La violencia en Medellín. Una mirada desde afuera


La Violencia en Medellín.
Una mirada y unas sugerencias desde afuera.
Mauricio Rubio [1]

Introducción

No es fácil la tarea de hacer recomendaciones a una comunidad tan experimentada en el control y prevención de la violencia como Medellín. A pesar de lo anterior, una vez revisada la documentación recibida y luego de la fascinante experiencia vivida entre los días 21 a 23 de Octubre de 2010, se pueden hacer algunas sugerencias generales y, así mismo, tratar de concretarlas para algunos de los programas que actualmente se llevan a cabo.

Las recomendaciones generales son simples. Primero, aprovechar mejor los insumos de información que se tienen para refinar y desoficializar el diagnóstico de la seguridad. Segundo,  moverse en la línea de evaluar los programas y, tercero, flexibilizar el diseño de estos programas de manera que puedan adaptarse de manera continua a un diagnóstico siempre cambiante y a las sucesivas evaluaciones de resultados.

Antes de detallar los argumentos que sustentan las sugerencias, y para ambientar la discusión, en la primera sección se recurre a un par metáforas que pueden servir de marco conceptual para las recomendaciones. También se hace referencia a una exitosa aplicación del enfoque propuesto en el ámbito de la planeación urbana en Medellín.

Dos metáforas, una analogía

Una de las consideraciones necesarias al abordar un problema tan complejo como el de la seguridad urbana en Medellín tiene que ver con la aproximación más adecuada para emprender esa tarea. En particular, es pertinente una reflexión sobre la pertinencia del conocimiento desde arriba versus la sabiduría desde abajo tanto para entender la violencia, como para diseñar y evaluar los programas para controlarla y prevenirla. Para esta discusión, pueden ser útiles imágenes de otras áreas menos contaminadas política e ideológicamente que la violencia y la seguridad urbanas.

La Catedral y el Bazar

En el desarrollo de programas de computador –software- han existido por décadas dos estrategias básicas para procesar información: Top-Down  y Bottom-Up. Con el primer enfoque se emprende el diseño con una visión global.  Se hace énfasis en la planificación, buscando conocimiento completo y a priori del sistema. Este enfoque fue promovido en los años setenta por los ingenieros de la IBM, que desarrollaron el concepto de programación estructurada. La aproximación Bottom-up, por el contrario, no sólo es inductiva sino, sobre todo, más colectiva e informal. Se hace énfasis en la codificación de pequeños segmentos de programa y la puesta en marcha de prototipos de manera rápida y experimental. Con este enfoque se corre el riesgo de que los distintos módulos se codifiquen sin tener inicialmente una idea clara de cómo vincularlos finalmente al resto del sistema. La integración posterior resulta de un proceso evolutivo de ensayo y error.

Hasta hace pocos años, se seguía pensando que existía un nivel crítico de complejidad de los programas para el cual era preciso un diseño centralizado y planificado desde el principio. En particular, para el componente de software más importante, el sistema operacional, se pensaba que era indispensable una rígida organización, que trabajara aislada desde la concepción hasta la puesta en marcha de un programa relativamente libre de errores. Era el enfoque catedral.

A principios de los años noventa, un joven ingeniero finlandés, Linus Torvalds, lanzó el sistema operativo Linux y cambió por completo todo lo que se creía que se sabía en informática. Con Linux, se introdujeron libertades radicalmente opuestas a la filosofía catedral del software, permitiendo la modificación, copia, redistribución y uso libres de partes del programa. A diferencia del enfoque de cónclave imperante hasta entonces, Torvalds sorprendió a la industria lanzando versiones de prueba con frecuencia inusitada, delegando y mostrándose abierto “hasta el punto de resultar promiscuo”. A diferencia de la silenciosa y reverente construcción de una catedral,  la comunidad Linux “parecía un gran bazar bullicioso con diferentes agendas y enfoques del cual solo parecía posible que emergiera un sistema coherente y estable mediante una sucesión de milagros” [2].

Uno de los principios básicos para el desarrollo del Linux fue “dado un número suficiente de ojos, todos los errores son irrelevantes”. El supuesto de trabajo adoptado es que con una base suficientemente amplia de usuarios y colaboradores casi todos los problemas que surgen al ejecutar un programa se pueden identificar con rapidez y la solución será obvia para alguien. En el manejo y corrección de los errores radica la diferencia fundamental entre el enfoque catedral y el bazar. Para los defensores del enfoque catedral, los cardenales, los errores y los problemas que surgen en los programas son asuntos “insidiosos, profundos y retorcidos”. Por esa razón, hay poca disposición a reconocerlos y aceptarlos. Se considera traumático discutirlos y demasiado costoso corregirlos. En el bazar, por el contrario, los errores no sólo se admiten sino que son casi bienvenidos. Se toman como cuestiones leves e intrascendentales que se pueden corregir con rapidez siempre que estén al alcance de un gran número de personas dedicadas a detectarlos, a documentarlos, a entenderlos y a sugerir correcciones.

Enfrentar al zorro o al pulpo: la métis de los griegos

Una preocupación peculiar de los griegos fue la de las habilidades requeridas para la pesca o la caza, en particular cuando se trataba de adversarios con gran habilidad y astucia, con mètis. Son muchos los animales dotados de mètis pero dos de ellos llamaron la atención de los griegos: el zorro y el pulpo. Se trata de los dos modelos que mejor encarnan la astucia del reino animal, y cada uno representa un aspecto esencial de la métis. El zorro dispone de mil trucos, pero su astucia culmina con la maniobra y el engaño. Por su parte, el pulpo simboliza , por la infinita flexibilidad de sus tentáculos, lo resbaloso e inasible.

Para los griegos, la mètis era un tipo peculiar de inteligencia que se ejerce en distintas circunstancias pero cuyo énfasis es la eficacia práctica, la búsqueda del éxito en algún dominio específico [3].

La primera dimensión de la mètis tiene que ver con la disyuntiva entre el empleo de herramientas tradicionales, como la fuerza o el conocimiento técnico, y los procedimientos habilidosos, astutos, en el límite con la trampa. La segunda se relaciona con el horizonte temporal. Las acciones que requieren mètis se ejercen en un escenario de largo plazo, cambiante, con situaciones inciertas y ambiguas. El último rasgo de la mètis es que no es única sino múltiple y variada; se trata de un arte de la diversidad, una versatilidad y flexibilidad para enfrentar situaciones mutantes.

Cualquier proceso social complejo, como la violencia en Medellín, es inevitablemente más intrincado que el más imaginativo esquema que se pueda concebir para interpretarlo. En particular, el equilibrio resultante es siempre, en alto grado, una compleja mezcla de procesos informales, abiertamente ilegales, que las visiones formales tienen enormes limitaciones para comprender. Esta es, según James Scott, la principal razón por la cual la visión catedral, los esquemas desde arriba propuestos por lo que él denomina el modernismo intenso son tan inocuos e incluso tan potencialmente destructivos. Lo que ignoran son precisamente las destrezas prácticas que sostienen cualquier actividad o institución compleja. Este conjunto de habilidades artesanales, el saber hacer, la malicia indígena, la mètis, tienen la doble característica de adaptarse a las situaciones permanentemente cambiantes y, además, de entender adecuadamente y poder burlar a los eventuales adversarios.

La práctica y la experiencia que de manera acumulativa van refinando la mètis requieren ajustes específicos, continuos y progresivos a las condiciones cambiantes. El poder del saber práctico depende siempre de una observación cercana, detallada y astuta del entorno. El conocimiento local, el ensayo y error, y no siempre el método científico, es lo que ha ayudado a configurar el saber hacer para lograr soluciones prácticas en muchos oficios y actividades.

La evaluación de la mètis sólo se puede hacer a partir de múltiples resultados prácticos. Su propósito principal no es el de contribuir a ampliar el conocimiento sino a resolver los problemas específicos que se enfrentan. Tomando como ejemplo el desarrollo de la vacuna contra la viruela, James Scott enumera los ingredientes que fueron necesarios para alcanzar este conocimiento práctico: “una necesidad apremiante (en este caso un asunto de vida o muerte), algunas pistas prometedoras que funcionaron en otros contextos (la inoculación), un vasto equipo de experimentadores dispuestos a ensayar casi cualquier cosa, la posibilidad de cocinar soluciones a fuego lento y el intercambio abierto de los resultados experimentales”  [4].

La adecuada combinación y dosificación de esos mismos ingredientes que facilitaron encontrar la vacuna contra la viruela parecerían necesarias para abordar un tema como la seguridad urbana en Medellín. En síntesis, para enfrentar un fenómeno tan complejo se requiere, no tanto ciencia o técnica, sino mucha mètis.  Sería arriesgado recomendar que la mètis ilegal se deba enfrentar con una mètis oficial e individual. La experiencia de funcionarios públicos con demasiada mètis ha sido lamentable en Colombia.

Una posible solución, de cuyas ventajas eran conscientes los griegos para la difícil empresa de atrapar pulpos, es la de la astucia colectiva, basada más que en las aptitudes individuales en la configuración de redes. El tema de los vínculos y las redes está siempre presente en la noción de mètis. Con redes se enredan y retuercen tanto las argucias del zorro como los brazos del pulpo. En los tratados griegos son recurrentes las cuerdas, los cables y las redes como materiales de base para la caza y la pesca. La red es la herramienta que simboliza la mètis: atrapa todo y no se deja atrapar por nada.

El procedimiento para configurar una red con mètis es asombrosamente similar al utilizado para la generación de los programas de software de arquitectura abierta con el enfoque bazar: ensayo y error, información variada que fluye incesantemente, visión de largo plazo, un esfuerzo leve de coordinación y habilidades adquiridas sólo con la práctica.

De Le Corbusier al PUI: diseño urbano reciente en Medellín

Charles-Édouard Jeanneret-Gris (1887-1965) más conocido como Le Corbusier es el más insigne representante del enfoque catedral en arquitectura, del modernismo intenso en urbanismo. También encarna la fe ciega en la ciencia y la técnica, y la carencia absoluta de mètis. Sus ideas e influencia se palpan mejor en algunos de los mega proyectos que nunca se construyeron. Abogaba por una arquitectura, única y universal, basada tan sólo en cinco puntos [5] y totalmente coordinada con la ciencia, y en particular con la biología.

Le Corbusier propuso ambiciosos esquemas de urbanismo para varias ciudades del mundo. En todos los casos, la nueva ciudad proyectada tenía impactantes propiedades esculturales. Estaba diseñada para lograr un gran impacto visual como forma, siempre que se pudiera apreciar desde lejos, como desde un globo en el aire. Tenía poca paciencia con el entorno físico que habían creado  varios siglos de vida urbana. La acumulación progresiva de experiencias, la falta de racionalidad y de simetría en los diseños, la aglomeración, el desorden, la oscuridad, lo exasperaban. Como buen ilustrado, el desprecio de Le Corbusier por el ciudadano corriente, el supuesto beneficiario de sus diseños, era palpable. Los paralelos entre la centralización arquitectónica en sus diseños y la estrategia política para llevarlos a cabo no es accidental. Ambos corresponden a una visión rigurosamente jerarquizada de la sociedad en la cual el intelectual ilustrado se reserva el papel de consejero del soberano.

Nada más alejado de la filosofía del célebre arquitecto francés que los esfuerzos de rediseño urbano emprendidos en los últimos años en Medellín. Con las lecciones del Programa Integral de Mejoramiento de Barrios Subnormales en Medellín (PRIMED) y el Programa “Núcleo de Vida Ciudadana” (NVC) se inició hace unos años el “Proyecto Urbano Integral Nororiental” (PUI) como programa piloto de intervención urbana integral. “El PUI es un modelo de intervención urbana que integra componentes de inversión socia y de mejoramiento físico urbanístico de vivienda, dentro de un marco de acción intersectorial altamente participativo. Su propósito es resolver los problemas y demandas específicas y complejas expresadas por los habitantes de territorios afectados por la exclusión social … La definición y diseño de estas obras fue realizado utilizando pautas y técnicas semejantes a las desarrolladas (por PRIMED y NVC) durante los años noventa. Luego de una serie de mapas temáticos para el análisis, caracterización y zonificación del área de intervención … se conformaron comités comunitarios locales. La actividad de los comités comunitarios se desarrolló por medio de una reunión abierta semanal … en la cual participan y aportan líderes comunitarios, naturales e institucionales, representantes de todas las organizaciones sociales, religiosas, y no gubernamentales, grupos juveniles y de la tercera edad, y en general, toda persona que quiera ser escuchada en su idiosincrasia y puntos de vista. La definición, localización y diseño de las obras de espacio público se hizo mediante recorridos sobre el terreno para que los habitantes señalaran los sitios más importantes en sus barrios, entre ellos, los de mayor riqueza ambiental, donde hay oportunidades de generar espacio público, así como los lugares de mayor significación histórica y simbólica … Los principales hallazgos e ideas se plasman en una reunión del comité comunitario en la que la actividad principal es dibujar en unas hojas tamaño tabloide cómo se imaginan las personas los espacios público y equipamientos definidos en el recorrido, de donde surge el primer perfil de diseño de la obra. A partir de este perfil se elabora un anteproyecto … que se presenta al comité comunitario para que lo aprecie, haga sus observaciones y de su aprobación” [6] .

Una observación pertinente con respecto al conocimiento o know-how que el PUI podría exportar a otras ciudades colombianas, o a comunidades en el exterior, es que, más relevantes que los diseños urbanísticos en sí, serían la metodología de trabajo o los procedimientos adoptados para plantear los proyectos específicos que se ejecutaron en Medellín con el aporte, la participación y las críticas de las comunidades beneficiarias. El PUI constituye un excelente ejemplo de las ventajas del enfoque inductivo, bottom-up, en la identificación de los problemas que afectan a las comunidades, en la manera de darles respuesta y en cómo evitar o corregir los errores de diseño.  No cabe duda que los diseños finalmente adoptados pudieron captar una buena dosis de la mètis urbanística popular.

En forma paralela, lo que se pretende con este breve escrito, más que aportar teorías, o relaciones causales, o diseños de programas formulados en otros lugares o contextos, es hacer énfasis en los métodos que se han utilizado en otras latitudes para obtener los insumos necesarios para diagnosticar y prevenir la violencia. Y que, en la actualidad, con una mínima inversión de recursos, simplemente reorientando levemente algunas mentalidades, se podrían adoptar en Medellín.

Recomendaciones generales

Refinar y desoficializar el diagnóstico

En materia de seguridad ciudadana, y siguiendo la analogía con el PUI, se puede pensar que la ciudad de Medellín se encuentra en la actualidad en una etapa similar  a la de los mapas temáticos listos para ser presentados para discusión pública no sólo a un grupo de académicos foráneos en una Ruta de Expertos sino también a los analistas locales y a las comunidades afectadas por la violencia. A diferencia del PUI cuyos beneficiarios más pertinentes eran las comunidades y los vecinos físicos de las obras, en materia de seguridad puede ser también pertinente una amplia comunidad virtual.

No cabe la menor duda que, en materia de violencia, en Medellín se ha llegado a un “saber del conflicto más allá de los libros” [7]. Lamentablemente, la sabiduría sobre el tema, palpable en las conversaciones, se refleja mal en los discursos, en los datos y en las publicaciones oficiales. Es mucho más rico y pertinente lo que se sabe popularmente en Medellín sobre la violencia que lo que el discurso oficial ha tratado de hacer ver sobre la dinámica de esa violencia.

Por otro lado, es evidente el desbalance que existe en la actualidad entre la capacidad de recopilar información y la de analizarla o discutirla públicamente. La Ruta de Expertos parecería un esfuerzo concebido en buena parte para llenar este vacío. Y si bien es cierto que la colaboración de algunos especialistas nacionales en violencia o conflicto puede traer algunas luces relevantes para el diagnóstico y el diseño de políticas en Medellín, no sobra señalar que tales orientaciones -que por definición vendrán desde arriba, o mejor desde afuera- deben ser complementadas y focalizadas con la sabiduría, la malicia y la métis que sólo surgen de la experiencia directa, y que necesariamente deben venir desde abajo. Desde los operadores que día a día enfrentan la violencia en el terreno y, sobre todo, desde los ciudadanos y las comunidades que la sufren. En cierta medida, lo que parece seguir faltando en Medellín es la capacidad de juntar, recopilar, sistematizar, abreviar y empaquetar todo lo que la gente sabe sobre la violencia en su ciudad.

Un obstáculo para la que, en principio, debería ser una iniciativa viable –acopiar y promover el uso y la discusión del conocimiento disponible colectivamente sobre violencia- tiene que ver que buena parte de la información es oficial, pero no pública. Cuando es claro que debería ser pública y accesible para cualquiera: académico, estudioso o simplemente curioso, local, nacional o extranjero.

Si las cifras y estadísticas que se recogen no se discuten de manera pública, ni las usa de manera regular un grupo importante y variado de analistas independientes, existe el riesgo que su calidad o su relevancia se deterioren, o que se dejen de identificar las áreas en las que se requiere mayor profundización.

Reconocer y cazar errores: la necesidad de evaluación

Son varias las razones que hacen recomendable abrirle paso a la evaluación y a la autocrítica como un requisito de todas y cada una las iniciativas para controlar y prevenir la violencia. La primera y más obvia es el claro desbalance que se observa actualmente entre 1) el número y variedad de los programas y 2) las evaluaciones serias, sistemáticas e independientes de tales programas. En Medellín es joven, por ejemplo, se ofrece una lista de más de 80 iniciativas y programas actualmente en ejecución en la ciudad [8]. En abierto contraste con esta amplia gama de esfuerzos, es escueto el acervo de evaluaciones o de críticas. Incluso para los programas en los que, como el Paz y Reconciliación (PPR) o Fuerza Joven (PFJ), se han invertido importantes recursos, no puede dejar de señalarse la escasa atención brindada al siempre saludable esfuerzo de evaluar, readaptar y corregir los programas.

Un efecto pernicioso de la falta de crítica y evaluación, adicional al de la inadecuada asignación de recursos, es que, progresivamente, va debilitando la calidad del diagnóstico. Si el afán oficial por mostrar resultados positivos a corto plazo hace que prime la ratificación de buenas intenciones sobre la evaluación seria de resultados, es alto el riesgo de introducir explicaciones pobres y vínculos causales mal sustentados. En una supuesta evaluación del PPR que se publicó en el 2007, por ejemplo, se atribuye de manera apresurada la caída en la tasa de homicidios en los últimos años al impacto del programa. No sólo se afirma, sin ofrecer evidencia sólida al respecto, que se logró una “disminución de actos violentos por parte de los beneficiarios del Programa, comunidades y actores primarios del conflicto”, sino que se da el arriesgado paso de vincular ese supuesto resultado con los indicadores globales de violencia: “esto se evidencia, por ejemplo, en los índices de homicidios en la ciudad” [9].

Así, la falta de una verdadera cultura de la evaluación de los programas puede conducir a un círculo vicioso de opacidad en las cifras, mala comprensión de lo que ocurre y pobre diseño de programas.
 
Las ventajas de saber cuales son los programas, o componentes de programas, que funcionan y cuales no va mucho más allá de la correcta administración del proyecto o la agencia responsable. Las evaluaciones serias, sistemáticas y creíbles constituyen un verdadero bien público que puede servir para orientar los esfuerzos no sólo del ente a cargo del programa sino de otras entidades municipales, regionales o nacionales, agencias multilaterales, ONGs, fundaciones y universidades involucradas en temas de seguridad. Además, como se precisa más adelante, los ejercicios sistemáticos de evaluación, con su respectivo grupo de control, son la mejor herramienta para profundizar el diagnóstico lo que, a su vez, es un requisito para sofisticar el diseño de los programas.

Flexibilización: proyectos y programas con mètis

La simple sospecha, expresada oficialmente [10], que existen en el entorno de Medellín individuos con la capacidad de manipular la criminalidad en un municipio, por ejemplo para perjudicar electoralmente a un mandatario local, o que una decisión judicial que afecta a un líder del bajo mundo puede ocasionar un quiebre significativo en el número de muertes violentas, demuestra con claridad que la violencia en la región es algo mucho más complejo de entender y predecir que un problema social. La violencia en Medellín también tiene mucho de enfrentamiento con zorros y pulpos en extremo astutos.

La conciencia sobre esta descomunal concentración de poder paralelo no es simplemente un rumor local. “La cercanía de esta facción del paramilitarismo (el Bloque Cacique Nutibara) con sectores de la fuerza pública y la fiscalía produjo rápidamente el sometimiento de todas las expresiones organizadas de delincuencia a la autoridad de su máximo jefe, alias ‘don Berna’. Por disposición de éste se redujeron sustancialmente todas las formas de delito en Medellín y el área metropolitana” [11].

En este insólito contexto de seguridad urbana, la tradicional metodología de identificar factores de riesgo, e intervenirlos, para tratar de controlar los brotes de violencia resulta claramente insuficiente, por no decir abiertamente ingenua. Adicionalmente, se hace necesario estar pendiente de las cuitas legales o los caprichos de dos o tres personajes con poder suficiente para contener o reiniciar guerras. En términos escuetos, como lo sabe cualquiera en Medellín, se trata de una empresa que requiere grandes dosis de mètis.

Lo que resulta difícil de entender es que algunos programas y proyectos de convivencia, concebidos en buena parte a favor de subalternos, empleados o seguidores de personajes tan influyentes, se diseñen y ejecuten como sí tal tipo de macro-voluntades no existiesen. La inercia e inflexibilidad oficiales no parecen la herramienta más idónea para enfrentar vaivenes de ese tipo.

Pensando en las dificultades de previsión inherentes a cualquier escenario social, James Scott [12] hace cuatro recomendaciones relacionadas con la indispensable flexibilidad que debe tener cualquier intervención pública. Tales sugerencias parecen aún más pertinentes cuando a las incertidumbres sociales se suman los cambios de humor de algunos grandes capos.

La primera recomendación es la de ir poco a poco. Bajo un enfoque experimental del diseño de programas, lo más sensato es suponer que no se pueden conocer a priori todas las consecuencias de los cambios. Aceptando este postulado básico de ignorancia, es preferible ser cauto y andar progresivamente. Dar un paso, observar, y sólo ahí planear el segundo paso, y así sucesivamente.  La segunda regla es favorecer los proyectos en los que se pueda dar reverso cuando se cometen errores. O interrumpirlos, total o parcialmente, cuando las circunstancias así lo ameritan. Cambios irreversibles implican consecuencias irreversibles. Esto requiere, por supuesto, la voluntad y la capacidad de identificar y reconocer errores, una cualidad poco común entre funcionarios y ejecutores de programas, en toda la gama del espectro político.  La tercera recomendación es la de estar preparado para las sorpresas, o sea escoger planes de acción que tengan un gran margen para acomodar los imprevistos. La cuarta, buscar diseños institucionales no sólo con racionalidad sino con mètis.

Cualquier programa, con el tiempo, estará totalmente reconfigurado por las prácticas informales locales. Recurriendo a la metáfora inicial, las catedrales deben adaptarse, incluso coordinarse, con los múltiples bazares que inevitablemente se instalarán a su alrededor. Por eso, se deben preferir las instituciones “multifuncionales, plásticas, diversas y adaptables. En otros términos, instituciones poderosamente configuradas por mètis[13].

Recomendaciones específicas

La información debe ser pública

El “Sistema de Información para la Seguridad y Convivencia” (SISC) es aún un sitio en la red esquivo y frustrante [14]. Pero podría y debería convertirse en un lugar visitado con frecuencia no sólo por todos los habitantes y funcionarios públicos de Medellín preocupados por la situación de su ciudad sino por los colombianólogos y violentólogos de todo el mundo. Requisito esencial sería el de desvincularlo totalmente del ajetreo electoral de corto plazo.  El ente rector/editor del SISC debería ser un comité compuesto no sólo por representantes de la administración municipal sino de la sociedad civil, las ONGs, las universidades y los medios de comunicación. Su contenido no debería estar limitado a datos estadísticos. Igual importancia debería recibir la centralización y sistematización de testimonios, historias y procesos judiciales, de manera similar a lo que el portal Verdad Abierta ha hecho para el conflicto a nivel nacional [15].

No se debe pretender que el SISC sea un think-tank de seguridad ciudadana. Eso sería demasiado pretencioso, costoso y arriesgado. La variedad de disciplinas que abarca la información que se puede recoger en Medellín hace poco recomendable tratar de diseñar una entidad con capacidad de análisis de toda esa información. Esa capacidad de análisis está, si se logra que la información fluya hacia ella, en la ciudad, el país y el mundo. Una parte importante del análisis se puede fortalecer, primero, en la distintas entidades que generan la información, como la Policía, Medicina Legal, el sistema judicial, programas como PFJ o PPR, secretaría de educación, o ICBF.

El SISC debería ser el equivalente virtual de una biblioteca, o centro de documentación, más que un centro de investigación. Se debe centrar en recopilar, centralizar, hacer pública y divulgar, en una página web (o mejor, una red de páginas web) toda la información relevante para el diagnóstico de la seguridad ciudadana y para el diseño de políticas o programas de prevención y control de la violencia. También debe promover su utilización para discusión y análisis por parte de terceros. Se trata de la información generada por entidades públicas como por los distintos y numerosos programas. El énfasis inicial debe ser que la información sea presentada de manera amigable [16] y que sea accesible para cualquier ciudadano. El diseño de esas páginas debería permitir que el usuario curioso o especializado pueda profundizar en el detalle de la información [17]. Se debe también permitir feedback de los usuarios.

No deja de causar sorpresa que uno de los principales laboratorios del mundo en materia de violencia y, también, de esfuerzos para controlarla, no cuente aún con un programa universitario, de pregrado y posgrado,  para discutirla, entenderla, analizarla, así como para acumular, sistematizar y evaluar experiencias. La criminología en Medellín, como en el resto del país, sigue siendo una asunto marginal de alguna especialización en derecho penal o un curso técnico para la policía judicial. El análisis del conflicto sigue colonizado por algunos influyentes cardenales.

Un primer paso en la dirección de establecer algo como una Escuela de Estudios de la Violencia, multidisciplinaria, empírica, pragmática y alimentada con todos los testimonios, expedientes, datos y encuestas que se recogen en la actualidad sería la de hacer pública, y mercadear activamente en las universidades -locales, nacionales y extranjeras- toda la información disponible en un portal como el SISC para su utilización por parte de las distintas disciplinas interesadas en estos temas. Algo tan simple y poco oneroso de llevar a cabo como un concurso semestral o anual de tesis o trabajos de grado en los que se utilicen y analicen los datos que con creciente sofisticación se están recogiendo en Medellín contribuiría bastante a refinar, profundizar y desoficializar el diagnóstico y la propuesta de intervenciones.

Los esfuerzos por trabajar conjuntamente con las universidades locales se han hecho, pero no siempre dejan traza disponible públicamente para discusión. De la investigación “De Guerras y Memorias”, por ejemplo, que pretendía ser una apuesta de “alianza institucional  entre la Universidad de Antioquia y el Área Proyecto Víctimas del  Conflicto del Programa Paz y Reconciliación …  (que) conjuga el trabajo propiamente académico con la investigación aplicada en tanto tiene entre sus propósitos expresos contribuir al diseño de políticas públicas” [18] no se puede hacer un seguimiento por la red.

Visión del largo plazo. Objetivos simples. Evaluación con grupos de control

Es claro en la actualidad el dilema que enfrentan, ante la tasa de homicidios, tanto la administración municipal como las distintas agencias involucradas en el área de la seguridad en Medellín. Constituye, por un lado, el único indicador universal y creíble con que se cuenta. A la vez, se trata de la resultante de infinidad de factores sobre los cuales no siempre se puede intervenir en el corto plazo. La falta de una cultura de la evaluación seria, sistemática e independiente de los programas y proyectos empieza a pasar factura. En la práctica, la tasa de homicidios parece haberse convertido en la única vara disponible para juzgar los resultados de cualquier esfuerzo de control o prevención de la violencia.

La obsesión con el indicador de homicidios, por ejemplo,  es palpable en un informe publicado recientemente por la Personería de Medellín. “Durante el primer semestre del 2009, la zona noroccidental de Medellín (comunas  5, 6 y 7) tuvo el segundo mayor número de homicidios, 218 muertes que  representan el 25.7% del total, ocurridos en la ciudad.  El primer lugar lo ocupa la  zona nororiental (comunas 1, 2, 3 y 4) con 290 homicidios, correspondientes al  30.6% del total de homicidios.  Durante este primer semestre el incremento de homicidios en la zona noroccidental es dramático: 150,6% respecto al primer semestre del año anterior.  De esta zona, la comuna con mayor número de homicidios es la 6 con 84  homicidios, le sigue la 7 con 78 y la comuna 5 con 54 homicidios, superando a la  zona nororiental que presentó un incremento del 124.1%.   En la zona noroccidental, la comuna 6 fue en la que se presentó el segundo mayor  incremento porcentual de homicidios, con una variación del 200%, después de la  comuna 1, en donde el incremento fue del 210,5%; situación bastante preocupante  si se tiene en cuenta que el promedio del incremento porcentual de homicidios en  la ciudad durante este semestre, en relación con el mismo periodo del año  anterior, es del 85.6%. Durante el 2007 la comuna 6 tuvo 54 homicidios, en el  2008 la cifra ascendió a 79 y en los primeros seis meses del 2009 van 84  homicidios” [19].

Lo que llama la atención de este texto es no sólo la ofuscación con el número de muertes violentas, por zonas y comunas, sino el afán por hacer referencia al dato más reciente, casi a lo ocurrido en el último mes. El informe del que se tomó este párrafo fue publicado en el mes de agosto de 2009, y ya se mencionan allí las cifras de lo corrido ese año hasta junio. Parecería que si se hiciera referencia a las cifras anuales, como es usual con este tipo de indicadores, se estaría dejando de hacer énfasis en la urgencia del dato. La violencia en Medellín, como la fiebre para el médico o la inflación para los economistas, se ha convertido en un fenómeno que se debe medir con la mayor frecuencia posible.

Esta mirada urgente, el afán por tener el último dato disponible, ha permeado la publicación no sólo de cuadros, tablas y mapas con estadísticas sino incluso los análisis de la información. En el documento “Mujeres y Vulnerabilidad” [20] se llega al extremo de incluir unos cuadros y gráficas con información de Enero a Agosto (de 2009), y otros de Enero a Octubre 15, de Enero a Octubre 30, de Enero a Nov 15 y de Enero a Nov 30. La prioridad ha pasado a ser la de tener la cifra más reciente, incluso a costa de la consistencia temporal del informe.

Sería necio criticar per se esta capacidad para contar con información sobre violencia casi en línea. Pero no puede dejar de señalarse que la prioridad implícita en lo urgente hace perder la visión de largo plazo, indispensable para abordar el tema de prevención de la violencia. Además, puede distorsionar tanto el diagnóstico como el diseño de políticas, que tenderán a favorecer las medidas urgentes, de choque.

La combinación de un indicador predominante, la tasa de homicidios, que progresivamente se ha transformado en un desafío urgente, con una serie de programas cuyos resultados, necesariamente intermedios y de largo plazo, no se evalúan adecuadamente ha sido a todas luces perjudicial. Una de las más lamentables consecuencias ha sido la de trivializar algunas relaciones causales en la explicación de la violencia. A falta de información pública, análisis, discusión y evaluación, cuando la tasa de homicidios desciende -tal vez manipulada por algún poder ilegal- buena parte de los proyectos y programas se apresuran a adjudicarse la autoría de la nueva tendencia. Cuando la tasa sube, por el contrario, se trata de pasar de agache sin hacer públicos ni discutir abiertamente los resultados de los programas.

Son muy pocos los programas contra la violencia que pueden fijarse como objetivo alterar la tasa de homicidios, mucho menos en el corto plazo. Lo anterior no constituye un obstáculo para orientar un programa hacia objetivos más simples y focalizados que, a largo plazo, contribuyan a reducir los niveles globales de violencia. Es fácil argumentar que logros pequeños y aparentemente irrelevantes, como reducir la incidencia de matoneo en un centro escolar, o incrementar las denuncias por maltrato familiar o abuso sexual en una comuna, o bajar la tasa de reclutamiento de jóvenes menores de 14 años por determinada banda en un barrio específico, apuntan en la dirección adecuada. Tales objetivos simples deben hacerse explícitos y estar sujetos a metas medibles y contrastables. Y se debe adoptar la costumbre de diseñar programas menos ambiciosos pero factibles, y susceptibles de ser evaluados.

Sólo la combinación de pequeños micro-programas, con objetivos simples, medibles y verificables, y la acumulación de experiencia basada en la discusión pública de los éxitos y, sobre todo, los fracasos de los programas puede permitir acercarse en el largo plazo al objetivo global de reducir la violencia homicida.

Ha sido frecuente en Colombia que el diseño y seguimiento de los programas se basen en modas o tendencias intelectuales no siempre relevantes para el contexto local o los cambios inesperados de escenario. Sólo la evaluación sistemática de resultados parciales permite que las teorías causales se puedan contrastar con la evidencia y que las políticas  y programas se adapten de manera consecuente.

“Cualquier evaluación de impacto busca responder unas preguntas hipotéticas fundamentales: ¿cómo les habría ido a las personas que participaron en el programa si este no hubiera existido? ¿Cómo les fue a quienes no participaron en el programa? La dificultad para responder estas preguntas es inmediata. En cualquier momento un individuo hace parte o no hace parte del programa. La comparación del mismo individuo en el tiempo no dará, en la mayor parte de los casos, un estimativo confiable del impacto del programa puesto que muchos otros factores también habrán cambiado desde el momento en que se inició el programa. No se puede por lo tanto tener una idea del impacto del programa sobre cada individuo. Lo que se puede esperar es tener un impacto promedio sobre un grupo de individuos, comparándolo con un grupo similar no expuesto al programa. El objetivo crítico de la evaluación de impacto es por lo tanto establecer un grupo de comparación creíble: un conjunto de individuos que, en ausencia del programa, hubieran tenido un desempeño similar a aquellos expuestos al programas” [21].

Medellín cuenta en la actualidad con una enorme capacidad y sofisticación para recabar datos sobre violencia. Es difícil imaginar algún lugar en el mundo con tal variedad de jóvenes en riesgo, víctimas, ex combatientes, reintegrados y desmovilizados con cierto vínculo institucional. Esta situación permitiría, con un esfuerzo marginal [22], elaborar diseños cuasi experimentales, y con los respectivos grupos de control, para probar y contrastar las hipótesis más variadas sobre factores de riesgo y condicionantes de la violencia juvenil. Y sobre todo, para acumular conocimiento, basado en la evidencia local y en la identificación y corrección de los desaciertos, sobre lo que funciona y lo que no funciona en materia de prevención.

A continuación se argumenta que el esfuerzo adicional que se requiere es marginal y poco costoso. Además, no es tanto de conocimiento científico y destreza deductiva sino de empeño, inducción, visión de largo plazo, habilidad artesanal y algo de mètis. También se requiere, por supuesto, una mayor apertura hacia la discusión pública de los errores que inevitablemente surgen de cualquier proyecto complejo de prevención.

Encuestas de victimización y autoreporte

Desde el siglo XIX, el belga Jacques Quételet señaló el principal problema de las estadísticas oficiales: se trataba tan sólo de los delitos denunciados a las autoridades. Posteriormente, se ha reconocido universalmente que las cifras oficiales de crimen pueden ser objeto de manipulación cuando la entidad que las genera es susceptible de ser evaluada con esas mismas cifras [23]. La experiencia colombiana con las estadísticas judiciales, que desde los años treinta llevaba el DANE y pasaron a mediados de los noventa a manos de la judicatura y la fiscalía para ser en la actualidad inservibles es ilustrativa al respecto. Es indispensable que las estadísticas que sirven para evaluar una institución o programa se generen y analicen de manera independiente.

Hacia 1940, en los Estados Unidos, Austin Porterfield publicó Youth in trouble, primer trabajo basado en una encuesta de auto reporte de infractores. El autor analizó los expedientes judiciales de un poco más de dos mil delincuentes de Texas e identificó cerca de 50 infracciones por las cuales se los condenaba. Procedió a hacer una encuesta entre 300 jóvenes de universidades del mismo estado para indagar si habían cometido esas infracciones. Encontró que cada estudiante era responsable de al menos una de las infracciones que, aunque menos frecuentes, eran tan serias como las de los delincuentes, pero que muy pocos habían tenido que rendir cuentas ante la justicia.

A finales de los años cincuenta, para estudiar la continuidad de los comportamientos agresivos, Rowell Huesmann y sus colegas le empezaron a hacer el seguimiento durante 22 años a un grupo de hombres y mujeres [24]. Por más de cuarenta años, Sheldon y Eleanor Glueck de la Universidad de Harvard realizaron estudios sobre comportamiento criminal. Para el más conocido, Unraveling Juvenil Delinquency Study (UJD) publicado en 1950 escogieron una muestra de 500 jóvenes delincuentes entre los 10 y los 17 años en el área de Boston con su respectivo grupo de control, también de 500 jóvenes. Recogieron extensa información sobre las características sociales, psicológicas, biológicas, la vida de familia, el desempeño escolar y la experiencia laboral de los 1000 jóvenes entre 1939 y 1948. Entrevistaron a los familiares, profesores, empleadores y vecinos así como a funcionarios de los servicios sociales y del sistema judicial sobre las infracciones cometidas. Al grupo original se le hizo un seguimiento, a los 25 y a los 32 años, de los principales eventos: matrimonios, divorcios, cambios de residencia o empleo, hijos, servicio militar. Se recogió información detallada sobre hábitos de trabajo, ingresos, períodos de desempleo. También se registró su participación en actividades comunitarias y el uso del tiempo libre. Se estudió tanto la iniciación tardía en actividades delictivas del grupo de control como el abandono del crimen por los delincuentes juveniles [25].

En su momento, la influencia de los Glueck no fue mayor. Pero sus principales hallazgos, puramente inductivos, como el papel clave de la familia en el inicio de las carreras criminales, o la asociación entre la edad y las conductas delictivas, o la estabilidad en la tendencia al crimen, no sólo han sido corroborados por trabajos posteriores sino que ocupan actualmente un lugar destacado en la agenda  de investigación criminológica. La riqueza de sus bases de datos permitió que fuera retomada, reprocesada y analizada con nuevos métodos estadísticos y teoría cuarenta años más tarde [26].

Desde los años sesenta, en los EEUU se empezó a cuestionar la validez de los datos de crimen basados en fuentes policiales. Se planteó la posibilidad de adaptar las encuestas de hogares para construir un indicador del crimen menos vulnerable a las arbitrariedades que se atribuían a las cifras oficiales. Crecía la preocupación por el número de incidentes que no llegaba a conocimiento de las autoridades. En 1965 se constituyeron dos comisiones para reformar la justicia. Tomó fuerza la idea que las encuestas directas a los ciudadanos podían ser usadas como estadísticas sobre crimen. Los primeros grants para investigación de lo que sería luego el National Institute of Justice incluían rubros para trabajo de campo con víctimas del crimen, y usuarios de la justicia [27]. Las encuestas de victimización se han ido consolidando a nivel internacional como una herramienta fundamental para el análisis de la situación criminal de manera independiente de las estadísticas de la policía. Se trata de una extensión de las encuestas de hogares en las que se indaga sobre las experiencias ante el crimen, así como las percepciones la justicia [28]. La mayor parte de los países industrializados cuentan en la actualidad con este tipo de herramienta para las tasas de victimización, sus variaciones por segmentos de la población, la proporción de crímenes denunciados, las razones para no denunciar, las medidas tomadas para protegerse y las percepciones sobre inseguridad y desempeño de las autoridades. El ICVS (Internacional Crime Victimisation Survey) es un proyecto internacional que agrupa 67 países alrededor del mundo [29].

La generalización de las encuestas de auto reporte de infractores, aunque ha sido más lenta, se considera en la actualidad una herramienta insustituible en los  estudios para identificar los factores de riesgo de la delincuencia juvenil [30].

El esfuerzo hecho en Medellín por un grupo de desmovilizados que, entre otras actividades, realizó una encuesta a 637 jóvenes del programa, parece enmarcarse en el esquema global de las encuestas de auto-reporte. No parece un despropósito sugerir que tal tipo de iniciativas se puedan extender no sólo hacia todos los participantes en PPR y PFJ sino a los respectivos grupos de control. Las simples fichas de inscripción de los beneficiarios de los programas –bastante escuetas hasta el momento- enriquecidas con antecedentes familiares, escolares, de vecindario y de afiliación a bandas y combos, adecuadamente sistematizadas y, una vez protegida la identificación de los afectados, constituirían una base de datos  invaluable. Con esa información, por ejemplo, datos hasta ahora escuetos como el número  de homicidios dentro del grupo, o el de detenidos, o el de suspendidos podrían dar paso a jugosos análisis sobre las características que distinguen a cada uno de esos sub-grupos.

Tampoco parece difícil plantear que a una persona a la que se le brinda un estipendio mensual se le pueda pedir como contraprestación que, anualmente, llene un formulario anónimo contando sus ires y venires, o que asista regularmente a grupos focales para discutir lo que está ocurriendo en su barrio. Y que esa información se sistematice y se ponga a disposición de los analistas del mundo interesados en el tema. Es difícil concebir un instrumento más idóneo que este tipo de encuestas para evaluar, en complemento con algunas encuestas de victimización en el medio escolar, algunos objetivos específicos de los programas, como por ejemplo el de “delinquir no paga”. 

A su vez, los análisis de tales encuestas, que sin la menor duda fluirían a la par con la disponibilidad de información, serían una herramienta de enorme utilidad para profundizar el diagnóstico y reorientar, si es el caso, los programas.

De la inducción han surgido teorías relevantes

Di Bella (1998) habla del “robo al ladrón” como la vía adoptada por la criminología para desarrollar teoría. La aproximación inductiva se ha basado en la observación detallada de ciertos eventos específicos para de allí inferir hipótesis sobre el comportamiento de los actores envueltos en tales incidentes. La aceptación o rechazo de una conducta, su prohibición por la ley penal o su rechazo por las normas sociales, ha tenido siempre un gran componente local.

La categórica defensa del método inductivo, del enfoque bottom-up, para entender la violencia y el crimen es más que centenaria. "Para nosotros, el método experimental (inductivo) es la llave de todo conocimiento; para ellos, los hechos deben ceder su sitio al silogismo; para nosotros, los hechos mandan…; para ellos, la ciencia sólo necesita papel, pluma y lápiz, y el resto sale de un cerebro relleno de lecturas de libros, más o menos abundantes… Para nosotros, la ciencia requiere un gasto de mucho tiempo, examinando uno a uno los hechos, evaluándolos, reduciéndolos a un denominador común y extrayendo de ellos la idea nuclear"  [31].

Las encuestas de victimización, por ejemplo, contribuyeron al conocimiento sobre los agresores y las víctimas. Permitieron información a nivel de incidentes que luego se pudieron agrupar de distintas maneras. La nueva base de información facilitó el desarrollo de la teoría. Las respuestas de las víctimas dejaron de ser un supuesto para convertirse en objeto de análisis. Mucha atención se centró en el asunto de por qué las víctimas acuden o no a las autoridades. Se encontró que las experiencias previas con la policía inciden sobre la tendencia a denunciar delitos posteriores.

Este tipo de indagación parece en la actualidad particularmente crítico para Medellín: no se puede seguir simplemente aceptando, como dato inalterable, que en algunas comunas la gente no colabora con la policía. Parece indispensable entender por qué, reconocer errores y tratar de enmendarlos. Sólo con encuestas sistemáticas y periódicas se pueden detectar cambios en las percepciones de los ciudadanos hacia las autoridades, y evaluar los esfuerzos que se hagan para mejorar las relaciones de los organismos de seguridad con los ciudadanos. El impacto negativo de una afirmación como la siguiente, aparecida en un informe de la Personería, sólo se puede mitigar con más información. “Respecto a la actuación de la fuerza pública, el informe revela la inconformidad que tiene los habitantes del sector. Ellos expresan que la Policía concentra sus operativos en contra de los jóvenes que se encuentran solos, pero no actúa frente a los grandes grupos. Además afirman que existe una marcada desconfianza hacia los miembros de dicha institución por su presunto vínculo con grupos armados ilegales y por su falta de respeto a la libertad e integridad de los jóvenes, especialmente de los que habitan en los lugares más violentos de la comuna” [32].

Es apenas evidente que el “habitantes”, el “ellos” , el “afirman”, el “marcada desconfianza” requieren, para evaluar la gravedad de la situación, de unos porcentajes que los ponderen. No es lo mismo la opinión del 5% de los habitantes del barrio, que no invalida el párrafo, que la del 95%. Y no hay manera de saber si se logran avances en ese campo mientras no se tenga una idea más precisa de cómo evolucionan esas percepciones.

La verificación empírica de teorías cada vez más sofisticadas fue posible porque las encuestas recogían información tanto de víctimas como de personas no atacadas. Se contaba con un grupo de control. Se observó que un número reducido de personas daba cuenta de una fracción importante de la victimización. Se planteó la posibilidad que una primera victimización exponía a mayores riesgos posteriores y se centraron esfuerzos en proteger a las víctimas para prevenir crímenes. Las encuestas también aportaron luces sobre las características de los agresores. Muchos de estos perfiles no habían sido captados por la policía [33].

El hallazgo, empírico, hecho a principios de los años setenta que menos de 10% de los individuos eran responsables de más del 50% de los ataques criminales fue definitivo en reorientar la investigación, y la teoría, hacia las carreras criminales y a examinar, desde la infancia, a estos infractores reincidentes. A partir del estudio sistemático de las muestras longitudinales de jóvenes en algunas ciudades norteamericanas, de manera ecléctica e inductiva, Rolf Loeber y sus colegas plantearon la existencia de los senderos (pathways) hacia la delincuencia juvenil [34].

La observación, más reciente, que unas pocas familias, en distintas comunidades, concentran una alta proporción de los delincuentes ha llevado a desafiar la idea del entorno social como único determinante de las conductas criminales [35].

También de manera totalmente inductiva, la aplicación de encuestas de auto-reporte entre pandilleros y mareros centroamericanos, con su respectivo grupo de control de jóvenes estudiantes, ha llevado a postular la existencia de importantes vasos comunicantes entre la actividad sexual temprana, las conductas de riesgo, la violencia de pareja y la afiliación a combos y bandas juveniles [36]. De acuerdo con estas observaciones, parecería imprudente considerar que el fenómeno del embarazo adolescente en Medellín es independiente de la violencia juvenil.

La rápida revisión que se alcanzó a hacer sobre la información existente en la actualidad en Medellín y, además, la constatación sobre la enorme capacidad disponible para sistematizar, recoger periódicamente y hacer públicos los testimonios y los datos de encuestas con diseño cuasi experimental permiten anticipar que con muy pocos recursos adicionales, simplemente con un leve cambio de mentalidad institucional y, por supuesto, con la voluntad política de hacerlo, las posibilidades de análisis, diseño, evaluación y refinamiento de los programas de prevención son ilimitados.


REFERENCIAS

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Casa de Paz (2010). “Medellín, la inseguridad cíclica y la permanencia de la ilegalidad”. Arcanos Nº6, http://www.nuevoarcoiris.org.co/sac/files/arcanos/arcanos15_abril_2010_files/arcanos6.pdf

Detienne, Marcel & Jean-Pierre Vernant (2009). Les ruses de l’intelligence. La Mètis des Grecs. Paris: Flammarion

di Bella, Maria Pia (1998). Vols et sanctions en Mediterranée. Ámsterdam OPA, Ordres Sociaux, EAC

Duflo, Esther, Rachel Glennerster and Michael Kremer (2007). “Using Randomization in  Development Economics  Research: A Toolkit”. Discussion Paper Series No. 6059. Centre For Economic Policy Research. http://econ-www.mit.edu/files/806

Duflo, Esther y Michael Kremer (2008) “Use of Randomization in the Evaluation of Development Effectiveness”. Paper prepared for the World Bank Operations Evaluation Department (OED) Conference on Evaluation and Development Effectiveness 

García- Pablos, Antonio (1996). Criminología. Una introducción a sus fundamentos básicos para Juristas. 3a Ed. Valencia: Tirant Lo Blanch

Hawkins, J. David (1996). Delinquency and Crime. Current Theories. Cambridge Criminology Series, Cambrideg University Press

Junger-Tas Josine, Terlouw J.G. and Klein Mlacolm (1994). Delinquent Behavior among Young People in the western World. Amsterdam: Kugler

Loeber, Rolf (1996). “Developmental Continuity, Change, and Pathways in Male Juvenile Problem Behaviors and Delinquency” en Hawkins (1996) pags 1 a 27

Moffit, Terrie and Avshalom Caspi (2006). “Evidence from behavioral genetics for environmental contributions to antisocial conduct” in Wikström and Sampson (2006) pp. 108 a 151

Pérez, Bernardo (2010). “Lecciones de Gobernabilidad desde el Urbanismo Social de Montaña. La Intervención en la Quebrada Juan Bobo y el Surgimiento del Sector Nuevo Sol de Oriente en Medellín, Colombia”. Mimeo

Personería de Medellín (2009). “Comuna 6: Nuevo Foco de Disputa Territorial de Grupos Ilegales”. Informe Especial Nº2, 12 de Agosto.

PPR (2007). “Sistematización del Programa  Paz y Reconciliación. Modelo de Intervención Regreso a la Legalidad”. Alcaldía de Medellín. http://www.pazyreconciliacion.gov.co/sitio/file_downloader.php?id_file=126-sitio.

Raymond, Eric (1998). “La Catedral y el Bazar”. http://lucas.hispalinux.es/Otros/catedral-bazar/cathedral-es-paper-13.html

Rubio, Mauricio (2007). De la pandilla a la Mara. Pobreza, educación, mujeres y violencia juvenil. Bogotá: Universidad Externado de Colombia.

Sampson, Robert and John H. Laub (1995). Crime in the making. Pathways and turning points through life. Cambridge: Harvard University Press

Scott, James (1998). Seeing Like a State. How Certain Schemes to Improve the Human Condition Have failed. New Haven: Yale University Press

Wikström, Per-Olof and Robert J. Sampson, Eds. (2006). The Explanation of Crime. Context, Mechanisms and Development. Cambridge University Press





[1] Profesor investigador – Universidad Externado de Colombia. Trabajo realizado para la Ruta de Expertos por la Gobernabilidad de la Seguridad-REGS. Medellín. Oct 2010. Se agradece el apoyo de la Secretaría de Gobierno y la Empresa de Seguridad Urbana (ESU), así como las discusiones con Lukas Jaramillo, Juan Diego Jaramillo y demás organizadores.
[2] Raymond (1998)
[3] Detienne & Vernant (2009)
[4] Scott (1998) p. 326
[5] http://fr.wikipedia.org/wiki/Cinq_points_de_l%27architecture_moderne
[6] Pérez (2010) p. 25 a 28. Subrayados propios
[7] Reunión grupo de desmovilizados. Octubre 21
[8] http://www.medellin.gov.co/irj/go/km/docs/wpccontent/Sites/Subportal%20del%20Ciudadano/Cultura/Secciones/Publicaciones/Documentos/2009/Listado%20de%20programas%20para%20jovenes.pdf
[9] PPR (2007) p. 75
[10] Reunión con la Policía y sesión de presentación de resultados
[11] Casa de Paz (2010)
[12] Scott (2008)
[13] Scott (1998) p. 353
[14] http://secregobierno.net78.net/?page_id=9
[15] http://www.verdadabierta.com/
[16] Un buen ejemplo de presentación de una serie de tiempo, como podría ser los homicidios semanalmente, es el siguiente: https://www.ecb.int/stats/exchange/eurofxref/html/eurofxref-graph-usd.en.html
[17] Por ejemplo, al hacerse público que en la última semana hubo tantos homicidios, de la pantalla donde se obtiene ese dato se debería poder ir a otra que muestre el detalle de cada uno de los casos.
[18] PPR (2007) p. 7
[19] Personería de Medellín (2009)
[20] Sin autor y sin fecha
[21] Duflo y Kremer (2008) p. 4
[22] Puesto que el insumo más importante –el acceso institucional a las víctimas y a los jóvenes infractores o en riesgo- ya se tiene.
[23] Ahí radica la contundencia de la tasa de homicidios: es una de las estadísticas más costosas de alterar de manera arbitraria.
[24] Sampson y Laub (1995) p. 10
[25] Sampson y Laub (1995) pp. 26 a 31
[26] Sampson y Laub (1995) es el resultado de este nuevo esfuerzo.
[27] Cantor y Lynch (2000)
[28] Metodología en http://www.unicri.it/wwd/analysis/icvs/methodology.php
[29] Lista en http://www.unicri.it/wwd/analysis/icvs/data.php
[30] Junger-Tas et. al. (1994)
[31] Ferri, E, Polémica in defesa dellla Scuola Criminale Positiva, 1886. Citado por García-Pablos (1996) p. 22.
[32] Personería de Medellín (2009)
[33] Cantor & Lynch (2000)
[34] Loeber (1996)
[35] Moffit & Caspi (2006) p. 110
[36] Rubio (2007)