Del rapto a la pesca milagrosa
Breve historia del secuestro en Colombia
Cuando la segunda cantera de víctimas potenciales empieza a mostrar síntomas de agotamiento [1] aparece la aparente popularización de las víctimas que, se puede decir, caracteriza la última fase del secuestro en Colombia. Una señal del desabastecimiento de víctimas de altos recursos lo constituyen los incidentes repetidos sobre una misma familia. El caso extremo parece ser el de la familia Grajales en el Valle compuesta por siete hermanos que, en conjunto, totalizarían más de 30 secuestros. Los primeros signos se habían empezado a percibir a mediados de los ochenta. “[…] lo cierto es que en Colombia se ha llegado a una situación en la que el secuestro afecta casi por igual a diversas capas de la población: ya no se es secuestrable por ser rico --entre otras cosas porque, como señalaba el director de El Tiempo, Hernando Santos, en una reunión con motivo de la campaña anti-secuestro, "ya no quedan suficientes ricos"--, sino que el flagelo alcanza también a la clase media.
El explosivo incremento que se observa en las tasas a partir de 1997 y hasta el 2000 se dio en forma paralela con el reporte más frecuente de plagios en los que las víctimas pertenecen a los grupos más vulnerables, como los niños o los ancianos, o son claramente personas de muy bajos recursos. También durante este período se suman los grupos paramilitares al conjunto de actores armados que recurren al plagio para financiarse. De acuerdo con los datos de Fondelibertad, que se analizan en detalle en otro capítulo, entre 1997 y el 2002, el porcentaje de menores entre los secuestros no reconocidos por las FARC o el ELN se triplicó. A su vez, la fracción de personas mayores de 65 años entre los plagios atribuidos a las FARC se multiplcó por más de dos entre 1996 y el 2001. “Desde hace cuatro años (las esposas y madres de secuestrados en Medellín) se reúnen en el atrio de la iglesia de Nuestra señora de la Candelaria para pedir el regreso de sus familiares. Bernarda Gallego lleva dos años y medio pidiendo a gritos que le devuelvan a su esposo, Julio Cesar Ríos Sánchez, secuestrado por desconocidos en una carretera de San Carlos (Antioquia). Ella vive en el municipio de Guarne, pero desde el secuestro su esposo pasa buena parte de su tiempo en casas de familia de Medellín, en donde trabaja por días … Aunque no dan mayores detalles, dicen que han logrado la liberación de una mujer de 74 años secuestrada en Marinilla y la entrega del cadáver de un joven taxista que murió en cautiverio”. “Liberados cuatro de los once campesinos que fueron secuestrados por la guerrilla en el Cauca. De acuerdo con habitantes de Ortega, corregimiento donde residen los labriegos, hay angustia por la suerte de quienes siguen plagiados. ``Por favor respétenles las vidas y trátenlos bien. Ellos son personas humildes que viven de un sueldo. No tenemos nada qué ver con política. Por favor, hay hijos y esposas esperándolos''. Fue el llamado de una mujer a los guerrilleros que secuestraron a su esposo [2].
Vale la pena en este punto hacer un paréntesis para señalar la débil participación de los paramilitares en el total de secuestros, algo que se puede explicar de varias maneras, no excluyentes. De acuerdo con los datos de la Policía Nacional los secuestros atribuibles a los grupos paramilitares como porcentaje del total serían del 2% en el 97 y el 98, del 4% en el 99 y del 8% en el 2000.
Uno, su menor tradición, centralización y homogeneidad como organizaciones armadas. Dos, relacionado con el anterior, la virtual imposibilidad de discernir un secuestro realizado por paramilitares de otro por la denominada delincuencia común. Cuya participación en el total de secuestros, de acuerdo con la misma Policía es del orden del 40%. Otro tanto podría decirse de los secuestros realizados por milicias urbanas, que también pueden quedar incluidos en esta categoría comodín de la delincuencia común. Sobre la precariedad de la asignación de las autorías en las cifras oficiales de secuestro se puede hacer análisis más detallado.
Tres, se trata de grupos que prácticamente nacen de la extorsión, algo que se puede considerar una etapa posterior de la actividad. Cuatro, la falta de una ideología que legitime el secuestro, sobre todo entre los grupos que en principio se crean para combatirlo.
La última etapa de la actividad se asocia con la proliferación de los secuestros masivos e indiscriminados, las mal llamadas pescas milagrosas. Esta modalidad es indispensable para entender tanto el nivel explosivo de las tasas hasta el 2000 como la igualmente espectacular caída que se observó después. El cambio de estrategia hacia los secuestros masivos e indiscriminados por parte de la guerrilla marcaría el principio de lo que acabaría siendo la irreversible caída de la actividad.
Aunque existen indicios dispersos de secuestros múltiples por parte de la guerrilla desde mediados de los años sesenta sólo a final de los noventa se convirtió en práctica común, inicialmente muy dinámica (Gráfica 2). Un caso es cuando un comando de lo que serían las FARC dirigido por Tirofijo ataca la población de Inzá en 1965 y secuestra a los pasajeros de un bus. Otro, relatado por Gabino ocurre el 7 de Enero de 1972 cuando el ELN se toma la población de San Pablo y “se conversa con la población civil, se expropian los principales almacenes que se consideran de personas pudientes que están en contra de la lucha, los principales gamonales del pueblo se retienen …”. (Medina 1996 p. 106. Subrayado propio).
Gráfica 2
Es difícil saber quien acuñó el término pesca milagrosa, pero sí es posible determinar cuando: a finales de Marzo de 1998, a raíz de dos retenes con secuestros masivos realizados en un mismo fin de semana por las FARC y el ELN. “Se llama 'pesca milagrosa'. Es la nueva modalidad del Eln y las Farc para realizar retenciones masivas como las ocurridas el pasado fin de semana con los retenes que instaló en la vía al Llano y la Troncal del Oriente, que comunica el interior del país con la Costa” [3]. Hasta ese año (1998) en el archivo electrónico de El Tiempo, disponible desde 1990, no aparece ningún caso relacionado con secuestro con la denominación de “pesca milagrosa”.
A pesar de que, desde varios años antes, la guerrilla ya realizaba retenes con secuestros múltiples en las carreteras, y que ya se utilizaba el apelativo de pescado para las víctimas en cautiverio, ese año se hizo el lanzamiento oficial tanto del nombre como de la práctica, con un número importante de casos para respaldarla como novedosa modalidad. “Con el incendio de dos buses, la retención de veinte de sus pasajeros y la voladura de un puente continuó ayer la ola de atentados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el sur del país” [4]. “Una ola de secuestros y liberaciones por parte de la guerrilla se presentó el viernes en el departamento del Cesar. Tres personas fueron retenidas en un retén entre Valencia de Jesús y Aguas Blancas, corregimientos de Valledupar [5]. Sin especificar desde cuando, Vera Grabe (2000, p. 318) habla del “cuidado del pescado” como la denominación que se le daba en el M-19 a la tarea de vigilar a la víctima en cautiverio. En una nota de prensa aparecida un año más tarde se plantea implícitamente que fueron los mismos grupos guerrilleros los que acuñaron el término, cuando se habla de secuestros realizados “dentro del plan que los subversivos han llamado la 'pesca milagrosa'” [6].
El inofensivo apelativo fue rápidamente asimilado por los medios de comunicación: al final de ese año ya se decía, al referirse a una persona secuestrada, que había sido pescada; sin mayores objeciones se acepta luego como un colombianismo más, para el cual incluso se ofrece una curiosa etimología. “Desde el 23 de marzo de 1998 Yenny Prieto está en cautiverio. Ella es la única de las 24 personas que 'pescaron' las Farc ese día en un retén en la vía al Llano que no ha terminado su martirio” [7]. En la página web de Medios para la Paz, cuya misión es “propiciar el ejercicio ético y responsable del periodismo” no se ofrece ningún reparo a la utilización del desafortunado término sino que implícitamente se propone su formalización “Pesca Milagrosa, Colombianismo: retenes sorpresivos para secuestrar a población civil que transita en forma fortuita por el lugar.” Sólo en su Cuaderno de Análisis “El Conflicto Armado en las páginas de El Tiempo” publicado a finales de 2003, dicho diario señala que “términos como “retención” o “prisioneros de guerra” para referirse al secuestro, no forman parte del lenguaje periodístico y deben ser citados estrictamente entre comillas y atribuidos. Los términos … “secuestrados”, “rehenes” son los que el periódico usará para referirse a estos grupos”. Desde el Caquetá, un corresponsal extranjero sugiere que “el nombre viene del relato bíblico de Jesús diciéndole a los apóstoles que lancen sus redes al agua para ver luego cómo estas salen llenas de peces” [8].
En forma independiente de su autoría intelectual, lo cierto es que el término ha venido cumpliendo una función, y es la de tratar de corroer los reparos morales ante la conducta. Para los grupos guerrilleros formados ideológicamente ha sido deseable, al agotarse el filón de víctimas que fácilmente entraban en la categoría de enemigos –o por lo menos foráneos- eliminar del todo cualquier connotación negativa en la denominación de la captura de civiles como rehenes. Un término baladí -referido a un juego de niños o a un pasaje bíblico- en el cual la suerte o el destino aparecen como elementos determinantes contribuye a este propósito: es válido secuestrar o capturar a un enemigo, se puede retener para cobrarle un impuesto revolucionario a un burgués de la ciudad, pero ninguno de esos términos es fácilmente aplicable cuando se trata de trabajadores, o de personas del mismo origen campesino del agresor. Un guión complementario, que también se hizo usual para justificar las pescas, ha sido el de ver en cualquier obrero, campesino o turista un agente infiltrado del enemigo. Ante las insistentes preguntas de la corresponsal del diario El País en Colombia sobre el absurdo de haber secuestrado a dos operarios españoles, Raúl Reyes responde “Hay sospecha de que son paramilitares. Estamos investigando… Ya ha pasado con extranjeros .. puede que no lo quieran hacer pero los obligan. Tenemos muchas veces información de gente nacional o extranjera que está contribuyendo con los paramilitares; que vienen dándoles recursos, abriéndoles paso en el exterior” [9]. “A nuestras direcciones de correo electrónico en todo el mundo han llegado efectivamente varias denuncias donde nos dicen que algunas de las personas que hacen turismo en Colombia no solamente vienen atraídos por la belleza de nuestra geografía, sino que también están llegando personas con propósitos de inteligencia y propósitos militares, entonces en ese sentido nosotros no hacemos oídos sordos a esas denuncias y las vamos a investigar” [10].
Por otra parte, con la denominada pesca milagrosa se empieza a derrumbar no sólo la imagen romántica de los rebeldes sino la de unas burocracias paralelas altamente tecnificadas, perfectamente informadas y que para plagiar actuaban casi en línea con las autoridades tributarias. La práctica del secuestro múltiple dejó al desnudo unas organizaciones que, aunque rígidas y centralizadas, adolecen en sus bases de serios problemas de información y de formación. En forma muy gráfica un camarero español secuestrado en un retén por las FARC, al ser liberado, describe a sus captores como “unos críos analfabetos, que no saben lo que están haciendo” [11]. Hardgrove (2001) también secuestrado en un retén por las FARC relata impresionado el descuido de sus captores para manejar las armas tanto durante la operación como a lo largo de su cautiverio.
Esta apreciación, además, coincide con varios testimonios que sugieren que la indagación sobre la real capacidad de pago de las víctimas la hacen los secuestradores básicamente a lo largo del proceso de negociación. Atrás parecen haber quedado los secuestros selectivos precedidos de detalladas labores de inteligencia sobre las víctimas. Lo que también ha resultado revelador sobre la naturaleza burocratizada y autoritaria de estas organizaciones han sido sus reacciones cuando el premio de la pesca no corresponde a las expectativas. La perla más digna de mención es la reacción en las FARC ante la noticia que uno de sus rehenes españoles no es el rico ejecutivo de una multinacional que esperaban sino un simple operario. “Que alguien desde España certifique que los secuestrados son obreros” pide Raúl Reyes a la prensa internacional. El asunto es aún más kafkiano pues en el momento de esa declaración, más de cuatro meses después del secuestro, las FARC ya habían recibido lo que cualquier otra burocracia consideraría un certificado idóneo: una carta del secretario general de Comisiones Obreras desde España [12].
[1] Semana, No. 147, marzo 25 de 1985, “El secuestro nuestro de cada día”
[2] El Tiempo, Septiembre 10 y 22 de 2003 y Mayo 6 de 1993
[3] El Tiempo, Marzo 29 de 1998.
[4] El Tiempo, Martes 18 de Diciembre de 1990.
[5] El Tiempo, 11 de Julio de 1993
[6] El Tiempo, 8 de Marzo de 1999. Subrayado propio
[7] El Tiempo, Diciembre 26 de 1998.
[8] Martin McNamara, The Observer, Febrero 23 de 2003. Traducción propia.
[9] El País, Octubre 27 de 1999.
[10] Entrevista a Pablo Beltrán del ELN el 5 de Octubre de 2003. En http://www.eln-voces.com
[11] El Tiempo, Marzo 1 de 1999.
[12] El País, Octubre 27 de 1999.