Prostitución juvenil en Nicaragua

Mauricio Rubio

Vale la pena analizar los datos de una encuesta, realizada en varios municipios nicaragüenses en el año 2004 entre 2950 jóvenes entre 13 y 19 años, que permite contrastar varias de las hipótesis más comunes sobre los determinantes de la prostitución. Aunque el objetivo general de esta encuesta no era analizar la venta de servicios sexuales sino el tema de las pandillas juveniles [1], una de las preguntas –de un formulario de auto reporte de conductas respondido de forma anónima por los jóvenes- hace referencia a la venta de servicios sexuales. La pregunta específica era “¿Alguna vez has recibido dinero a cambio de tener relaciones sexuales ?”

Este ejercicio permite, mediante procedimientos estadísticos, y dentro de una gama relativamente amplia de indicadores sobre antecedentes familiares, escolaridad, relaciones de vecindario, situación económica, consumo de sustancias, victimización, identificar aquellos factores que ayudan a discriminar a los jóvenes que reportan haber vendido servicios sexuales de lso que no lo han hecho. 

Las estimaciones realizadas tienen carácter exploratorio y se realizaron de manera inductiva. Sencillamente se buscó cuales eran las variables, dentro del conjunto definido en la encuesta, que ayudaban a diferenciar a los jóvenes que reportaron venta de servicios sexuales de los demás. Con los resultados que se presentan a continuación no se pretende postular leyes universales sobre determinantes de la prostitución adolescente, válidos en cualquier lugar y en cualquier época. Todas las asociaciones encontradas, aunque estadísticamente significativas para Nicaragua, se plantean como simples hipótesis para refinar y contrastar en otros contextos. Sí se puede con la encuesta, por el contrario, rechazar algunas hipótesis y desafiar supuestas leyes universalmente aplicables que será necesario reformular y, también, contrastar con nueva evidencia. Para refinar el diagnóstico, el análisis multivariado que se realiza permite tener una idea más precisa sobre las posibles cadenas de causalidad que conducen a la venta de servicios sexuales por parte de los jóvenes.

Antes de presentar los resultados de la encuesta, vale la pena un par de breves comentarios sobre la situación general de la prostitución en Nicaragua. Se trata de uno de los países más pobres de Latinoamérica, que por varios años estuvo envuelto en un conflicto civil. Aunque localmente hay una preocupación particular por la violencia sexual, la información disponible no muestra para dicho país una incidencia anormal de este tipo de ataques. No parece haber grandes desequilibrios regionales en la relación de géneros. En particular, existen menos centros de maquilas –concentraciones industriales orientadas a la exportación en las que por lo general el empleo está muy segregado por géneros- que en Guatemala, Honduras o El Salvador. La información periodística local sugiere que un factor importante de demanda por servicios sexuales lo constituye la situación de lugar de tránsito. La falta de representación de Nicaragua en el conjunto de prostitutas latinoamericanas en España se puede explicar, sobre todo, por la respectiva escasez de inmigrantes de dicho país, y en general de Centroamérica, que caen bajo el área de influencia de los Estados Unidos. Los flujos migratorios recientes más relevantes desde Nicaragua son hacia la vecina Costa Rica.

Muy pocos pobres, y no sólo las pobres, de un país pobre se prostituyen

Uno de los aspectos más interesantes del análisis de la encuesta es que muestra con claridad que la relación entre las condiciones sociales y económicas, o las relaciones de poder entre los géneros, y la incidencia de la prostitución son menos directas y bastante más complejas de lo que con frecuencia se da por descontado.

Al respecto, se debe señalar que entre los jóvenes nicaragüenses encuestados es bastante similar la proporción de hombres, entre los sexualmente iniciados, que reportan haberse prostituido alguna vez (7.3%) que la respectiva proporción de mujeres (7.0%). Por otro lado, el perfil por edades de la prostitución alguna vez versus durante el último año sugiere, sobre todo para las mujeres, cierta continuidad en el ejercicio de la prostitución una vez se ha realizado tal tipo de intercambio. En otros términos, y extrapolando, el comercio sexual juvenil aparece como una condición que conduce a la prostitución adulta.

La relación entre el nivel de ingreso familiar y la incidencia de prostitución juvenil está lejos de poder considerarse una algo monótono e inverso, como se postula con frecuencia. Además, en Nicaragua, esta asociación difiere entre mujeres y hombres. Para las primeras, la menor incidencia de prostitución se observa en el quintil más bajo de los ingresos familiares, la mayor en el segundo y en los tres quintiles superiores es bastante uniforme. Para los hombres lo que se observa es una relación menos sensible al ingreso, con un leve pico en el tercer quintil  y una incidencia muy similar en el quintil más bajo y el superior.


Resumiendo, la información de esta encuesta sugiere tres puntos. Uno, que en un país extremadamente pobre como Nicaragua, una alta proporción de las mujeres jóvenes, aún dentro del segmento más pobre de la población, no recurre a la venta de servicios sexuales. Dos, que dentro del segmento más desfavorecido es mayor la incidencia de prostitución adolescente masculina que femenina. Tres, que las diferencias en el nivel económico de los hogares contribuyen muy poco a la explicación de la prostitución entre los jóvenes nicaragüenses.

Cuatro elementos recurrentes

Con un efecto bastante más significativo sobre la prostitución adolescente que el de la situación económica del hogar aparecen para Nicaragua las versiones locales de cuatro elementos recurrentemente mencionados en la literatura como factores que afectan la decisión de vender servicios sexuales. El primero es el de la falta de educación, medida en este caso por el abandono escolar. El segundo es lo que se puede denominar la rebeldía precoz, entendida aquí como el haberse escapado de la casa, por lo menos por una noche y sin consentimiento de los padres, antes de los trece años. El tercero, haber sido forzado alguna vez a tener relaciones sexuales y el cuarto mantener un relación cercana con un hombre violento, en este caso un joven pandillero. 


Para las mujeres jóvenes, mientras la proporción que ha vendido servicios sexuales entre las denominadas rebeldes precoces es casi del 37%, entre quienes nunca se fueron de casa el porcentaje apenas supera el 4%. Para los hombres la respectivas cifras son del 15.5% y del 6.5%. Aunque la asociación entre venta de sexo y el irse de la casa puede ser de dos vías, aquí se está considerando como factor explicativo el haber tomado esta decisión de abandonar el hogar antes de los 13 años. En esta edad es bastante bajo el reporte (9%) de servicios sexuales a cambio de dinero por primera vez.

El haber sufrido la experiencia de una violación se asocia, para las mujeres, con un incremento de más de 12 puntos en el reporte de venta de sexo. Para los hombres el efecto resulta aún mayor, con un aumento superior a los 20 puntos. De nuevo se puede pensar en una causalidad de doble vía. Lo que los datos sugieren es que para las mujeres el sexo forzado y el vendido ocurren casi de manera simultánea a los catorce años. Para los hombres, la edad promedio de la experiencia de sexo forzado precede en cerca de un año la de la venta de servicios sexuales.

Entre las adolescentes que reportan tener un amigo perteneciente a una pandilla juvenil la incidencia de prostitución es del 10.7%, mientras que para quienes no cuentan con un amigo pandillero la fracción no llega al 2%. Para los hombres, el efecto de cercanía con las pandillas parece bastante menos claro puesto que los porcentajes respectivos apenas difieren.

Por último, aunque la diferencia de reporte de venta de servicios sexuales entre las jóvenes que han abandonado la escuela (8.2%) y el resto (5.5%) no parece muy significativa, con el paso del tiempo el abandono escolar si pasa factura, y lo hace de manera más clara con las mujeres que con los hombres. Entre las jóvenes que llevan más de 10 años por fuera del sistema escolar la incidencia de prostitución ya alcanza el 25%. Más adelante se analiza en detalle esta asociación.

Es difícil saber con precisión cómo se da la relación entre la prostitución adolescente y los pandilleros -si los segundos inducen a los jóvenes a vender sus servicios sexuales o si se recurre a los pandilleros una vez el joven se ve envuelto en ese tráfico- pero se observa que la relación es bastante estrecha, y para las mujeres. Los datos de Nicaragua muestran que el ejercicio de prostitución adolescente femenina independiente -sin ningún tipo de vínculo con el mundo de los pandilleros- es bastante reducido. En efecto, más del 88% de las jóvenes que reportan haber vendido servicios sexuales manifiestan, simultáneamente, tener un contacto cercano con las pandillas. Es difícil no percibir acá una manifestación de la antiquísima relación de las prostitutas con sus rufianes o chulos.

Las asociaciones presentadas hasta aquí son de naturaleza univariada. La limitación de este enfoque es que una variable puede encubrir el efecto de otra. La principal ventaja de un modelo multivariado es que, por decirlo de alguna manera, pondera la contribución de cada variable relativa a las demás. Los resultados presentados se basan en la estimación de un modelo logit, que equivale a un modelo de regresión con variable dependiente dicótoma. Del análisis del efecto simultáneo  de los factores que ayudan a discriminar a los jóvenes que han ejercido la prostitución en Nicaragua se desprenden varios comentarios.

En primer lugar, es posible identificar un número mayor de variables con un efecto estadísticamente significativo sobre el reporte de venta de servicios sexuales por parte las mujeres que de los hombres. O sea que se explican mejor las diferencias en la probabilidad de prostituirse entre ellas que entre ellos. Para las primeras se explica cerca del 27% de las variaciones en la variable dependiente; para los segundos el nivel explicativo apenas supera el 6%. Ver Ecuaciones 1 y 2.

En ambos casos un alto porcentaje de las diferencias individuales frente al comercio sexual permanece inexplicado. En términos más familiares, la prostitución adolescente en Nicaragua es bastante impredecible y difícil de explicar sistemáticamente, y la masculina lo es mucho más que la femenina.

Se encuentra que el impacto de una violación sobre la decisión de vender servicios sexuales es similar entre géneros, multiplicando por un poco más de cuatro la probabilidad de prostituirse alguna vez. También es similar entre mujeres y hombres el efecto de la variable que mejor capta los antecedentes socio económicos de la familia, el abandono escolar. Cada año por fuera del sistema educativo incrementa en 17% para las mujeres y en 11% para los hombres la probabilidad de tener relaciones sexuales a cambio de recibir dinero. 

Lo que se ha denominado la rebeldía precoz en los adolescentes –el haberse escapado de la casa antes de los trece años- sí tiene un efecto diferencial sobre la probabilidad de prostitución adolescente, siendo más importante para la femenina, que se multiplica por un factor cercano a siete para la venta de sexo alguna vez y superior a doce para la prostitución repetida –más de dos veces el último año-. La mayor diferencia por géneros se observa para los vínculos de amistad con pandilleros que, siendo irrelevantes en la prostitución adolescente masculina, parecen estrechamente asociados con la venta de servicios sexuales por parte de las mujeres jóvenes.

Por último, para ellas se observa una mayor continuidad en el ejercicio de la prostitución pues es menor la proporción de quienes venden servicios sexuales alguna vez y luego abandonan esa práctica (18% versus 40% en los hombres). Estos datos son consistentes con la observación que se ha hecho sobre el diferente perfil de la prostitución masculina y la femenina a lo largo del tiempo.

La variable crítica en la explicación de la prostitución juvenil femenina, el abandono temprano del hogar, aparece estrechamente asociada tanto con la violencia sexual como, a través del embarazo prematuro, con la desvinculación del sistema educativo. Es bastante difícil, en lo que aparece como una compleja maraña de eventos simultáneos y efectos cruzados, definir el sentido de las causalidades que conducen a una mayor probabilidad de vender servicios sexuales. A pesar de lo anterior, es conveniente tratar de elaborar unos esquemas explicativos compatibles con los datos.

Antes de analizar en mayor detalle estos vínculos conviene señalar que estos cuatro elementos que, de manera totalmente inductiva, se lograron identificar como factores explicativos de la prostitución adolescente femenina en Nicaragua, corresponden bastante bien con la situación típica que, en varios lugares y en varias épocas, ha sido señalada en la literatura como conducente a la prostitución femenina. (Corbin 1982, García 2002, Martínez y Rodríguez 2002, Nor 2001, Solana 2003.

Vale la pena también reiterar que los ejercicios para Nicaragua muestran que el poder explicativo de estas variables sigue siendo globalmente reducido. En esencia, la respuesta a la pregunta sobre por qué algunos jóvenes deciden vender servicios sexuales y otros no sigue teniendo una alta dosis de misterio.

Falta de educación y de trabajo

Uno de los pocos factores relacionados con la precariedad económica que, en Nicaragua, muestra alguna capacidad para discriminar a los jóvenes que recurren a la prostitución es el de la desvinculación del sistema educativo. Sería un error tomar el abandono escolar como síntoma inequívoco de dificultades financieras en el hogar. En Nicaragua, y en varios países latinoamericanos, se observan altas tasas de desescolarización aún en los niveles altos de ingreso. En el otro extremo, uno de los países más pobres de la región, Guyana, cuenta con unos indicadores de escolaridad impresionantes.

Esta asociación entre la falta de instrucción y el ejercicio de la prostitución es uno de los temas más recurrentes en la literatura de distintos lugares y en diferentes épocas. Desde Cataluña en el siglo XIX hasta República Dominicana en la actualidad. “Entre las causas predisponentes, encontramos en primer término la escasa ilustración del sexo femenino. Nadie se atreverá a poner en tela de juicio que la ignorancia es una de las causas más eficientes de la prostitución” (Sereñana 1882). “Las cifras parecerían sugerir que los niveles de analfabetismo entre los niños, niñas y adolescentes envueltos en prácticas sexuales comerciales … son superiores a los de aquellos menores de edad de su mismo grupo etáreo residentes en esas localidades” (OIT-IPEC p. 108 y 109).

Por lo tanto vale analizar en mayor detalle la mecánica de este vínculo para Nicaragua. De manera bastante nítida, la incidencia de prostitución aumenta con el tiempo que transcurre desde el momento del abandono escolar. Para la mujeres, mientras el porcentaje que ha vendido servicios sexuales sin abandonar la escuela es del 6%, entre quienes llevan más de 10 años sin escolarización tal proporción alcanza el 25%. Para los hombres, aunque de manera menos marcada, también se observa este vínculo positivo entre el número de años sin asistir a la escuela y la incidencia de prostitución.

Así, el abandono escolar resulta, al cabo de los años, bastante más traumático para ellas que para ellos, por varias razones. La primera es que el mercado laboral Nicaragüense es más cerrado para las mujeres con escasa educación que para los hombres en similar situación. Esta puede ser una peculiaridad de Nicaragua contemporánea. Se puede pensar en muchos escenarios con la situación inversa, como los de alta demanda por servicio doméstico.

Mientras que entre los hombres que abandonan la escuela la proporción de los que cuentan con un empleo fijo es del 28.3%, para las mujeres por fuera del sistema educativo tal proporción apenas supera el 16%. La segunda es que la situación económica del hogar sí tiene un efecto amortiguador del abandono, puesto que a medida que aumenta el ingreso familiar se hace más probable que los jóvenes desescolarizados encuentren un empleo. Lamentablemente, este efecto presenta marcadas diferencias por género, siendo menos eficaz para las mujeres.

Por otra parte, en las mujeres el abandono escolar aparece bastante asociado con el embarazo adolescente, y con la maternidad. Algo que no ocurre ellos. Más de la mitad (54%) de las jóvenes desvinculadas del sistema educativo reporta tener hijos, mientras que entre los hombres que han abandonado la escuela tal porcentaje apenas supera el 10%. Aunque podría pensarse que es precisamente la maternidad precoz la que cierra las posibilidades laborales de las mujeres que dejan de estudiar, esto tan sólo es cierto para las que provienen de los hogares menos favorecidos económicamente. En efecto, para las adolescentes desescolarizadas y con hijos la situación económica del hogar también juega un papel amortiguador: sólo en los quintiles superiores de ingreso la maternidad adolescente se ve respaldada con una mayor probabilidad de vinculación al mercado laboral.

Así, a la fragilidad económica que con frecuencia se plantea es lo que empuja a ciertas adolescentes a vender servicios sexuales habría que agregarle al menos dos componentes adicionales: el abandono escolar y la maternidad prematura. De todas maneras, y a pesar de que en este grupo –adolescentes pobres desescolarizadas- la incidencia de la prostitución es superior a la de la muestra total  (11%), el efecto de estas variables no es estadísticamente significativo. Dentro de los indicadores que se puedan relacionar de alguna forma con la situación económica de la familia, la variable clave sigue siendo el tiempo transcurrido desde el momento del abandono escolar. Aunque con un efecto estadísticamente significativo, esta variable, por sí sola, explica un porcentaje muy bajo de las diferencias individuales en la venta de servicios sexuales. Cada año adicional por fuera del sistema educativo incrementaría en un 14% la probabilidad de venta de servicios sexuales por parte de una joven. Con sólo esta variable se explica un poco más del 3% de las variaciones en la decisión de prostituirse. El tema del embarazo adolescente, también es recurrente en la literatura sobre prostitución y vale la pena analizarlo en detalle.

Escaparse de la casa: rebeldía, sexo y embarazo precoces

La variable con mayor poder explicativo sobre la prostitución adolescente, en particular la femenina, es el haberse escapado de la casa antes de los trece años. Las visiones materialistas del mundo verían en este gesto una simple manifestación adicional de la pobreza: los jóvenes huirían de la casa para buscar, en la calle, una situación económica más favorable. Los datos de la encuesta no sólo desmienten esta burda caricatura  sino que  muestran varios factores que ayudan a explicar esta conducta. La proporción de jóvenes que reporta haberse escapado de casa alguna vez en la vida es prácticamente uniforme, alrededor del 15%, por niveles de ingreso.

Entre los jóvenes nicaragüenses, y en forma independiente del género, el abuso sexual es algo que tiende a expulsarlos fuera del hogar. El hecho de que un joven, hombre o mujer, haya sido forzado a tener relaciones sexuales antes de los trece años multiplica por cerca de seis la probabilidad de irse prematuramente de su casa. (Los estimativos que se mencionan en esta sección están basados en modelos logit. Todos los efectos que se reportan son estadísticamente significativos al 99%).

Sin embargo, este no es el único factor que empuja a los jóvenes hacia la calle. El género también incide sobre la probabilidad de este evento, siendo mayor para los hombres, así como la actividad sexual prematura –antes de los 13 años- no necesariamente forzada. A su vez, para las mujeres, la entrada temprana a la vida sexual depende de la estructura de la familia, y en particular de no vivir con el padre biológico, circunstancia que multiplica por un poco más de dos tal probabilidad; este tipo de efecto, que no se observa para los hombres, es bastante claro en los datos. Entre las adolescentes que viven con su padre es menor la proporción que, en el momento de la encuesta, no había tenido nunca una relación sexual (15.6% contra 25.2%) y, para todos los rangos entre 13 y 19 años, es mayor la fracción que reporta haberse iniciado sexualmente a esa edad. Así, en todas las edades, es mayor la proporción de jóvenes sexualmente activas entre quienes no viven con su padre biológico.



Las diferencias en el momento del despertar sexual de las jóvenes puede tener que ver con la aceleración que, en las mujeres, produce el estrés sobre la edad de llegada de la pubertad. Dos posibles fuentes de tensión, adicionales a la de la mayor urbanización, o los conflictos cotidianos, son las relacionadas con una experiencia de abuso sexual y/o con el distanciamiento del padre biológico. Ante la observación que las adolescentes que han mantenido una relación afectuosa y de apoyo con sus padres llegan a la pubertad más tarde se ha propuesto, en términos evolutivos, que la presencia del padre biológico puede ejercer un efecto inhibitorio sobre la madurez física de la hija. (Bergevin et. al. 2003).

La presencia masculina sin vínculos biológicos en el hogar puede, además, incrementar la probabilidad de abuso sexual en las adolescentes, potenciando aún más las situaciones de estrés. Para los EEUU se ha encontrado que mientras el abuso sexual a los hombres jóvenes ocurre con mayor frecuencia fuera del hogar para las mujeres el riesgo es mayor al interior. Por otra parte, la aceleración de la pubertad se ha asociado con una actividad sexual más precoz, más arriesgada, oportunista e inestable (Bergevin et. al. 2003).

Así, el despertar sexual temprano, incluso cuando no se reporta como algo forzado, está asociado con el abandono del hogar, sobre todo para las mujeres. Este elemento refuerza la actividad sexual posterior, que recibe un impulso definitivo con el abandono de la casa, sobre todo en las mujeres. Para las mujeres, más que para los hombres, el abandono prematuro del hogar está asociado tanto con un inicio más temprano de la actividad sexual como con un número mayor de parejas. Entre las jóvenes que reportan haberse ido de la casa el número promedio de parejas por año de actividad sexual es cuatro veces superior. En los hombres la diferencia no alcanza el 50%.

Por esta vía, se incrementa el riesgo de embarazo juvenil, cuya probabilidad, entre las mujeres que se han ido de la casa, se multiplica por más de 2.5. A su vez, el embarazo precoz muestra tener un efecto devastador sobre la posibilidad de que una joven continúe vinculada al sistema educativo: si entre las adolescentes del total de la muestra la tasa de abandono escolar es del 23% entre las que han tenido por lo menos un embarazo tal cifra alcanza el 91%. El escenario de la joven que reporta simultáneamente abuso sexual durante la infancia y la escapada del hogar aparece particularmente riesgoso como sendero hacia la prostitución. El abandono escolar que, por ejemplo a raíz de un  embarazo prematuro, puede seguir, constituye una especie de puntillazo final hacia la prostitución.

El escaparse del hogar, por último, no sólo depende de los factores que empujan desde la casa sino también de los que atraen, desde la calle. En particular, en lugares como Nicaragua, en dónde es precaria la noción tradicional que la autoridad efectiva en la calle es un asunto estatal, la fuerza de atracción que ejerce la calle sobre los jóvenes depende de quienes gobiernan efectivamente en el barrio, algo que a veces logran las pandillas juveniles. Así, no sorprende encontrar que la rebeldía juvenil se vea estimulada por los poderes sustitutos paraestatales que operan en el barrio. El efecto depende no sólo de la presencia de pandillas en el vecindario sino, además, de la calificación, asignada por los mismos jóvenes, al poder real y efectivo de las pandillas para gobernar la vida del barrio en el que viven [2]. Este elemento, que parecería insólito en sociedades desarrolladas, puede ayudar a explicar la cercanía de la prostitución adolescente femenina con las pandillas.

La asociación con los violentos
El vínculo que se observa entre la prostitución adolescente y las pandillas juveniles en Nicaragua se puede interpretar de varias maneras. En primer lugar, el comercio sexual muestra tener un impacto considerable sobre la vulnerabilidad de los jóvenes a los ataques criminales. La probabilidad de sufrir agresiones físicas, de ser amenazado con un arma e incluso de ser víctima de un robo en la calle es sustancialmente mayor para los jóvenes que reportan haber recibido dinero a cambio de tener relaciones sexuales que para el resto. La diferencia es particularmente notoria para las mujeres, entre quienes la venta de servicios sexuales multiplica por cerca de cinco los chances de una agresión o amenaza y por dos los de robo. La mayor tendencia a ser víctima se extiende al ámbito de las relaciones privadas: la probabilidad de que una joven que se ha prostituido sea golpeada por su novio es más de doce veces superior a la de las demás adolescentes.



Esta mayor vulnerabilidad puede implicar la conveniencia de contar con protectores privados, como las pandillas juveniles. Esta sería una vía de contacto de las jóvenes que venden servicios sexuales con las pandillas.

Por otra parte, el comercio sexual en los adolescentes en Nicaragua está asociado con un mayor consumo de sustancias tales como tabaco, alcohol, marihuana, cocaína, heroína y con inhalar pegante. De nuevo, las diferencias son mayores para las mujeres que para los hombres. Así, una segunda manera para dar cuenta del acercamiento a las pandillas sería la de facilitar el acceso a las drogas.

Entre los jóvenes nicaragüenses, tanto aquellos que han sido víctimas de algún ataque criminal –agresión física, amenaza con arma, robo o violación- como los que consumen droga aparecen como mayores demandantes de servicios de protección, puesto que reportan con mayor frecuencia el haber pagado “impuestos o contribuciones” a las pandillas. Estos tributos paraestatales también dependen del grado de poder de las pandillas sobre el barrio. Así, tanto la situación individual del joven en términos de victimización o consumo de droga como lo que se puede denominar el real politik en el barrio determinan los tributos que pagan los jóvenes, presumiblemente para obtener protección por parte de estos gobiernos informales y paralelos. Así mientras, en promedio, un 18% de quienes han sido víctimas de ataques criminales y un 25% de quienes consumen droga reportan haber pagado contribuciones o impuestos a una pandilla, las respectivas cifras para los jóvenes que no están en tales situaciones son del 5% y del 10%. Además, la proporción de contribuyentes es mayor en los barrios en dónde las pandillas tienen un  mayor poder de control efectivo sobre el barrio.

En este contexto, no deja de llamar la atención que el porcentaje más alto de pago de impuestos a las pandillas se observe, precisamente, para las mujeres que han vendido servicios sexuales, que lo reportan en más del 50%.



Así, es razonable plantear que, más allá del hecho de haber sido víctimas de algún ataque, o de consumir drogas, el ejercicio de la prostitución implicaría, per-se, la necesidad de pagar impuestos a las pandillas, presumiblemente como contraprestación por los servicios de protección. De hecho, la proporción de contribuyentes entre las jóvenes prostitutas es más del doble de la que se observa, en los barrios con mayor poder de las pandillas, para las víctimas, o para los consumidores habituales de droga.

El último vínculo de la prostitución adolescente con las pandillas juveniles, y en general con el bajo mundo, se observa a través de la asociación que muestran los datos entre la venta de servicios sexuales con el reporte de distintos tipos de infracciones por parte de los jóvenes. Para todas las categorías de conductas problemáticas consideradas en la encuesta –robos, vandalismo, venta de droga, manejo de armas, amenazar o agredir, participación en riñas, delitos graves como herir o matar a alguien, participar en un ajusticiamiento o en un secuestro- el reporte de haber incurrido alguna vez en tales comportamientos es significativamente mayor entre los jóvenes que han vendido servicios sexuales. Para las mujeres adolescentes la prostitución está más asociada con el reporte de infracciones que para los hombres.

Los datos de Nicaragua corroboran la idea, recurrente en la literatura, de que la prostitución puede ser una actividad particularmente propicia para el ejercicio de la violencia contra la mujer. En primer lugar, entre las jóvenes que han vendido servicios sexuales, la incidencia de violaciones -tanto alguna vez en la vida (53%) como durante el último año (35%)- es varias veces superior a la del resto de jóvenes (20% y 9%). La prostitución también favorecería que ese tipo de ataques sean recurrentes: si cerca de seis de cada diez mujeres que fueron violadas alguna vez estuvieron libres de ese tipo de ataque el último año, para quienes han ejercido la prostitución la cifra correspondiente es cercana a tres de diez.

Además de los ataques sexuales, que pueden ser ejercidos por los clientes, se observa una mayor incidencia ejercida por las parejas: una proporción importante de las adolescentes que han vendido servicios sexuales reporta haber sido golpeada por su novio alguna vez (65%) o en el último año (59%), contra 16% y 13% en las demás jóvenes.




Con relación a la tradicional explicación de las organizaciones transnacionales de tráfico de mujeres como determinantes de la prostitución lo que sugieren estos resultados de Nicaragua es que los hombres violentos que contribuyen a la prostitución de las jóvenes no siempre son mafias transnacionales, pueden ser poco organizados y a veces están ahí, muy cerca, en el barrio, y las jóvenes los incluyen dentro de la categoría de amigos.



[1] Por esta razón, la asociación entre la prostitución juvenil y la actividad de las pandillas puede estar sobre dimensionada. La prostitución no callejera ejercida por jóvenes desvinculados del sistema escolar no está representada en la muestra.
[2] La pregunta específica que se hizo para medir el poder de las pandillas fue “en una entrevista, un pandillero afirmaba que ‘’nosotros gobernamos el barrio sin que nadie nos diga nada. Si alguien dice algo lo callamos. Se asustan porque somos muchos. Los jóvenes mandamos’’- ¿Crees tu que esa afirmación es aplicable a tu barrio? Por favor califica entre 1 y 5, donde ‘’1’’ es que la afirmación no tiene nada que ver con lo que ocurre en tu barrio y ‘’5’’ es que describa muy bien lo que ocurre en tu barrio”. Las calificaciones 1 y 2 se consideran poder bajo, la 3 poder medio y la 4 y 5 poder alto.