SOLDADOS, FUNCIONARIOS, CANTANTES Y FLORES


Antecedentes del mercado del sexo en el Asia

La protesta de las autoridades tailandesas ante los señalamientos de epicentro mundial del sexo lanzaron el debate sobre los factores que habían llevado a una situación aparentemente fuera de control. Incluso el indudable empuje que recibió el comercio sexual por la guerra del Vietnam y el establecimiento de bases militares en el Pacífico fue puesto en una perspectiva de más largo plazo. Para sustentar la idea que en Tailandia una larga tradición de prostitución ha estado enraizada por siglos en la sociedad, Wilson y Henley (1994) traen a colación los escritos de un viajero chino del siglo XV en los que habla de servicios sexuales pagos. Dos siglos más tarde, los marinos europeos que visitaban Siam de manera regular eran recibidos por agentes locales que ofrecían mujeres. Por la misma época, un visitante holandés contaba que los habitantes más poderosos de Ayutthaya, la capital de Siam, tenían “concubinas y amantes para evitar las putas comunes, y las mantenían con todas sus necesidades, comprando o construyendo casas para ellas” [1]. A finales del siglo XVII un funcionario tailandés obtuvo una licencia estatal para el monopolio de la prostitución en Ayutthaya para lo cual usaba 600 mujeres compradas o reducidas a la esclavitud por algunos delitos. Para algunos historiadores este podría ser el origen de la tradición tailandesa de obtener recursos tributarios del comercio sexual. A mediados del siglo XIX, Bangkok ya era un importante centro de prostitución. En el momento de la llegada masiva de soldados norteamericanos a Tailandia, al final de la segunda guerra mundial, el agente de prensa del ejército recuerda haber contado cerca de 85 cabarets y, en una sóla calle, Nares Road, cerca de 2000 mujeres ofreciéndose. Un edificio de nueve pisos tenía fama de ser el mayor burdel del mundo. Durante los años cuarenta, Bangkok fue una de las capitales mundiales del cine erótico (blue movies). Así, la llegada de los marines en R&R (Rest and Recreation) y posteriormente los turistas no habrían iniciado la prostitución sino que la habrían impulsado, haciéndola más generalizada y visible.

Para el Vietnam, el sexólogo Jacobus X reportaba que a finales del siglo XIX la prostitución era bastante común. Lograba distinguir cuatro categorías de prostitutas: las Bambú de los burdeles chinos, las Barca de Flores, la Putas de Día y las Amantes de Europeo. En general se trataba de mujeres vendidas por sus familias o secuestradas por traficantes profesionales. Las primeras atendían en los burdeles más populares de las colonias, que esperaban a sus clientes en chozas de bambú, de dónde venía su nombre.  Se vendían por muy poco y la mayor parte del dinero iba para sus chulos. Al hacerse mayores pasaban a la categoría de Putas de Día, que se ofrecían en las calles y alrededor de los restaurantes. Contaban con un rufián para defenderlas de la policía. Jacobus X también describía las prostitutas chinas venidas de Singapur que esperaban en grandes casas bajo la supervisión de una mujer mayor, la mama. Algunas mansiones lujosas estaban reservadas para clientes chinos. Las Amantes de Europeo eran compradas directamente a sus padres a los 15 o 16 años y se negociaban entre los europeos que se iban y los que llegaban. A finales del siglo XIX el criminólogo italiano Cesare Lombroso hacía referencia al proxenetismo de familia en el Vietnam, en dónde “un padre podrá ofrecer su hija a un invitado, incluso a un extraño, por una pequeña suma de dinero sin perjudicar su futuro” [2].

La política francesa en Indochina era la regulación del comercio sexual, cuyo control se delegaba en las autoridades municipales y provinciales. Durante la guerra de Indochina, los franceses contaban con burdeles móviles de campaña, inmensos camiones que albergaban una decena de mujeres y viajaban entre los frentes. En sus períodos de descanso en Hanoi o Saigon, los militares preferían los burdeles civiles. Para 1954, se estimaba que tan sólo en Hanoi había 12 mil postitutas –la mitad registradas- que trabajaban en 45 burdeles y 55 cabarets. En Vietnam del Norte, la prostitución fue oficialmente eliminada y pasó a ser un asunto criminal. En el sur, entre 1959 y 1962, también hubo una fuerte represión de la actividad, con cierre de burdeles y multas a los propietarios. Buena parte del comercio sexual pasó a ser controlado por organizaciones del bajo mundo. Con la guerra del Vietnam el impulso del sexo venal fue definitivo. En Saigon, por ejemplo, se pasó de estimativos de 10 mil prostitutas en 1968 a cerca de 100 mil en 1974. Este incremento se explica por la cifra cercana al millón de soldados localizados en todo el sudeste asiático. La mayor parte de estos países firmaron acuerdos para ofrecer servicios como centros de “Reposo y Recreación” (R&R) para los militares norteamericanos y el personal de soporte. Aunque la armada norteamericana se abstuvo de suministrar prostitutas de manera directa, para evitar reacciones del legislativo, se sabe de burdeles administrados por el gobierno y la armada vietnamita que eran para uso exclusivo de los GIs [3].

El primer burdel militar fue el de Pleiku, que se abrió en 1966 y sirvió de modelo para otros centros de R&R, incluyendo varios en el área de Saigon. Contaba con una veintena de habitaciones limpias y bien decoradas. Las mujeres eran cuidadosamente escogidas por su físico, su personalidad y sus conocimientos de inglés. Los servicios de inteligencia americanos hacían un chequeo de seguridad para evitar infiltración de agentes del Viet Cong. La supervisión estaba a cargo de una matrona bajo contrato del municipio. Cualquier GI pagaba cerca de U$2.5 por un tiquete que le permitía estar hasta tres horas con cualquiera de las mujeres. Una prostituta popular y consagrada podía ganar unos U$ 120-180 al mes. El promedio de la remuneración mensual de los funcionarios públicos era de U$ 30, y algunos ministros o miembros de la asamblea llegaban a U$ 120. Una variante era la amante, o sea una novia fija a quien se le pagaba una remuneración por mes [4]

Después de la ocupación de Saigon por el Viet Cong, el nuevo gobierno trató de eliminar la prostitución cerrando burdeles y enviando a las mujeres a centros de re-educación. El éxito de estas medidas fue precario. “En un país en dónde el Partido Comunista trata de erradicar la prostitución y la pornografía, se encuentran prostitutas en casi cualquier bar, restaurante u hotel, privado o público” [5].

Los burdeles militares

Los burdeles militares no se inventaron en Vietnam. Un antecedente inmediato digno de mención es el Japón. Aunque el origen de las mujeres y la magnitud del proyecto de las estaciones militares de consuelo construídas y administradas o supervisadas por el gobierno japonés décadas antes no se conoce a cabalidad, documentos oficiales y testimonios, tanto de los soldados nipones como de las mismas mujeres, permiten tener una idea aproximada de esta peculiar empresa oficial.

De acuerdo con un reporte de la Office of War Information norteamericana de 1944, “las mujeres de consuelo (comfort women) se encontraron en todos los lugares donde era necesario que la armada japonesa peleara” [6]. El término que usaban los soldados japoneses para referirse a estas mujeres era nigyuichi (29 a 1), o sea el número de servicios que se esperaba que prestaran cotidianamente. De hecho, podían atender más de 30 hombres en un día. Se han reportado casos de un centenar de soldados que hicieron cola para un servicio sexual de 3 a 5 minutos con la misma mujer. Un aspecto muy regulado de los burdeles militares era el tiempo asignado a cada una de las tropas que los compartían. También se controlaba la duración del servicio para cada militar. Estos tiempos dependían del rango. Las tarifas también eran reguladas y el pago se hacía mediante tiquetes suministrados previamente, y que las mujeres devolvían al administrador sin obtener nada a cambio [7]. Ocasionalmente, los japoneses les dejaban algún dinero o comida pero lo usual era que ellas no recibieran ninguna compensación directa. Algunas de las mujeres vivieron así por un lapso hasta de cinco años, siendo trasladadas entre los distintos frentes. Se calcula que entre el 80% y el 90% de las comfort women fueron coreanas y su número total se ha estimado entre 80 y 200 mil. La mayoría eran menores de 19 años [8]. “Había tantos hombres … soldados y oficiales venían en cuanto tenían un tiempo libre. Por la noche normalmente dormíamos con oficiales … Las mujeres que contraían venéreas las dejaban morir o las eliminaban. Cualquiera que resistiera los avances de los soldados era golpeada” [9].

Hay indicios, en cartas y diarios de soldados, de burdeles militares japoneses desde la guerra contra Rusia, a principios del siglo XX. En 1932, durante la guerra de Shangai un comandante le pidió al gobernador de la prefectura de Nagasaki el envío de mujeres para consolar a la tropa. Más tarde manifestaría su agrado pues con la llegada de japonesas se habían disminuído las violaciones de las mujeres chinas. La confortable idea, según él, la había tomado de la armada japonesa que estaba también en el área y ya había establecido burdeles navales ultramar. En 1934, había en Shangai 14 burdeles exclusivos para militares.

A pesar de estos antecedentes, no fue sino hasta 1937 cuando el gobierno japonés emprendió una verdadera política de burdeles, estableciéndolos de manera sistemática en los lugares donde estacionaba sus tropas. En diciembre de ese año, el ejército nipón arrasó la antigua ciudad de Nanking, en la China. En unas pocas semanas, más de 300 mil civiles y militares chinos fueron torturados y asesinados. Murieron más personas que en Hiroshima y Nagasaki juntas. Las mujeres fueron sistemáticamente violadas por las tropas. “Sin importar si eran jóvenes o viejas, ninguna pudo evitar ser violada. Mandábamos nuestros camiones de carbón de Hsiakwan a las calles de la ciudad y a las aldeas para capturar muchas mujeres. Cada una de ellas se asignaba a 15 o 20 soldados para sexo y abuso” [10]. Como la ley militar japonesa prohibía las violaciones, los oficiales advertían a los soldados que no debían quedar testigos. “Páguenles algún dinero o mátenlas en un lugar apartado cuando hayan acabado”, recomendaba un oficial. Así, se mataban las mujeres después de violarlas.

Una de las consecuencias más insólitas de este incidente fue la respuesta que los japoneses dieron a la masiva protesta de las naciones occidentales. En lugar de castigar a los responsables, en una de las más insólitas aplicaciones de la teoría del mal menor –la prostitución ayuda a frenar los abusos sexuales masculinos- el alto mando japonés decidió consolidar el gigantesco engranaje clandestino de prostitución militar trayendo mujeres de toda el Asia para atender a sus tropas. Inicialmente, se trataba de prostitutas japonesas voluntarias. Con la rápida expansión militar este suministro resultó insuficiente y se recurrió al reclutamiento forzado de mujeres en otras regiones del Asia [11].

En 1995, Mun, una de las coreanas forzadas por los japoneses a atender a las tropas en los burdeles militares contó su historia a una escritora francesa. Quedan claros en el relato varios detalles de esta empresa. En primer lugar se trató de una política oficial y abierta. Al colegio de Mun se presentaron para captar voluntarias cuatro japoneses, dos de ellos uniformados de la policía militar. Cuando las promesas de trabajo que se utilizaban como señuelo, y con las que algunas ilusionadas aceptaron alistarse, no fueron suficientes, no hubo reparos en recurrir al rapto de las jóvenes que no se dejaron seducir. Mun fue raptada por el mismo coreano que había ido con los japoneses a su colegio. Algunas de sus compañeras fueron secuestradas por policías nipones. En segundo término, para el reclutamiento no hubo mayores escrúpulos en cuanto a la edad o la actividad de las jóvenes y niñas. El grupo de Mun era de colegialas, varias prepúperes y una de ellas menor de 11 años. “Cuando bajamos al puerto cualquiera hubiera pensado que se trataba de una excursión escolar. Algunas venían todavía en uniforme” [12]. Había también una monja que fue asesinada frente a las demás poco después de su secuestro. Aún después de los raptos y del asesinato de la monja se les insistía en que las llevaban para un trabajo de meseras en un restaurante, por lo cual debían vestirse de manera especial. Un oficial japonés las acompañó a escoger sus atuendos. La violación con la que las iniciaron en su nueva vida fue hecha por oficiales e incluso por un médico del ejército, quien se quedó con la menor. Al poco tiempo, ya estaban degradadas y atendían sólo a los soldados. “La primera semana de mi encierro, recibí más de veinte soldados por día. No tenía sino algunos minutos después de cada uno para lavarme y ya el siguiente empujaba la puerta. Después el ritmo se aceleró  y con el paso del tiempo me di cuenta que los oficiales venían menos y los reemplazaron soldados rasos. Más rústicos. Más jóvenes. Pero menos exigentes. Les temía menos que a los de mayor grado pues no esperaban nada distinto que mi pasividad y llevarlos a un placer que no duraba más de algunos segundos para montarse y evacuar. Los oficiales, por el contrario, querían atenciones. Algunos, tal vez nostálgicos de las geishas de su país hubieran querido verme bailar o cantar. Servirles vino. Partían  decepcionados de la pobreza de mis talentos y como, con la fatiga, el brillo de mi belleza y la atracción de lo nuevo no tardaron en desdibujarse, los oficiales pronto me dejaron de lado a cambio de las nuevas cosechas más frescas de Corea” [13].

Aún se debate la magnitud de la prositución militar japonesa durante la segunda guerra. El historiador japonés Yoshiaki Yoshimi estima en dos mil el número de centros y hasta en doscientas mil las mujeres que con engaños, compra o rapto vinieron de Corea y China, pero también de Taiwan, Filipinas e Indonesia para atender en las casas de consuelo con las que se esperaba reducir la incidencia de violaciones, controlar la transmisión de venéreas y recompensar a los soldados por los largos períodos en el frente. Un burdel militar se abrió cerca de Nanking en 1938. El término casas de consuelo, afín a la noción moderna del turismo sexual, tenía poco que ver con las deplorables condiciones en las que estas verdaderas esclavas sexuales atendían a los soldados japoneses, que las denominaban baños públicos. El impacto sobre las violaciones de mujeres locales en los territorios invadidos parece haber sido menor. Un soldado japonés declaraba luego que “las mujeres gritaban, pero no nos importaba si ellas vivían o morían. Éramos los soldados del emperador. Tanto en los burdeles militares como en las aldeas, violábamos sin titubeos” [14].

Para 1941, el ejército japonés había iniciado su preparación para la guerra contra EEUU, Gran Bretaña y los Países Bajos. Con la experiencia adquirida en la China, se hicieron planes para la instalación de burdeles militares en los territorios ocupados. Además de la China, se construyeron estaciones de consuelo en el sudeste asiático, así como en Malasia, Singapúr, Indonesia y Filipinas. Había tres tipos de estaciones: las establecidas y manejadas por los mismos militares, las de construcción militar administradas por civiles y los burdeles ya existentes que se dedicaron de manera exclusiva al ejército. 

Cuando las tropas en Manchuria se preparaban para la guerra contra Rusia el ejército le solicitó al gobierno colonial de Corea veinte mil mujeres para los burdeles militares. Fueron enviadas unas ocho mil. Al ampliarse los territorios de ocupación se empezaron a planear de manera más sistemática. Un oficial del “Departamento de Recompensas de la Oficina de Personal del Ministerio del Ejército” declararía luego que los planes contemplaban abrir 100 burdeles militares en el norte de China, 140 en China central, 40 al sur, 100 en el sudeste asiático, 10 en las islas del Mar del Sur y 10 en Sakhalin, para un total de 400. Este Ministerio regularmente enviaba los preservativos a las estaciones de consuelo y les daba apoyo financiero [15].

Pasó cerca de medio siglo antes que algunas de las mujeres consoladoras sobrevivientes se atrevieran a hablar. Y en 1991 se hicieron públicos algunos informes confidenciales de la armada japonesa que confirmaron la participación oficial en la organización de los burdeles para las tropas.

Reglamentarismo local y militar

Como resultado de las guerras con los chinos (1894-1895) y los rusos (1904-1905), Japón tomó Taiwan, colonizó Corea y expandió su influencia en Manchuria. Estas conquistas implicaron una mayor demanda por prostitutas para los militares. Crecieron las zonas de tolerancia tanto en Japón como en las colonias y se reclutaron como prostitutas mujeres chinas y coreanas pero también otras provenientes de Taiwan, el sudeste asiático, Hawai e incluso norteamérica [16].

En Corea los japoneses implantaron el sistema de licencias para la prostitución que, a semejanza del europeo, habían adoptado a finales del siglo XIX. Parte esencial del nuevo sistema era la delegación de la concesión de permisos, y el cobro de tributos, del comercio sexual en las autoridades locales. Este tipo de arreglo lleva implícitos varios riesgos. Por el lado de las licencias, con las que de hecho se le asigna a un empresario poder monopólico del comercio sexual sobre una determinada zona, su concesión está normalmente inscrita en un sistema más amplio de intercambio de favores económicos y políticos. Por el lado de los impuestos, aunque sea reconocida y regulada, la prostitución ha sido siempre una actividad sobre la cual no es sencillo cobrar tributos. Bien sea porque, como en el siglo XIX, se seguía considerando algo inmoral y vergonzoso o porque, como ocurre en la actualidad, obtener beneficios del comercio sexual se asemeja al proxenetismo. El tercer riesgo, relevante en situaciones de guerra, es el vínculo casi inevitable que se da entre la prostitución regulada y la demanda por servicios sexuales de los ejércitos. Esta relación entre lo militar y el mercado del sexo intervenido es particularmente estrecha pues es de doble vía. Parte importante de la racionalidad del reglamentarismo, introducido en Europa en la era napoleónica y llevado luego a las colonias, era precisamente proteger a las tropas del contagio venéreo.

En la Corea colonizada por los japoneses, los riesgos del reglamentarismo local de la prostitución se hicieron palpables. Por un lado, una fracción importante de las licencias para la explotación del comercio sexual fueron concedidas con evidentes criterios clientelistas. También, algunos empresarios del sexo no sólo se hicieron ricos sino que ganaron poder político. Así, entre los dueños y administradores de los burdeles primaron los barones económicos y políticos locales, tanto japoneses como coreanos [17]. En cuanto al cobro de impuestos, al persistir la noción de una actividad vergonzosa sobre la cual no parecía legítimo percibir tributos, estos se cobraban de manera opaca, como ingresos varios. Consecuentemente, estos fondos se gastaban de manera discrecional y poco transparente, algo que se complementaba de manera perversa con la concesión de licencias. El monto de estos recursos no era despreciable. Cifras fiscales del Japón muestran, para finales del siglo XIX, ciertos municipios cuyo gasto se financiaba hasta en una quinta parte con los impuestos provenientes de la prostitución [18].

Por último, la práctica del otorgamiento de licencias para los burdeles siguió de cerca a su más poderosa clientela, los militares. Aunque el establecimiento de estaciones de consuelo al lado de los campamentos militares japoneses data de 1937, la lectura de diarios de los soldados durante la guerra contra Rusia, en 1905, sugiere que ya por esa época el ejército nipón había construído burdeles para sus soldados. Se han encontrado frases como “la mayoría de las mujeres en el burdel militar son chinas”… o “las tarifas en los burdeles del ejército son muy elevadas” [19].

La colonización de Corea implicó, además de las tropas, un importante flujo de inmigrantes japoneses. Con la consolidación de las explotaciones niponas en el campo, números crecientes de mujeres coreanas y chinas se fueron sumando a las prostitutas japoneses para atender a los militares y a los colonos [20]. Al parecer, los nipones introdujeron en Corea no sólo la reglamentación sino también el hábito de la prostitución. Además del registro y los exámenes sanitarios a las prostitutas, una circular de la policía hacía obligatorio llevar un detallado registro de los clientes: fecha, hora de llegada y de salida, características, aparencia e indumentaria, nombre de la mujer contratada, tarifa pagada, dirección, profesión, nombre y edad. El análisis de las fichas de tres años -1916, 1917 y 1929- muestra que el 80% de los clientes eran japoneses y eran responsables del 90% de los montos pagados. Para esa época, los japoneses representaban apenas el 25% de la población de las ciudades cuyos registros se analizaron. El posterior incremento en la clientela local sugiere “que la sociedad coreana fue progresivamente permeada por la cultura de la prostitución” [21].

El legado japonés en términos de clientela de la prostitución en el Asia también parece haberse dado por el lado de los empresarios del sexo. Se ha identificado  un patrón común en los sitios a los que llegaron los militares nipones y es el de los empresarios privados del sexo que les seguían. “Después de un breve período bajo control del ejército, los civiles empezaron a participal en el sistema de burdeles de forma masiva. Son comunes las referencias a las “personas que fueron a la China a montar burdeles militares” … Estos civiles parecen haber participado desde sus inicios en el sistema de burdeles del sudeste asiático y en las islas del mar del sur. Los civiles hacían solicitudes al ejército para administrar burdeles militares y, en tales casos, los militares suministraban los edificios y asistencia” [22]. Una colaboración muy apreciada era en el reclutamiento de mujeres. En épocas difíciles los militares retomaban el manejo de todas las cadenas del negocio. “El control de muchos burdeles había pasado a manos civiles a principios de los cuarenta; sin embargo, en cuanto los civiles empezaron a tener dificultades en materia de suminsitros y recursos humanos, los militares reestablecieron el control directo sobre los burdeles en Indonesia a final de 1943 y en Okinawa en 1944. Esto se tradujo en mayor coerción en el proceso de movilización, y más mujeres tomadas tanto de las áreas de ocupación como de Corea. Por esta época, mujeres holandesas fueron llevadas a Indochina” [23].

Una tradición milenaria

El ejército japonés moderno tampoco inventó nada nuevo para la región. La prostitución militar tiene una tradición milenaria en el Asia. En la China, se atribuye a dos mujeres de la era mítica de los Tres Emperadores el inicio del comercio sexual hace unos nueve mil años. Los primeros reportes históricos de burdeles datan de la dinastía Chou, en el siglo VII antes de nuestra era. El emperador Kwan Chung estableció que sólo en ciertas partes de la ciudad, denominadas lu, podían residir las prostitutas [24]. Durante el período primavera/otoño Goujian, Rey de Yue, usó prostitutas para mantener el ánimo de sus soldados. No se trataba de profesionales del sexo sino de mujeres capturadas para servir al ejército. Por la misma época, el conocido estadista y filósofo Guan Zhong estableció el primer burdel oficial del mundo, como una medida para aumentar los recursos estatales. Durante la dinastía Han, en el siglo III a.c., los oficiales mantenían prostitutas escondidas en el convoy de suministros y logística. En los siglos X y XI, bajo la dinastía Song, había burdeles alrededor de los campamentos militares. El general Han Shizhong (1089-1151) tuvo cuatro esposas, todas conocidas en burdeles militares. En la poesía Song de la época, dar una prostituta como regalo se consideraba un gesto honorable entre los políticos. No fue sino hasta la dinastía Ching (1644 a 1912) que las normas sobre visitas de los oficiales a los burdeles se hicieron más estrictas y la prostitución militar empezó a desaparecer en la China [25].

La prostitución institucionalizada y mantenida por el estado alcanzó su mayor auge en las dinastías Tang (618 a 905) y Sung (960 a 1279). En la antigua China, puesto que las mujeres no tenían oportunidad de educarse y el contacto formal entre hombres y mujeres era mirado con recelo, las cortesanas entretenían a los notables. Cualquier oficial, escritor, artista o negociante prominente dejaba a su esposa en el hogar cuando viajaba y se hacía acompañar por mujeres entrenadas para divertirlo y satisfacerlo [26]. Las cortesanas tenían habilidades musicales y literarias. Algunas de ellas, como la poetisa Su Xiaoxiao, que vivió durante la dinastía Qi (479-502), fueron muy influyentes. Varias generaciones de artistas y escritores se inspiraron en ella y en su obra. Su tumba fue destruída durante la Revolución Cultural pero reconstruída en el 2004. El pabellón está decorado con poemas escritos por famosos calígrafos y en la actualidad es una atracción turística [27].

Desde la dinastía Sung hasta la Ming (1368-1644) coexistieron en la China la prostitución oficial con la privada. La primera no se limitaba a cobrar impuestos y regular el día a día de la actividad. Tenía rasgos de un sistema de seguridad social. Por una parte, en los burdeles se recibía a numerosas mujeres ciegas de las que nadie quería hacerse cargo. Por otra parte, en el mismo juzgado en el que consignaban sus aportes periódicos, se les abría una cuenta a la que se cargaban los gastos de las prostitutas cuando envejecían [28]. A principios del siglo XVII los emperadores Shun-chih y Kang-hsi abolieron progresivamente el patrocinio oficial de la prostitución. Así para la mayor parte de la dinastía Ching la prostitución fue un asunto privado. Durante el período de la República (1912 a 1949) algunas prostitutas estaban registradas pero otras ejercían de manera clandestina [29]. Desde la llegada de los comunistas al poder se ha tratado de erradicar el comercio sexual con una fuerte represión, cuyo éxito  ha sido limitado.

Cómo decir prostituta en chino

Un síntoma de la extensión de la prostitución en la China y la tolerancia con dicha actividad a lo largo de la historia es la abundancia de términos para referirse a la misma. La antropóloga y especialista en lenguas chinas Pascale Coulette, a partir de una extensa revisión de escritos históricos, literarios, poesía, textos legales, comunicados oficiales y reportes de prensa ha identificado cerca de 700 ideogramas relacionados con el comercio sexual en dicho país desde la antigüedad. Este minucioso trabajo le ha permitido, además, hacer inferencias sobre la importancia y la aceptación de la prostitución en distintas épocas.

La noción de prostitución femenina en la China ha girado en torno al carácter ji, que antiguamente tuvo sentido de mujer de baja condición, de mujer bonita y posteriormente de música. Se convirtió luego en un genérico para designar a las artistas que practicaban el canto, la declamación, la música o la danza. Por mucho tiempo fue imposible diferenciar si ji se refería a una cantante/bailarina o a una prostituta. Sólo a partir del siglo XIX se limitó a la mujer que comercia con su cuerpo. Para la prostitución masculina el carácter más usual ha sido chang, que también se asocia con los actores, una profesión que en la China antigua estuvo muy ligada al comercio sexual.

El número y la precisión de los términos utilizados para la prostitución reflejan un fenómeno no sólo extendido sino en extremo especializado. Por cerca de dos milenios, hasta finales del siglo XVIII, se distinguían varios tipos de prostitutas dependiendo de la categoría de los clientes, del emperador al ciudadano común pasando por los militares y los funcionarios. Las primeras menciones escritas hacen referencia a las mujeres que servían exclusivamente a la élite de los nobles. Se denominan prostitutas familiares o prostitutas personales y en ocasiones se confunden con términos como siguiente concubina, pequeña concubina, prostituta vocal, prostituta cantante, concubina bailarina, música o cantante bailarina.  El origen de esta mezcla entre prostitución, concubinato y diversas artes musicales se atribuye a la tropa con cerca de 30 mil artistas que, se dice, mantuvo el rey Jie, último soberano de la dinastía Xia quince siglos antes de nuestra era [30]. Esta práctica, reservada inicialmente a los príncipes, pasó más tarde a los nobles y luego se difundió entre funcionarios y mercaderes ricos. A principios del siglo VIII se reglamentó el número de prostitutas personales que un funcionario, según su grado administrativo, podía mantener. Las prostitutas de palacio eran las personales del emperador. Recibían una formación artísitica muy completa en el jiaofang, una especie de conservatorio que reclutaba y entrenaba a las jóvenes encargadas de divertir a la corte.

Las guangji, prostitutas del gobierno, de estado, o prefectorales, eran aquellas cuyos clientes ejercían cargos públicos locales. Se encontraban en todas las provincias importantes y en las prefecturas, y se cree que de allí surgieron los primeros burdeles comerciales, en el siglo VI a.c., cuando el ministro y filósofo Guan Zhong estableció barrios de mujeres para aumentar los impuestos locales y calmar las tensiones sociales. Se anticipaba así en cerca de un mileno a Solón, el promotor del primer burdel occidental en Atenas, y se consagraba como el gran patrón del oficio en la China, muy venerado por las prostitutas.

Las yingji, prostitutas de cuartel o de regimiento, y las junji, prostitutas del ejército, eran aquellas cantantes o bailarinas cuya tarea era divertir a las tropas, en particular las localizadas en las fronteras. Esta variante del comercio carnal se desarrolló e institucionalizó bajo el emperador Wu (140-87 a.c.) de la dinastía Han quien, preocupado por la moral y efectividad de sus tropas reclutó, en la jerga moderna, mujeres consoladoras. Durante la dinastía Tang (618-907) ya había confusión entre yingji y guangji, puesto que ambos regímenes eran manejados oficialmente.

Dentro de esta tipología basada en la clientela, las últimas en aparecer son la shiji, o prostitutas comerciales o del mercado. Eran las que ejercían en casas especiales localizadas en ciertos barrios reservados y que atendían a la población masculina en general. Se les conocía también como siji, o prostitutas privadas, puesto que se trataba de una actividad organizada por particulares y no por el gobierno. Este tipo de prostitución apareció en la época de las Seis Dinastías (220-589) cuando los cambios económicos y sociales transformaron las ciudades. Bajo la dinastía Song (960-1279) las shiji pasaron a ser las más numerosas entre las prostitutas.

El estatus, público de las guangji o privado de las shiji, marcaba diferencias más allá del tipo de clientela que atendían. Las primeras eran esclavas, mujeres legalmente privadas de su libertad, bien por ser prisioneras de guerra bien por ser esposas o hijas de criminales, castigadas por la responsabilidad colectiva de las familias. Las privadas o comerciales provenían en su mayoría de familias pobres que por razones financieras vendían a sus hijas o esposas. Mientras el primer tipo de prostitución fue el predominante, y muy floreciente, hasta la dinastía Tang, la privada se volvió importante a partir de los Ming (1368-1644) y, con la eliminación de la prostitución pública con los Qing (1644-1912), quedó como forma exclusiva del comercio sexual.

Fuera de la clasificación por el tipo de clientela, aquella basada en la especialidad del servicio que se prestaba es aún más reveladora de la generalización del comercio carnal en la China imperial. Se distinguía, por ejemplo, a la prostituta que cantaba y recitaba de la que bailaba, e incluso de la especializada en cierto tipo de danza. Existía la prostituta de bebida, o alcohol, que servía en los banquetes y la música, que podía ser especializada por instrumentos como la chuidjiprostituta flautista, o la pipaji, guitarrista. También había palabras basadas en el lugar de origen. Una de las más reputadas, la Wuji, o prostituta de la región de Wu fue tan importante que dejó todo un género literario de novelas que se desarrollaban en el ámbito del comercio carnal en esa zona y en las que se usaba ese dialecto, y no el mandarín, para los diálogos entre cortesanas.

Todas las denominaciones tienen la misma estructura: un primer carácter que precede y califica el ji. En una recopilación de poemas hecha en el siglo XVII se pueden identificar cuarenta prefijos que, fuera de los ya referidos, hacen referencia al estatus social, a la apariencia física, a las aptitudes personales o al temperamento de las prostitutas. La denominación para los burdeles surge de la combinación de ji con términos como albergue, patio, casa, pabellón, cabaña o palacio. Para los clientes, las expresiones más corrientes se basan en la relación que tenían con las prostitutas. Se menciona así a quien tiene intimidad o pasa la noche con una prostituta. Un término más específico para el cliente, piao, tiene una connotación de frivolidad. Para quienes administran los burdeles hay denominaciones de parentezco con las prostitutas: madre, mamá, madrina, padrino. Estos usos se derivan del hecho que en la China antigua se trataba de una actividad que se heredaba. Cuando la prostituta había sido vendida por su familia, los compradores se convertían en su nueva parentela [31].

En forma paralela a los innumerables términos utilizados para precisar el ji, son abundantes en la poesía, las novelas, el teatro y los relatos de viaje, las metáforas literarias para el sexo venal. Gran parte de estas alegorías se refieren a la gracia y a la belleza con un verdadero ramillete de expresiones construídas a partir del término hua,  flor. La prostituta es niña de flores, dama flor, o flor que flota y pístilo que vaga.  Las más bellas son reina de las flores, jefe de las flores o flor ilustre. La prostitución es tanto mundo, como reino, como montaña de flores. Hay expresiones que evocan el oriol, el pájaro de la alegría y de la música por la belleza de su canto. Así la prostituta era yingyangoriol golondrina. También hay expresiones que evocan el viento, la luna, el polvo, el humo o los sauces. Otras se refieren a las divinas, las inmortales o a la madre reina. Estos términos se combinan de múltiples maneras: pereza de golondrina y languidez de oriol, aviso de luna y humo, niña del viento y del polvo, reina de las flores y la luna. El burdel es el pabellón de flores y polvo, o el mercado del humo y las flores [32].

Algunos términos matizan este escenario tan florido. En ocasiones se utilizaba el término macaco, por la analogía del comportamiento de la prostituta con el de este animal ante el tigre, al que seduce antes de aniquilarlo. También por esta época aparece el término biaozi, mujer pública, de mala vida, con una connotación negativa, equivalente a la de puta. El carácter biao es un antónimo de li, interior, y se emplea para señalar que la prostituta es una mujer del exterior, contrariamente a la esposa, que es del interior. Este término sería equivalente al de mujer pública en español, y corresponde a la etimología de prostituir, que proviene del término latin prostituère, “exponer en público” [33].

También se encuentra la figura de la prostituta, desde la perspectiva del proxeneta, como un árbol de monedas: una fuente inagotable de recursos que basta sacudir para que caiga dinero. Desde la otra orilla, puede se la persona en un mar de amargura [34]

El vocabulario utilizado para referirse al comercio carnal refleja cierto grado de integración social de la prostituta y el reconocimiento de su actividad como algo normal. Tanto la etimología del elemento de base, ji, que tiene una connotación de belleza y talento artístico, como la alusión a los elementos de la naturaleza y en particular a las flores, muestran no sólo reconocimiento sino algo de idealización de la actividad. Esta aceptación, sin embargo, debe ponerse en contexto. La sociedad China tradicional reconocía cuatro tipos de buena gente –los letrados, los campesinos, los artesanos y los comerciantes- al lado de la pueblo vil, como los esclavos domésticos, los actores, los funcionarios excluídos y algunos grupos étnicos o sociales. Las prostitutas eran parte del pueblo vil. El carácter liang, que significa bueno, honorable, es opuesto a los utilizados para prostitución. De hecho son usuales en los textos legales giros como “obligar una persona honorable a prostituirse”. Cuando una prostituta dejaba el oficio para casarse se decía que “seguía al honorable”.

Las metáforas de flores y pájaros que se encuentran sobre todo en los escritos de funcionarios, letrados y poetas hacen referencia a las cortesanas, la élite de las prostitutas que ellos frecuentaban. Esta idealización es, según Pascale Coulette, la que en buena parte han transmitido algunos historiadores occidentales sobre el comercio sexual en la China imperial.

El final de la guerra del opio (1839-1842) marca un quiebre en la historia china. Se inicia una apertura hacia occidente. El comercio sexual cambia, y así lo hace la terminología para describirlo. Se desarrollan mercados locales diferenciados y, paralelamente, aparecen términos específicos por regiones. A principios del siglo XX en Pekin, por ejemplo, para referirse al burdel se habla de la pequeña tropa, o la pequeña tropa del canto puro o la casa de té o, en lo más bajo de la escala del oficio, la de las prostitutas de mayor edad, se dice la casa de la mamá vieja o el horno. Esta jerarquización en el lenguaje es un reflejo de la que se establece con fines de regulación, zonificación y cobro de impuestos. En Shangai, ciudad internacional y moderna, también se consolida una diferenciación por rangos en el oficio. En el tope de la escala, el de las cortesanas, se habla de la estancia literaria, un encuentro que tiene lugar en los apartamentos de las prostitutas de lujo que se conocen como maestras. La categoría siguiente es la de las doble tres, una ficha del dominó, que alude al sistema de cobro: tres yuan por la simple compañía y tres por pasar la noche.  Más abajo están las uno y dos, seguidas de las casetas de carne salada. Los establecimientos en los que se combina el sexo con el opio se conocen como las salas de flores y humo [35].  El punto inferior del mercado se encuentra en las cabañas de clavos, que se refieren tanto al tipo de construcción en el que se ofrecen los servicios como a la duración de los mismos, tan rápidos como poner un clavo.

Por esta época surgen términos que reflejan innovaciones en el comercio sexual. La denominada habitación privada es la prostituta que alquila por su cuenta un local para atender sus clientes. Las gallinas salvajes o faisanes son las prostitutas callejeras, y el término es el mismo que se utiliza para todos los comerciantes o vendedores informales, los cuenta propia. Se hacen obvios en el lenguaje los cambios en la legislación. En las ciudades en las que, como Pekin, se busca reglamentar el sexo venal, el antiguo término gonji que hacía referencia a las prostitutas públicas, del gobierno, se convierte en reglamentarias o legales. Las antiguas privadas, siji, son ahora clandestinas o ilegales. También es palpable un cambio en la actitud hacia la prostitución y en el reconocimiento de un segmento menos florido e idealizado que el de las cortesanas evocadas por los poetas, que como mingjiprostitutas ilustres, se distinguen ahora de las, jinu, jóvenes prostitutas.  Es en este período que el término ji pierde del todo su acepción de cantante o bailarina para hacer referencia sólo a la venta de servicios sexuales.

La primera mitad del siglo XX es una época convulsionada por los frecuentes levantamientos y por el creciente control del país por los comunistas. El nuevo orden social que se busca instaurar se considera incompatible con el comercio carnal, que se restringe paulatinamente. El lenguaje se va simplificando y la variedad que lo caracterizaba se pierde. Desaparecen las alegorías y los términos son más directos y escuetos. Se funden la prostituta, ji, con el prostituto, chang en un solo término, changji que designa de manera simple y eficiente la prostitución. Esas palabras son las que se utilizarán en los textos legales para prohibir o abolir la prostitución, o para cerrar los burdeles. Las pocas metáforas que persisten tienen una clara connotación negativa y una indudable influencia cristiana. La prostitución es ahora un pozo de fuego  en el cual se cae  porque se es empujado y del cual no se sale sin un esfuerzo por salvarse. Las prostitutas se convierten en mujeres caídas. Se acuña el término vender lujuria que será adoptado masivamente décadas después.

Es bajo la influencia de las ideas de Marx, Engels y Augusto Bebel que se empieza a ver la prostitución no como un asunto de personas individuales sino como un fenómeno social. Es la otra cara de la moneda del matrimonio burgués.  “Si el matrimonio representa uno de los lados de la vida sexual del mundo burgués, la prostitución es el otro … La prostitución debe verse como una institución necesaria como la policía, el ejército permanente, la Iglesia y el patronato” [36]. Al problematizarla como un fenómeno social, no como un asunto individual, se introduce la idea de victimización  de la prostituta y, simultáneamente se condena la actividad. Se abandona la visión idealizada de los letrados imperiales y se considera que la modernización del país pasa por la eliminación del comercio carnal. Dos años antes de fundar el partido, los comunistas predican con firmeza la abolición de la prostitución. Se considera que cualquier esfuerzo por reglamentarla no es más que un paliativo. Se deben cambiar radicalmente las estructuras sociales que obligan a las mujeres a vender su cuerpo. Puesto que la prostitución es el producto inevitable de la propiedad privada de la tierra y de la economía capitalista, cualquier esfuerzo por eliminarla será infructuoso si previamente no se modifican a fondo las estructuras existentes. La prostitución desaparecerá de manera natural bajo un nuevo orden social.

Con la llegada de los comunistas al poder se sofisticaron los disfraces semánticos para erradicar ese flagelo feudal. La abolición de la prostitución y la reforma, la salvación, de las prostitutas es parte fundamental del programa de liberación de la mujer. Para finales de los años cincuenta, con el comercio sexual legalmente abolido y con las prostitutas salvadas de su infierno se concluyó que el fenómeno ya no existía, no era de actualidad, a nadie interesaba y no había necesidad de nombrarlo. Las situaciones reales que contrariaban esa visión se escondían o empacaban con expresiones como zapato roto –en lugar de mujer caída- o desorden entre géneros, o modo de vida decadente. Aparece también, el término nueva mujer para referirse a las antiguas prostitutas. Las únicas que quedan son unas pocas clandestinas.

Con las reformas económicas de Deng Xiaoping y la apertura hacia el exterior el tema del comercio sexual vuelve a ser relevante. En materia de lenguaje se hacía claro el dilema entre el objetivo comunista de erradicar la prostitución y la realidad de un resurgimiento de la actividad ante el cual era necesario responder con instrumentos legales. El término impreciso de venta de lujuria ganó inusitada importancia en los documentos oficiales que se hicieron rebuscados al extremo. La prostituta es ahora una mujer que tiene actividad de lujuria, el cliente se vuelve la persona que frecuenta y pasa la noche con mujeres que venden lujuria y el dueño del burdel es quien obtiene beneficios del albergue de mujeres que venden lujuria. La prostitución como actividad que involucra a mujeres y clientes se transforma en venta de lujuria, tener relaciones sexuales ilícitas y pasar la noche precisándose a veces que es con una prostituta clandestina [37].

La terminología basada en el tradicional registro ji, se retoma pero para referirse exclusivamente a la prostitución antigua, bajo el Imperio, o a la que ocurre en el extranjero. Las únicas ji existentes en territorio Chino son extranjeras, principalmente vietnamitas y rusas.

En la década del noventa, y a pesar de todos los esfuerzos oficiales por maquillar la realidad a través de la restricción del lenguaje, con el significativo incremento y la renovación del comercio sexual se ha dado una verdadera avalancha de neologismos y vocablos populares para referirse al floreciente mercado del sexo. Oficialmente, y sobre todo con la adopción del nuevo régimen penal en 1997, el vocabulario se ha hecho más detallado, realista y pragmático. Para eliminar los sesgos de género en la denominación, y aceptar la realidad de la prostitución masculina, se habla ahora de la persona que vende lujuria. La clientela, que también puede ser femenina, está constituída por quienes frecuentan personas que venden lujuria. La mujer no se menciona ahora de manera específica ni para la venta ni para la compra de lujuria. El proxenetismo, vender la lujuria de otros, o sacar provecho de la venta de lujuria, ha ganado importancia y precisión en los textos legales.  Se tipifican seis tipos de acciones diferentes alrededor de la venta de lujuria: obligar, atraer, albergar, presentar, organizar o servir de auxiliar.

Las expresiones en los medios de comunicación, con frecuencia adoptadas de la jerga de los policías, son más variadas y descriptivas. Reflejan con mayor agilidad los incesantes cambios en el mercado del sexo chino en los últimos años. Han aparecido, por ejemplo, las señoritas ding dong,  que son las que siguen a los huéspedes de los hoteles a sus habitaciones; las señoritas que se paran en las puntas de los pies en la calle, o la señoritas de caseta de obra que atienden trabajadores inmigrantes. También se distinguen, con el tradicional término ji,  las prostitutas de lujo, de las profesionales, las ocasionales y las disfrazadas.

Una categoría que refleja bien la borrosa línea que separa la prostitución del concubinato es la del acompañamiento y el alquiler temporal de mujer. Hay una serie de términos construídos a partir del verbo bao, alquilar, que hacen referencia a cualquier servicio que se contrata por determinado tiempo. Existe la mujer alquilada o la alquilada por larga duración o aquella que alquila su cuerpo. El lapso de este arreglo es muy variable y va desde la hora o la jornada hasta un período considerable, pasando por la semana o el mes. Se establece así una relación que no es tan fugaz, ni anónima, como el rato que se pasa con una prostituta.

Varios términos dependen no tanto de la duración como de la naturaleza del servicio que se presta y son derivaciones del verbo pei, acompañar. Son los que se utilizan para describir a las mujeres que atienden en los karaokes, los salones de baile y los restaurantes. El servicio básico es el de sentarse a la mesa y se limita a acompañar al cliente en el local. Pero es posible salir de la mesa, o salir a la calle. Tanto dentro como fuera del local, el acompañamiento puede darse para una amplia gama de actividades: cantar, tocar un instrumento, comer, ir de viaje, visitar, beber, sentarse, charlar, pasar la noche, bailar, descansar, ir a cine, nadar, caminar, pasear … La especialización puede refinarse. Entre las acompañantes al cine, por ejemplo, se debe distinguir quienes sólo se ofrecen para ver la película de quienes permiten caricias, y entre estas últimas las del área de arriba de las del área de abajo. Las que acompañan a nadar a la piscina pública no necesariamente coinciden con las que van a la playa. En el ámbito acuático una especialidad reciente es la de acompañante de ducha.

Hay expresiones más globales y genéricas que esta detallada clasificación por actividad. Hay por un lado tres grandes categorías entre las acompañantes: las inductoras –al consumo de alcohol-  las taxi girls que pueden salir con el cliente y las que lo acompañan dentro del local a cantar o bailar.  Un término también genérico para el servicio de escort es el de tres acompañamientos –beber, cantar y bailar, o sentarse, beber y cantar-  dentro del local y que no incluye sexo. Cuando se incluye, se habla de cuatro acompañamientos.

En el vocabulario popular se han elaborado toda una serie de vocablos a partir de dos raíces básicas: la gallina, o sea la prostituta, y el comercio que designa la actividad en su conjunto. Así, se habla de la comerciante o la mujer de negocios, la pollita o la gallina vieja en función no sólo de la edad sino, sobre todo,  de su experiencia. En el mercado de gallinas, se distingue la gallina local de la del otro lado del río. El cliente es quien llama las gallinas y el proxeneta es la cabeza o jefe de gallinas. El gallinero ambulante es una especie de taxi burdel.

El término gallina parece tener origen en los reportes que a finales de los años setenta hicieron los miembros de un grupo opositor al régimen comunista, los China watchers, afincados en Honk Kong, en los que empezaron a hablar de gallinas al borde del camino para referirse a las primeras manifestaciones del resurgimiento de prostitución en la provincia de Canton, al sur del país. El vocablo utilizado para gallina suena como el ji de la antigua acepción prostituta/cantante. En otras regiones se habla de la carpa, la gata que el cliente atrapa o una gamba, un arroz amarillo o tofu (leche de soya) que el cliente come. En otros lugares el cliente es un puerco que ella corta.

También se han consolidado eufemismos para referirse al comercio sexual, ligados a su nuevo contexto. Es común en el argot de los hoteles el recurso a los términos de ropa de cama o mobiliario para ofrecer servicios sexuales. Según las regiones, la prostituta puede ser una cobija,  un colchón, una cama adicional, un tapete de lana o un cojín que discretamente se ofrece a ciertos clientes. Se menciona también el servicio completo o los servicios adicionales.

Algunas expresiones actuales asocian la prostitución a la prosperidad económica. Se habla, por ejemplo, de la próspera abundancia de las prostitutas; se dice que sin prostitutas no hay expansión, o que un instante de amor vale mil onzas de oro y se recomienda reírse de los pobres mas no de las prostitutas.

La variedad de los términos utilizados para decir prostituta en chino desde la época imperial hasta hoy ilustran la complejidad del fenómeno. El recorrido por los términos muestra una visión cambiante hacia el comercio sexual. Aceptada, incluso idealizada por siglos, progresivamente rechazada, casi anulada en la época maoista y renovada en la actualidad. Al igual que en occidente, la palabra prostitución no siempre ha implicado el pago de un estipendio monetario: el zapato roto, la mercancía perdida han servido para calificar relaciones sexuales sin contraprestación monetaria. Simplemente se refieren al sexo por fuera de las normas establecidas.  

La variedad de términos alrededor  de las actividades de alquiler y acompañamiento muestra también la difícil delimitación de la frontera entre el sexo venal y las relaciones de pareja. A diferencia de la China antigua, cuando las prostitutas/cortesanas se diferenciaban claramente de las esposas secundarias y las concubinas, en la actualidad parece claro que el concubinato se considera una forma de prostitución. Tomar una concubina era una especie de matrimonio tolerado, mientras que hoy alquilar una segunda esposa está prohibido.

Chinos viejos, viejos verdes

En Septiembre del 2007 Duan Yihe, un parlamentario chino de 61 años, recibió la pena capital por haber mandado matar a su amante Liu Haiping. Con la ayuda de un sobrino, un policía de Jinan, a principios de Julio había hecho explotar el vehículo donde viajaba la mujer, 30 años menor que él. La había conocido cuando ella era aún una adolescente y trabajaba como mesera en una casa oficial de huéspedes en dónde Duan, funcionario local ascendido a la jefatura regional del partido, se estaba alojando. Tras seis años de flirteo, un matrimonio y divorcio de ella, en el año 2000 la había convertido en su concubina. También había conseguido, para ella y sus dos hermanas, puestos en la burocracia. Con el tiempo las demandas de Liu, económicas y de estatus marital, fueron aumentando. Al parecer, ella tenía evidencia que lo vinculaba a negocios turbios y lo chantajeaba.  En la condena se señala que Duan había  aceptado sobornos por cerca de medio millon de dólares y que no tenía cómo explicar unos activos muy por encima de sus ingresos oficiales [38].

Unos años antes, Lin Longfei, secretario del Partido en la provincia de Fujian, también fue condenado a muerte por cargos de corrupción tras conocerse no sólo que había invitado, con fondos públicos, a sus 22 concubinas a un banquete sino que había anunciado que se este evento se repetiría, y que cada año otorgaría un premio especial a la que mejor lo atendiera [39].

En otro juicio por corrupción, en el año 2000, se encontró que Xu Qiyao, jefe de la oficina de construcciones de la provincia de Jiangsu había tenido relaciones con más de 100 mujeres, incluyendo una madre y su hija [40]. A la madre, una enfermera, la había conocido cuando se encontraba hospitalizado. Como concubina, le solicitó un empleo para su hija, quien también terminó siendo amante de Xu. Él decía a sus amigos que había “matado dos pájaros de un tiro”.

Tras otro sonado proceso por mezcla de faltas con faldas, a los altos burócratas de Shangai les tocó ver las confesiones grabadas de once de sus camaradas en una investigación por un faltante de cerca de U$ 500 millones a la cual se aportaron videos de jornadas sexuales entre los acusados y jóvenes modelos, filmadas de manera  clandestina en una de las casas de huéspedes construídas por el lider Mao Tse-tung [41].

En los últimos años, se multiplicaron de tal manera las rencillas entre los jerarcas chinos y sus concubinas, adobadas con los favores o el desvío de fondos públicos necesarios para mantenerlas, que tal tipo de affaires han quedado sujetos a severas regulaciones. A partir de Junio de 2007, el oficial del Partido que mantenga una concubina puede ser destituído [42]

Tan extendida está la práctica de las concubinas entre los funcionarios, y tan mezclada con manejos irregulares de puestos y fondos, que en el 90 por ciento de los juicios por corrupción en los últimos años han aparecido relaciones extra-maritales en los expedientes. Un informe del fiscal señalaba que de 16 oficiales de nivel provincial condenados en el último quinquenio, la mayor parte “intercambiaba sexo por poder, mezclado con juego, lavado de dinero y negocios turbios con los constructores” [43]. De acuerdo con el 80% de las 92 mil personas que respondieron una encuesta realizada en línea, “los asuntos extramaritales de los funcionarios son un problema moral ligado a la corrupción” [44].

Los escándalos con concubinas oficiales fueron objeto de un ranking en un medio local [45] que el corresponsal del Telegraph de Londres en Peking tradujo y publicó en su blog. Como en botica, hay para todos los gustos. Un director de transporte de Nanjing, sesentón, mantenía trece concubinas para demostrar que su virilidad seguía intacta. Se jactaba ante sus amigotes, y se burlaba de los que tenían menos. Un exjefe de propaganda de Congching mantenía a su nombre una habitación en el hotel Hilton para pasar la noche con distintas mujeres a las que imponía tres requisitos: grado universitario, bonita y soltera. Un director de la oficina de la industria textil en Hainan llevaba 95 diarios con relatos de sus experiencias sexuales y muestras de cabello de 236 mujeres. El segundo alcalde de una ciudad en Sichuan mantenía una concubina, con escasos 16 años, a la que haciéndose pasar por un ejecutivo de Singapur, le había comprado casa y carro. El secretario del comité del partido en Anhui recibía enormes mordidas que le permitían sostener siete concubinas que, de todas maneras, se peleaban incesantemente. De manera ejecutiva, nombró a una de ellas administradora de las otras seis. Logró paz en sus hogares por varios años hasta que una nueva conquista se rebeló contra el esquema de manejo y además lo denunció ante sus camaradas. Al director de la cooperativa de crédito en Shenzhen se le acusó de haber desviado cerca de U$ 25 millones, cifra acorde con los gastos necesarios para el sustento de sus cinco mujeres. Con la segunda, con quien tuvo una hija, gastó cerca de U$ 3 millones. La quinta, que había sido antes la amante de un empresario Taiwanés, le costaba cerca de U$ 75 mil mensuales. El secretario del Partido en Tianmen no sólo mantenía concubinas sino que era aficionado a las prostitutas. A dónde iba de viaje le pedía a los de su séquito que le “trajeran las buenas de la calle”. Entre 1989 y el 2001 se le contabilizaron relaciones con más de 100 mujeres. Un inspector urbanístico en Hainan tenía seis concubinas, además de su esposa. Con todas tenía hijos y para cada rama de la familia había mandado construir una casa. Luego de su arresto, ninguna de ellas podía creer que no era la única. El jefe de la administración de comunicaciones especiales en Hunan no tenía mayores dificultades financieras con sus varias mujeres, pero una era muy celosa, y sexualmente exigente: mínimo tres encuentros semanales. Cansado de los reclamos y las escenas contrató unos matones para asustarla, y el asunto terminó en los tribunales [46].

Un antecesor de estos viejos verdes chinos fue el camarada Mao Tse-tung, quien hasta sus últimos años mantuvo casi intacto un apetito sexual insaciable que pudo satisfacer sin reparos con un flujo continuo y renovado de jóvenes. Tal es el escenario que, en la biografía del líder, describe el doctor Li Zhisui, médico personal de Mao por más de dos décadas [47].  Como parte de su círculo más íntimo, Li no sólo observó. Muchas de las jóvenes siempre disponibles para el llamado del líder, estaban tan orgullosas que de manera desinhibida le contaron sus experiencias. Ser amante de Mao era, para las escogidas, “un honor incomparable, más allá de sus sueños más extravagantes. Muchas mujeres rechazaban sus avances, pero se trataba por lo general de las más maduras y educadas. Muchas de sus enfermeras, por ejemplo, pensaban que involucrarse personalmente con el Líder era contrario a su ética profesional. Las que aceptaban lo hacían deslumbradas por tal oportunidad. Cualquiera que trabajara para Mao era cuidadosamente seleccionado, y las mujeres jóvenes no eran la excepción. La selección garantizaba que las jóvenes tendrían un temor reverencial, admiración y asombro. Todas eran hijas de campesinos empobrecidos, de familias que le debían la vida al Partido Comunista y para quienes Mao era un mesías y salvador … La mayoría eran inocentes niñas cuando lo conocieron” [48].

Una de sus conquistas, Liu, era una huérfana que mendigaba en la calle a los ocho años, cuando la salvó el Partido. Otra, también huérfana de una pareja de mártires de la revolución, nunca terminó escuela primaria sino que fue entrenada por el Partido para ser bailarina del grupo cultural de los ferrocarriles. “Nunca quisieron a Mao en el sentido convencional. Lo amaban como su gran lider, su maestro y salvador y sabían que su relación era temporal. Todas eras muy jóvenes cuando empezaron a servir a Mao  -alrededor de los veinte años- y por lo general solteras. Cuando Mao se cansaba de ellas y se acababa el honor, se casaban con jovenes de origen campesino y escasa educación” [49].

Aún cuando ya rondaba los setenta años, al líder le gustaban las sesiones en las que varias jóvenes compartían su cama. Ellas mismas le presentaban nuevas socias para las orgías. Antes de iniciarse les pedía leer un manual, el Clásico de las Maneras Secretas de la Niña Simple. Una de ellas lo contactó con varias familiares. Con otra de sus amantes, Mao no tuvo reparo en hacer trío, y por tres días, con la hermana, que era casada. Mientras duraba la relación Mao exigía fidelidad y las jóvenes debían solicitarle permiso para casarse, algo que sólo obtenían cuando él había perdido interés.

Los escenarios para los encuentros no eran modestos. En su residencia tenía una piscina cuierta, un lujo para la China de los años cincuenta. El Salón 118, en la Gran Residencia del Pueblo era, según el doctor Li “la suite más opulenta que yo haya visto, con unos muebles y candeleros superiores a los de los palacios del Kremlin … (En Shangai) en el elegante hotel Jinjiang, en el corazón del antiguo barriio francés, Mao siempre ocupaba uno de los pisos altos. El hotel entero quedaba para uso exclusivo con  su grupo de sus jóvenes” [50]. El líder revolucionario  tenía conductas y actitudes que recuerdan a los antiguos señores de la China imperial. Causaba desconcierto el desprecio por sus amantes. Cuando el doctor Li le sugirió que tratara de curarse una infección venérea que, sin afectarlo, contagiaba a sus parejas, o que al menos mejorara sus hábitos de aseo, Mao consideró que “si a mí no me hace daño entonces no importa … Yo me baño dentro del cuerpo de mis mujeres” [51].

El perfil propuesto por su médico no hace referencia a la juventud de Mao, pues lo conoció cuando este tenía más de cincuenta años. En otra controvertida biografía del líder [52] se lo presenta como alguien particularmente egocéntrico, cuyas principales fortalezas eran el abierto desprecio por los demás, la falta de piedad, la capacidad de intriga y la habilidad para explotar a otros. En el punto que parece haber acuerdo, aún entre los críticos de este retrato, es en el descuido que mostró por sus esposas e hijos; y en la apreciación de lo que en privado le interesaba: la buena comida, la lectura y una oferta permanentemente renovada de mujeres jóvenes [53].

Otros autores han señalado que el líder, más que mujeriego, fue pragmático y ecléctico en asuntos de pareja.  Cuando los jóvenes comunistas se refugiaban en la montaña, en la pequeña ciudad de Yenan, provincia de Shensi, y por cada mujer había ocho o nueve hombres, se estableció el principio del sexo como un vaso de agua. La idea era que el matrimonio, y el amor, eran rezagos pequeño burgueses que nada tenían que ver con el materialismo. El sexo, por el contrario, si era una necesidad material, como la comida o la bebida. La exclusividad en las relaciones de pareja hubiera llevado a relaciones conflictivas entre los camaradas. Así, cada quien debía poder hacer el amor con quien quisiera, como quien se toma un vaso de agua para aplacar la sed. Al estallar la guerra contra los japoneses, Yenan se convirtió en la capital roja y en la meca de los estudiantes revolucionarios de Peking. Fueron llegando cultas y sofisticadas señoritas que aliviaron parcialmente la escasez de mujeres. Se abandonó el principio del vaso de agua y se reemplazó  por el arreglo de primero los jefes. Para los rebeldes, Yenan era el primer lugar estable y pacífico en cerca de una década. Con recursos y un flujo de glamorosas y educadas jóvenes, el mismo Mao empezó a flirtear abiertamente. Una de sus conquistas más llamativas fue Lily Wu, una actriz, casada, de 27 años que se volvió la estrella de la población. El contraste de su elegancia y voluptuosidad con la pinta militar de las comunistas no podía ser mayor. Mao empezó pronto una relación con ella. Incluso superó su torpeza y disgusto por el baile para asistir a las fiestas semanales en las que el flirteo era intenso. Las camaradas de la Gran Marcha, con Guiyuan, la tercera esposa de Mao, a la cabeza encontraron insoportable tanta frivolidad y se negaron a asistir a las sesiones de baile [54]. En 1937, cuando su esposa Guiyuan se fue para Rusia, Mao se fijó en una joven actriz llamada Jiang Qing que se convertiría en su cuarta esposa. Hija de la concubina del dueño alcohólico de una taberna había crecido en un hogar conflictivo, participando con frecuencia en las riñas entre sus padres. Sus compañeros la recuerdan como agresiva y había sido expulsada de la escuela por haberle pegado a un profesor. Se había escapado de la casa a los catorce para unirse a un grupo itinerante de ópera que se instaló en Shangai dónde ella se hizo conocida como actriz. Llegó a Yenan, Mao la vió en escena y al día siguiente ya iniciaban su romance. Empezaron a aparecer en público , lo que provocó cierto escándalo pues era considerada una mujer con un pasado turbio. Ya había vivido con cuatro hombres. Además, Guiyian era muy apreciada. Algunos de sus compañeros de la Gran Marcha le escribieron cartas al líder. “Esperamos que no se case con Jiang Qing. Guiyuan está delicada de salud, ustedes dos ya han tenido cinco o seis hijos y la reputación de Jiang Qing es bastante mala”. Para el Partido el asunto era aún más delicado. Jiang Qing había sido detenida por sospechas de ser comunista y había salido firmando una retractación, algo que el Partido consideraba una traición. Además, había acusaciones de haber sido compañera de cama de sus captores. Varias organizaciones mandaron sus quejas  formales a Yenan. El jefe nominal del Partido le escibió una carta a Mao manifestándole que Jiang Qing no era la persona adecuada para casarse con el líder. Al recibirla, Mao la rompió y anunció: “Mañana me caso. Todos los demás pueden ocuparse de sus propios asuntos”. A pesar de que había pruebas de su reprochable conducta en prisión los servicios de inteligencia suministraron luego un certificado oficial sobre “un pasado que no presenta problemas políticos”. Jiang Qin se convertiría en Madame Mao [55].

En la medida que los comunistas ganaron territorios, los líderes fueron ampliando el número de esposas que tenían: la de las montañas, la de la zona ocupada, la de la zona liberada. Los conceptos ordinarios de divorcio, matrimonio, bigamia o poligamia no los incomodaban. Cuando la nueva ley matrimonial fue aprobada, a principios de los años cincuenta, se establecía que quien se hubiese casado más de una vez antes de esa ley no era considerado bígamo [56].

Los cuadros del partido mantuvieron siempre intacta su inclinación por las aventuras extramaritales, y por la variedad.  Al llegar al poder pudieron darse gusto a sus anchas. Un caso ilustrativo ocurrió en 1952, en plena guerra de Corea. Chin Shan, un viejo comunista cercano a Mao encabezaba una misión oficial de apoyo a Kim Il Sung. En Pyongyang se acostó con varias de las jóvenes rusas de un grupo enviado para distraer a las tropas. A pesar de las advertencias de sus camaradas que se trataba de un error político serio, Shan fue aún mas lejos seduciendo a la secretaria personal de Kim Il Sung quien, enfurecido, protestó ante Peking. Sólo el rango del ofendido hizo inevitable el castigo. Otro caso polémico fue el de T’ao Chu, Ministro de Propaganda, quien según los pasquines de los Guardias Rojos mantenía relaciones simultáneas con varias actrices y era famoso por reclutar hermosas y jóvenes camaradas para su equipo de colaboradores. El director de la Comisión Nacional de Minorías, cincuentón, ocasionó un escándalo al seducir a la hija menor de un compañero de gabinete [57].

En abierto contraste con esta pragmática evolución del principio del vaso de agua para los líderes, por todos los medios se trató de regular la vida de pareja del nuevo ciudadano. La prostitución fue abolida en 1950. En 1953 se cerraron las salas de baile, y las bailarinas fueron enviadas a trabajar en las fábricas o el campo. Para los jóvenes estudiantes se hizo explícita la prohibición de enamorarse. No se permitiría el sentimentalismo pequeño burgués en una sociedad donde lo importante era la política. El toque femenino del atuendo y el maquillaje fueron proscritos. El lema de Mao, “los tiempos han cambiado, hombres y mujeres son lo mismo” alcanzó el paroxismo durante la revolución cultural (1966-76) cuando la idea de las Jóvenes de Acero –fuertes, robustas, musculosas, violentas- que hacían trabajos físicos pesados era promovida en la prensa, los discursos,  los panfletos y los afiches. “Todas vestíamos uniforme … Se consideraba muy glorioso vestir uniforme militar. Todas las jóvenes teníamos gorro, como los jóvenes, bajo el cual escondíamos el pelo, para parecernos a ellos. Nos remangábamos y nos sacábamos los cinturones, que eran nuestras armas. Cuando queríamos pegarle a alguien todo lo que debíamos hacer era quitarnos el cinturón” [58]. Esta masculinización del atuendo femenino, en principio promovida para prevenir que las mujeres fueran consideradas objetos sexuales, no impidió que continuaran los abusos de las jóvenes campesinas por los funcionarios locales o que las adolescentes urbanas fueran sexualmente explotadas por bandas juveniles.

El discurso utilizado por  los comunistas para racionalizar su promiscuidad fue maleable. Al final de sus días, Mao recurría a ideas legendarias, como la supuesta conexión entre variedad sexual y longevidad. “A los 67 años, Mao adhirió a las prácticas sexuales taoistas que le daban una excusa para tener sexo no sólo por placer sino para prolongar su vida … La prescripción taoista para la longevidad requiere que los hombres complementen su declinante yang –la esencia masculina que es fuente de fuerza, poder y larga vida- con yin shui –el agua del yin, o sea las secreciones vaginales- de mujeres jóvenes … Entre más yin shui se absorbe, más se fortalece la esencia masculina. Se hace necesario el coito frecuente” [59].

Para establecer una relación entre el concubinato en la cúspide del poder y la prostitución no es indispensable considerarlo en sí mismo como sexo venal, como ocurre actualmente en la China. Son varios los posibles vasos comunicantes. El primero es que la poliginia agrava, con un efecto en cascada, el déficit de mujeres. El segundo es que el entrenamiento, las estrategias, el capital humano e incluso los oficios de apoyo –intermediarios, celestinas, hoteleros- para el concubinato múltiple y la  prostitución son similares. El tercero es que el concubinato puede asimilarse al estrato más alto de una escala continua en la que se intercambian favores sexuales por prebendas y en la cual el factor edad puede implicar para quien los ofrece una tendencia hacia un mayor número de relaciones, de duración más corta y con menores contraprestaciones. El cuarto es que si las autoridades supuestamente encargadas de abolir la prostitución están a su vez envueltas en intercambios de sexo por prebendas o favores administrativos no es mucho lo que se puede esperar en materia de controles al comercio sexual.

Yin-Yang, Confucio, esposas, concubinas y prostitutas

Sería un desacierto afirmar que la tradición del comercio sexual en la China descansa en lo militar, o en la promiscuidad de los burócratas. Varios elementos religiosos y culturales han contribuído a configurar unas costumbres matrimoniales y unas relaciones de género que por siglos han sido, y tal vez siguen siendo, un terreno fértil para la prostitución. Por lo tanto vale la pena resumirlos. No sobra anotar que no se pretende hacer una historia breve de las costumbres de alcoba y el sexo venal en la China. Simplemente se quieren destacar los elementos que, vigentes desde la antigüedad, parecen haber dejado alguna huella y por lo mismo son relevantes para entender la situación actual del comercio sexual. El recuento puede también ser útil para detectar situaciones no exclusivas a la China sino que podrían extenderse a otras sociedades y épocas, como refinadas caricaturas sobre las relaciones de pareja.

Fiebre de juventud, doncellas y zorras

Antes de abordar el tema religioso, es útil una breve referencia a personajes legendarios que están en el origen de ciertas percepciones y creencias [60]. Casi tres milenios antes de Confucio, el emperador Fu-shi fue conciente de la importancia de la armonía sexual entre sus súbditos. Consideraba que para terminar las innumerables peleas y enfrentamientos entre las tribus nómadas y promiscuas, provocadas por celos y rivalidades, era indispensable la estricta regulación de la sexualidad. Inventor de la escritura y del I-ching, fue quien introdujo el sistema matrimonial y planteó que la naturaleza posesiva de los seres humanos hacía ineludible el principio de un hombre para una mujer.

En China, la monogamia nunca fue una restricción para los gobernantes ni los poderosos. El rey Chou-hsin de la dinastía Shang (1558-1302 a.c.) fue el primer soberano reconocido por su promiscuidad. Con un reino próspero y en paz desde su ascenso al trono, pudo delegar los asuntos de estado en sus ministros para dedicarse a lo que realmente le gustaba. Bebedor y jugador, su característica más notoria era un insaciable apetito sexual. Noche tras noche podía tener hasta diez mujeres distintas sin saciarse. La única que lo pudo calmar y transformarlo en un gobernante sosegado fue Ta Chi, la hija de uno de sus vasallos. “Delicada como una flor y bella como la luna” cuando joven, la fama de su extraordinaria belleza llegó a oídos del rey, quien de inmediato la mandó traer a su lado. De camino hacia la capital, Ta Chi tuvo que pasar la noche en un hospedaje. Allí, mientras dormía, fue muerta por una zorra que reencarnó en su cuerpo. Al verla por primera vez, Chou-sin quedó embrujado por esa extraña mezcla de casta doncella y atractiva seductora. Por ella, Chou-hsin dejó todas las demás mujeres. Hacían el amor noche y día. Era siempre Ta Chi la que llevaba la iniciativa. Fue ella quien diseñó un escenario peculiar para aumentar la excitación de sus encuentros: un gigantesco lago artificial lleno de vino, un bosque con viandas y tres mil guerreros que se emborracharon en el lago para, antes de pasar a la mesa, ser sorprendidos por numerosas doncellas desnudas con las que hicieron el amor salvajemente. Presenciando este espectáculo, el rey y Ta Chi pudieron por primera vez culminar simultáneamente. Las repeticiones de la misma puesta en escena, pronto perdieron su novedad y encanto. Además, algunos de los oficiales se quejaron de la carga financiera de estos alicientes de alcoba. Por sugerencia de Ta Chi, los críticos fueron condenados a la hoguera. Mientras los quemaban a fuego lento, los reales amantes bebían, se reían y con renovada excitación hacían el amor. Los caprichos sexuales del rey con Ta Chi provocaron su caída.

Dentro de la dinastía Chou que lo sucedió estaba el rey Yu, también particularmente promiscuo. Cansado de todas las mujeres que tenía en palacio, se enteró de la existencia de Pao Shih, una bella virgen que mandó traer de inmediato. Al verla fue subyugado por su belleza pero, para desgracia suya, resultó ser pasiva e insensible en la cama. Era frígida. A pesar de todos sus esfuerzos, y del amor que profesaba por ella, por largos meses Pao Shih le negó al rey cualquier gesto de aprobación, incluso una simple sonrisa. Por esa época se temía un ataque de una tribu enemiga al reino. En la preparación de la defensa, se había previsto el envío de unas señales de humo para que, en el evento de un ataque, llegaran los refuerzos. Un día, ya cansado de haber intentado casi cualquier cosa para hacerla sonreír, al rey se le ocurrió mandar una falsa alarma con las señales de humo. Ver las tropas de rescate dirigirse al palacio de manera gratuita le causó tanta gracia a Pao Shih que por fin sonrió. Además, a partir de ese día, fue una mujer distinta en la cama. Dejó de ser frígida, se soltó y empezó a disfrutar el sexo. Sin embargo, su frigidez retornaba ocasionalmente y la única manera de sensibilizarla de nuevo era con la falsa alarma de las señales de humo. Se repitió tanto la situación, que cuando realmente ocurrió el ataque, las tropas no le pusieron atención a las señales. Al no acudir a la defensa del rey, éste fue destronado.

Es difícil encontrar un par de historias que ilustren tan bien como estas dos leyendas varios de los mitos recurrentes sobre la sexualidad femenina que han servido en disintas épocas y sociedades para controlarla, y para justificar la prostitución. Está por un lado la idea que la promiscuidad juvenil masculina es una etapa transitoria que sólo logra calmar una doncella joven. Queda entre bambalinas una segunda categoría de mujeres: las que forman sexualmente a los varones y los acompañan, de manera pasajera, en sus tempranos desafueros. Pero no son ellas las destinadas a darle herederos al hombre maduro. Está en segundo término el dilema entre la virtud, el pasado incólume de la virgen y su falta de destreza en la cama. El mensaje final, en ambos casos, es que darle gusto a una mujer puede costar un reino. La solución al dilema en el caso de Pao Shih es azarosa. Y revela los riesgos de una sexualidad femenina imprevisible, caprichosa, compleja y, sobre todo, peligrosa cuando se le da rienda suelta. En sus Ensayos sobre la Teoría de la Sexualidad, Freud retoma esta idea. “Bajo condiciones normales, ella permanecerá sexualmente normal, pero si un seductor hábil la dirige, ella encontrará cualquier tipo de perversión a su gusto y la conservará como parte de sus propias actividades sexuales. Las prostitutas explotan esta misma disposición polimorfa e infantil para su profesión” [61].

En el caso de Ta Chi el dilema se resuelve por medio de una zorra que reencarna en ella justo antes de conocer al promiscuo rey. Desde la dinastía Tang (618-907) han sido comunes en la literatura las historias de amor con zorras. El motivo típico es el de un hombre que se enamora de una bella mujer en condiciones misteriosas. Más tarde ella se transforma. Esta mujer fiera a veces beneficia a su amante, a veces le hace daño e incluso lo mata. La creencia que este animal tiene una enorme reserva de poder vital, y que vive muchos años es antiquísima. Más tarde se las asoció con los íncubos. “Cuando la zorra tiene cincuenta años, adquiere la habilidad de transformarse en mujer. A los cien puede asumir la forma de una bella joven, o la de una bruja o también la de un hombre adulto que tiene sexo con mujeres. En esa edad, la zorra sabe lo que está pasando a una distancia de mil millas y puede desajustar la mente humana para reducir la persona a un imbécil” [62]. La creencia que las zorras pueden actuar como íncubos y desaforar tanto a hombres como a mujeres ha estado muy extendida y persiste aún , especialmente en el Norte de China. Las historias hablan de zorras que rondan los lugares en dónde hay jóvenes enterradas, entran en sus cuerpos y las reviven para engañar a los hombres.

El Arte de la Alcoba

Con Huang-ti, uno de los legendarios Cinco Emperadores, se avanzó en la regulación de la sexualidad al establecerse un calendario que, al igual que para la siembra, la cosecha, el baño o el viaje, señalaba los días adecuados para el coito. Los estrictos principios de la monogamia concernían sólo a los gobernados. No se sabe cuantas fueron sus esposas y concubinas, pero Huang-ti tuvo tantos hijos que prácticamente todos los gobernantes de las dinastías Hsia, Shang y Chou fueron descendientes suyos. Se dice que vivió casi 120 años y que tanto su longevidad como su virilidad se debían a sus técnicas sexuales. Se le atribuye la autoría del Su-Nu Ching (Manual de la Dama Pureza) que señala las ventajas de escoger doncellas y practicar el auto control de la eyaculación durante el coito. Grabado en el caparazón de una tortuga, este manual habría sobrevivido el incendio de libros ordenado por el primer emperador Chin para llegar a manos de los taoistas. Escrito en chino clásico, allí se precisa cómo se reconoce una mujer virgen, cual ha de ser el objetivo del coito, cómo se debe preparar, qué posición se debe adoptar, cómo se debe respirar, cómo no hablar, qué hacer con la saliva, cómo culminar, cómo decir lo mínimo, cómo no acariciar ni besar después, cómo voltearse y dormirse. Todo esto desde la perspectiva del varón. No se menciona la satisfacción de la mujer. Independientemente de si el manual fue escrito por Huang-ti o por los taoistas, como plantean algunos, con él queda consagrada, grabada, la idea de la supremacía del hombre sobre la mujer en la sexualidad china.

Como la Dama Pureza, para explicar los secretos de las relaciones sexuales se escribieron varios manuales que colectivamente se conocían como fang-chung-shu (el Arte de la Alcoba). La primera lista de este tipo de textos se hizo durante la dinastía Hang (206 a.c. – 220). Casi todos los manuales antiguos se dividían en seis partes. En la primera, se recuerda el sentido cósmico de las relaciones sexuales, la necesidad vital de regular los instintos. La segunda es una descripción de los juegos preliminares. La tercera constituye un conjunto de técnicas para el coito. La cuarta se refiere a los aspectos terapéuticos del sexo. La quinta es sobre selección sexual, cuidados prenatales y algo de eugenismo. En la sexta se dan recetas y recomendaciones varias. Estos manuales eran colecciones de enunciados, por lo general en verso, tomados de viejos tratados [63]. Vale la pena detenerse en la transcripción textual de algunos pasajes, verdaderos elogios a una peculiar forma de promiscuidad de los poderosos.

“El Arte de la Alcoba constituye el climax de las emociones humanas, incorpora el Principio Supremo (Tao). Para esto, los Santos Reyes de la antigüedad regularon los placeres para restringir las pasiones internas y postularon detalladas reglas para el coito. Los antiguos crearon el placer sexual para regular todos los asuntos humanos. Si uno regula su placer sexual se sentirá en paz y tendrá larga vida. Si, por el contrario, uno se abandona al placer sin observar las reglas propuestas en estos tratados uno caerá y dañará su vida”  [64].

“De las diez mil cosas creadas por el Cielo, el hombre es lo más precioso. De todas las cosas que hacen prosperar al hombre ninguna se puede comparar con la relación sexual. Aquellos que entienden su significado pueden cultivar su naturaleza y prolongar sus años; aquellos que no entiendan su verdadero sentido se harán daño y morirán antes de tiempo” [65]. “Cualquier debilidad del hombre es atribuíble a un mal ejercicio del acto sexual” [66].

“El Emperador Amarillo tuvo relaciones con mil doscientas mujeres y por eso alcanzó la inmortalidad. Los hombres del común tienen una sóla mujer y eso basta para hacerlos mortales. ¿No existe una enorme diferencia entre quienes conocen los secretos de las relaciones sexuales y quienes los ignoran? Los que conocen este arte se preocupan sólo por no poder obtener un número suficiente de mujeres con quien copular … Se deben buscar jóvenes que aún no hayan tenido un hijo” [67].

 “Quienes puedan ejercer el acto sexual muchas veces al día sin emitir semen una sóla vez curarán así todos sus males y vivirán muchos años. Si el acto sexual es con mujeres distintas, los beneficios aumentarán” [68].

“Un hombre debe escoger como parejas sexuales mujeres jóvenes cuyos senos no se hayan desarrollado y que estén bien cubiertas con carnes. La cara y el cuerpo deberán ser suaves y el hablado armonioso. No debe tener vellos púbicos ni bajo las axilas … Las mujeres apropiadas son naturalmente tiernas y dóciles y con un semblante cariñoso … Su edad debe estar entre veinticinco y treinta y no deben haber dado a luz” [69].

Luego de una detallada descripción de los principales rasgos de la fealdad femenina se anota que la relación sexual con estas mujeres le robará al hombre su salud y su vigor. Se agrega que “un hombre no debe copular  con mujeres con la piel áspera, o que sean muy delgadas, ni con mujeres que tengan inclinaciones por los hombres de baja clase social, ni con mujeres que tengan voz varonil, ni con mujeres mayores de cuarenta, ni con mujeres cuyo corazón y vientre no están funcionando bien, ni con mujeres cuyos cabellos no estén creciendo en la dirección correcta” [70].

Algunos textos se refieren al acto sexual como una batalla. El símil surgió de una anécdota sobre el conocido estratega Sun-tzu, quien una vez recibió la orden de un príncipe de mostrar sus habilidades estratégicas con 180 mujeres de su harem. Sun-tzu las dividió en dos batallones, con dos generales; cuando las jóvenes elegidas se rieron sin ejecutar sus instrucciones, las mandó decapitar en el acto, sin importarle las protestas del príncipe. Este terminó aprendiendo la necesidad de una disciplina de hierro en la armada y nombró a Sun-tzu general supremo del ejército. Bajo el principio general de haz el amor como la guerra, se enunciaron algunas recomendaciones. “Cuando se enfrenta a la enemiga, el hombre debe considerarla tan barata como una baldosa o una piedra y él tan precioso como el oro o el jade … El coito con una mujer debe tomarse como montar un caballo al galope con una rienda gastada o como estar al borde de un precipicio lleno de espadas dirigidas hacia uno … Un hombre experto en el cultivo de su esencia Yang no debe permitir que la mujer conozca su arte … De hecho, si un hombre desea obtener gran beneficio del acto sexual, lo mejor es hacerlo con una mujer ignorante en ese arte … Una mujer no debe permitirse ponerse celosa o triste cuando ve a su hombre copular con otra mujer pues su esencia Yin se tornará sobrexcitada … Si una mujer sabe como alimentar su potencia y cómo afectar la armonía de las dos esencias  puede transformarse en un hombre”  [71].

“Las pasiones naturales del hombre tienen períodos de gran abundancia. Incluso los hombres superiores no pueden soportar una larga abstinencia sexual. Si un hombre se abstiene por demasiado tiempo desarrollará forúnculos y úlceras … Si un hombre no tiene relaciones sexuales con mujeres, su mente estará inquieta. Si la mente está inquieta, el espíritu sufrirá. Y si el espíritu sufre la vida será más corta. Ahora, si fuera posible para un hombre tener su mente serena e imperturbable al pensar en el sexo entonces este sería sin duda un buen hombre y viviría muchos años. Pero entre diez mil hombres hay quizás uno que pueda lograr esto. Como regla general, la supresión forzada del impulso sexual es difícil de alcanzar y fácil de perder de nuevo” [72].

En síntesis, para la mayor parte de los escritos antiguos, el coito tenía dos propósitos. Uno, la concepción, en especial de hijos varones que continuaban el linaje. El segundo era fortalecer la vitalidad masculina al absorber la esencia yin de la mujer. El semen se consideraba la posesión más valiosa de los hombres, su fuente no sólo de salud sino de vida. Cada eyaculación implicaba una disminución de sus fuerzas vitales a no ser que se diera acompañada de un monto equivalente de esencia yin que las mujeres poseían en cantidades ilimitadas. Este yin sólo se recibía con el orgasmo femenino, y de ahí la importancia de buscar la satisfacción de la mujer. Además, el hombre debía controlar su pasión, no siempre tener un orgasmo y acumular yang para usarlo cuando había posibilidades de embarazo. Así, los hombres chinos poderosos practicaban un coitus reservatus, para acumular yang, cohabitando con varias mujeres para aumentar su virilidad.

Muchas mujeres para muchos años

Entre quienes tenían los medios para hacerlo, se practicaba la poligamia. Además de su esposa principal, un hombre podía tener varias esposas secundarias y también concubinas. Las esposas auxiliares estaban subordinadas a la primera, pero esta tenía poca injerencia sobre las concubinas que elegía su marido. El número de mujeres, y del personal auxiliar para atenderlas, dependía de la riqueza y la posición del jefe del hogar. Durante la dinastía Chou (1120-222 a.c.) se había fijado el número de parejas necesarias para acompañar y mantener vigoroso al rey. Cada rey debía tener una reina, tres consortes, nueve esposas de segundo rango, veintisiete esposas de tercer rango y ochenta y un concubinas [73]. Un hombre de la clase media podía tener tres o cuatro esposas y concubinas, alguien de la élite comerciante seis a doce y los miembros de la nobleza, los generales y los príncipes treinta o más [74].

Algunos soberanos llevaron a la práctica las recomendaciones con extrema sofisticación. El emperador Yang Ti de la dinastía Sui (518-617) después de sus aventuras militares, entre las cuales estuvo la invasión de Corea, Formosa y las Islas Ryukyu, se concentró en cuidar la salud y alargar su vida con aventuras amorosas. Para satisfacer su apetito sexual contaba con una reina principal, dos reinas secundarias, seis consortes reales y setenta y dos concubinas. Además, tenía una reserva de tres mil doncellas en palacio, especialmente escogidas por sus delagatarios en todo en reino, que aguardaban sus favores. Le otorgaba especial importancia a la ambientación y a la novedad de sus jornadas amorosas. Después de construir el gran canal que facilitó la comunicación entre el norte y el sur del imperio, para el viaje inaugural ordenó a cerca de doscientas doncellas que remolcaran su barca en forma de dragón desde las dos orillas. Al atardecer, el color de los vestidos de seda se reflejaba en el agua, mientras las peculiares remolcadoras cantaban melodiosamente. Con este fondo de movimientos rítmicos de cinturas y caderas engalanadas Yang Ti acariciaba a las concubinas favoritas que lo acompañaban desnudas en su barco.  Para los viajes por tierra mandó diseñar una carroza especial, rodeada por tres capas de cortinas elaboradas con jades, corales, perlas, rubíes y esmeraldas cuya función principal era disimular los sonidos de las sesiones de amor que tenían lugar al interior de la carroza. Como no siempre estaba de viaje, mandó construir un enorme palacio en Loyang. Trabajaron más de cincuenta mil carpinteros y albañiles durante casi dos años. En las Aventuras Eróticas de Sui Yang Ti se describe en detalle la peculiar morada. “Estaba construído en un terreno de 100 mil acres. El palacio principal estaba rodeado de treinta y seis palacetes escondidos en un bosque de flores. Sobresalía encima de los árboles por sus tres pisos. En la terraza de cada piso, cientos de doncellas sonreían, murmuraban o cantaban, vestidas sólo con túnicas transparentes que dejaban ver sus cuerpos a distancia de manera más sugestiva que si estuvieran desnudos. Dentro del edificio, alcobas de varios tamaños estaban separadas por puertas de distintas formas e innumerables pasadizos. En la alcoba principal del emperador había cuatro enormes carpas de seda denominadas Pasión Intoxicante, Dulce y Fragante Noche, Delicia de la Luna de Otoño y el Fin de las Tristezas de Primavera. En cada carpa, entre treinta y cuarenta encantadoras jóvenes, sin nada encima, caminaban, jugaban, charlaban o se  recostaban sobre cojines de piel de tigre, esperando a Su Majestad. Cuando Yang Ti llegaba de la corte imperial, ocho eunucos se inclinaban para saludarlo y le ayudaban a cambiar de atuendo. El canto de los Diez Mil Años (Larga Vida al Soberano) entonado por voces femeninas se oía por todas partes. Con unas copas de vino de gingseng el rey procedía a acariciar a cualquiera de las jóvenes a su alrededor; con los reflejos de los bellos cuerpos sobre los espejos de bronce era imposible distinguir las mujeres reales de las imágenes que se reflejaban. Entraba a las carpas con los ojos cerrados dejándose guiar por las voces femeninas. Le parecía divertido no ver a la mujer que empujaba a una cama, o a un cojín. Se abalanzaba vigorosamente sobre ella dejándola luego tendida, frustrada para salir al abordaje de otra” [75]. Como la búsqueda de novedad no tenía límites, mandó construir una silla de ruedas especial. En el momento que una mujer se sentaba, unas abrazaderas sujetaban sus brazos y apartaban sus piernas mientras que el cojín, también mecanizado, colocaba el cuerpo en la posición apropiada para recibir el favor real sin mayor esfuerzo. Después de ensayar la silla con muchas jóvenes, Yang Ti la encontró particularmente eficaz con las vírgenes. También se hizo construir una especie de carruaje sube y baja, operado con correas de seda y poleas. Adentro había un colchón. Al hacer el amor sobre el carruaje se podía simular la sensación de una pequeña embarcación en el mar. 

El hecho que se tuvieran muchas mujeres, incluso en número superior al que se podría complacer, no reducía el deseo de exclusividad. Poco antes del inicio de la era cristiana, un emperador, preocupado por complacer a los Hunos, decidió ofrecer una de sus mujeres como esposa al rey bárbaro. Para elegirla, repasó los retratos de cerca de tres mil jóvenes que tenía a su disposición, muchas de las cuales ni siquiera había visto. Como se trataba de enviársela a un bárbaro, optó por la que, en los retratos, se veía menos bonita. Pero el día de su partida descubrió que era extremadamente hermosa. Su retrato no correspondía con su belleza simplemente porque ella, además virtuosa, se había rehusado a pagarle una propina al pintor de la corte. El artista fue ejecutado mientras que la joven lloraba por tener que dejar su país para vivir entre los bárbaros.  Accidentalmente su hebilla cayó al río cuando se iba y, según la leyenda, desde ese momento las aguas se tornaron cristalinas y el río empezó a llamarse Río Cristal. Ella se suicidó, y se convertiría en el símbolo de la triste suerte que corren las mujeres que salen de la China para casarse con bárbaros extranjeros [76].

Confucio, taoistas y budistas

No es fácil establecer los límites entre la influencia de estas historias remotas y las ideas religiosas. Tampoco es fácil separar o determinar el origen de las segundas, ya que sobre ellas tuvieron influencia pensadores que, además de Confucio, formaron distintas escuelas de pensamiento. Elaboradas y continuadas por discípulos, estas doctrinas son la base del confucionismo y el taoismo, a los que se debe sumar la influencia del budismo. Esta diversidad se tradujo en cierto eclecticismo que ha permitido bastante flexibilidad religiosa y moral. Distintos grupos han tomado los preceptos que les convienen de cada religion sin desconocer las otras [77]. Estas ideas, a su vez, han configurado las percepciones sobre la mujer, las relaciones de pareja, la sexualidad y la prostitución.

Sobre la actitud personal de Confucio hacia las mujeres se sabe poco. Se puede pensar que se vio afectado por el hecho que, según algunas fuentes, su madre, siendo aún muy joven y virgen, tuvo su primer encuentro sexual con un guerrero de setenta años, quedó embarazada y de allí surgió  un matrimonio forzado. A pesar de que su vida estuvo guiada por los principios de lealtad, castidad y fidelidad sexual, al depender de los poderosos que podían otorgarle un cargo oficial que buscó por muchos años, Confucio tuvo que aceptar la vida licenciosa y promiscua de los nobles, consolidando así la enseñanza legendaria que la monogamia no es un asunto que atañe a los poderosos [78]. Además, también habría contribuído a la idea legendaria de un carácter, y una sexualidad femenina, difíciles e impenetrables. “Si te acercas a ellas se vuelven desobedientes, si las mantienes a distancia se tornan resentidas” [79]. De todas maneras, los intérpretes posteriores de Confucio desarrollarían con gran detalle un sistema de valores dentro del cual la posición de la mujer es absoluta e incondicionalmente inferior a la del hombre: ellas no cuentan. El principal, y casi único, deber de la mujer es servir y obedecer a sus padres y a su marido; cuidar el hogar y criar hijos sanos. Se hace énfasis en las funciones puramente biológicas de la mujer; las consideraciones psicológicas son secundarias. La castidad femenina es un requisito para una vida familiar ordenada y para perpetuar el linaje. La virginidad tiene fuerza de principio religioso. Para reducir al mínimo las tentaciones, el confucionismo predica la completa separación de hombres y mujeres, llegando a extremos como recomendar que los esposos guarden su ropa en diferentes armarios. Entrometerse en las cuestiones por fuera del hogar, en particular en la cosa pública, se percibía como la fuente de todos los males. Como ocurrió con los emperadores legendarios, esa era la causa de la caída de grandes dinastías. 

Los taoistas tenían una visión diferente de la mujer. Antecesores de J.J. Rousseau, pensaban que la mayor parte de las actividades han alejado al ser humano de la naturaleza dando paso a una sociedad artificial, con su familia, su estado, sus ritos, sus ceremonias y su arbitraria distinción entre el bien y el mal. Abogaban por el retorno al buen salvaje, a una edad de oro en la que la gente vivía feliz y por muchos años. Veneraban a la mujer porque la consideraban más cercana a las fuerzas primordiales de la naturaleza y porque de ella surge la vida.  Estas visiones contradictorias de la vida fueron reconciliadas siguiendo los principios confucianos sobre la posición social de hombres y mujeres pero dejando que la vida sexual se guiase por principios taoistas. Por fuera de la alcoba la mujer era poco más que un miembro indispensable pero poco relevante del hogar. En la cama, era el guardián de los misterios del amor y del sexo. Era con la maternidad, especialmente de varones, que la mujer china alcanzaba una vida plena, incluso la gloria. En la vejez, la mujer era atendida por sus nueras y sus hijos; su posición ha sido tan importante que incluso los emperadores han acatado su autoridad [80].

El budismo difiere tanto del taoismo como del confucianismo. Buda sostenía que las mujeres son iguales a los hombres. Los primeros textos budistas que llegaron a la China introdujeron esta idea, así como, por la influencia hindú, aquella según la cual en materia sexual ellas son superiores. Las traducciones posteriores fueron revisadas y censuradas. A pesar de las ideas taoistas y budistas, se impuso la visión confuciana de la inferioridad de la mujer. El ideal femenino se resume en el Nü-chieh (Preceptos Femeninos) escrito por Pan Chao en los primeros años de nuestra era. Se aceptaba un mínimo de educación para las mujeres, siempre que se orientara a enseñarles su posición inferior ante los hombres y a inculcarles la obediencia absoluta a los preceptos del esposo. El deber de una mujer era “ser modesta, flexible, respetuosa y reverente; pensar primero en los demás y luego en ella; no hablar de su méritos y no alegar sobre sus faltas; aguantar sin reproches” [81].

Este fue el ideal enseñado, predicado y que prevaleció durante la China imperial. La madre y esposa debía pasar su vida criando a sus hijos. Se las alejaba de la educación o de la dedicación a las artes, a través de las cuales muchas se prostituían. Antes del matrimonio la mujer se identificaba con el padre, después con el esposo y al quedar viuda con el hijo. Aunque el matrimonio era el asunto más importante de su vida, era poco lo que podía decir al respecto puesto que era arreglado por la familia. Si el padre así lo decidía, incluso podía ser vendida como prostituta.

Los preceptos de Confucio sobre la sexualidad no tuvieron mayor influencia sobre los soberanos y la aristocracia. En vida, no se opuso al concubinato y su énfasis en la importancia de un hijo varón fue para muchos señores un buen argumento para mantener concubinas. Algunos escritores confucianos recomendaban casarse con la esposa por sus virtudes y tener una concubina por su belleza. Había, en síntesis, una doble moral no sólo por géneros sino por clases sociales. Para los nobles y los ricos una amplia laxitud. Para el pueblo, la monogamia y unas normas maritales estrictas.

Matrimonios arreglados e intermediarios

El confucianismo erigió la familia como la unidad básica de la sociedad. Antiguamente las familias aristocráticas se organizaron en clanes. Después, cuando se empezó a generalizar este modelo de estructura familiar, se volvió obligatorio el uso del apellido, que normalmente se derivaba de la región, o de la ciudad, o de la aldea donde se vivía [82]. Por mucho tiempo fue ilegal el matrimonio entre dos personas con el mismo apellido. La máxima confuciana al respecto es que “si un hombre y una mujer tienen el mismo apellido, sus hijos no pueden prosperar”. Durante la dinastía Chou (1050-256 a.c.) se estableció en cada pueblo y aldea un funcionario público encargado de supervisar que los matrimonios fueran convenientemente arreglados, para que “adentro de las casas no queden doncellas quejumbrosas ni  afuera hombres frustrados” [83]. El cargo fue abolido al final de la dinastía y fue reemplazado por intermediarios particulares que gradualmente consolidaron tal actividad.

Puesto que las decisiones matrimoniales las tomaban las familias de los contrayentes, para facilitar la búsqueda de cónyuges había un grupo de emparejadoras de oficio, por lo general mujeres adultas con gran capacidad verbal y muchos contactos. El principio básico era que la condición social no fuera muy disímil. Por tal razón, y para determinar la capacidad de pagar la dote, habían desarrollado métodos para investigar la riqueza de las familias. Con los nobles y los ricos, una fuente importante de información –no sólo sobre las finanzas sino sobre la belleza de las jóvenes- era la servidumbre, a la que había que ganarse con algunas propinas. Cuando, después de todos los cálculos, se consideraba que había posibilidad de un buen enlace se buscaba una entrevista con la madre de la joven, para exponerle las ventajas del pretendiente. Después, se contactaba la madre del novio potencial, presentando las virtudes y belleza de la joven. Cuando el padre de esta última aceptaba, se acordaba el matrimonio sin consultar a los contrayentes.

Era común que los jóvenes casados se vieran por primera vez en su noche de bodas. Sólo al levantar el velo de satín que cubría la cara de la novia, el esposo podía valorar su belleza. Para las decepciones, y con frecuencia arregladas por la madre de la novia, había disponibles desde esa primera noche una o varias doncellas del servicio. Así, el matrimonio y el concubinato podían iniciarse de manera simultánea. Desde la noche de bodas,  pudiendo prolongarse hasta por tres días, los invitados llevaban a cabo una ceremonia de “calentamiento de la alcoba matrimonial” basada en chanzas y chistes pesados para poner a prueba a la novia. La duración e intensidad de esta novatada dependía de su belleza: las menos agraciadas debían aguantar más. Antes de salir, le daban a la novia las primeras lecciones de sexo, advirtiéndole sobre el intenso dolor que la esperaba y que debía soportar con resignación. También se le recomendaba no mostrar ninguna seña de placer y sobre todo, permanecer pasiva y dejar que él tomara la iniciativa. Dejaban sobre la cama un pedazo de seda blanca que al día siguiente serviría como prueba de su virginidad. Quienes hubieran tenido un desliz anterior, eran devueltas a su familia. Los consejos sexuales para el novio eran redundantes. Sus tíos, hermanos mayores, o sirvientes varones -nunca su padre- habrían sido sus instructores y acompañantes en visitas previas a los burdeles.  En el medio rural había menos pompa y celebración, y también menos restricciones en cuando a las relaciones extra maritales. De todas maneras, los servicios de los emparejadores, complementados con los de los astrólogos eran muy solicitados [84].

Las ventajas de las concubinas

Las concubinas jugaban un papel más importante que las esposas en la vida sexual de los hombres. Aunque de clase social inferior, podían acaparar el tiempo de alcoba. La riqueza y el poder definían la extensión de la poligamia, y la actitud hacia el sexo de las mujeres. Para una esposa, el sexo era un deber, para concebir. En la cama debía mantener la virtud permaneciendo pasiva y sin mostrar el más mínimo interés. Confucio alcanzó a recomendar no hablarle a la esposa en la cama, y sus seguidores, durante la dinastía Sung aclaraban que, dentro del matrimonio, el sexo era para “consolidar la relación humana” mientras que con las concubinas y cortesanas era para “buscar placeres y crear felicidad”. Como estas últimas no tenían la carga del hogar, podían llevar una vida social activa y cultivar habilidades como el canto o la poesía. La etiqueta exigía que los hombres no se vieran con las esposas de otros, y esto daba a las concubinas una ventaja adicional, puesto que podían tener reuniones e invitar los amigos de quien las mantenía. Entre mayor era el énfasis en la separación de hombres y mujeres, más importante era la demanda por cortesanas y prostitutas como anfitrionas en las reuniones públicas o privadas. De hecho, la mayor parte de las relaciones sociales se llevaban a cabo en restaurantes, templos y burdeles. Estos encuentros formaban parte esencial de la rutina oficial y de negocios. Ofrecer prostitutas en tales ocasiones era no sólo la costumbre sino una muestra de buen gusto. Los hombres se volvían con frecuencia regulares de una misma prostituta acompañante  y no era raro que se comprara una concubina de un burdel. Algunas de estas concubinas llegaban a convertirse en esposas oficiales [85].

Para las mujeres, esa activa vida social no estuvo siempre exenta de riesgos, asociados con los caprichos de los señores. Shih Ch’ung, un potentado durante la dinastía Hsi Tsin (265-419), era un generoso anfitrión que ofrecía sofisticados banquetes, en los cuales le pedía a sus hermosas concubinas que bebieran con los invitados. Cuando alguno de estos se negaba a beber, mandaba decapitar a la que había fallado en atenderlo. 

Los conventos Budistas y Taoistas tenían dudosa reputación, en parte por la desconfianza china con las solteras, en parte porque se trataba de refugios no sólo para jóvenes con vocación religiosa sino para las viudas, las divorciadas y aquellas que querían una vida más libre que la permitida por las estrictas costumbres maritales. Los conventos también tenían buenos ingresos ofreciendo comida y vino a los varones que visitaban a las monjas. Como estas no tenían que inscribirse como prostitutas, no tenían que pagar los respectivos impuestos [86].

Para algunas afortunadas, el concubinato o la prostitución fueron eficaces mecanismos de ascenso social. Esta hipergamia –la práctica de emparejarse hacia arriba en la escala social- se vio favorecida por el hecho que, a pesar de que se alcanzaba un rango inferior al de la esposa principal, los hijos de las concubinas adquirían derechos sobre la herencia del padre [87]. Uno de los casos más notables fue el de la emperatriz Wu Tse-tien que empezó como sirvienta de palacio. En una ocasión, limpiando uno de los baños se encontró con el emperador T’ai Tsung quien al verla se antojó y no tuvo reparo en desflorarla allí mismo. Los planes de ascenso rápido entre las setenta y dos concubinas nunca se realizaron y Wu optó por seducir al príncipe heredero. Al hacerse público el incidente previo con el padre, la enviaron a un convento budista de donde, al morir el emperador, fue rescatada por el hijo, quien la hizo reina. Chao Fei-yen, la reina de Ch’eng Ti (32-7 a.c.) fue descubierta en un burdel en dónde, de incógnito, el emperador se había enamorado de ella. La mandó traer a palacio como dama de compañía de su mujer a la que luego, adicto a los encantos de Fei-yen, degradó para convertir a esta última en reina. Para que la atención real permaneciera en familia, Fei-yen hizo venir a palacio a su hermana menor, Chao Ho-teh, otra prostituta que rápidamente se convirtió en la nueva favorita del emperador. Abandonada, Fei-yen buscó consuelo en otros amantes que fueron descubiertos y ejecutados por el promiscuo pero celoso soberano. Las destrezas sexuales de Ho-teh le permitieron mantener activa la sexualidad del ya viejo gobernante quien vivió varios años obsesionado con ella. Con un monje taoista se hizo preparar un efectivo brebaje natural, antecedente del Viagra, con el cual murió por sobredosis. Cuando otro emperador, Huei Tsung, de la dinastía Sung (960-1279) oyó hablar de una de las prostitutas más famosas de su época, Li Shih-shih, no dudó en ir a visitarla, disfrazado como mercader y acompañado por el jefe de sus eunucos, uno de sus clientes antes de ser castrado. El primer encuentro fue interrumpido. Al enterarse Shih-shih y su madrina, Madame Li, de quien era en realidad el rico mercader, no dudaron en mandar construir un nuevo sitio para recibirlo, más acorde con su rango. La inversión mostró ser rentable pues el nuevo recinto empezó a ser visitado de manera continua y abierta por el emperador. Sin poner atención a los consejos de sus ministros ni a los celos de sus esposas y concubinas, se acercaba en cuanto podía a encontrarse con Shih-shih” [88].

Un modelo no sostenible

Durante la dinastía Sung (908-1279) resurgieron las ideas de Confucio. La libre asociación de hombres y mujeres empezó a restringirse y se introdujeron numerosas y severas reglas de comportamiento. Se reformuló el principio del Yin-Yang como dos fuerzas cósmicas, dos aspectos activos de la unidad primordial, el t’ai-chi (último supremo). El Ying y el Yang se funden y se dan vida mutuamente en un círculo, el t’ai-chi. Este motivo ha jugado desde entonces un rol importante en la filosofía, en el arte y en las artes marciales.
tai-chi
El filósofo y estadista Chu Hsi (1130-1200) fue quien más contribuyó a elaborar esta nueva interpretación de los textos clásicos y se puede considerar el padre del neo-confucianismo. Por un lado, tomó elementos tanto del Taoismo como del Budismo para darle al confucianismo un sentido esotérico que le faltaba y que lo hizo más popular. Al mismo tiempo, aportó una interpretación más rígida de las relaciones de pareja. Hizo énfasis en la inferioridad de las mujeres, la estricta separación entre lo masculino y lo femenino y prohibió cualquier manifestación sexual por fuera de la intimidad de la alcoba. Los escritos antiguos sobre el amor y el sexo los reinterpretó como alegorías políticas. Definió su doctrina neo-confucionista como la única religión oficial y desde entonces, esta ha permanecido como el credo de la burocracia. Por un lado, delineando la ideología que sirvió de base para una administración nacional uniforme y eficiente. Por otra parte, concentrando una forma autoritaria de gobierno, con capacidad de censura y control de las ideas. El calificativo de heterodoxo ha servido desde entonces como herramienta política para deshacerse de los opositores o de cualquier idea considerada peligrosa para la segurida estatal. Durante la dinastía Ching (1644-1912), por ejemplo, los confucionistas vieron en las prácticas taoistas una amenaza para el gobierno y buscaron erradicarlas [89].

Los soberanos Sung, sin embargo, se reservaron el privilegio de incumplir los rígidos principios impuestos. Personalmente y en privado, siguieron, como los Emperadores que los precedieron, interesados en el Taoismo. Buscaron el elixir de la inmortalidad y dedicaron buena parte de su tiempo a los placeres del harem. Aparecieron, sin embargo, algunos críticos de estas prerrogativas reales. Escritos que reprochaban los hábitos sexuales del Emperador y la aristocracia, señalaban como excesivo el número de mujeres que concentraban y ponían en duda la supuesta relación entre promiscuidad y longevidad [90]

Es por esta época que apareció el vendaje de los pies de las mujeres, una costumbre sobre cuyo propósito persiste algún debate. Por la peculiar e incómoda manera de caminar que impone, similar al efecto de los tacones muy altos, se ha propuesto como explicación desde un artificio para ejercitar ciertos músculos de las mujeres que hacen más placentera, para el hombre, la relación sexual, hasta el deseo de inmovilizarlas en el hogar [91]. Van Gulik (1996) hace énfasis en el hecho que el pie vendado ha sido en la China la parte más intima del cuerpo femenino, la que nunca se muestra, incluso en las ilustraciones y grabados con desnudez total. Lo cierto es que la extraña costumbre duró cerca de un milenio, que aún sobreviven mujeres a las que se les vendaron los pies, que desapareció en un tiempo muy corto, y que fue siempre un símbolo de belleza femenina, tal vez el más apreciado. De manera independiente de su función específica, o mejor aún, porque admite la posibilidad de no ser más que un adorno gratuito, pero considerado indispensable en el mercado de parejas, cabe la analogía con la cola del pavo real, que preocupó a Darwin. Porque no es útil ni para sobrevivir, ni para huir de los enemigos, sino para aparearse. Y que por esa misma razón se impone: porque se convierte en un requisito para la reproducción [92].

Las reformas Sung y sus críticos simplemente llamaron la atención sobre una cruda realidad: la promiscuidad no era, en la jerga moderna, un modelo sostenible. El Arte de la Alcoba era para unos cuantos, muy pocos, privilegiados. En las Notas Misceláneas para clarificar el Tao, Chang Lei (1052-1112) su autor cuenta cómo al encontrar un prefecto militar, que con setenta años se veía aún muy joven, él le preguntó cual era su secreto. El militar le habría dicho que conocía un arte para fortalecer su esencia vital, y que se lo podría enseñar. Lei le respondió lacónicamente: “yo no soy más que un pobre funcionario, tengo sólo una esposa. ¿Cómo podría tener los medios para practicar ese arte?” [93]. Para quienes no podían mantener una numerosa cohorte de mujeres, estaban las cortesanas, prostitutas, bailarinas y cantantes.

Henriques (1965) señala que una de las consecuencias del énfasis puesto por el confucianismo en el orden, la obligación y el deber sumada a la tradición del matrimonio arreglado por la familia, fue la erradicación de las relaciones pasionales en la vida de la pareja. De allí habrían surgido la cortesana y la prostituta como focos del amor romántico. Cita como ejemplo la historia Li Wa Chuan, escrita durante la dinastía Tang (618 - 905) en la cual el amor encontrado en el burdel se realiza con la prostituta que se convierte en concubina. Por siglos, “concubinas y esposas se vendieron a otros hombres, y las hijas se vendieron de manera similar para volverse esclavas, concubinas o prostitutas … Entre el pueblo el sistema de dotes y los gastos del matrimonio forzaron a muchos a la soltería … La mortalidad infantil entre las niñas ha sido muy alta. La práctica tradicional de vender las hijas de los hogares pobres a hombres ricos ha sido continua. Otras eran vendidas a los proxenetas. La escasez de mujeres, la incapacidad para contraer matrimonio por presiones económicas y la aceptación social de la prostitución contribuyeron a preservar el sistema tradicional” [94]. Además, el burdel en la China ha cumplido la función de ser un lugar clave para escoger concubinas. “Una esposa estéril, o una que sólo tenía hijas, no necesariamente implicaba un divorcio. Era mucho más fácil tomar una concubina y esperar hijos varones de ella. Muchas se compraban como niñas de sus padres pero aquellas compradas en el burdel tenían la ventaja de ya haber sido ensayadas sexualmente por el comprador” [95].

En la China, otro vínculo no despreciable entre costumbres matrimoniales y prostitución lo constituyen las porosas fronteras entre matrimonio arreglado, matrimonio pecuniario y venta abierta de mujeres. Y la amplia gama de intermediarios que, desde el matrimonio arreglado hasta la venta de mujeres raptadas, han facilitado  estos intercambios. “Una esposa o concubina se adquiría dando otros bienes a cambio de ella. Era la práctica más común después del matrimonio forzado. El matrimonio de intercambio  evolucionó hacia el matrimonio pecuniario que, disfrazado entre los procedimientos matrimoniales habituales, era de hecho una venta y una compra. Este tipo de transacciones eran reconocidas y las leyes permitían ventas especiales. (En algunas épocas) sin excepción, cada matrimonio se lleva a cabo a través de arreglos pecuniarios. Cuando negocian por más, o compiten por menos, la gente, sin vergüenza,  no encuentra la práctica para nada extraña” [96].

La notoriedad y sofisticación de algunas famosas cortesanas, y su dominio de cuestiones como el canto, la poesía, la conversación o el baile, elevó la prostitución a la categoría de un verdadero arte que debía ser aprendido y cultivado. Y ayudan a explicar la abierta aceptación de la actividad. Durante siglos, se hizo un esfuerzo por mantener y transmitir la tecnología del amor venal. Esta verdadera escuela de la prostitución se habría iniciado en el período Sung (1127-1278) y contaba con textos de apoyo. En uno de ellos, el Manual de la Cabaña de la Flor del Ciruelo, se ponen en boca de una madrina las principales recomendaciones para las cortesanas. “Como la mayoría de los machos se precian de ser potentes y viriles, tu principal desafío es no ofender su ego. Puesto que son tus clientes, tu deber es satisfacer sus deseos, no los tuyos. Déjalos pensar que tienen la iniciativa, aunque esté en tus manos” [97]. Además de enumerar en detalle diversas técnicas sexuales, se sugieren maneras de manejar y enganchar a los clientes, sin hacer pensar que se está tras su dinero, mencionando posibles rivales aún más generosos, provocando celos pero tratando de mantenerlos como regulares, sin exprimirlos demasiado en los primeros encuentros. Entre los clientes que a toda costa se deben evitar, se identifican tres grandes categorías. Los hijos mimados de familias ricas, los acompañantes de los ricos y los jóvenes apuestos que piensan que, por ese sólo hecho, pueden tener sexo gratis. Se consideran peligrosos pues los buenos clientes no querrán subsidiarlos. Se recomienda discutir de inmediato con la madrina cualquier propuesta de matrimonio, siempre bajo la máxima que es preferible ser concubina de un hombre rico y poderoso que esposa de un hombre joven.

La huella de las tradiciones

Sería arriesgado suponer que de este Manual casi milenario se siguen haciendo reimpresiones, pero, a juzgar por las principales características del mercado de parejas en la China contemporánea, por la continuidad que persiste entre el matrimonio arreglado, el concubinato, las mujeres de alquiler, las acompañantes ocasionales y la prostitución, sí se puede sospechar que los principales componentes de su filosofía mantienen vigencia: los poderosos mantienen varias, muchas, mujeres a su servicio de manera incondicional y, por otro lado, para ellas, es preferible un viejo verde rico compartido que una rama pelada. A pesar del marcado desequilibrio entre géneros, a pesar de la descomunal escasez de mujeres, unos cuantos hombres maduros -incluso viejos- pero poderosos continúan acaparando la crema de la oferta juvenil femenina, agravando con una poligamia de facto las perspectivas matrimoniales de los jóvenes desposeídos. La opacidad y el misterio con que se maneja la información sobre la vida privada de la élite burocrática en la actualidad impide tener una idea sobre sus prácticas matrimoniales y sexuales. Pero los escándalos de los burócratas locales sumados a los detalles sobre la voracidad del máximo lider comunista hasta sus últimos días, autorizan la conjetura que las sofisticadas hazañas sexuales de los emperadores chinos siguen inspirando a sus poderosos y arbitrarios sucesores estatales. Y que, a su vez, el éxito, el poder, la riqueza y la gloria alcanzada por algunas concubinas, cortesanas y prostitutas aún veneradas en la actualidad, siguen señalando esa como una de las vías más expeditas de ascenso social para las mujeres.

El peso de las tradiciones lo destaca un observador de temas sexuales nacido en Manchuria. “Con registros históricos de 4000 años detrás, el pueblo Chino está orgulloso de la continuidad de su civilización. Las tradiciones antiguas y los tempranos logros culturales les han enseñado a seguir sus propios códigos morales y escalas de valores, sin preocuparse mucho por lo que ha venido ocurriendo en otras partes del mundo” [98].

El principio milenario, endosado por el confucianismo, que los poderosos disfrutan de menos restricciones para su apetito sexual puede intrepretarse de varias maneras. Como bien lo demostraron los camaradas comunistas, al hacerse poderoso se van superando las ataduras impuestas a los instintos. Si el acceso al poder o la riqueza es súbito, el desenfreno también. Las anécdotas sobre concursos entre concubinas de los barones locales recuerdan las prácticas de los mafiosos colombianos en sus épocas doradas. Se puede incluso pensar que se trata de un incentivo adicional para acumular poder. La lógica de los arreglos de concubinato en la China contemporánea la resumen bien dos de sus beneficiarios, y sugieren no sólo que son generalizadas entre los burócratas sino que hacen parte de las reglas del juego. El primero, gerente de una compañía estatal de lácteos, conocido como el Rey de la Leche, admite que “funcionarios de mi rango, ¿quién entre ellos no mantiene una amante? Esto no sólo es una necesidad biológica sino un símbolo de nuestra identidad. De otra manera, la gente nos depreciaría desde el fondo de su corazón”. El segundo, gobernador suplente de la provincia de Hubei, confesaba conmovido en su juicio que “amo el poder, y también a las mujeres. Soy afortunado de haber conocido en mi vida muchas mujeres virtuosas y amorosas” [99]. Jung Chang, escritora china radicada en Londres, y cuya abuela fue ofrecida como concubina a un militar, relata cómo cuando su madre iba a contraer matrimonio con su padre, un revolucionario en época de pleno fervor comunista, la familia se opuso “porque era funcionario, y los funcionarios tenían mala fama entre la gente del común. Aparte de otros vicios, su poder arbitrario significaba que era poco probable que trataran a las mujeres decentemente. El supuesto de mi madre es que mi padre ya estaba casado y quería a mi madre como concubina” [100].

La doble moral que autoriza la promiscuidad de los poderosos, y a su vez constituye un gran incentivo para acumular poder, junto con el énfasis puesto en la familia, que con la práctica del concubinato se hace extensa, implica ciertas peculiaridades en el manejo de la cosa pública, como la tendencia a una red de obligaciones y favores que facilitan la corrupción. “En la China, se suponía que cualquiera en una posición poderosa debería cuidar por sus familiares. Hay un dicho conocido: cuando un hombre adquiere poder, hasta sus gallinas y perros alcanzan el cielo” [101]. Incluso después de los enormes esuerzos de los comunistas por erradicar la corrupción, “los funcionarios empezaron a aceptar mordidas y a conceder favores entre familiares y amigos. Otros ofrecían banquetes extravagantes, que es una costumbre tradicional, casi una enfermedad y una manera atender y de presumir, todo a costa, y en nombre del estado” [102].

Sobre la persistencia de las creencias milenarias, y el leve impacto que sobre ellas tuvo la dura doctrina comunista, hay varios indicios. Uno muy revelador es la supuesta relación entre longevidad y promiscuidad, base de la doctrina del Yin-yang, tan ingenua o hábilmente aducida por el líder Mao para racionalizar la inacabable disponibilidad de jóvenes para su cama. Hay otra muestra de la hábil utilización de las tradiciones por parte del líder para facilitar sus conquistas. Fuera de su aventura con la cantante Lily Wu, en Yenan, luego de la Gran Marcha, Mao tuvo varios romances, incluyendo uno con la escritora Ding Ling. Ella relataría más tarde sus frecuentes visitas a Mao. En una de ellas el líder, medio en broma, comparando a Yenan con la ciudad imperial, escribió una lista de todos sus colegas asignándoles títulos nobiliarios. “Después de terminarla me dijo: Ding Ling, ya tenemos los cien cortesanos civiles y militares. Ahora que somos una corte real, no importa qué tan pequeña, tenemos que tener las concubinas imperiales en Tres Palacios. Vamos, dáme algunos nombres y yo les otorgaré títulos” [103].

El grave déficit de mujeres causado por el infanticidio femenino, es tal vez la muestra más incontestable de la persistencia de un machismo extremo y, como se vio, justificado y racionalizado por siglos. Las técnicas recientes de ultrasonido han permitido transformar el infanticidio en aborto selectivo, pero la raiz del problema parece constante. A mediados del Siglo XIX el médico William Sanger señalaba como peculiaridad china los “diversos métodos (que) se adoptan para acabar con las niñas. Las ahogan en agua caliente, perforan sus gargantas, las asfixian con un paño húmedo, las atoran con arroz, e incluso las entierran vivas” [104]. Además, asociaba esta práctica no sólo con la pobreza sino con las rígidas normas matrimoniales. Reportaba estimaciones hechas por misioneros sobre su frecuencia y mencionaba un lugar de la provincia de Fokien en dónde se contaban entre 500 y 600 casos por mes. Concluía que se trataba de algo extendido por todo el imperio, que se veía como una manera inocente de reducir la presión demográfica anotando que no se limitaba a los más pobres. Presentaba la práctica, también extendida, del tráfico de niñas como otra manifestación, menos extrema, del desprecio por las mujeres. “En 1832 había entre ocho y diez mil prostitutas alrededor de Canton, de las cuales la mayor proporción habían sido robadas o compradas siendo niñas y entrenadas para esa vida. Quienes las raptan viven de venderlas a los burdeles, y en ocasiones se sabe de padres que voluntariamente llevan a sus hijas a las calles para ofrecerlas a la venta. Un visitante en Cantón describía la venta de niñas como un asunto cotidiano, que se ve como cualquier otra transacción comercial. Algunas se colocan como concubinas pero otras se subastan para ser criadas como prostitutas, y se las llevan de una vez para los burdeles” [105].

Las observaciones anteriores no deben interpretarse como una sugerencia que las tradiciones culturales son perpetuas, o inamovibles. Un ejemplo diciente es el vendaje de pies que, siendo una costumbre milenaria, pudo erradicarse en un lapso muy breve. En un interesante trabajo sobre la evolución de la costumbre de la escrituración (indenture) de hijas para la prostitución en Taiwan se señala no sólo cómo esta costumbre fue desapareciendo en menos de una generación sino, más curioso aún, cómo el temor persistente ante esa práctica centenaria configuró caminos alternos hacia el mercado del sexo. La escrituración de hijas entre las clases bajas taiwanesas data de la inmigración de chinos Han en el siglo XVIII. Los motivos más comunes eran la supervivencia, las emergencias económicas y las deudas de juego. Niñas hasta de 7 años era escrituradas directamente a los burdeles o entregadas a familias adoptantes, que a su vez las vendían. Era común que las antiguas prostitutas adoptaran niñas para enseñarles la profesión y garantizar sus ingresos en la vejez. Hasta hace cuatro décadas aún era común la escrituración de hijas en Taiwán. Entre algunas poblaciones la práctica persistió hasta los años noventa. Para escriturar una hija, se firmaba un contrato con un burdel al entregarla. El pago se recibía de contado y la niña quedaba como garantía, perdiendo sus derechos  como persona libre. Muchos contratos se firmaban por dos años, renovables. Parte de lo que ayudaba a mantener estos arreglos era la xiao, devoción filial, un concepto central del confucianismo según el cual los hijos tienen la obligación de apoyar emocional y financieramente a sus padres, y sostenerlos durante la vejez. A finales de los años ochenta, por presiones de grupos feministas, se emprendió una ofensiva contra la práctica. Se rescataron cerca de 1000 niñas y ya para final del siglo la proporción de jóvenes escrituradas era casi nula. Sin embargo, el número total de jóvenes activas en el comercio sexual no había disminuído. Los jóvenes anteriormente escrituradas a los burdeles habían sido reemplazadas en buena parte por jóvenes fugadas de sus hogares, que huyeron de los abusos, de la posibilidad de un matrimonio arreglado por la familia o para liberarse sexualmente. De una muestra de cerca de 1500 jóvenes arrestadas entre 1990 y 1997 se encontró que sólo 5% habían sido escrituradas por sus familias a los burdeles, mientras que el 72% se habían fugado de sus casas [106]. El testimonio de Dian, una joven prostituta de Balí ilustra la situación. “Me fui de casa porque no agunataba más. Mis padres querían casarme con un ganadero de la zona que tenía bastante dinero. Tenía 30 años y era gordo y feo. Las veces que lo ví me ignoró por completo. Ya habían concertado mi matrimonio e incluso él había pagado por mí. Entonces me escapé. Primero estuve en Jakarta y luego vine a Balí a trabajar en las discotecas. El trabajo de camarera me gustaba … Una amiga me dijo qu econocía un buen burdel y que podía ir a trabajar allá si quería. Pagaban bien pero yo no quise planteármelo. Estuve a punto de volver a Bandgung con mis padres. Pero pensé que casarme sería como se una puta y me pareció mejor aceptar la propuesta de mi amiga. Así mantengo mi independencia” [107].

La última muestra, casi trivial, de la importancia de la tradición es la estrecha conexión  entre el canto y la actividad sexual, peculiar a la China y bastante extraña en otros entornos, como el latino y caribe, dónde hay un vínculo más cercano con el baile. En la película Esposas y Concubinas del director Zhang Yimou hay una escena en la que el señor, un acaudalado comerciante hacia 1920, escoge pasar la noche con su segunda esposa, una reconocida cantante. Desde el patio de la casa se oye lo que ocurre en la alcoba. Ella lo recibe con su canto al que, en medio de palabras amorosas, se va sumando poco a poco el de él, en un apasionado crescendo. Es difícil recordar en películas occidentales escenas con esta simbiosis de lírica y sexo. No parece simple casualidad que el resurgimiento de la prostitución en la China después de la represión maoista se haya dado primordialemente bajo la fachada de los karaoke, lugares públicos en los que se canta. Como se señaló, la misma etimología del término ji, prostituta, está asociada a la actividad musical y en particular al canto. Vocablos alusivos a los pájaros eran usuales entre los letrados de la China imperial para referirse a las prostitutas. En el siglo XVI, el cronista español Juan González de Mendoza relataba cómo “estas mujeres son muy buscadas, y pasan el tiempo de manera placentera cantando y tocando instrumentos con gran astucia” [108]. Al iniciarse la era moderna, después de la guerra del opio, una denominación común para los burdeles era la pequeña tropa del canto puro [109]. Se dice que el término sing-song girl, con el cual los occidentales que llegaron a Shangai en el siglo XIX denominaban a las prostitutas resultó de observar que cantaban permanentemente [110]. El vocablo gallina utilizado recientemente, sobre todo en la provincia de Cantón, para referirse a las prostitutas, podría ser una “metáfora ornotológica”: suena como el ji de la antigua acepción prostituta/cantante [111].

El punto más pertinente que surge del análisis sobre las tradiciones de pareja en la China para el debate contemporáneo, es la estrecha conexión entre prostitución, concubinato y matrimonio. Con la lectura de estas historias resulta más convincente pensar que es más en las costumbres de alcoba y menos en el complejo mercado laboral en donde se configura tanto la demanda como la oferta de servicios sexuales. Así ha ocurrido por siglos, y así parece seguir ocurriendo en la China. Basado en extenso trabajo de campo en todo el país, el sociólogo Pan Suiming ha establecido una jerarquía de las prostitutas y varias categorías de servicios de apareamiento. La categoría más alta es la de ernai, segundas esposas, que basan su tarifa en plazos, por lo general mensuales, para prestar servicios varios, pero ante todo sexuales. La segunda categoría es la de baopo, mujer alquilada, que como las primeras, cobra por períodos, pero más cortos, por ejemplo para un desplazamiento de trabajo, o un viaje de negocios. La tercera categoría es las de las acompañantes, o escorts, cuya tarifa depende no sólo de la duración, en horas o hasta una noche, sino de los servicios prestados: sentarse, salir de la mesa, salir a la calle … La cuarta categoría incluye las ding dong de los hoteles que prestan un servicio sexual de un par de horas y que rara vez alcanza a durar la noche. De ahí para abajo se encuentra las  hermanas de los salones de belleza, las masajistas, las lavadoras de pies que prestan servicios en locales específicos, seguidas de las hermanas de la calle y, por último, las que van o viven en las casetas de obra y atienden en unos pocos minutos por algo de dinero o una simple comida a los trabajadores inmigrantes de las ciudades  [112].

La noción de prostitución comprende todo un continuo de prácticas sexuales venales que, sobre el eje de la sexualidad, van de una simple diversión, como cantar o charlar, hasta el sexo por un rato o varios meses, y sobre el eje de las compensaciones van desde la obtención de ventajas, materiales o no, a una remuneración monetaria.  Lo que se ha considerado prostitución en distintas épocas depende de la posición en estos ejes y de su comparación con las prácticas matrimoniales del momento. Lo que resulta claro en las comparaciones regionales es que la prostitución es más una extensión del concubinato que un soporte o complemento del matrimonio monogámico.

Así resulta paradójica la visión contemporánea del mercado sexual, e insólito el ensañamiento del abolicionismo con los viejos verdes europeos, aquellos en los que prima la relación de pareja monogámica. “Sólo en Occidente ha emergido la indiviudalidad, que ha logrado su libertad rompiendo con la familia y las costumbres. El enamoramiento es el fruto de la libertad. En la India siempre ha dominado el sistema de castas, en China siempre ha prevalecido la tradición, en el mundo islámico la mujer siempre se ha mantenido en un nivel inferiror. Todavía prevalecen las costumbres.  En el célebre libro Las mil y una noches no hay ni una sóla historia de amor comparable a la de Tristán e Isolda, Abelardo y Eloísa, Romeo y Julieta, Pablo y Francisca … Por otra parte, cabe destacar que en ambas civilizaciones (Grecia y Roma) siempre se impuso la monogamia y jamás se impuso el harén. El matrimonio siempre se realizaba entre dos personas libres. Fue el cristianismo el movimiento que reforzó  esta libertad, al afirmar que todos los seres humanos son iguales, que no existen diferencias entre los hombres y las mujeres y que son ellos los únicos que deben elegir a quién quieren por marido o por esposa” [113].

¿Palacios o criaderos?

Sería un error considerar el andamiaje taoista como una recopilación de los desafueros y caprichos de soberanos desenfrenados. Por el contrario, se trata de un elaborado sistema normativo. Uno de los cimientos de este rígido conjunto de reglas, el coitus reservatus, está lejos de poderse considerar algo automático, instintivo, o al alcance de cualquier novato. “Peng-tsu dijo: este arte es muy fácil de saber, pero no cualquier hombre lo puede practicar. Es necesario familiarizarse con todas las disciplinas del Tao. Se deben conocer los métodos. El principio es tener frecuentes relaciones con mujeres jóvenes pero emitir semen sólo ocasionalmente [114]”. Por el detalle con que los textos abordan el manejo del semen, el ambiente necesario para aparearse, las posibles dificultades a la hora del coito, la elección de la mujer adecuada, las que se deben evitar, las condiciones que favorecen los nacimientos, el Arte de Alcoba evoca más un manual de inseminación para criadores que literatura erótica o pornográfica.

Desde épocas muy remotas se sabe de personas que, en la corte, supervisaban y regulaban las relaciones sexuales del rey con sus esposas, asegurándose que las visitara en las fechas señaladas por el calendario y con la frecuencia establecida para cada rango. Una regla general era que las mujeres de estatus inferior debían visitarse con frecuencia, y antes de estar con una de mayor rango. Con la reina se tenía sólo una relación al mes, en el período de fecundidad y cuando se había acumulado potencia con visitas previas a las mujeres de bajo rango. Esta práctica, se creía, aseguraba la concepción de un heredero al trono fuerte e inteligente.

Las mujeres que se mantenían como reserva del soberano en el palacio podían haber sido ofrecidas como tributo, tanto por las provincias como del extranjero como de los países vasallos. También podían ser hijas de familias prominentes que buscaban obtener favores imperiales. Estaban por último las jovenes reclutadas por los agentes del soberano, que recorrían permanentemente el imperio en busca de jóvenes bellas y elegantes. Se las llevaban de donde las encontraban, incluyendo los burdeles oficiales o los del gobierno. Cuando un número importante de jóvenes habían sido recogidas, los eunucos y las chaperonas de palacio procedían a clasificarlas. Las mejores se revervaban para el harem del emperador, las que tenían dotes artísticas iban para el chiao-fang, el centro de formación o conservatorio donde se formaban las cortesanas en canto, danza, música, poesía  y teatro. A las demás se les encomendaban labores domésticas en la casa real [115].

Durante la dinastía Tang se refinaron aún más las condiciones para el nacimiento de príncipes herederos. Las relaciones sexuales del Emperador estaban sujetas a un elaborado protocolo. Se llevaba un meticuloso registro de la fecha y hora de cada unión sexual, las fechas de menstruación de cada mujer y los primeros síntomas de embarazo. Se tomaban todas las medidas necesarias para evitar las confusiones de identidad . A cada mujer con la que hubiera dormido el Emperador se le ponía un sello en el brazo con tinta indeleble. Ninguna de las cientos de mujeres podía pretender haber sido favorecida por el Emperador sin mostrar ese sello [116].

Llama la atención el considerable esfuerzo por garantizar que el más poderoso se apareara con la más bella entre las jóvenes del imperio. Y que, de allí para abajo, las más hermosas quedaran en manos de quienes lo secundaban. Era un sofisticado sistema de filtros que buscaba correspondencia directa entre el rango de los machos y los atributos físicos de las jóvenes para el objetivo, prioritario entre todos los asuntos, de una buena reproducción. En su Ta-lo-fu (Ensayo Poético sobre la Suprema Dicha) el poeta Po Hsing-chien, muerto en el año 826, destaca la importancia del acto sexual sobre cualquier otra actividad. “La unión sexual constituye la suprema dicha del hombre. Los altos cargos y los honores mundanos sólo pueden traer pesadumbre” [117].

La función de las jóvenes que, entre las elegidas, no iban a ser madres, era básicamente contribuír a acumular la potencia de los poderosos sementales. Para eso debían dominar las técnicas sexuales, puesto que un requisito para la acumulación del Yin era el orgasmo de ellas.  El origen social de estas asistentes sexuales importaba poco. El principal criterio era la juventud y la belleza. En el mismo Ta-lo-fu se señala el placer de tener relaciones con jóvenes de la servidumbre, citando ejemplos de hombres famosos de tiempos antiguos que acabaron enamorados de ellas.

El interés por la belleza femenina como elemento que favorece la reproducción es, en la actualidad, algo más que una tradición china. La siguiente afirmación, que parecería una adaptación al lenguaje moderno de algún pasaje del Arte de la Alcoba, es de una reconocida psicóloga. “La belleza es una parte esencial de la experiencia humana y produce placer, llama la atención y ayuda a asegurar la supervivencia de nuestros genes … Las mujeres compiten en el mercado de parejas por hombres que están formateados para percibir a las núbiles adolescentes altamente deseables y particularmente bellas” [118]. Después de varias décadas marginada del debate intelectual, la belleza femenina salió del ámbito de los reinados y las revistas de moda. Se empieza a tratar de entender el papel que juega en la búsqueda de pareja, incluso en el ámbito laboral. Por un lado, con algunos experimentos realizados en los EEUU se ha encontrado que los hombres perciben una cara atractiva como una señal de fertilidad y de buena salud. Por extraño que parezca, y a pesar de las grandes variaciones en el ideal del cuerpo femenino -desde los rollizos de Rubens hasta los casi anoréxicos de hoy- la relación entre la cintura y la cadera de los cuerpos considerados más bellos de cada época ha permanecido casi constante. Además, entre diferentes mujeres, esta relación manda no sólo una señal de belleza, por su cercanía con ese ideal, sino que se percibe como indicador de capacidad maternal. La investigación sobre la relación entre atractivo físico y buena salud, más allá de las percepciones masculinas, es incipiente. Recientemente, se ha encontrado alguna evidencia que la belleza facial parece estar relacionada con la buena salud [119]

A un ganadero, o un criador de caballos finos, que sabe las ventajas de reservar para un solo semental un número considerable de hembras, no lo sorprendería la propuesta taoista de que el señor debe prepararse con una decena de mujeres por noche, durante varias semanas para, el día señalado, descargar su energía acumulada en el mejor resguardo disponible. Al criador tal vez le quedaría la inquietud de no poder sofisticar sus procedimientos reproductivos, entrenando al semental en técnicas taoistas. Los ganaderos y criadores están poniendo en práctica lo que los biólogos denominan el efecto Coolidge: los machos de cualquier especie aumentan su capacidad sexual si se les amplía y renueva permenetemente la disponibilidad de hembras receptoras [120]. En el Arte de la Alcoba, se percibe cierto conocimiento empírico del efecto Coolidge como inspirador de las recomendaciones. “El Taoista del Búfalo Verde dijo: si un hombre cambia continuamente a las mujeres con las que copula el beneficio será grande. Si en una sola noche se puede copular con más de diez mujeres es lo mejor. Si siempre se copula con la misma y única mujer la esencia vital se tornará gradualmente débil” [121].

El papel del concubinato y la prostitución en este engranaje es variado y complejo. Están por un lado, de manera bastante sofisticada, al servicio de la reproducción de los poderosos y sus elegidas. El sexo en estos ámbitos no es mera diversión. Con amor venal, los poderosos acumulan la virilidad que se reserva para las madres de los herederos. Es allí donde además, aprenden las complejas técnicas del control de la eyaculación masculina y del placer femenino, requisitos para las reservas de Yang. En segundo término, juegan el papel de reciclar a las mujeres que, por ejemplo por efecto de la edad, dejan de ser apreciadas en la cúpula del poder. Es tal vez por estas razones que las actividades en los burdeles también están estrictamente reguladas. Se trata de una especie de mercado de parejas paralelo con sus rituales de flirteo o de desfloración, sus códigos de precedencia y fidelidad. La rigidez y sofisticación depende de la cercanía al palacio.  Es válida la analogía con un mercado de segunda mano, más recursivo y menos dependiente de la influencia familiar. No menos importante es el papel de camino, en ocasiones verdadera autopista, para que las mujeres humildes, siempre que sean bellas y cultiven el arte del amor, asciendan en la escala social. Para que las jóvenes o sus padres acepten esa vía no se requieren muchos casos que culminen exitosamente. Bastan unas pocas leyendas, basta un solo cuento  de zorras bien divulgado, como la leyenda de Chou-hsin y Ta-chi, para dejar instalado el sueño que con habilidad sexual se puede darle un vuelco a la suerte, incluso subyugar al soberano que sacrificará su reino. Cuando una de sus esposas le preguntó al Emperador Huei Tsung qué era lo especial de Shih-shi, a quien habia conocido en un burdel, él le respondió de manera franca. “Ninguna de ustedes sabe el arte del amor. Con ella, nunca tengo que esforzarme, y me ofrece tanto placer. En la cama ella es siempre tan despierta y divertida. Comparada con ella, todas ustedes son como bellezas hechas de barro o madera” [122].

Para los hombres de abajo, los excluídos por la poligamia taoista, las ramas peladas, la alternativa  de ascenso social rápido es la rebelión. En alguna medida, la prostitución para ellas es el equivalente de la guerra para ellos.




[1] Citado por Wilson y Henley (1994)
[2] Lombroso y Ferrero (1893, 2004) p. 101
[3] Pastoetter (2004). GI es el mote con que se conoce a los soldados norteamericanos. Su origen no es claro. Ver http://en.wikipedia.org/wiki/GI_(military)
[4] Pastoetter (2004)
[5] Fahey, S. 1998. Vietnam’s women in the Renovation Era. In: K. Sen & M. Stivens, eds., Gender and power in affluent Asia (pp. 222-249). London/New York: Routledge. Citado por Pastoetter (2004)
[6] Citado por Yang (1997) p. 57
[7] Chung (1997) p. 229
[8] Yang (1997) pp. 57 a 62
[9] Testimonio de Hwamg Kum-ju, la primera comfort woman que testificó en público. Citado por Kim (1997) p. 97
[10] Chang (1997) p. 49
[11] http://en.wikipedia.org/wiki/Comfort_women
[12] Morillot (2001) p. 114
[13] Morillot (2001) p. 164
[14] Tabuchi, Hiroko (2007). “Japan's Abe: No Proof of WWII Sex Slaves”. The Washington Post. Marzo 1. http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2007/03/01/AR2007030100578.html
[15] Chung (1997) p. 224
[16] Fujime (1997) p. 146
[17] Song (1997)
[18] Fujime (1997) p. 144
[19] Chung (1997) p. 222
[20] Fujime (1997) p. 148
[21] Song (1997) p. 192
[22] Chung (1997) p. 227
[23] Chung (1997) p. 227
[24] Henriques (1965) p. 239
[25] Jun, Zhaoyun (2006). “Chinese Military Prostitutes in Ancient Times” http://www.chinahistoryforum.com/index.php?act=Print&client=wordr&f=99&t=12304
[26] Ruan y Lau (2004) p. 194
[27] http://en.wikipedia.org/wiki/Su_Xiaoxiao
[28] Henriques (1965) p. 246
[29] Ruan y Lau (2004) p. 194
[30] Coulette (2003) p. 20
[31] Coulette (2003) p. 27
[32] Coulette (2003) p. 20
[33] Corominas (1990)
[34] Coulette (2003) p. 26
[35] Coulette (2003) p. 36
[36] Bebel, citado por Coulette (2003) p. 46
[37] Coulette (2003) pp. 66 a 71
[38] “Leader who blew up mistress is executed”. Timesonline. Septiembre 6 de 2007. http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/asia/article2395271.ece
[39] http://blogs.telegraph.co.uk/richard_spencer/blog/2006/10/25/sex_and_the_statistician
[40] “Fall of the 'Zipper Mayor': evidence from 11 mistresses nails corrupt Chinese official”. The Independent, Septiembre 8 de 2007
[41] “China set for sex scandal show trials”. Timesonline. Septiembre 9 de 2007. http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/asia/china/article2414628.ece
[42] Keep a lover and lose your job, China tells officials” Timesonline. Mayo 1 de 2007.
[43] Timesonline. Septiembre 6 de 2007 ya citado
[44] Timesonline. Mayo 1 de 2007 ya citado
[45] “Chart Topping Mistress Keepers - QQ News” en http://chinadigitaltimes.net/2006/10/chart-topping-mistress-keepers-qq-news/
[46] http://blogs.telegraph.co.uk/richard_spencer/blog/2006/10/25/sex_and_the_statistician
[47] Ver críticas a la biografía en http://en.wikipedia.org/wiki/The_Private_Life_of_Chairman_Mao
[48] Li (1994) p. 356
[49] Ibid. p. 357
[50] Ibid. pp. 356 y 360
[51] Ibid. p. 364
[52] Ver las críticas en http://en.wikipedia.org/wiki/Mao_The_Unknown_Story
[53] Chang y Halliday (2006)
[54] Chang y Halliday (2005) pp. 194 y 195
[55] Chang y Halliday (2005) pp. 198 y 199
[56] Chou (1971) pp. 210 a 212
[57] Chou (1971) pp. 212 y 213
[58] Honig (2002) p. 257
[59] Li (1994) p. 358
[60] Chou (1971) pp. 10 a 21
[61] Citado por Thorbek (2002) p. 26
[62] Van Gulik (1996) p. 210
[63] Van Gulik (1996) p. 124
[64] Citado por Bullough y Bullough (1987) p. 101
[65] Van Gulik (1996) p. 125
[66]  Ibid p. 135
[67]  Ibid pp. 136 y 137
[68]  Ibid p. 145
[69]  Ibid p. 149 y 150
[70]  Ibid p. 150
[71]  Ibid pp. 157 y 158
[72] Van Gulik (1996) p. 195 y 196
[73] Bullough (1964) p. 96
[74] Van Gulik (1996) p. 155
[75] Citado por Chou (1971) pp. 24 a 26. Transcripción no literal
[76] Chang (1993) p. 644
[77] Bullough (1964) p. 92
[78] Chou (1971) p. 18
[79] Citado por Bullough y Bullough  (1987) p. 98
[80] Bullough (1964) p. 93
[81] Citado por Bullough (1964) p. 94
[82] http://genealogy.about.com/library/authors/ucboey2b.htm
[83] Citados por Chou (1971) p. 32
[84] Chou (1971) pp. 36 a 39
[85] Bullough y Bullough  (1987) p. 103
[86] Bullough (1964) p. 98
[87] Sanger (1838, 1937) p. 430
[88] Citado por Chou (1971) p. 59
[89] Gross, A (1981). “Sex through the ages in China”. SIECUS, Vol 10, Nº 2, 7-8
[90] Van Gulik (1996) pp. 220 a 224
[91] Esta interpretación no es sólo feminista. Ver por ejemplo Cheung  (1972)
[92] La referencia clásica sobre el tema sigue siendo el texto de Darwin sobre selección sexual que es un anticipo de la teoría económica de las señales de Spence y Stiglitz. Sobre la extraña lógica y dinámica de las señales en el mercado de parejas ver Miller (2000). Sobre los tatuajes de los mareros como una seña de este tipo ver Rubio (2007)
[93] Citado por Van Gulik (1996) p. 229
[94] Henriques (1965) p. 266
[95] Ibid. p. 267
[96] Citas de Cheung (1972)
[97] Citado por Chou (1971) p. 64
[98] Chou (1971) p. 9
[99] http://blogs.telegraph.co.uk/richard_spencer/blog/2006/10/25/sex_and_the_statistician. Énfasis propio
[100] Chang (1993) p. 170
[101] Chang (1993) p. 239
[102] Chang (1993) p. 242
[103] Chang y Halliday (2005) p. 195
[104] Sanger (1838, 1937) p. 432
[105] Ibid. p. 433
[106] Hwang y Bedford (2003).
[107] Aldama (2004) p. 93
[108] Citado por Henriques (1965) p. 246
[109] Coulette (2003) p. 35
[110] http://en.wikipedia.org/wiki/Sing-song_girls
[111] Coulette (2003) p. 91
[112] Coulette (2003) pp. 81 a 127.
[113] Alberoni (2006) pp. 182 y 183
[114]  Ibid pp. 136 y 137
[115] Van Gulik (1996) p. 184
[116] Van Gulik (1996) p. 189
[117] Van Gulik (1996) p. 203
[118] Etcoff (2000) p. 24
[119] Shackelford y Larsen (1999)
[120] http://en.wikipedia.org/wiki/Coolidge_effect
[121]  Citado por Gulik (1996) p. 138
[122] Citado por Chou (1971) p. 59