Varias actividades que de manera global se pueden agrupar bajo el rótulo de rumba o parranda son señaladas de manera repetida en los testimonios de mareros y pandilleros como razones para ingresar a las bandas juveniles en Centroamérica. Los vaciles, por ejemplo, como se denomina en El Salvador, “un conjunto muy variado de acciones: un paseo, beber, ir a fiestas, divertirse, tener sexo, reunirse en un parque, consumir drogas … (son) las motivaciones de ingreso a la pandilla mencionadas con mayor frecuencia por los pandilleros mismos” [1].
En Nicaragua, para muchos jóvenes el ambiente de la pandilla es un rebane, término que se emplea en la jerga para pasar el tiempo y divertirse [2]. En Honduras, “algunos afirman que estos grupos (las maras en la localidad de El Progreso) nacieron para pasar un buen rato juntos, drogándose” [3].
Para un marero salvadoreño, que recuerda su época anterior al ingreso, mientras trabajaba en un billar, “quienes siempre le llamaron más al atención fueron los miembros viejos de la mara. Le resultaba atractivo el modo peculiar de divertirse y de sobresalir” [4].
“En el 93 salí de la escuela, allí fue cuando comencé a visitar el billar. Allí conocí a los chavos viejos de la mara. Eran un resto de gente, y a mi me daban ganas de estar con ellos. Yo los miraba así reunidos en grupo y que se divertían y que a todos lados iban juntos. Me daban grandes deseos de estar con ellos, pero ellos me decían girito y sólo se reían de mí” [5].
“Yo tenía como 15 años y mis amigos más o menos la misma edad. Nos llamaba la atención ser como ellos. Entonces Los Guerreros era aún un grupo pequeño. El primer acontecimiento real fue como tres o cuatro meses después, cuando ya eran como unos 60 los que se juntaban. Entonces llegamos a preguntar qué había que hacer para pertenecer al grupo. Nos indicaron que había que bautizarse. El bautizo consistía en pelear con ellos, contra unos tres o cuatro. Lo lógico era que uno no pudiera con ellos. Si uno no podía con todos ellos, todos los que ya pertenecían a ese grupo, a la mara lo pateaban a uno. Ese era el bautizo … Los hombres, más que las mujeres, nos dividíamos en tres grupos. En uno estaban los patojos que les gustaba el básquetbol … Había otro grupo formado por los que les gustaba tomarse una cerveza y fumar. El tercero estaba integrado por los que les gustaba drogarse … Después se fue deteriorando. Nos quedábamos en la calle chupando hasta las 11 ó 12 de la noche, haciendo relajo, y si alguien nos callaba les tirábamos piedras” [6].
“Al principio era únicamente cuestión de amigos, no como las maras de hoy. Uno se reunía para bailar, para juntarse y pelear contra otro grupos que se formaban, para defender el territorio” [7].
“Un número significativo de jóvenes expresan haber entrado a las pandillas para divertirse, para ellos es un lugar especial para pasarla bien con los compañeros en la calle, salir a bailar, hacer brinquitos para conseguir reales y echarse un churro de mariguana … También se muestra un mar de contradicciones, porque sobran las formas de expresar los estados de tensión que se viven al interior de los grupos: rivalidad por muchachas, diferencia al momento de compartir los botines … “ [8].
Es oportuno recordar que un componente esencial de la parranda, del trago y de la diversión nocturna tiene que ver con el flirteo, con la búsqueda de pareja y con expectativas de actividad sexual. No sorprende que en un estudio sobre embarazo adolescente realizado en Panamá se señalen “los bailes, la música violenta, el alcohol, y las drogas como los causantes (sic) de las conductas problemáticas que resultan en embarazos precoces” [9].
La pandilla que atrae adolescentes precisamente porque incrementa la posibilidad de conquistar mujeres bonitas, está vívidamente expresada en algunos testimonios.
“(Dos mareros) tenían una VAN bien maciza y allí andaba una chavala bien bonita. Pues yo los miraba y alucinaba andar así, porque se miraban bien macizos y que se paseaban por todos lados y nadie les decía nada” [10].
“Con ese grupo (Wilmer, un marero hondureño) probó lo que nunca había probado: tomó cerveza, fumó marihuana y levantó a la primera güirra mal puesta. Al poco tiempo este grupo se unificó y se hicieron buenos amigos; y así, entre la alegría y el juego, fueron decidiendo hacer más cosas juntos. Decidieron estar en la onda y para eso necesitaron estar al nivel de los demás, de los que toman, de los que fuman y de los que son mujeriegos. Wilmer nos contó que con todas estas experiencias sentía que él había dejado de ser un niño, que llegó a ser completamente hombre y que no tenía que envidiarle nada a nadie … Para él ser hombre se define como aquel que toma cerveza, fuma marihuana y tiene relaciones sexuales” [11].
Este escenario de jóvenes que se agrupan en bandas para pasar un buen rato, buscando conseguir una pareja es, por su naturaleza misma, una fuente de conflictos, también emotivos e instintivos, como los que se pueden dar alrededor del acceso a las mujeres.
“No es poco común amenazar a las víctimas con cuchillos y algunos dijeron haberlas apuñalado cuando se resistieron. Además, las maras pelean a veces entre sí por mujeres” [12].
“Los pleitos entre maras son frecuentes sólo por temporadas, suelen comenzar por invasiones en territorios no propios, y continuar por venganzas. A veces se pelean también por mujeres” [13].
“Algunos afirman que estos grupos nacieron para pasar un buen rato juntos, drogándose o realizando actividades delincuenciales, y que con el tiempo, la rivalidad y competencia hizo que estallaran algunos pleitos entre ellos, que en muchos casos degeneraron en heridos y hasta muertos” [14].
Aún el componente de parranda, vacil, rebane de la pandilla puede incluir ciertas manifestaciones violentas, como el acoso sexual o las violaciones, recurrentemente señaladas por los medios de comunicación y algunos analistas.
“En la 7ª ave y 27 c., zona 6 de Mixco, hay un grupo de jóvenes que molesta todos los días a las personas que transitan por el lugar … Se atribuye a los pandilleros haber desnudado a dos jovencitas … Fuentes bomberiles y policiacas (sic) indicaron que durante el sábado en las playas de San José, Escuintla, una docena de muchachos atacó e hirió con cuchillo a cuatro bañistas, y golpeó a otros tres para despojarlos de lo valiosos que portaban. Una jovencita fue víctima de violación … en la Semana Santa recién pasada parte de los jóvenes comprometidos en esos grupos cometieron asaltos, robos, agresiones y abusaron de mujeres jóvenes” [15].
“En una investigación de más de un año de duración, detectamos que casi la totalidad de los pandilleros entrevistados en la calle, en libertad –y que decían estar retirados o en proceso de retiro- fueron detenidos por delitos recientes en menos de cuatro meses. Generalmente por robos y violaciones” [16].
Algunos de estos incidentes en los que se confunde la actividad sexual con la violencia constituyen a veces verdaderas ceremonias o ritos de iniciación.
“En la mara de nosotros, para entrar, se tiene que dejar verguiar por todos. A eso le decimos brincar, o si no, se le da un trozo para que vaya a quebrarse a uno de la mara contraria que la anda regando. Ya con las chavalas, ellas tienen tres reglas: una es que aceptan darse pija con otra chavala de otra mara; también, si ellas quieren, que se acuesten, o sea que tengan sexo con uno de la mara, o si no que se dejen brincar … Para que alguien quiera entrar (a la mara) lo tienen que brincar. Pero como yo era muy pequeño, entonces me pusieron una prueba. Me tenía que dar verga con otro chavalito de otra mara. Me llevaron y ahí estaba. Y como yo tenía grandes ganas de entrar ¡le di verga! Así fue como entré … yo tenía 13 años ” [17].
Incluso se encuentran referencias en las que, ya sin ninguna mención explícita a la sexualidad, se percibe el ejercicio de la violencia como una diversión, algo que produce placer por sí mismo.
“Algunos de ellos describen esa atracción (por la mara) como alucín que es su modo de decir que sienten gusto o agrado. Es además una atracción por la agrupación .. Se desea adiestrarse en una cantidad de técnicas y estrategias de combate, gozar con el triunfo, ser los mejores y obtener respeto. Es curioso que expliquen ese momento en términos adictivos, como el encanto rápido de una droga alucinógena” [18].
“Algunos reportan como estimulante el tipo de experiencias que se viven a través del parche. Les gusta tener la sensación de aventura y segregar adrenalina; estar en peleas, manejar armas, cuchillos, tener peleas en bares, darse botellazos, o darse plomo” [19].
”El disfrute de la violencia y la indiferencia frente a la muerte es un problema que no es sólo de los miembros en maras o pandillas. Gran parte de la juventud disfruta con la violencia. Las maras lo único que añaden es llevar ese entretenimiento a la realidad” [20].
A pesar de lo anterior, el tema de la diversión, de la parranda y en particular de la sexualidad como eventual motivación para ingresar a las pandillas ha sido normalmente ignorado, o explícitamente dejado de lado, como si no fuera relevante, o digno de análisis. Es ilustrativo el siguiente comentario:
“Diez de las personas entrevistadas refieren el uso promiscuo del sexo y la prostitución como actividades distintivas de las maras. En concreto, ocho mencionan la promiscuidad sexual y dos la prostitución. Llama la atención que estas actividades fueran mencionadas únicamente por quienes no tienen contacto con las maras. Se deja constancia del dato, sin darle mayor relevancia, por no disponer de datos que permitan comparar lo afirmado por las personas entrevistadas con el grado de promiscuidad sexual que existe entre la juventud que no integra las maras” [21].
En algunos trabajos en los que se aborda el tema de la sexualidad adolescente, aunque de manera implícita se reconoce alguna relación con la violencia juvenil, puesto que se menciona la problemática de las pandillas, no se hace una mención directa ni explícita a tales vínculos. En una detallada presentación sobre la sexualidad adolescente en Latinoamérica, por ejemplo, sin mayor preámbulo se habla de los “factores de riesgo para la asociación en una pandilla” y se menciona que “en la mayoría de los países, una de las principales causas de muerte y discapacidad en jóvenes es la violencia; se estima que en El Salvador y Honduras hay alrededor de 30,000 jóvenes involucrados en maras (pandillas) en cada país” [22].
Por el contrario, en los diagnósticos más generalizados sobre las maras y pandillas en Centroamérica se han favorecido interpretaciones bastante complejas y elaboradas que no concuerdan con los testimonios de los pandilleros reales. No deja de sorprender que, en abierto contraste con los seres instintivos, primarios, egoístas y políticamente irresponsables que reflejan la mayor parte de las historias de pandilleros de carne y hueso, se busque promover sin mayor respaldo en testimonios, o relatos, la romántica figura del revolucionario juvenil contestatario, consciente de la represión oficial, de los conflictos políticos y de los desequilibrios macroeconómicos, preocupado por los demás, por la injusticia y dispuesto a sacrificarse por una sociedad mejor.
“Es interesante observar dicho fenómeno –el de las maras- a la luz de la organización juvenil, sobre todo porque hasta en regímenes represivos, los jóvenes, en la historia del país, demostraron ser un grupo contestatario y protagonista de luchas reivindicativas en beneficio del pueblo [23] … Tampoco se puede desligar el estudio sobre las maras guatemaltecas del contexto de los movimientos juveniles y laborales existentes en Guatemala ya desde antes del conflicto armado … (Las maras) surgen en Guatemala como contestación violenta ligada, indiscutiblemente, al contexto sociopolítico anterior en que se incuban y nacen … Estos jóvenes se unen para defenderse contra todas las formas de heridas que produce pertenecer a su clase, incluyendo la muy urbana de no ser capaz de estar a la moda, con lo que se refuerza lo ya apuntado: nacen como una expresión de la clase empobrecida … No cabe duda que un fenómeno como el de las maras no nace por generación espontánea y que las raíces del mismo se hunden en el pasado … es precisamente en ese contexto en el que el fenómeno de la contestación violenta y no violenta se fragua” [24].
“En Octubre de 1978 … se da un alza en la tarifa del transporte urbano. Las protestas no se hicieron esperar, siendo los jóvenes los principales protagonistas … En ese momento aún se habla de organizaciones o movimientos estudiantiles, no de maras … En Septiembre de 1985, las empresas de transporte urbano trataron, una vez más, de incrementar el monto de las tarifas. Se esperaba una reacción popular, pero los hechos superaron en violencia toda previsión … Nuevamente una fuerza contestataria se hizo presente, pero su forma de protesta había cambiado. Era un nuevo modo de presencia juvenil, mucho más violento. Nacían las maras” [25].
“Las pandillas, en algunos barrios de Managua, presentan características que reproducen la forma en que la economía nicaragüense se encuentra inserta en el proceso de globalización. A diferencia de la mayoría de las pandillas centroamericanas que se han transnacionalizado, nuestras pandillas se encuentran rezagadas, atomizadas en sus formas organizativas y en un estado de alta segmentación” [26].
“(Las pandillas) son más expresión del descontento popular que dirección del mismo. No constituyen una respuesta articulada aunque sí un síntoma de malestar popular por la situación socioeconómica … De hecho, existe un proceder afín entre las pandillas y la vigilancia revolucionaria: un territorio bajo su jurisdicción, actividad en horas nocturnas, no todos participan pero todos se benefician de su protección, escaramuzas contra los de distinto signo … Los suicidas y los pandilleros con su agresividad y drogadicción tienen motivaciones comunes: desencantos amorosos, violencia familiar, sentimiento de soledad, carencia de horizonte alentador, etc. Pero, en cierto sentido, los pandilleros son los que no se dejan aplastar por una realidad que los lleva a la desesperación. La energía no se transforma en melancolía, sino en agresión … Vivimos en una sociedad de marcados contrastes: el salario mensual de un albañil no supera a lo que una pareja de clase media puede gastarse en una tarde de cine y cena en un centro comercial. La brecha era menor en los 80s. Ahora se cae en el sálvese quien pueda de la jungla del asfalto. Del recurso a la revolución, ahora cancelado por múltiples razones, al recurso a la actividad de las pandillas … Su origen corre paralelo a la implementación del primer ajuste estructural: compactación del aparato estatal, despidos masivos, hambruna en el sector rural y creciente descontento popular con el gobierno”… (Los pandilleros) son jóvenes que nacieron en plena revolución sandinista y que comenzaron a vivir la adolescencia a partir de los noventa. Son el producto de dos décadas encontradas y, sobre todo, de significativos desequilibrios macroeconómicos en el país” [27].
La supuesta continuidad de las pandillas con los movimientos estudiantiles de décadas pasadas se plantea no sólo haciendo caso omiso de que se trata de grupos integrados mayoritariamente por jóvenes que abandonaron el sistema educativo, sino reconociendo que, en ocasiones, los pandilleros se han enfrentado violentamente con los estudiantes.
“La integración de esos grupos también ha variado. Si antes estaban formados predominantemente por estudiantes y jóvenes obreros organizados, ahora lo están por jóvenes procedentes de áreas populares, periféricas y asentamientos precarios” [28].
“Desde los cincuenta a mediados de los setenta, conforme la ciudad de Guatemala iba creciendo, las pandillas se hacían cada vez más comunes. Compuestas sobre todo por hombres, peleaban entre sí por problemas territoriales, con cadenas, cuchillos y usaban drogas. Se oponían a los grupos estudiantiles políticos, a veces atacándolos físicamente, pero en la medida en que la radicalización política se volvió un asunto masivo a mediados de los setenta, el movimiento popular eclipsó a las pandillas y la cultura de la droga [29].
Son múltiples los interrogantes que suscitan estas interpretaciones profundas, económicas y políticas de la violencia juvenil. ¿Por qué si, como sugiere la evidencia, es sobre las mujeres que recae el mayor peso de la precariedad económica, son los hombres los que continúan monopolizando la violencia? ¿Por qué un número no despreciable de quienes acabaron siendo guerrilleros de verdad, en varios países, provenían de los estratos altos y mejor educados? ¿Por qué la supuesta protesta contra la desigualdad se traduce en agresiones y ataques en los cuales víctimas y victimarios provienen del mismo entorno social y económico? Como bien lo expresa un vecino de un barrio popular, desconcertado con la violencia juvenil que lo rodea,
“Por qué no roban donde hay, pero lo tienen que venir a robar a uno que con tanto esfuerzo consigue unos zapatos, una cobija, una chaqueta. ¿Por qué no se van a robar donde hay?” [30].
La persistencia en explicaciones de clase, en las condiciones laborales o en la política y, simultáneamente, el olvido de los asuntos de género -y de sexo- con respecto a la violencia juvenil son irónicos ya que la asociación con las primera es, por lo general, bastante ambigua y problemática mientras que, desde siempre y en todo lugar, el género ha tenido un impacto importante, y consistente, sobre la violencia.
[1] Santacruz y Cruz (2001) p. 38. Subrayado propio
[2] Sosa y Rocha (2001) p. 335
[3] Castro y Carranza (2001) p. 239. Subrayado en el original
[4] Castro y Carranza (2001) p. 267
[5] Testimonio de Wilmer en Castro y Carranza (2001) p. 267
[6] Merino (2001) p. 172
[7] Merino (2001) p. 171
[8] Sosa y Rocha (2001) p. 374 y 375
[9] MEDUC y PROIGUALDAD (2000) "Tratamiento de las adolescentes embarazadas en el Sistema Educativo". Ministerio de Educación. Síntesis en Crítica septiembre 3 de 2001
[10] Miembro de la mara Vatos Locos de Honduras. Castro y Carranza (2001) p. 277. Subrayado propio
[11] Castro y Carranza (2001) p. 268
[12] Merino (2001) p. 182
[13] Merino (2001) p. 190
[14] Castro y Carranza (2001) p. 239
[15] Citas de El Gráfico en Merino (2001) p. 144 y 145
[16] Sosa y Rocha (2001) p. 381
[17] Castro y Carranza (2001) p. 280
[18] Castro y Carranza (2001) p. 277
[19] Zorro (2004) p. 135
[20] Castro y Carranza (2001) p. 307. Subrayado propio.
[21] Merino (2001) p. 134
[22] Corona, Esther (2003). “Estado del Arte en Salud Sexual y Reproductiva de Adolescentes en Latinoamérica y el Caribe”.
OPS-Panamá www.paho.org/spanish/ad/fch/ca/EsterCoronaPanama.ppt
[23] Asociación Grupo CEIBA, citada por Merino (2001) p. 162
[24] Merino (2001) pp. 111, 156, 163 y 174p. 163
[25] Merino (2001) p. 164
[26] Sosa y Rocha (2001) p. 335
[27] Sosa y Rocha (2001) pp. 339, 341, 342, 343, 358 y 391
[28] Merino (2001) p. 165
[29] Levenson (1998) citada por Merino (2001) p. 154
[30] Poblador del Barrio Siloé en Cali. Vanegas (1998) p. 172