Pandillas y prostitución juvenil en Nicaragua


Aunque el objetivo de las encuestas de auto reporte realizadas en Nicaragua no era analizar la venta de servicios sexuales sino el tema de las pandillas juveniles, una de las preguntas hacía referencia a la venta de servicios sexuales. La pregunta específica era “ ¿Alguna vez has recibido dinero a cambio de tener relaciones sexuales ? ”. Así es que se puede, mediante procedimientos estadísticos identificar aquellos factores que ayudan a discriminar a los jóvenes que reportan haber vendido servicios sexuales de los que no lo han hecho, así como se eventual relación con las pandillas juveniles. Es necesario señalar que puesto que la muestra de jóvenes no escolarizados se tomó de manera dirigida a captar pandilleros, en los resultados que se presentan a continuación, la asociación entre la prostitución juvenil y la actividad de las pandillas puede estar sobre dimensionada. En particular, la prostitución no callejera ejercida por jóvenes desvinculados del sistema escolar no está representada en la muestra.

Los ejercicios realizados tienen carácter exploratorio y son de naturaleza inductiva. Con los resultados que se presentan a continuación no se pretende postular leyes universales sobre determinantes de la prostitución adolescente, válidos en cualquier lugar y en cualquier época. Todas las asociaciones encontradas, aunque estadísticamente significativas para Nicaragua, se plantean como meras hipótesis para refinar y contrastar en otros contextos. Sí se puede con la encuesta, por el contrario, rechazar algunas teorías y desafiar leyes supuestamente universales, que será necesario reformular y, también, contrastar con nueva evidencia.

El entorno
Antes de presentar los resultados de la encuesta, vale la pena hacer un par de breves comentarios sobre la situación general de la prostitución en Nicaragua. Se trata de uno de los países más pobres de Latinoamérica, que por varios años estuvo envuelto en un conflicto civil. Con cerca de cinco  millones de habitantes, de los cuales un poco más de dos tienen menos de 15 años, es uno de los países con mayor crecimiento demográfico en la región. La tasa de fecundidad, de 4.4 hijos por mujer, es muy superior a la centroamericana, y se ha explicado por la alta incidencia del embarazo adolescente. Se estima que cerca de un millón de nicaragüenses han emigrado para establecerse en el exterior [1]

La información disponible sugiere que un factor importante de demanda por servicios sexuales lo constituye la situación de lugar de tránsito. De hecho, se considera que tanto varias de las localidades que bordean la carretera Panamericana, como los lugares fronterizos constituyen importantes focos de prostitución. OIT-IPEC (2002) destaca a Managua -receptora de adolescentes inmigrantes y sitio de concentración de hoteles turísticos- Corinto –puerto comercial históricamente destacado por su alta prostitución-  y Somotillo, en la frontera hondureña, como lugares de alto riesgo para la explotación sexual de adolescentes y el tráfico de mujeres hacia el exterior. A nivel internacional, vale la pena destacar la falta de representación de Nicaragua en el conjunto de prostitutas latinoamericanas en Europa y España, fenómeno que se puede explicar, sobre todo, por la respectiva escasez de inmigrantes de dicho país, y en general de Centroamérica, hacia Europa. Los flujos migratorios recientes más relevantes desde Nicaragua son hacia la vecina Costa Rica. En ese país, así como en Guatemala, se ha detectado la presencia de prostitutas provenientes de Nicaragua [2].

Para un observador externo, el régimen legal de la prostitución en Nicaragua es algo confuso. Aunque la legislación nicaragüense no castiga la prostitución [3], declaraciones de funcionarios públicos sugieren lo contrario. El Jefe de Información y Análisis del Distrito Dos de la Policía, por ejemplo, manifestaba hace unos años que “la práctica de la prostitución es penado (sic) de acuerdo con el Código Penal, el problema es probar realmente que las mujeres que trabajan allí practican la prostitución” [4]. Por otra parte, aunque la corrupción de menores también se penaliza, y se define “como el delito que comete quien induce, promueve, facilita o favorece la corrupción sexual de una persona menor de dieciséis años de edad” se critica que “la ley nicaragüense actualmente permite que los menores entre los 14 y 17 años ejerzan la prostitución, lo que genera oportunidades para los traficantes” [5].  En el mismo sentido, en algunos trabajos se lamenta que no se haya ratificado aún el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño  relativo a la Venta  de Niños, la Prostitución Infantil y la Utilización de Niños en la Pornografía. Las deficiencias en el marco legal, y la falta de aplicación de las normas vigentes habrían contribuido al incremento de la prostitución. A nivel local, en Managua, por ejemplo, también se habla de un aumento reciente en la explotación sexual de menores vinculado al rápido incremento de la infraestructura turística [6].

De distintas maneras, se ha señalado en la literatura una asociación entre la prostitución y los ataques sexuales. Aunque tradicionalmente en Nicaragua se ha manifestado una preocupación particular por la violencia sexual, la información disponible no muestra para dicho país una situación particularmente grave. Por el contrario, y como se señaló en otra sección, la incidencia de ataques sexuales que se obtiene para Managua en una encuesta de victimización a los hogares (0,3%) es inferior al promedio que se observa para América Latina (5.0%) [7], muy inferior al guarismo para Brasil (8.0%), más bajo de lo que se observa en Argentina (5.8%) o Colombia (5.0%) y aún a  la cifra disponible para Costa Rica (4.3%).

La escasa información  disponible sobre agresiones a la población joven tampoco sirve para corroborar la idea de una sociedad nicaragüense particularmente inclinada hacia la violencia sexual. En efecto, si se compraran las cifras de reporte de relaciones sexuales forzadas que se obtienen para Managua con las disponibles para algunas localidades hondureñas tampoco se llega a un escenario bajo el cual se destaque la violencia sexual nicaragüense. Mientras en Managua un 2.6% de los jóvenes reportan haber sido sometidos, alguna vez, a tener relaciones sexuales contra su voluntad, la cifra respectiva para Tegucigalpa es del doble (5.2%), y la de San Pedro Sula de 3.7%.

Son dos las características básicas del reporte de venta de servicios sexuales en los municipios nicaragüenses incluidos en la muestra de las encuesta de auto reporte. La primera es la de una marcada heterogeneidad en cuanto al reporte de venta de servicios sexuales por parte de los jóvenes. Mientras que en Tipitapa más del 15% de los jóvenes sexualmente iniciados manifiesta que alguna vez en la vida ha recibido dinero a cambio de sexo, en municipios como Diriamba o Estelí, la cifra correspondiente es inferior al 3%. Esta  gran disparidad geográfica parece ser una constante del comercio sexual en muchas sociedades y en distintas épocas. Es conveniente señalar que puesto que la muestra de jóvenes no vinculados al sistema educativo no se tomó de manera aleatoria, y difícilmente puede considerarse representativa de la población de jóvenes no escolarizados estos porcentajes no deben tomarse como indicadores idóneos de incidencia de la prostitución adolescente.

La segunda característica es que, en el conjunto de municipios incluidos en la muestra, la venta de servicios sexuales por parte de los jóvenes hombres es similar a la femenina, siendo mayor la primera en algunas de las localidades. La varianza entre municipios es mayor para el comercio sexual femenino. Aunque estos resultados sugieren que la prostitución adolescente masculina –mayoritaria, aunque no exclusivamente homosexual [8]- es un fenómeno tan relevante como su contraparte femenina, la mayor incidencia de la primera en los datos de la encuesta puede reflejar el hecho que, por la manera como se tomó la muestra de jóvenes, están poco representadas las modalidades de prostitución femenina no callejera.

Vale la pena señalar que las diferencias que se observan entre municipios en el reporte de prostitución juvenil no están positivamente relacionadas con los respectivos indicadores de pobreza. Lo que se observa, por el contrario, es una leve asociación negativa –a mayor pobreza, menor incidencia de prostitución- siendo la relación más débil para las mujeres.

Esta observación no permite descartar del todo la relación de causalidad que con frecuencia se plantea entre la situación económica y la prostitución, por dos razones. Por una parte porque la pobreza puede también afectar la posibilidad de comprar servicios sexuales, algo que a nivel agregado puede implicar una asociación negativa entre las dos variables. En segundo término, porque normalmente la prostitución es una actividad ejercida por personas que emigran, y es posible concebir un escenario en el que las localidades más pobres expulsan jóvenes para ejercer el comercio sexual en otros lugares. De cualquier manera, como se verá más adelante, el análisis de los datos a nivel individual sugiere que la relación entre el comercio sexual y la situación económica de los jóvenes no es tan estrecha, ni tan simple como se postula con frecuencia. 

En Rubio (2005) se plantea como hipótesis la existencia de una asociación entre la prostitución y los desequilibrios demográficos por géneros, entendidos como el exceso de hombres o de mujeres solteras. Desafortunadamente, los datos de los municipios incluidos en la muestra no permiten contrastar esta hipótesis puesto que presentan una variación insuficiente en esta variable. En efecto, aunque en todas las localidades donde se hizo la encuesta -y en general en toda Nicaragua- se presenta una participación de las mujeres ligeramente superior al 50%, tales porcentajes varían tan sólo entre el 52% y el 54% [9].

Lo que sí se puede detectar a nivel agregado por municipios, es una asociación positiva y estrecha (índice de correlación de 0.7) entre el reporte de venta de servicios sexuales por parte de las mujeres jóvenes y la presencia de pandillas en los barrios. Como se ha señalado, el indicador de presencia también se obtiene de la encuesta. A nivel individual, cada joven responde, de manera dicótoma, si existen o no pandillas en su barrio. Los datos agregados por municipios significan entonces el acuerdo que existe sobre esa percepción. Para los hombres, por el contrario, no se observa ninguna asociación entre uno y otro fenómeno.

La relación entre la prostitución callejera y la delincuencia parece ser algo más que un prejuicio patriarcal para estigmatizar el comercio sexual. Se trata de un tema recurrente en la literatura, por lo menos desde la picaresca española, y es un vínculo que se ha dado de manera recurrente en los más diversos escenarios [10]Más adelante se analiza en detalle la mecánica de esta relación para Nicaragua.

Pocos pobres, y no solo las pobres, se prostituyen
“Es en este contexto de pobreza, altos niveles de violencia y migración que se ubica el problema de la explotación sexual comercial de las personas menores de edad” [11].

Uno de los aspectos más interesantes del análisis desagregado de los datos de la mencionada encuesta es que muestra con claridad que la relación entre las condiciones sociales y económicas -o las relaciones de poder entre los géneros- y el reporte de haber vendido servicios sexuales es menos directa y bastante más compleja de lo que se podría esperar a priori.

Por una parte, conviene reiterar que entre los jóvenes nicaragüenses encuestados es bastante similar la proporción de hombres, entre los sexualmente iniciados, que reportan haberse prostituido alguna vez (7.3%) que la respectiva proporción de mujeres (7.0%). Sobre la relevancia actual de la prostitución adolescente masculina es diciente el hecho que en un trabajo sobre explotación sexual de menores se hayan entrevistado en Managua el mismo número  de hombres y de mujeres [12]. De todas maneras, no todos los observadores consideran pertinente analizar la vertiente masculina de la prostitución. “De acuerdo con datos aportados por el Censo de Niños, niñas y adolescentes que  trabajan en la calle, el ejercicio de la explotación sexual en las ciudades estudiadas  (Managua, Matagalpa, León, Chinandega, Masaya y Granada) es un fenómeno  fundamentalmente de mujeres adolescentes” [13].

Por otro lado, el perfil por edades de la prostitución alguna vez versus durante el último año sugiere, sobre todo para las mujeres, cierta continuidad una vez se ha realizado tal tipo de intercambio. En otros términos, y extrapolando, el comercio sexual juvenil parecería ser una condición que conduce a la prostitución adulta femenina.

Como se aprecia en la Gráfica, la relación entre el nivel de ingreso familiar y la incidencia de prostitución juvenil está lejos de poder considerarse algo monótono e inverso, como se plantea normalmente. Además, en Nicaragua, esta asociación difiere entre mujeres y hombres.
Gráfica 7.1
Para las mujeres, por ejemplo, la proporción de quienes declaran haber vendido servicios sexuales en el quintil más alto de los ingresos familiares (7.8%) es más del doble que la cifra correspondiente al quintil más bajo (3.8%). En otros términos, la pobreza está lejos de poder ser considerada una condición suficiente de la prostitución femenina -puesto que menos de una de cada veinticinco de las jóvenes más pobres la ha ejercido- ni tampoco una condición necesaria –ya que una de cada trece de las adolescentes más ricas de la muestra reporta haber comerciado con el sexo.

Una observación similar se deriva de la composición, por quintiles de ingreso, de los jóvenes que reportan haber recibido dinero a cambio de sexo. Tanto para las mujeres como para los hombres, se observa que los adolescentes de más bajos ingresos constituyen el grupo minoritario (12%) de la prostitución. Por el contrario, uno de cada cuatro de los adolescentes que han vendido servicios sexuales, y en forma independiente del género, pertenecen al quintil más alto de los ingresos.   

Así, la información de esta encuesta sugiere tres puntos con respecto a la explicación de la prostitución causada fundamentalmente por la miseria. Primero, en un país extremadamente pobre como Nicaragua, una alta proporción de las mujeres jóvenes, aún dentro del segmento más pobre de la población, no recurre a la venta de servicios sexuales. En segundo término, dentro del segmento más desfavorecido, es mayor la incidencia de prostitución adolescente masculina que femenina. Por último, las diferencias en el nivel económico de los hogares parecen contribuir poco a la explicación de la prostitución entre los jóvenes nicaragüenses.

Cuatro elementos recurrentes
Con un efecto más significativo sobre la prostitución adolescente que el de la situación económica del hogar aparecen para Nicaragua las versiones locales de cuatro elementos recurrentemente mencionados en la literatura como factores que afectan la decisión de vender servicios sexuales. El primero es el de la falta de educación, cuyo indicador más elemental con los datos de la encuesta es el de estar o no vinculado al sistema educativo. El segundo elemento es lo que se puede denominar la rebeldía precoz, para cuya medición se emplea una variable dicótoma: haberse escapado de la casa, por lo menos por una noche y sin consentimiento de los padres, antes de los trece años. Para las mujeres jóvenes, mientras la proporción que ha vendido servicios sexuales entre las consideradas rebeldes precoces es casi del 37%, entre quienes nunca se fueron de casa el porcentaje apenas supera el 4%. Para los hombres la respectivas cifras son del 15.5% y del 6.5%. Aunque la asociación entre venta de sexo y el irse de la casa puede ser de dos vías, aquí se está considerando como factor explicativo el haber tomado esta decisión de abandonar el hogar antes de los 13 años. En esta edad es bastante bajo el reporte (9%) de servicios sexuales a cambio de dinero por primera vez.

El tercer factor que muestra tener un efecto sobre la venta de sexo es el abuso sexual, en este caso haber respondido afirmativamente a la pregunta¿alguna vez en la vida has sido forzada(o) a tener relaciones sexuales sin que tu desearas tenerlas?. El haber sufrido la experiencia de una violación se asocia, en las mujeres, con un incremento de más de 12 puntos en el reporte de venta de sexo. Este resultado coincide con los de trabajos previos. “Según un estudio llevado a cabo por el Ministerio de la Familia sobre 300 niñas prostitutas, el 56% empezaron su vida sexual a los 12 o 13 años, el 28% habían sido víctimas de violaciones” [14]. Para los hombres el impacto del abuso sexual resulta aún mayor, con un aumento superior a los 20 puntos en la probabilidad de prostitución. De nuevo, se puede pensar en una causalidad de doble vía. Lo que los datos sugieren es que para las mujeres el sexo forzado y el vendido ocurren casi de manera simultánea a los catorce años. Para los hombres, la edad promedio de la experiencia de sexo forzado precede en cerca de un año la de la venta de servicios sexuales. 

El cuarto elemento que contribuye al sexo por pago es mantener un relación de amistad con un hombre violento, en este caso con un joven pandillero.  En resumen, para la mujeres, los cuatro elementos que en mayor medida se asocian con el reporte de haber vendido servicios sexuales son, en su orden, el haberse escapado de la casa antes de los 13 años, el abuso sexual, tener un amigo pandillero y haber abandonado el sistema escolar. Como se señaló, el estrato social no implica diferencias dignas de mención en la manifestación de haber participado en el comercio sexual.
Gráfica 7.2

Entre las adolescentes que reportan tener un amigo perteneciente a una pandilla juvenil la incidencia de prostitución es del 10.7%, mientras que para quienes no cuentan con tales contactos la fracción no llega al 2%. La venta de sexo adolescente femenina independiente -sin ningún tipo de vínculo con el mundo de los pandilleros- es reducida. En efecto, más del 88% de las jóvenes que reportan haber vendido servicios sexuales manifiestan, simultáneamente, tener un vínculo de amistad con las pandillas. Es difícil no percibir acá una manifestación local de la antiquísima relación de las prostitutas con sus rufianes o chulos. Se debe recordar que la forma como se escogió la muestra –de la que quedaron excluidas las formas de prostitución no callejera- está sobre estimando esta asociación. Para los hombres, el efecto de cercanía con las pandillas parece bastante menos claro puesto que los porcentajes respectivos apenas difieren.

Por último, aunque la diferencia de reporte de venta de servicios sexuales entre las jóvenes que han abandonado la escuela (8.2%) y el resto (5.5%) no parece muy significativa, con el paso del tiempo el abandono escolar si pasa factura, y lo hace de manera más clara con las mujeres que con los hombres. Más adelante se analiza en detalle esta asociación, así como el vínculo entre la prostitución adolescente y los pandilleros. Por el momento baste señalar que esta última relación es estrecha, y lo es esencialmente para las mujeres.

Del análisis del efecto simultáneo  de los factores que ayudan a discriminar a los jóvenes que han ejercido la prostitución en Nicaragua se desprenden varios comentarios. Las asociaciones presentadas hasta este punto eran de naturaleza univariada. La limitación de este enfoque es que una variable puede encubrir el efecto de otra. La principal ventaja de un modelo multivariado es que, por decirlo de alguna manera, pondera la contribución de cada variable relativa a las demás. Los resultados presentados se basan en la estimación de un modelo logit, que equivale a un modelo de regresión con variable dependiente dicótoma.

En primer lugar, es posible identificar un número mayor de variables con un efecto estadísticamente significativo sobre el reporte de venta de servicios sexuales por parte las mujeres que de los hombres. O sea que se explican mejor las diferencias en la probabilidad de prostituirse entre ellas que entre ellos. Para las primeras se explica cerca del 27% de las variaciones en la variable dependiente; para los segundos el nivel explicativo apenas supera el 6%.  En ambos casos, un alto porcentaje de las diferencias individuales frente al comercio sexual permanece inexplicado. En términos familiares, la prostitución adolescente en Nicaragua sigue siendo bastante impredecible y difícil de explicar sistemáticamente, y la masculina lo es más que la femenina.

Se encuentra que el impacto de una violación sobre la decisión de vender servicios sexuales es similar entre géneros, multiplicando por un poco más de cuatro la probabilidad de prostituirse alguna vez. También es parecido entre mujeres y hombres el efecto de la variable que mejor capta los antecedentes socio económicos de la familia, el abandono escolar. Cada año por fuera del sistema educativo incrementa en 17% para las mujeres y en 11% para los hombres la probabilidad de tener relaciones sexuales a cambio de recibir dinero. 

Lo que se ha denominado la rebeldía precoz en los adolescentes –el haberse escapado de la casa antes de los trece años- sí tiene un efecto diferencial sobre la probabilidad de prostitución adolescente, siendo más importante para la femenina, que se multiplica por un factor cercano a siete para la venta de sexo alguna vez y superior a doce para la prostitución repetida –más de dos veces el último año-. La mayor diferencia por géneros se observa para los vínculos de amistad con los pandilleros que, siendo irrelevantes para la prostitución adolescente masculina, parecen estrechamente asociados con la venta de servicios sexuales por parte de las mujeres jóvenes.

Por último, para ellas se observa una mayor continuidad en el ejercicio de la prostitución pues es menor la proporción de quienes venden servicios sexuales alguna vez y luego abandonan esa práctica (18% versus 40% en los hombres). Estos datos son consistentes con la observación que se ha hecho sobre el diferente perfil de la prostitución masculina y la femenina a lo largo del tiempo.

La variable crítica en la explicación de la prostitución juvenil femenina, una escapada temprana del hogar, aparece estrechamente asociada tanto con la violencia sexual como, a través del embarazo prematuro, con la desvinculación del sistema educativo. Es bastante difícil, en lo que aparece como una compleja maraña de eventos simultáneos y efectos cruzados, definir el sentido de las causalidades que conducen a una mayor probabilidad de vender servicios sexuales. A pesar de lo anterior, es conveniente tratar de elaborar unos esquemas explicativos compatibles con los datos.

Antes de analizar en mayor detalle estos vínculos conviene señalar que estos cuatro elementos que, de manera totalmente inductiva, se lograron identificar como factores asociados a la prostitución adolescente femenina en Nicaragua, corresponden bastante bien con la situación típica que, en varios lugares y en varias épocas, ha sido señalada en la literatura como conducente a la prostitución femenina [15]. Sobre las prostitutas menores en República Dominicana, las llamadas palomas, por ejemplo, se anota que, en su mayoría “son casi siempre iletradas, y han sido expulsadas o abandonan sus hogares después de convertirse de manera precoz en madres solteras” [16]. Vale la pena también reiterar que los ejercicios para Nicaragua muestran que el poder explicativo de estas variables sigue siendo reducido. En esencia, el por qué algunos jóvenes deciden vender servicios sexuales y otros no sigue teniendo una alta dosis de misterio.

Falta de educación y de trabajo
Uno de los pocos factores relacionados con la precariedad económica que, en Nicaragua, muestra alguna capacidad para discriminar a los jóvenes que recurren a la prostitución es el de la desvinculación del sistema educativo. Esta asociación entre la falta de instrucción y el ejercicio de la prostitución es un tema recurrente en la literatura de distintos lugares y en diferentes épocas, desde Cataluña en el siglo XIX hasta República Dominicana en la actualidad. “Entre las causas predisponentes, encontramos en primer término la escasa ilustración del sexo femenino. Nadie se atreverá a poner en tela de juicio que la ignorancia es una de las causas más eficientes de la prostitución” [17]. “Las cifras parecerían sugerir que los niveles de analfabetismo entre los niños, niñas y adolescentes envueltos en prácticas sexuales comerciales … son superiores a los de aquellos menores de edad de su mismo grupo etáreo residentes en esas localidades” [18]. Vale la pena por lo tanto analizar en mayor detalle la mecánica de este vínculo para Nicaragua.

De manera bastante nítida los datos de la encuesta muestran que la incidencia de la prostitución aumenta con el tiempo que transcurre desde el momento del abandono escolar. Para la mujeres, mientras el porcentaje que ha vendido servicios sexuales sin abandonar la escuela es del 6%, entre quienes llevan más de 10 años sin escolarización tal proporción alcanza el 25%. Para los hombres, aunque de manera menos marcada, también se observa este vínculo positivo entre el número de años sin asistir a la escuela y la incidencia de prostitución.
Gráfica 7.3
Así, el abandono escolar resulta, al cabo de los años, bastante más traumático para ellas que para ellos, por varias razones. La primera es que el mercado laboral Nicaragüense parece más cerrado para las mujeres con escasa educación que para los hombres en similar situación. Mientras que entre los hombres que abandonan la escuela la proporción de los que cuentan con un empleo fijo es del 28%, para las mujeres por fuera del sistema educativo tal proporción apenas supera el 16%. Esta puede ser una peculiaridad de Nicaragua contemporánea, y se puede pensar en múltiples escenarios con la situación inversa, como los de alta demanda por servicio doméstico. La segunda razón es que la situación económica del hogar -que no parece ser el factor determinante del abandono en Nicaragua, ya que aún en el quintil más alto de los ingresos se observa una tasa del 23% contra 29% en el más bajo- sí tiene un efecto amortiguador del abandono, puesto que a medida que aumenta el ingreso familiar se hace más probable que los jóvenes desescolarizados encuentren un empleo. Lamentablemente, este mecanismo presenta marcadas diferencias por género, siendo menos eficaz para las mujeres.

Gráfica 7.4
Por otra parte, algo que no ocurre con ellos, en las mujeres el abandono escolar aparece bastante asociado con el embarazo adolescente, y con la maternidad. Más de la mitad (54%) de las jóvenes desvinculadas del sistema educativo reporta tener hijos, mientras que entre los hombres que han abandonado la escuela tal porcentaje apenas supera el 10%. Aunque podría pensarse que es precisamente la maternidad precoz la que cierra las posibilidades laborales de las mujeres que dejan de estudiar, esto tan sólo es cierto para las que provienen de los hogares menos favorecidos económicamente. En efecto, para las adolescentes desescolarizadas y con hijos la situación económica del hogar también juega un papel amortiguador: sólo en los quintiles superiores de ingreso la maternidad adolescente se ve respaldada con una mayor probabilidad de vinculación al mercado laboral.

Así, a la fragilidad económica que con frecuencia se plantea es lo que empuja a ciertas adolescentes a vender servicios sexuales habría que agregarle al menos dos componentes adicionales: el abandono escolar y la maternidad prematura. De todas maneras, y a pesar de que en el grupo de las adolescentes pobres desescolarizadas la incidencia de la prostitución es superior a la de la muestra total  (11%), el efecto de estas variables no es estadísticamente significativo. Dentro de los indicadores que de alguna forma se pueden relacionar con la situación económica de la familia, la variable clave sigue siendo el tiempo transcurrido desde el momento del abandono escolar. Aunque con un efecto estadísticamente significativo, esta variable, por sí sola, explica un porcentaje bajo de las diferencias individuales en el comercio del sexo. Cada año adicional por fuera del sistema educativo incrementaría en un 14% la probabilidad de venta de servicios sexuales por parte de una joven. Con sólo esta variable se explica un poco más del 3% de las variaciones en la decisión de prostituirse. Por otro lado, el tema del embarazo adolescente también es recurrente en la literatura sobre prostitución y vale la pena analizarlo en detalle.

Escaparse de la casa: rebeldía, sexo y embarazo precoces
”En los últimos años se ha observado una creciente población infantil que vive y deambula por parques, mercados, terminales de buses y viejos edificios de la antigua Managua. Estos niños y niñas, según se constató, han sido expulsados del grupo familiar por padres, madres y padrastros principalmente, o bien se han escapado de su hogar por maltrato, abuso, explotación, conflictos familiares y uso de drogas entre otros. Su destino final son sitios donde son víctimas de abuso y explotación … La mayoría de las niñas entrevistadas se ha fugado de su casa, 5 de ellas una vez, 9 de dos a cinco veces y 11 más de 6 veces. En el caso de los varones todos se han fugado, 2 una vez, 14 de dos a cinco veces y los 9 restantes más de seis veces” [19].

La variable con mayor poder explicativo sobre la prostitución adolescente en Nicaragua, en particular la femenina, es el haberse escapado de la casa antes de los trece años. Las visiones materialistas del mundo verían en esta acción una simple manifestación adicional de la pobreza: los jóvenes huirían de la casa para buscar, en la calle, una situación económica más favorable. Los datos de la encuesta no sólo desmienten esta caricatura simple -la proporción de jóvenes que reporta haberse escapado de casa alguna vez en la vida es prácticamente uniforme, alrededor del 15%, por niveles de ingreso- sino que muestran varios factores que ayudan a explicar esta conducta.

Entre los jóvenes nicaragüenses, y en forma independiente del género, el abuso sexual es algo que tiende a expulsarlos fuera del hogar. El hecho de que un joven, hombre o mujer, haya sido forzado a tener relaciones sexuales antes de los trece años multiplica por cerca de seis la probabilidad de irse prematuramente de su casa [20]. Este resultado concuerdo con lo encontrado en otros estudios: un “36% de los niños y las niñas (9 varones y 9 mujeres) han experimentado abuso sexual antes de los 12 años. En el caso de las niñas el abuso sexual cometido por un familiar (6 casos) es el más frecuente, seguido de la violación por un familiar (2) y únicamente se registró un caso de abuso sexual por desconocido. En cambio, en el  caso de los varones, 5 de los 9 abusos fueron por desconocidos, 2 por conocidos y únicamente en 2 casos fue por un familiar” [21].

Las consecuencias del abuso sexual normalmente van más allá de la decisión de escaparse del hogar. El impacto puede ser duradero, puede reaparecer en el contexto de relaciones adultas violentas y se da por lo general de manera diferencial entre géneros, en una gran variedad de contextos, más allá de los sociales o culturales. “Todos los primates sujetos a abuso o privación temprana son vulnerables a establecer relaciones violentas con sus pares como adultos. Los machos tienden a ser hiperagresivos y las hembras fallan en protegerse a si mismas o a su prole ante el peligro. La sobre excitación fisiológica persiste, particularmente a los estímulos que recuerdan el trauma”[22].

Sin embargo, el abuso sexual no es el único factor que empuja a los jóvenes hacia la calle. El género también incide sobre la probabilidad de este evento, siendo mayor para los hombres, así como la actividad sexual prematura –antes de los 13 años- no necesariamente forzada. A su vez, para las mujeres, la entrada temprana a la vida sexual depende en parte de la estructura de la familia, y en particular de no vivir con el padre biológico, circunstancia que multiplica por un poco más de dos tal probabilidad; este tipo de efecto, que no se observa para los hombres, es bastante claro en los datos. Entre las adolescentes que viven con su padre es menor la proporción que, en el momento de la encuesta, no había tenido nunca una relación sexual (15.6% contra 25.2%) y, para todos los rangos entre 13 y 19 años, es mayor la fracción que reporta haberse iniciado sexualmente a esa edad. Así, en todas las edades, es mayor la proporción de jóvenes sexualmente activas entre quienes no viven con su padre biológico.

Gráfica 7.5
De acuerdo con Bergevin et. al. (2003) las diferencias en el momento del despertar sexual de las jóvenes pueden tener que ver con la aceleración que, en las mujeres, produce el estrés sobre el momento de llegada de la pubertad. Dos posibles fuentes de tensión, adicionales a la mayor urbanización, o a los conflictos cotidianos, son las relacionadas con una experiencia de abuso sexual y/o con el distanciamiento del padre biológico. Ante la observación que las adolescentes que han mantenido una relación afectuosa y de apoyo con sus padres llegan a la pubertad más tarde se ha propuesto, en términos evolutivos, que la presencia del padre biológico puede ejercer un efecto inhibitorio sobre la madurez física de la hija. La presencia masculina sin vínculos biológicos en el hogar puede, además, incrementar la probabilidad de abuso sexual en las adolescentes, o los conflictos, potenciando aún más las situaciones de estrés. Para los EEUU se ha encontrado que mientras el abuso sexual a los hombres jóvenes ocurre con mayor frecuencia fuera del hogar, para las mujeres el riesgo es mayor al interior del mismo  [23]. Por otra parte, la aceleración de la pubertad se ha asociado con una actividad sexual más precoz, más arriesgada, oportunista e inestable.

La pertinencia del escenario de ausencia del padre biológico también ha sido señalada en otros trabajos.  “Al preguntar por el padre, ninguno de los niños ni las niñas entrevistadas vivían con él; únicamente 5 de las niñas (de las 25 entrevistadas) se relacionaban con el papá aún cuando no vivían juntos; 6 vivieron con él pero no lo han  vuelto a ver; las 14 restantes no saben quién es, falleció o a pesar de saber quién es nunca han vivido con él” [24].

Así, el despertar sexual temprano, incluso cuando no se reporta como algo forzado, está asociado con el escaparse del hogar, en especial para las mujeres. Este evento refuerza la actividad sexual posterior, que recibe un impulso definitivo con el abandono de la casa, sobre todo en las mujeres. Para ellas, más que para los ellos, el abandono prematuro del hogar está asociado tanto con un inicio más temprano de la actividad sexual como con un número mayor de parejas. En efecto, el irse de la casa multiplica por cuatro el número promedio de parejas por año de actividad sexual. En los hombres la diferencia no alcanza el 50%. Por otra parte, se observa un incremento del riesgo de embarazo adolescente, cuya probabilidad, entre las mujeres que se han ido de la casa, se multiplica por más de 2.5. A su vez, la preñez precoz muestra tener un efecto devastador sobre la continuidad de los estudios: si entre las adolescentes del total de la muestra la tasa de abandono escolar es del 23% entre las que han tenido por lo menos un embarazo tal cifra alcanza el 91%.

El escenario de la joven que reporta simultáneamente abuso sexual y escapada temprana del hogar parece particularmente riesgoso como sendero hacia la prostitución. En la muestra se presenta venta de servicios sexuales en dos de cada tres de las jóvenes con tales antecedentes. El abandono escolar que, por ejemplo a raíz de un  embarazo prematuro, puede seguir, constituye una especie de puntillazo final. Las dos jóvenes que en la muestra reportan tanto abuso sexual como huída temprana de la casa como abandono del sistema educativo también manifiestan haber vendido servicios sexuales.

El escaparse del hogar, por último, no sólo depende de los factores que empujan desde la casa sino también de los que atraen, desde la calle. En particular, en lugares donde no siempre la autoridad efectiva de las localidades es un asunto estatal, la fuerza de atracción que ejerce la calle sobre los jóvenes depende de quienes gobiernan efectivamente el barrio, algo que a veces logran las pandillas juveniles. Así, no sorprende encontrar que la rebeldía juvenil se vea estimulada por los poderes sustitutos paraestatales que operan en el barrio. El efecto depende no sólo de la presencia de pandillas en el vecindario sino, además, de la calificación, asignada por los mismos jóvenes, al poder real y efectivo de las pandillas para gobernar la vida del barrio en el que viven.

La asociación con los violentos
El vínculo que se observa entre la prostitución adolescente y las pandillas juveniles en Nicaragua se puede interpretar de varias maneras. En primer lugar, el comercio sexual muestra tener un impacto considerable sobre la vulnerabilidad de los jóvenes a los ataques criminales. La probabilidad de sufrir agresiones físicas, de ser amenazado con un arma, e incluso de ser víctima de un robo en la calle es sustancialmente mayor para los jóvenes que reportan haber recibido dinero a cambio de tener relaciones sexuales que para el resto. Esta observación aplica a ambos géneros, aunque la diferencia es particularmente notoria para las mujeres, entre quienes la venta de servicios sexuales multiplica por cerca de cinco los chances de una agresión o amenaza y por dos los de robo. La mayor tendencia a ser víctima se extiende al ámbito de las relaciones privadas: la probabilidad de que una joven que se ha prostituido sea golpeada por su novio es más de doce veces superior a la de las demás adolescentes.
Gráfica 7.6

Esta mayor vulnerabilidad puede implicar la conveniencia de contar con protectores o vengadores privados, como las pandillas juveniles. Esta sería una primera vía de contacto de las jóvenes que venden servicios sexuales con las pandillas.  “Algunas de las muchachas jóvenes manifestaron tener «pareja», quien, según dijeron, las protege, las cuida y comparte los gastos de la casa. Algunos de sus compañeros se dedican a la venta y/o al tráfico de estupefacientes, además del robo” [25].

Por otra parte, el comercio sexual en los adolescentes de Nicaragua está asociado con un mayor consumo de sustancias legales e ilegales. De nuevo, las diferencias son mayores para las mujeres que para los hombres. Así, una segunda manera para dar cuenta del acercamiento a las pandillas sería la de facilitar el acceso a las drogas. “Desde hace muchos años este sector (La Dupla, en Managua) ha sido bien conocido como una zona de prostitución y tráfico de drogas (pega, crack, marihuana y cocaína). Aquí pululan  mayoritariamente mujeres adultas; sin embargo, se observó la presencia de adolescentes en los grupos … En el parque Luis Alfonso Velásquez … tanto de día como de noche deambulan mujeres adultas y adolescentes consumidoras de drogas, que son pagadas por dar sexo a policías, vigilantes, obreros de la construcción y taxistas principalmente”[26].

Gráfica 7.7
Entre los jóvenes nicaragüenses, tanto aquellos que han sido víctimas de algún ataque criminal como los que consumen droga reportan más haber pagado “impuestos o contribuciones” a las pandillas. Estos tributos paraestatales también dependen del grado de poder de las pandillas sobre el barrio. Así, tanto la situación individual del joven en términos de victimización o consumo de droga como lo que se puede denominar el poder real en el barrio determinan los tributos que pagan los jóvenes a estos gobiernos informales y paralelos. Mientras, en promedio, un 18% de quienes han sido víctimas de ataques criminales y un 25% de quienes consumen droga reportan haber pagado contribuciones o impuestos a una pandilla, las respectivas cifras para los jóvenes que no están en tales situaciones son del 5% y del 10%. Además, la proporción de contribuyentes es mayor en los barrios en dónde las pandillas tienen un  mayor poder de control efectivo sobre el barrio.

En este contexto, no deja de llamar la atención que el porcentaje más alto de pago de impuestos a las pandillas se observe, precisamente, para las mujeres que han vendido servicios sexuales, que lo reportan en más del 50%.

Así, más allá del hecho de haber sido víctimas de algún ataque, o de consumir drogas, el ejercicio de la prostitución implicaría, per-se, la necesidad de pagar impuestos a las pandillas, presumiblemente como contraprestación por servicios de protección. De hecho, la proporción de contribuyentes entre las jóvenes prostitutas es más del doble de la que se observa, en los barrios con mayor poder de las pandillas, para las víctimas, o para los consumidores habituales de droga.

El último vínculo de la prostitución adolescente con las pandillas juveniles, y en general con el bajo mundo, se observa a través de la asociación que muestran los datos entre la venta de servicios sexuales con el reporte de distintos tipos de infracciones por parte de los jóvenes. Para todas las categorías de conductas problemáticas consideradas en la encuesta –robos, vandalismo, venta de droga, manejo de armas, amenazar o agredir, participación en riñas, o delitos graves, como herir o matar a alguien, participar en un ajusticiamiento o en un secuestro- el reporte de haber incurrido alguna vez en tales comportamientos es significativamente mayor entre los jóvenes que han vendido servicios sexuales.
Gráfica 7.8
Por último, los datos de Nicaragua corroboran la idea, recurrente en la literatura, de que la prostitución puede ser una actividad particularmente propicia para el ejercicio de la violencia contra la mujer. En primer lugar, entre las jóvenes que han vendido servicios sexuales, la incidencia de violaciones -tanto alguna vez en la vida (53%) como durante el último año (35%)- es varias veces superior a la del resto de jóvenes (20% y 9%). La prostitución también favorecería que ese tipo de ataques sean recurrentes: si cerca de seis de cada diez mujeres que fueron violadas alguna vez estuvieron libres de ese tipo de ataque el último año, para quienes han ejercido la prostitución la cifra correspondiente es cercana a tres de diez. Además de los ataques sexuales, que pueden ser ejercidos por los clientes que compran servicios sexuales, se observa una mayor incidencia ejercida por las parejas: una proporción importante de las adolescentes que han vendido servicios sexuales reporta haber sido golpeada por su novio alguna vez (65%) o en el último año (59%), contra 16% y 13% en las demás jóvenes.

Así, frente a la explicación usual de las organizaciones transnacionales de tráfico de personas como determinantes de la prostitución, lo que sugieren estos resultados es que los hombres violentos que, al parecer, contribuyen a la prostitución de las jóvenes no siempre son mafias transnacionales, pueden ser poco organizados y a veces están ahí, muy cerca, en el barrio. Además, las jóvenes que venden servicios sexuales los pueden incluir dentro de la categoría de amigos.


[1] OIT-IPEC (2002) p.17
[2] Ver por ejemplo “Denuncian prostitución nica en la frontera” – La Prensa, 10 Septiembre/2000 o “Arrestan a prostitutas en Ciudad Guatemala” -  La Prensa, 30 de Noviembre de 2003
[3] OMCT (2001) p.18
[4]  La Prensa, Mayo 1 de 2003.
[5] “Informe Anual sobre la Trata de Personas 2004”. Embajada de los Estados Unidos en Managua, http://managua.usembassy.gov/wwwhtipreport.html
[6] OIT-IPEC (2002)  pp. 24 y 93
[7] El promedio se refiere a aquellos sitios, por lo general centros urbanos, en los que se han realizado encuestas que adoptan el formato del “International Crime Victimization Survey” ver Alvazzi del Frate (1998)
[8] “En el caso de los niños y adolescentes, el 60% de sus últimos clientes fueron hombres y el 40% mujeres”. OIT-IPEC (2002)  p. 116
[9] De acuerdo con los datos del Censo 1995. A nivel nacional el rango por municipios es del 38% al 56%.
[10] Rubio (2005)
[11] OIT-IPEC (2002)  p. 18
[12] OIT-IPEC (2002) p. 106
[13] PNUD (1999) p. 10
[14] OMCT (2001) p. 19
[15] Ver Corbin (1982), García (2002), varios de los trabajos en Martínez y Rodríguez (2002), Nor (2001), Solana (2003).
[16] OIT-IPEC (2002a) p. 86
[17] Sereñana (1882)
[18] OIT-IPEC (2002a) pp. 108 y 109
[19] OIT-IPEC (2002) pp. 94 y 107
[20] Los estimativos que se mencionan en esta sección están basados en modelos logit. Todos los efectos que se reportan son estadísticamente significativos al 99%.
[21] OIT-IPEC (2002) p. 111
[22] Van der Bolk (1989) p. 389.  Traducción propia
[23] Ver referencias en Bergevin et. al. (2003) p. 192
[24] OIT-IPEC (2002) p. 107
[25] OIT-IPEC (2002) p. 96
[26] OIT-IPEC (2002) pp. 95 y 97