón de dólares. El 14 de Enero de 1976 las FARC secuestran a Fred Archibald, empleado de Intercol, una filial de la Esso, a quien liberan tres días más tarde tras el pago del rescate. El 11 de Marzo de 1977 el comando Domingo Laín del ELN secuestra en Bogotá al gerente del Banco Francés e Italiano, Giuseppe Mondini. Se exige inicialmente un pago de U$ 5 Millones pero el rehén es liberado el 5 de Junio tras haber pagado U$ 85 mil. El 31 de Octubre del mismo año, el ELN secuestra en Chigorodó al industrial alemán Dieter Heinscher por quien se exige un rescate de medio millón de dólares.

Aunque nunca se alcanzaron los niveles de rescates obtenidos por el ERP o los Montoneros en Argentina, las sumas recaudadas por las FARC, el ELN y, sobre todo, el recién creado M-19 se convirtieron en un importante medio para financiar y consolidar esas organizaciones armadas. En una entrevista concedida en 1980 a Germán castro Caicedo, retenido para tal efecto, Jaime Bateman Cayón, comandante del M-19 afirma “nosotros nos volvimos ricos realmente con la detención de Cooper, el gerente de Sears … Fue la primera vez que la organización tuvo un presupuesto bastante alto: más de un millón de dólares … Tal vez es el secuestro más grande que se ha hecho en Colombia, y el dinero nos alcanzó por mucho tiempo. Yo creo que todavía tenemos dinero de eso”. (Villamizar 1995 p. 33).

Con el secuestro de Hugo Ferreira, ex-ministro de Agricultura, llevado a cabo por el M-19 en Agosto de 1977, se empezó a hablar en los medios de comunicación del país de una alta especialización y de una nueva tecnología para la ejecución de los secuestros [17]. La sofisticación y espectacularidad de estas acciones urbanas quedaría confirmada con el robo de los fusiles de la Escuela de Infantería y la toma de la embajada de República Dominicana por parte del mismo grupo. Parece claro que el M-19, adoptó técnicas y procedimientos similares a los de los grupos uruguayos y argentinos, y en particular de los Montoneros. Ante la pregunta “Se ha publicado con insistencia que en el M-19 hay tupamaros y montoneros. ¿Qué influencia uruguaya o argentina tienen ustedes” hecha por Germán Castro Caicedo, Jaime Bateman no niega tales vínculos y señala que hubo un uruguayo en la toma de la embajada de la República Dominicana. (Villamizar 1995 p. 61). Vera Grabe, ex dirigente del M-19, es más explícita acerca de esta influencia “habíamos leído mil veces Las actas tupamaras, que contaban las acciones de esta guerrilla urbana uruguaya, que nos había inspirado con su imaginación y creatividad. Su recuperación de la bandera de Artigas inspiró la acción de la espada de Bolívar. Además, en nuestra organización había varios tupas, a quienes les había tocado salir del Uruguay, y seguían peleando ahora con nosotros”; relata además que Nicolás, un uruguayo ex tupamaro era el responsable de vigilar la “cárcel del pueblo” donde el grupo mantuvo secuestrado a Nicolás Escobar. (Grabe 2000 pp. 69 y 93). Aunque no hace referencia explícita al secuestro, ante la pregunta si los del M-19 habían estudiado las prácticas de otros movimientos, Alvaro Fayad responde “de la experiencia Tupamara y Montonera, que fue una experiencia novedosa de la guerrilla urbana en América Latina, yo creo que tuvimos más en cuenta a los Montoneros”. (Álape 1985 p. 324). Vera Grabe da algunos detalles de cómo fue esa relación al mencionar a Paco, un dirigente de los Montoneros que llegó a Colombia en 1976 para hablar de asuntos como la estructura deseable de una organización político-militar OPM, de la experiencia en fabricación de armamento popular y de la revista Evita Peronera que publicaba ese grupo. “(Paco) era muy amigo de Pablo, del Turco y de Carlos, y de otros dirigentes del Eme, y a todos los tenía superencarretados con una visión que en parte marcaría nuestro desarrollo hacía adelante”. (Grabe 2000 p. 85). Sería ingenuo pensar que esta asesoría no incluyó detalles sobre operativos o técnicas de negociación de secuestros tan llamativos como el de los hermanos Born en Buenos Aires.

En materia de secuestro, el M-19 habría introducido innovaciones importantes, como la estricta división de las tareas para la ejecución de los plagios. De acuerdo con el mayor Fernando Patiño de la Policía Nacional, fueron  los del M-19, grupo urbano que por razones de seguridad operaba en células compartimentadas, quienes consolidaron la marcada división del trabajo para los secuestros que se impuso posteriormente. Así, el plagio es perpetrado por varios grupos, cada uno de los cuales tiene una misión específica: unos atrapan a la víctima, otros la cuidan y otros cobran el rescate [18].

A pesar de que este tipo de incidentes, de grupos subversivos contra extranjeros, eran los que recibían mayor cubrimiento en los medios es conveniente señalar que:
 (i) no todos los secuestros millonarios de la época se atribuyeron a grupos guerrilleros. El 17 de Febrero de 1978, por ejemplo, un comando de cuadro hombres sin vínculo explícito con alguna organización secuestran en Medellín al italiano Bartolini Berlini y piden por su liberación U$1.4 Millones (U$ 4 millones de 2002). A raíz del secuestro de Claudia Juliana Serrano en Bucaramanga, el titular de El Tiempo, (25 de febrero de 1976) mencionaba una “Gran organización de secuestradores en Bucaramanga” sin hacer referencia a ningún grupo subversivo.
(ii) dichos grupos no abandonaron las acciones, y aún los secuestros, puramente políticos. El caso más sonado fue el del líder sindicalista José Raquel Mercado secuestrado por el M-19 el 15 de Febrero de 1976 y asesinado el 19 de Abril del mismo año tras un “juicio del pueblo”.
(iii) no todos los incidentes terminaban con el pago de un rescate. Una unidad especial antiterrorista rescató al italiano Berlini y detuvo a tres de los secuestradores cinco días después del plagio. En el secuestro, por parte del M-19, de Nicolás Escobar Soto, gerente de la Texas Petroleum Company, la compañía, en palabras de Jaime Bateman,  “nunca quiso llegar a un acuerdo económico”. (Villamizar 1995 p. 44) y
(iv) los secuestros de ciudadanos corrientes se publicaban y aún provocaban, individualmente, reacciones editoriales de rechazo. “Con el secuestro del ex ministro Hugo Ferreira Neira se eleva a tres el número de personas en poder de los antisociales en la capital de la República.  Efectivamente, el 17 de diciembre de 1976 desapareció en el centro de Bogotá, el comerciante en electro-repuestos Mario Gutiérrez  Mayorga de quien se ignora si está vivo o muerto.  El industrial Luis Fernando Trujillo Palacios, que fue secuestrado el 22 de junio en la calle 100 con carrera 24. En cuanto a personas secuestradas en otros lugares del país, permanece cautivo el geólogo norteamericano Richard Starr, quién cayó en poder de las FARC […] desde el 14 de febrero.” El Tiempo, sábado 20 de agosto de 1977. “La niña de dos años y medio Claudia Juliana Serrano, secuestrada hace un mes, fue rescatada esta mañana […] al culminar un dramático y peligroso episodio […] que ha causado sensación en esta ciudad y en todo el país” [19].


[1] El Tiempo, miércoles 1 de febrero de 1933, pp. 1-2, “En Cali fue raptada ayer una niña de la más alta sociedad”.
[2] El Tiempo, jueves 2 de febrero de 1933, pp.5, “Los secuestradores de niños”.
[4]  El Tiempo, Domingo 21 de marzo de 1965, primera página, “Atentado a Harold Eder”.
[5] Ibíd., pp. 8
[6] El Tiempo, 2 de abril de 1965. pp. 11, “Sindican a Tiro Fijo de secuestro”.
[7] Ibíd.
[8] El Tiempo, Octubre 13 de 1969
[9] “Cayó otro extorsionador que cobraba $30,000”. El Tiempo, marzo 17 de 1965, pp. 3,
[10] “Una Baja Venganza Era el Empeño de Arango Alvarez” Ibíd.
[11] El Tiempo, 28 de abril de 1965, pp. 23.
[12] Ibíd.
[13] Valencia Tovar, Alvaro (1999) “El Origen de las Farc”, Bogotá, Revista Semana, Mayo 31 a Junio 7, Edición No. 891. Citado por Vélez (1999)
[14] Extractos del libro Aquel 19 será de Darío Villamizar en Semana Nº 709, Enero de 1996
[15] Salvo indicación explícita, los eventos que sirvieron de base para esta sección se obtuvieron de las siguientes fuentes: Newton (2002); “Rand Terrorism Chronology (1968-1997), disponible en http://db.mipt.org/6898_rep_inrg_rep.cfm; CDISS Database: Terrorist Incidents 1945 to 1998 disponible en http://www.cdiss.org/terror.htm; “Chronologie des attentats terroristes depuis 1945” disponible en www.mediasnews.com/history01.php y, para Argentina, del "Listado cronológico de los principales atentados y ataques terroristas ocurridos entre 1969 y 1979" disponible en http://members.fortunecity.com/foroverdad/listadoatentad.htm. Salvo el último, se trata del recuento de incidentes que alcanzaron a ser publicados en la prensa internacional y que por lo tanto no constituyen la cronología más completa de cada país. Para el caso Colombiano, por ejemplo, los primeros secuestros aceptados por el ELN, en 1969 principios de 1970, no alcanzaron resonancia mundial.
[17]Alta técnica en secuestro del ex ministro” El Tiempo, sábado 20 de agosto de 1977, pp. Última A,
[18] Caretas Perú. http://www.caretas.com.pe/1998/1526/policia/policia.htm
[19] El Tiempo, martes 24 de febrero de 1976, primera página, “Rescatada Claudia”.